Los 10 mejores discos del primer semestre del 2014
Siempre es difícil analizar y evaluar alguna expresión artística después de un lapso corto de tiempo de que ésta fue creada; por ello no resulta sencillo entrever las cualidades de un álbum a modo que ingrese ipso facto a los recuentos de lo más destacado de la música. Por ello, es más recomendable no considerar este listado en un orden jerárquico sino como una pieza móvil y ajustable. El orden se puede modificar sin problema; lo verdaderamente importante vendrá al momento de saber cuáles sobrevivirán al concluir este año. Mientras tanto esta decena nos regalará muchas horas de placer auditivo.
Brian Eno & Kark Hyde
Someday world (Warp)
El afortunado encuentro de dos figuras destacadas en la historia de la música. Ya no tienen nada que probar y a cambio disfrutaron mucho trabajando juntos: “Creo que este disco fue, en definitiva, el producto de la libertad, del rechazo a las restricciones, de no prohibirnos absolutamente nada”, apuntó Hyde (Underworld). Dieron con el maridaje perfecto entre pop y electrónica (hasta contiene algún chispazo de afrobeat y minimalismo). El resultado es exquisito.
The Roots
And Then You Shoot Your Cousin (Def Jam)
Ellos son los verdaderos artífices de la evolución del hip hop. Sin poses gangsta y discursos banales de multimillonario. Estos chicos de Filadelfia experimentan con rigor: presentan una suite-rap en la que una vez más hacen caber en su obra más arriesgada a la música clásica (Shostakovich). Un trabajo robusto y elegante que funciona como una obra integral. Un grupo en plena madurez y con gran visión de futuro.
TuneYards
Nikki Nack (4AD)
A la imaginería desbordada de Merrill Garbus le hacía falta una producción de ligas mayores, y ahora la tiene al trabajar con productores acostumbrados a divas como M.I.A y Rihanna. Conserva ese africanismo que la distingue al que agrega más elementos (a diferencia del pasado low fidelity). El tercer álbum lo enfrenta residiendo en Oakland y con una propuesta consolidada. Es igual de lúdico que atrevido. Un virtuoso collage para los tiempos que corren, concebido durante y después de un viaje a Haití.
The Horrors
Luminous (XL Recordings)
Probablemente, una de las sorpresas más agradables de lo que va del año, sobre todo porque esperábamos casi nada de unos ingleses a los que les sobraba look y les faltaba música. Su propuesta parecía agotada de tan repetitiva, pero lograron reinventarse. ¿La fórmula? Trabajar más a detalle las melodías, repasar algo del pop —por aquello de los estribillos— sin dejar por ello los ritmos krautrock. Un cuarto LP que los muestra más lúcidos y con mayores capacidades musicales (potenciadas al coquetear con la electrónica).
Damon Albarn
Everyday Robots (Pharlophone/Warner)
No le demos muchas vueltas, se trata de un disco que habla de soledad y tecnología desde la perspectiva de un adulto que ha cruzado los 45 años. El primer trabajo que el cantante de Blur firma con su nombre de pila, es sosegado e introspectivo. Sintetizadores, cuerdas y ritmos lentos bien orquestados por Richard Rusell (el genio de XL Recordings) y la presencia de amigos talentosos (Brian Eno y Natasha Khan). El británico revisa la manera en que ve la vida, y de la cual aflora tristeza y melancolía.
Eels
The Cautionary Tales Of Mark Oliver Everett (Vagrant/Pias America)
Un artista más que inspirado, que no distingue entre vocación y vida; funde éstas en canciones que son también tremendamente llegadoras. He aquí la continuación musicalizada de su magnífico libro biográfico: Cosas que los nietos deberían saber. Tenemos a un hombre que muestra sus emociones sin reserva. Se trata de la crónica de un personaje adulto que reconoce sus errores y desastres amorosos. Aquí no hay ficción sino un individuo acompañado de notas y silencios.
The War on Drugs
Lost In The Dream (Secretly Canadian)
Adam Granduciel ya no tiene a Kurt Vile a su lado; lo que permanece es una pasión inflamada por la música de antaño. Y es que no sólo subyace el hálito dylaniano, ahora la influencia de Srpingsteen es notable, aun cuando el autor cuenta haber partido desde Neil Youg. Una excelente producción que se luce por sus teclados de canciones de patina polvosa que buscan ser atemporales. Un sonido atmosférico y espacial ayuda a ir mucho más allá del folk rock. Nunca lo vintage lució mejor y con tanto brío.
Joan As A Police Woman
Classic (Pias America)
Se requiere de mucha habilidad y talento para recrear el soul y el enorme legado del estilo musical Motown Sound. Y esta chica logra su propia versión del doo-wop con mucha gracia y savoir faire. Aprovecha también ritmos hechos con voces humanas. Oxígeno puro para la tradición afroamericana a través de mucha soltura, recursos e incluso pasajes de dramatismo. A la vez es un inmenso y merecido homenaje a Jeff Buckley, talentoso y fallecido músico (que fue su novio). Una gozada.
Sharon Van Etten
Are We There (Jagjaguwar)
Esta chica de New Jersey ha logrado ir tirando para adelante con sus canciones. Ella sabe cómo ahondar en el asunto de las trampas de la pasión sin que suene manido y aburrido. Al contrario, ella es querida por toda una generación —muy joven aún— con la que sabe comunicarse —como si fuera una Cat Power novel—. Instinto y sensibilidad a la hora de hacer lo que quiere, ahora que también se autoproduce. Le agrega detalles variopintos a sus composiciones pero a la postre lo que queda es su sinceridad.
Kasabian
48:13 (Sony)
Cuando un grupo ha venido a menos con producciones disparejas cuesta trabajo reiterarle la confianza. Inesperadamente, los chicos, originarios de Leicestershire, regresan con una andanada de rock de estadio de pura cepa, que funciona como una aplanadora. Las huestes festivaleras los aman pero también hay que reconocer que por vez primera intentan integrando un poco de poesía y arreglos sinfónicos. Piezas redondas para soltar ese instinto rockero al que le gusta el desenfreno y la verbena. No es revolucionario sino perfectamente concebido y ejecutado.
Ben Frost
A U R O R A (Bedroom community/Mute)
Una verdadera odisea sonora; combinación alucinante de texturas, atmósferas, percusiones y ruido. Este australiano, radicado en Islandia, se preocupa por registrar todo tipo de sonidos: si antes trabajó con lobos ahora utiliza a la Aurora boreal que le da nombre al álbum. La experiencia en el cine y girando al lado de Swans le agregan matices a un proyecto detallado. Nos baña con un flujo de magma auditivo que lo derrite todo. No quita el dedo de la experimentación radical, pero aun así es comprensible para oídos no habituados pero con lo sentidos atentos y abiertos.