Tierra Adentro
Mosaico V.I. Lenin, Museo de Historia y Costumbres Locales. P. V. Alabina en Samara. Fotografía por: Vadim Kondrátiev. Imagen recuperada de Wikimedia Commons. (CC BY-SA 3.0 DEED).
Mosaico V.I. Lenin, Museo de Historia y Costumbres Locales. P. V. Alabina en Samara. Fotografía por: Vadim Kondrátiev. Imagen recuperada de Wikimedia Commons. (CC BY-SA 3.0 DEED).

El 21 de enero se conmemora un siglo de la muerte de Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Vladimir Lenin, artífice intelectual y material de la segunda revolución de masas mundial —la primera fue la Revolución mexicana—.

Sin duda el enfoque marxista del cual derivó gran parte del pensamiento y acciones políticas de Lenin serviría de ejemplo para muchos otros países durante buena parte del siglo XX.

Para el caso de este texto, dejaremos de lado la amplia producción intelectual que Lenin desarrolló en su corta vida (1870-1924), para concentrarnos en sus cualidades de liderazgo en la conducción política, respecto a tres grandes elementos claves para el surgimiento del Estado soviético: el triunfo de la Revolución rusa de 1917 y la Guerra Civil; la ejecución de la Nueva Política Económica (NEP), y la institucionalización del movimiento revolucionario ruso, mediante la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922 y la promulgación de su Constitución en 1924.

Lenin militar: Las revoluciones de 1917 y la guerra civil rusa (1918-1920)

A causa del colapso del gobierno imperial de Nicolás II en marzo de 1917, derivado de los combates contra fuerzas alemanas durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), por un lado, y gracias a la revolución liberal y al gobierno provisional que fueron apoyados por Lenin, la facción socialista y la facción socialrevolucionaria, por otro, se estableció entre marzo y noviembre de 1917 la República Federativa Democrática Rusa.

Uno de los problemas que tanto Lenin como el grupo socialista criticaron al gobierno republicano de Alexander Kerensky fue la continuación de la guerra contra Alemania,1 la cual afectó severamente al aparato productivo y poblacional ruso desde 1914, y dejó tras de sí hambruna y un cansancio general respecto al conflicto. En consecuencia, frenar la guerra y reactivar la producción se convirtieron en demandas impostergables a ser solucionadas (las cuales fueron debidamente captadas a su favor por los bolcheviques), pues de lo contrario solamente se auguraban mayores y más intensos conflictos internos.2

Ante ello, en noviembre de 19173 los soviets4 de los principales centros políticos y administrativos de Rusia en Moscú y Petrogrado, en asociación con la facción de izquierda de los socialistas revolucionarios, tomaron el poder, sustituyendo al gobierno republicano de Kerensky.

Toda vez logrado esto, el gobierno de coalición encabezado por Lenin5 y los socialistas revolucionarios, mediante el Consejo Popular de Comisarios (Sovnarkom), ejecutó decretos relacionados con la reforma de tierras, otorgando su control a los campesinos que se habían apropiado de ellas. De igual forma, los trabajadores tomaron el control de las industrias nacionales. Además, se abolieron privilegios de clase políticos y legales, se nacionalizó la banca y se establecieron tribunales revolucionarios, en lugar de las cortes tradicionales.6

Otro punto de toral importancia fue la negociación y firma de un tratado de paz con Alemania, en Brest-Litovsk, el 3 de marzo de 1918, en el cual Rusia perdió 30% del territorio imperial aproximadamente, lo que generó tensiones dentro de la coalición de gobierno con los socialistasrevolucionarios e indicó a los elementos nacionalistas previamente pertenecientes al Imperio ruso que un momento propicio se presentaba para adquirir independencia. Así comenzó la Guerra Civil rusa.

Desde la región de Checoslovaquia, pasando por Ucrania, Polonia, la parte norte-central de Rusia, Siberia y hasta el este ruso, el gobierno liderado por Lenin y el Sovnarkom entre 1918 y 1919 experimentó serios reveces militares comandados por los ejércitos blancos, una coalición de antiguos militares zaristas, políticos conservadores y socialistas moderados.7 Estos grupos contaban con recursos financieros, militares y humanos brindados por las potencias que ganaron la Primera Guerra Mundial —especialmente Reino Unido, Francia, Estados Unidos y Japón—, y tenían el objetivo de derrocar al gobierno emanado de la Revolución de Octubre.8

Mientras enfrentaba una peligrosa situación de supervivencia, el gobierno bolchevique ejecutó diversas medidas para revertir el curso de la guerra a su favor. En primer lugar, estableció una política estricta de organización administrativa, militar y económica en los territorios controlados denominada “Comunismo de Guerra”, la cual permitió canalizar todos los recursos hacia el aparato militar y sostener los embates de los ejércitos blancos. Con el fin de reformar y constituir real y formalmente al Ejército Rojo, y gracias a las labores de Lev Trotsky y a la movilización social general,9 encabezada por el Partido Bolchevique, se incrementó y profesionalizó, en 1922, a 5 500 000 efectivos de las fuerzas del recién creado Ejército Rojo. De esta forma, el Estado bolchevique —posteriormente soviético— adquirió un carácter predominantemente militar, el cual fue determinante para la recuperación de los territorios perdidos en la Primera Guerra Mundial y para contener el segundo embate de agresión por parte de la Alemania Nazi en 1941 y su cuasi total destrucción sin ayuda externa hacia 1945. Posterior a ello, contuvo cualquier interferencia política agresiva hacia la Unión Soviética hasta 1991, las cuales eran llevadas a cabo normalmente por la otra superpotencia militar de la época, Estados Unidos, o alguno de sus satélites euroatlánticos.

En segundo lugar, la militarización excesiva y el control administrativo efectivo de Moscú y Petrogrado, centros neurales del Estado ruso junto con toda su periferia industrial y productiva, permitieron que a partir de 1920 y hasta 1922 los ejércitos blancos y sus aliados extranjeros fueran contenidos y expulsados del territorio nacional,10 a la par que toda oposición política fue suprimida y desterrada, estableciéndose el dominio estatal por parte de un solo partido político: el Bolchevique/Comunista.11

Finalmente, con la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, el tratado de Brest-Litovsk se anuló, y con el triunfo bolchevique en la mayoría del territorio, con excepción de armisticios que aseguraron breves periodos independientes en Finlandia, los Estados bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) y el gobierno terrorista revolucionario de Josef Pilsudski en Polonia12, se consolidó el control territorial de la futura URSS.

Después de este proceso, la recuperación nacional era el tema que debía ser atendido por el gobierno de Lenin, pues los efectos de una segunda guerra en el territorio ya habían comenzado a hacerse latentes y nuevamente el régimen corría peligro por una amenaza interna: el hambre y la inestabilidad política interna, derivadas de la aplicación intensiva del Comunismo de Guerra.

Lenin y la NEP: apuesta por la recuperación económica bajo tensiones ideológicas

Frente a una sociedad extenuada por los combates, un campo inactivo por casi 10 años y una industria totalmente desbalanceada y con niveles de productividad de principios de siglo, Lenin, junto con los ministros del Sovnarkom, diseñaron y ejecutaron la Nueva Política Económica o NEP (por sus siglas en ruso Новая кономическая политика-Novaya Economícheskaya Polítika), en febrero de 1921.

Con el principal objetivo de reactivar y reorientar la economía nacional hacia el crecimiento agrícola e industrial, la NEP no solamente buscaba el crecimiento económico, sino beneficiar a las clases agrícola y trabajadora de Rusia, pilares de la Revolución y el Estado bolchevique según Lenin13.

Con la implementación del Comunismo de Guerra, las requisiciones forzadas agrícolas para alimentar al aparato militar durante la Guerra Civil generaron fuertes tensiones entre el sector campesino y el gobierno bolchevique, por lo que uno de los primeros puntos de la NEP fue el reemplazo de aquel sistema draconiano por un impuesto fijo sobre dichos productos, además de que se permitió vender libremente el excedente posterior al pago de dicho impuesto.14

Lo anterior, junto con la reafirmación de la posesión de tierras por parte de los campesinos —desarrollada en 1917—, desembocó en la distribución de tierras entre 100 millones de campesinos aproximadamente, lo que generó una producción agrícola general de pequeña escala, de la cual 75% era realizada por medio de mecanismos manuales.15

Aunque esto permitió la recuperación del sector a niveles previos a la Primera Guerra Mundial, las características generales de la producción, principalmente su carácter manual, eran insuficientes para asegurar el crecimiento económico nacional, por lo cual surgió un nuevo problema que no podría ver solucionado Lenin y que presentó un desafío constante para las autoridades soviéticas subsecuentes a partir de Stalin: la industrialización y modernización agrícola en la URSS.

Respecto al sector industrial, el control férreo del Comunismo de Guerra tuvo que relajarse para reactivar su dinámica, por lo tanto, con excepción de las empresas clave de la economía estatal (energía e industria pesada, principalmente), aquellas que empleaban menos de 20 trabajadores, junto con otros conglomerados de mayor tamaño de carácter manufacturero y de comercio minorista, fueron excentas de la nacionalización comenzada desde 1917.

De igual forma que a los campesinos, a las empresas se les permitió vender sin regulación estatal sus productos, utilizando precios que fluctuaban libremente, lo cual causó severas crisis de balance entre estos y los productos agrícolas, afectando la economía nacional y generando tensiones internas entre las alas más radicales del partido Bolchevique,16 las cuales consideraron que los efectos de la NEP sobre el sector industrial representaban un retroceso político e ideológico de los principales postulados revolucionarios hacia los trabajadores.

Esta política aplicada al sector industrial fue quizá una de las que tuvo mayores impactos en uno de los pilares revolucionarios, pues de acuerdo con el “Grupo de los Trabajadores”, encabezado por Trotsky, la NEP reanudaba la explotación laboral, a causa de la permisividad que tuvo el gobierno con respecto al regreso de los antiguos administradores en ciertos sectores industriales.17

Y esto era cierto, pues en los principales centros urbanos como Petrogrado y Moscú la recuperación económica era evidente para los sectores comerciales más favorecidos, constituidos en un grupo de élite conocido como “NEPmen” u “hombres de la NEP”, el cual significó una amarga evidencia del retroceso revolucionario.18 Aunque el comercio exterior se mantuvo bajo el control del Estado soviético,19 las tensiones y eventuales choques políticos entre Lenin y su grupo que abogaba por el mantenimiento de la NEP y el “Grupo de los Trabajadores” que demandaba una reforma de la política para detener los abusos a la clase obrera fueron aumentando hacia 1923. Todo esto, mientras la salud de Lenin se veía afectada por la serie de accidentes cerebro-vasculares del 9 de marzo de 1923, que lo retirarían totalmente de la escena política hasta su muerte en 1924.

Finalmente, y a pesar del carácter transformador de la revolución de 1917 en términos políticos, económicos y sociales, el Estado bolchevique-soviético no pudo prescindir de antiguos miembros del entramado estatal anterior (zarista), para poder asegurar la ejecución no solamente de la NEP, sino de muchas otras políticas que garantizaron la transformación del Estado imperial en el soviético.20

Sin embargo, esta medida fue la que menor tiempo se mantuvo, pues luego del establecimiento e institucionalización del Estado soviético durante el gobierno de Stalin (1924-1953), los cuadros administrativos estatales surgieron principalmente del Partido Comunista de la URSS (PCUS).

El legado institucional inicial de Lenin: el acta fundacional de la URSS y la Constitución de 1924

Como mencionamos en el anterior apartado, al término de la Guerra Civil rusa y los primeros frutos positivos de la NEP, la salud de Lenin se encontraba seriamente deteriorada y su habilidad de liderazgo dentro del Sovnarkom y el Partido Bolchevique comenzaba a ser disputada por dos figuras, que tras su muerte lucharían por sucederlo a la cabeza del proyecto político de la Revolución rusa: Lev Trotsky y Iósif Stalin. Sin embargo, a pesar de las vicisitudes de salud que sufrió entre 1922 y 1924, Lenin fue todavía capaz de iniciar dos procesos fundamentales para la institucionalización y materialización del Estado soviético; por un lado, la fundación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, finalizada el 30 de diciembre de 1922, y, por otro, el inicio de los trabajos de redacción de la Constitución de la URSS, que sería aprobada en el Segundo Congreso General de Soviets, el 31 de enero de 1924.

Pero, antes de entrar en los detalles de cada documento estatal fundacional, es preciso mencionar que, para ambos procesos de institucionalización, sería Stalin en calidad de sucesor cada vez más claro de Lenin a la cabeza del Estado soviético quien se encargaría en gran parte de lograr un buen término para cada uno de ellos.21

Ahora, respecto a la fundación de la URSS, por medio de la intermediación inicial de Lenin, se coordinaron los intereses políticos de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR), de las Repúblicas locales y de los miembros del Partido. Luego, junto con la intervención de Stalin ya en calidad de Secretario General del PCUS, el 29 de diciembre de 1922, los delegados de la RSFSR, la República Socialista Soviética de Ucrania, de Bielorrusia y de la República Socialista Federativa Soviética de Transcaucasia (que incluyó a Georgia, Armenia y Azerbaiyán) firmaron el Tratado de Creación de la URSS.

Este documento, además de cimentar las fronteras de la URSS hasta 1939, cuando los Estados bálticos se incorporarían a su territorio (gracias a la cláusula de incorporación de nuevos territorios), determinó las bases para el funcionamiento político y administrativo del Estado soviético: una república federal.

Para evitar redundancias temáticas entre ambos documentos fundacionales (el Acta Fundacional de la URSS y la Constitución de 1924), es posible establecer en términos amplios que el poder legislativo se asignó al Congreso de Soviets de todas las repúblicas, y, cuando aquellos no estuvieran sesionando, dicha prerrogativa recaía en el Comité Ejecutivo Central (CEC) de la URSS. Este último poseía las facultades principales del poder ejecutivo, el cual funcionaba mediante el Consejo de Comisarios Populares. Por su parte, el poder judicial, ejercido por la Suprema Corte, se establecía bajo el control del CEC.

Paralelo a aquellos importantes procesos para el Estado soviético, Lenin, en los últimos años de vida y ante la incapacidad de incidir como en otros tiempos dadas sus precarias condiciones de salud, redactó con ayuda de sus secretarias entre 1922 y 1923 un testamento político para asegurar una transición política pacífica luego de su deceso.

En dicho texto, sugería cambios a la estructura del aparato soviético de gobierno y sopesó la probable fragmentación del Partido, causada por las fricciones entre Trotsky y Stalin, que ponía en riesgo la estabilidad política. Sin embargo, esto último no pasó y el documento fue distribuido a los líderes de todas las delegaciones durante el 12º Congreso del Partido (17-25 abril de 1923),22 sin que Stalin perdiera el poder que ya había adquirido y que eventualmente lo llevaría a la cúspide del liderazgo en 1924.

Finalmente, una vez Lenin muerto, su figura fue retomada por el gobierno de Stalin para establecer una especie de símbolo patriótico unificador en toda la URSS, sus escritos fueron elevados a los máximos niveles políticos y académicos, y ello permitió mantener la cohesión nacional y partidaria hasta que las instituciones de seguridad soviéticas se encargaran de ello en todo el país, hacia la década de 1930. Sin embargo, un hecho ya era ineludible, el Estado soviético se encontraba plenamente establecido y funcionando, aunque no como Lenin esperaba.

Conclusión: ¿Y después de Lenin?

Mucho podemos especular respecto a los posibles desarrollos del Estado soviético si Lenin hubiera tenido una vida más larga, que le permitiera mantener el control político en la URSS después de 1922.

Sin embargo, para efectos de este texto, me gustaría reflexionar sobre una idea que a mi parecer es central y que no pudo observar de manera clara Lenin: la realidad del panorama político y geopolítico internacional de principios del siglo XX. Debido a la aplicación dogmática del marxismo, Lenin tuvo una visión romántica del futuro, la cual predecía un colapso eventual y casi inminente de las naciones capitalistas, a causa de guerras entre éstas, que dejaba peligrosamente al margen a la URSS.

En contraste, la agresividad de las naciones capitalistas hacia el proyecto estatal socialista fue uno de los puntos de observación más importantes que pudo percibir Stalin al ejecutar los procesos de industrialización intensiva del campo y el sector pesado (acero y manufacturas complejas y de gran escala, principalmente) por medio de la fuerza.

Gracias a esto, al final de la primera mitad de ese siglo, posterior a la destrucción casi total de la amenaza nazi a manos del Ejército Rojo, la URSS había renacido de las cenizas de la cruenta Segunda Guerra Mundial y a la muerte de Stalin quedaba armada con bombas nucleares, parafraseando a Isaac Deutscher, minucioso analista de este periodo.

De manera complementaria, es imposible considerar que otro líder diferente a Stalin pudiera haber asumido los costos políticos y sociales de transformar en 18 años y sin sucumbir ante las presiones internas y externas un Estado predominantemente rural a uno de carácter energético, agrícola y militar moderno, al grado de poder plantarse de frente a un Estados Unidos triunfador, doble expoliador comercial de Europa mediante las dos guerras mundiales, cuyo territorio y aparato productivo jamás fueron tocados por el conflicto.

Desafortunadamente, debido a la militarización de la sociedad y el Estado soviético, la URSS plantó las semillas de su destrucción, pues aunado a la osificación del gobierno unipartidario nacional, los penosos liderazgos posteriores a Stalin y el efectivo aislamiento de la dinámica general del capitalismo global, propiciado por el mundo euroatlántico durante la Guerra Fría, el Estado soviético comenzó a aislarse de gran parte del mundo durante la segunda mitad del siglo XX, lo que culminaría con su disolución en 1991.

Fuentes Consultadas

  • Carr, Edward Hallet y R. W. Davies, The Russian Revolution: From Lenin to Stalin, 1917-1929, Palgrave Macmillan, Hampshire, 2004.
  • Gleason, Abbott, Ed., A Companion to Russian History, Wiley-Blackwell, Chichester, 2014.
  • Grigor Suny, Ronald, Maureen Perrie y Dominic Lieven, The Cambridge History of Russia, vol. III, Cambridge University Press, Cambridge, 2006.
  • Hough, Jerry F. y Merle Fainsod, How the Soviet Union is Governed, Harvard University Press, London, 1979.
  • Instituto de Marxismo-Leninismo del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, Lenin: a Biography, Progreso, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, 1983.
  • Millar, James R., Ed., Encyclopedia of Russian History, Thomson Gale, Detroit, 2004.
  • Rowney, Don K. & Huskey, Eugene, Eds., Russian Bureaucracy and the State: Officialdom from Alexander III to Vladimir Putin, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2009.
  • Service, Robert, Lenin: a Biography, Pan Books, Londres, 2002.
  • Zickel, Raymond E., Ed., Soviet Union: a country study, Federal Research Division/Library of Congress, Washington D. C., 1991.
  1. Raymond E. Zickel, Ed., Soviet Union: a country study, Federal Research Division/Library of Congress, Washington D. C., 1991, pp. 59-60.
  2. Dentro de las primeras facciones socialistas participantes en la Revolución rusa, a la cual pertenecieron Lenin junto con otras figuras destacables después de la revolución de noviembre como Trotsky y Stalin, fueron los llamados “Bolcheviques” o “Mayoría” a diferencia de los “Mencheviques” o “Minoría”, los cuales poseían una postura más moderada respecto al ritmo de cambios políticos y sociales en Rusia al triunfo de la Revolución de Marzo. Luego del triunfo de la primera facción después de la Guerra Civil, el Partido Comunista de la URSS pasaría brevemente a llamarse Partido Bolchevique de la RSFSR.
  3. De acuerdo con el calendario gregoriano, en la historiografía rusa se refieren al inicio de la Revolución Bolchevique en octubre, pues el calendario vigente hasta febrero de 1918 fue el juliano.
  4. Órgano de gobierno de carácter asambleario que constituyó la principal unidad política y administrativa del gobierno bolchevique y luego soviético hasta 1991.
  5. James R. Millar, Ed., Encyclopedia of Russian History, Thomson Gale, Detroit, 2004, p. 849.
  6. Raymond E. Zickel, op. cit., p. 60.
  7. Abbott Gleason, Ed., A Companion to Russian History, Wiley-Blackwell, Chichester, 2014, p. 341.
  8. Raymond E. Zickel, op. cit., p. 61.
  9. Abbott Gleason, op. cit., p. 341.
  10. Idem.
  11. Jerry F. Hough y Merle Fainsod, How the Soviet Union is Governed, Harvard University Press, London, 1979, p. 87.
  12. Abbott Gleason, op. cit., p. 346.
  13. Ronald Grigor Suny, Maureen Perrie y Dominic Lieven, The Cambridge History of Russia, vol. III, Cambridge University Press, Cambridge, 2006, p. 181.
  14. Ibidem,p. 169.
  15. Ibidem, p. 177.
  16. Edward Hallet Carr y R. W. Davies, The Russian Revolution: From Lenin to Stalin, 1917-1929, Palgrave Macmillan, Hampshire, 2004, pp. 50-52.
  17. Ibidem, pp. 55, 57.
  18. Ronald Grigor Suny, Maureen Perrie y Dominic Lieven, op. cit., p. 171.
  19. Instituto de Marxismo-Leninismo del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, Lenin: a Biography, Progreso, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, 1983, pp. 290-291.
  20. Don K. Rowney y Eugene Huskey, Eds., Russian Bureaucracy and the State: Officialdom From Alexander III to Vladimir Putin, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2009, pp.111-114.
  21. Robert Service, Lenin: a Biography, Pan Books, Londres, 2002, pp. 504, 506.
  22. Ibidem, p. 525.