Llamar a los sueños: Tike’a de Dr. Alderete
Una isla de la Polinesia con esculturas de cabezas gigantes de pie, los moai; la única isla en Oceanía que generó una escritura propia jamás descifrada; una isla donde se instaló una estación hoy abandonada de la NASA y una pista de aterrizaje de emergencia para el caso de que algún transbordador espacial la necesitara; una isla que fue bautizada al ser descubierta el día de Pascua.
Parecen los motivos perfectos para alimentar una obsesión.
En un mundo donde Google devela casi cualquier misterio, un artista decide trabajar para recrear y mantener un mundo secreto. Un mundo insular que de alguna manera implosionó y, al estilo de los mayas, dejó abiertas todas las preguntas sobre su cultura. Como sabemos, el arte va en busca más de interrogantes que de respuestas, se mueve mejor en la cuerda floja de la incertidumbre que en el mundo de la certeza científica. Esto es lo que ha hecho Dr. Alderete, artista visual argentino que presenta en el Museo Nacional de las Culturas, en el corazón de la Ciudad de México, su exposición Tike’a, palabra de origen Rapa Nui que significa «mirar con intención, observar». Aunque, tras escucharlo hablar del proceso creativo que representó adentrarse en la cultura Rapa Nui, quizá convenga añadir una connotación más a Tike’a: la de la apropiación que expresa cómo la estética de su trabajo visual se ha nutrido de un mundo arcaico aunque tremendamente vital.
La primera conexión de Dr. Alderete con la isla fue a través de su trabajo como ilustrador de portadas de discos de rock. Recurría a los iconos de la cultura pop vistos en portadas de libros de ciencia ficción, en ilustraciones que reproducían el ambiente de California en la década de los sesenta: playas exóticas, el rock surf, los bares, chicas hermosas, todo ligado a un imaginario y a la subcultura tiki. El vínculo nació en estética tropical de posguerra, pero fue mucho después cuando Dr. Alderete investigó sobre esa presencia recurrente en su trabajo gráfico, incluso realizó dos viajes para mirar y hacer retratos de habitantes de la isla.
Sus investigaciones lo llevaron a preguntarse cuál era la historia de esas caras de trazos limpios y largos, qué significaban sus expresiones, qué rituales convocaban. Así creó una narrativa que inicia con unas imágenes previas a la investigación, son lúdicas y sintetizan con sentido del humor las asociaciones mágicas a Rapa Nui, la isla lejana: los ovnis, los dones sobrenaturales. Y es verdad que no ha faltado magia alrededor de esta exposición.
Cuando Dr. Alderete propuso al Museo Nacional de las Culturas montar sus obras, mientras miraban las imágenes creadas por el ilustrador, los especialistas del museo reconocieron piezas de la colección de Miguel Covarrubias, como si Alderete hubiera trabajado sus obras a partir de las esculturas, las máscaras y los objetos diversos coleccionados por Covarrubias.
Dr. Alderete cuenta que no hay manera de describir la cantera volcánica de la que han salido esos rostros que escrutan horizontes secretos. Que toda la isla es un museo. Él mismo ha venido haciendo un viaje en el tiempo: la propuesta gráfica de esta exposición recrea la estética de aquellos primeros ilustradores que llegaban en los barcos exploradores y en sus dibujos le ponían ropas a los habitantes desnudos de las islas. Y no sólo en esta exposición, en el conjunto de su trabajo puede apreciarse todo eso que lo ha atraído: las rectas y curvas puras, un discurso aparentemente sencillo donde el humor y lo sobrenatural se unen.
En retrospectiva, cuando mira el conjunto de su obra, Dr. Alderete sigue sorprendiéndose por la cantidad de veces que ha incluido los símbolos de los moais en su trabajo.
La isla de Pascua es la más alejada de Oceanía y fue la última en recibir migraciones. Debido a las enfermedades que los migrantes llevaron consigo, en algún momento la población se redujo a alrededor de cien personas. No sobrevivió su cultura, nadie sabe qué significan los pictogramas grabados en pedazos de piedra e incluso hay quien cuestiona que constituyan un sistema de escritura. Entre esas especulaciones, otra vez el arte se abre paso: Dr. Alderete se dio a la tarea de diseñar los pictogramas.
Especula Walter Benjamin, « ¿la potente afición por las imágenes no se alimentará posiblemente de una turbia oposición frente al saber?». A decir de Benjamin, es el trabajo del poeta hechizar y llamar de nuevo las imágenes de sus sueños. Alderete sigue la idea, sin que eso signifique que intente, como los exégetas, llenar los huecos que hay en la historia de la isla. En cambio, parece querer alimentarlos.
En la exposición nos encontramos con los nuevos moais creados por Dr. Alderete, una serie de retratos de personajes a través de los cuales conoció más de la cultura de Rapa Nui. Estos no son anónimos, se trata de personas significativas a las que ha conocido en sus viajes a la isla. Es una especie de tributo en el que incluye al descubridor de la isla, Jakob Roggeveen. Sólo que ese rostro existe gracias a la fuerza de la imaginación de quien lo ha recreado, pues ni los libros ni Google ofrecen alguna imagen fiable.
Quisiera preguntarle a Alderete por qué no dejó ese hueco, por qué necesitó ponerle una faz.
Pero prefiero quedarme la pregunta. Una isla llena de rostros no admitiría un eslabón perdido de ese calibre.