Tierra Adentro

Titulo: El post-exotismo en diez lecciones. Lección once

Autor: Antoine Volodine

Traductor: Iván Salinas

Editorial: Sur+

Lugar y Año: Oaxaca, 2014

Antoine Volodine (Chalon-sur-Saône, 1950) escribió un libro sobre la irremediable decadencia del sujeto. Destrucción del edificio mental donde la razón impera. Lo llamó El post-exotismo en diez lecciones. Lección once, un poco en respuesta a la forma tradicional con que la crítica literaria y las grandes editoriales someten al lenguaje para construir significados unívocos en torno al arte. Si sabemos que el lenguaje determina el pensamiento, quizás el problema está en que ni la falta de estructura de las ideas ni los edificios lingüísticos que han erigido las instituciones han cambiado sustancialmente la realidad. Las pequeñas y grandes violencias siguen aquejándonos y de ahí volvemos siempre con las manos vacías y el corazón pensativo. Ese es el mundo de Volodine, caótico y sin sentido como suelen ser los actos que nacen de un sentimiento anquilosado de supremacía sobre el otro.

Más que nunca, el discurso oficial celebra el arte, en especial la literatura, como un camino para entender mejor las diferencias y hacernos más humanos, espacios habitables como parques donde solemos compartir la sombra. Volodine apela a la naturaleza contradictoria e irrealizable de este supuesto y en consecuencia a la utilización del arte como vía moral: una receta para ser mejores personas, por ejemplo. El orden y progreso se desintegran ni bien se enuncian, diría el cobrador de Fonseca. Si las constantes revisiones en torno al arte y su papel en lo cotidiano no han dado nunca respuestas, ni siquiera parciales, pues en su interior se gestan dudas y demoliciones, ¿a dónde nos llevan las imprecisiones, esas grietas donde caemos en nuestro intento por entender el mundo?

Eso se cuestiona Volodine en este libro. Indaga en las trampas que impone el lenguaje y a través de las cuales solemos darle forma al entorno. Ahí el mundo es también un lugar salvaje al que insistimos ordenar y cometemos así las peores atrocidades. Antes de leerlo me preguntaba si podía escribirse desde una voz distinta a la del sujeto, una voz que no partiera de ningún sitio específico más que el de su propia negación o ruptura. Supongo que este libro en cierto sentido lo hace, no sabemos quién narra ni desde dónde, y por eso parece un texto que nunca comienza ni acaba, semejante a la interminable sucesión de prólogos de La novela que comienza, del gran Macedonio Fernández. Una amiga cree que narran los pensamientos de Lutz Bassmann mientras agoniza en su celda, la manera en que va apagándose esa memoria acuosa. Yo pienso que el narrador es más bien el lector que enuncia desde su desordenada mente las palabras que lee y se convierte así en el personaje principal. Lo narrado no es entonces una historia sobre los otros sino un vórtice donde nos aventamos, donde descubrimos nada más que nuestra propia presencia. El instante de la lectura o de la muerte.

La editorial oaxaqueña independiente Sur+ publicó El post-exotismo en diez lecciones. Lección once recientemente. Quizás nadie más se atrevería a editar un texto tan extraño y que por lo mismo parece surgir del interior de una máquina amorfa y futurista donde se repiten instantes aleatorios. Produce en quien lee cierta incomodidad, la sensación de que alguien nos está tomando el pelo o de que algo dejamos pasar por falta de inteligencia o concentración. En cualquier caso, este libro se presenta como un organismo abierto cuya disección tradicional, cuya estructura normativa, es desde el principio un edificio en ruinas, demolido por siglos de dominación del sujeto sobre un lenguaje que aquí busca ser libre, enfrentándose con esto al vacío que dejan las palabras cuando se pronuncian.

Habrá, sin embargo, que aclarar ciertos detalles que la obra hace evidentes. El post-exotismo es un término inventado por Volodine y que remite inmediatamente a nombres de corrientes literarias, a las formas en que solemos catalogar la literatura al intentar explicarla como parte de un contexto social o de un tiempo. Es también un término que no significa nada por sí solo sino por la manera en que se transmite: oralmente. Como los hombres-libro de Bradbury en Fahrenheit 451, los autores del post-exotismo y cuyas obras Volodine hace listas gigantescas, ante la prohibición de la escritura de una sociedad totalitaria memorizan sus libros y los repiten entre sí desde sus celdas. Únicamente cuando son enunciadas, estas palabras adquieren significado, existen siendo entidades abstractas e indefinibles.

Desde el principio, Volodine nos propone un juego donde no existen reglas y el lenguaje parece aniquilarse a sí mismo, alejándonos de las categorías a partir de las cuales solemos interpretar: no hay autor, ni historia narrada de una forma convencional, ni contexto al cual podamos ligar eso que leemos. ¿Habrá un mensaje aquí, algo que haya querido decirse en un determinado momento, una idea que se trabaja a la luz de la luna?, ¿un propósito contestatario o anarquista como el de las vanguardias artísticas? Al evidenciar la vacuidad del lenguaje, lo fácil que a las palabras se las lleva el viento cuando más las perseguimos, Volodine cuestiona su naturaleza efímera: si son, para empezar, un medio eficaz para comunicar ideas y construir edificios sobre la nada.

Pero qué nos queda cuando se han ido las palabras y hemos cerrado este y otros libros. Si el éxito comunicativo del lenguaje, de conciliación quizás de ideas disímiles se pone en duda al ver que la facilidad con que se transmiten los discursos no parece detener la vorágine de violencias, desde guerras hasta crueldades cotidianas, tal vez Volodine quiera decirnos con este libro extraño, que lo importante, lo trascendente, siempre se encuentra fuera de la obra. No como solución sino como una suerte de contagio del placer que producen las pequeñas cosas, esas que poco cuestan o no cuestan nada. Leer por el gusto de sentir las palabras en la boca y habitarlas desde una memoria otra.

Ante todo, este libro es una defensa del placer de la lectura. Una escritura sin propósitos, sin compromisos. Leer por leer y sin entender mucho, sin necesitar entender porque en el fondo todos conocemos la intraducibilidad de la experiencia. El vértigo de emociones que nos acompaña diariamente y ante el cual, si nos detenemos un momento, sucumbimos extasiados. Perder el tiempo divagando en nuestros propios pensamientos, como Lutz Bassmann que quizás recuerda, quizás inventa un movimiento llamado post-exotismo. Un juego donde los personajes pueden ejercer su voluntad en la realidad y nosotros habitar el libro, quedarnos atrapados en lecturas laberínticas, como Borges.

Leer no para saber sino para desaprender, tomar la ruta larga hacia el silencio donde todo se acepta, todo está bien y es así sólo porque no podría ser de otra manera. Las palabras no son las cosas, nos dice Volodine desde su agonía, son otras cosas. No corresponden con nada más que ellas mismas. Y están ahí solitarias, sin poseer ningún significado inmediato, brillando tranquilamente como ese silencio de una noche de verano donde el yo no existe más que como un espejismo. Volodine nos pregunta: ¿no te sientes, por un instante en una tarde aterciopelada, alado por el mundo de las ideas que no te pertenecen, por ese viento que nos conduce hacia la levedad de todo lo vivo?

Sur+ prepara actualmente la edición de Ángeles menores, otra de las obras de Antoine Volodine.