Las virtudes imperfectas de la imaginación más allá de la cultura de la cancelación
En la actual esfera pública el juicio moral ha ganado terreno y penetrado en la autonomía artística mientras el arte se ha replegando a ser el espejo transparente de las virtudes de ciudadanos de bien. Si el ciudadano obra mal, aunque haga arte edificante o bello, inmediatamente pasará a ser una obra cancelada por trasmitir la moral reprobable de su autor; en el mismo sentido, si la obra de arte representa atrocidades su autor es un desviado y pervertido.
Así se han censurado a Balthus, Nabokov, Hermann Nitsch, J.K. Rowling, Nick Land y un largo etcétera. Quien escribe ahora no está para abogar o condenar a éstos u otros sujetos morales. Pero lo cierto es que algo se pierde en la mera condena y el escarnio público. No estamos para decir si una obra puede excusar a un ciudadano indeseable o si una persona, a pesar de ser condenable, puede crear belleza. Ni una ni otra, sino parte y parte de una manera compleja y reflexiva.
Pau Luque con Las cosas como son y otras fantasías: Moral, imaginación y arte narrativo, merecedor del 48º Premio Anagrama de Ensayo en 2020, parece contestar este y otros asuntos sobre la tensa relación entre moral y ficción en virtud del complejo arte de la imaginación.
Es extraño, pero justo y necesario, que un libro como éste gane el Premio Anagrama de Ensayo ya que no son comunes los libros sobre moral o que se vendan como tal. Además de la tétrica Economía moral de Andrés Manuel López Obrador, no abundan las reflexiones sobre la moral. Ésta pertenece más al statu quo y quizá ahí está el problema y la necesidad del libro de Pau Luque. Rousseau está olvidado, algún despistado con ánimos de superación personal lee a Séneca, pero la moralidad que enjuicia las obras de arte es una idea etérea que se da como sentido común: “obrar bien, decir la verdad” sin parámetros claros.
El libro de Luque, aunque parte y es plenamente sobre moral, desborda y complejiza nuestra relación como sujetos morales con los artefactos ficticios que a veces aparecen como novelas o películas o canciones. No se trata de negar que exista arte inmoral o infame y que el buen arte deba ser norma. Tampoco que las fabulitas en forma de películas adolescentes encaucen nuestra vida moral, sino que desde la razón se pueda diferenciar unas y otras y que nuestra vida moral es más compleja que las polaridades.
En este punto vale la pena preguntarse de qué trata el libro Las cosas como son y otras fantasías. Aunque nos encontramos frente a algunos problemas. Porque trata de sí mismo: la filosofía de la imaginación moral de Pau Luque.
Hay obras que sólo son en sí mismas: se dan en su completud y complejidad, otras que uno puede explicar: tienen objetivos claros y una línea concreta. La de Luque es de las primeras. Para acercarse sólo se puede o por sus ejemplos -la materia de sus reflexiones, o sobre sus temas, los problemas que trata, sus desvíos, los señalamientos humorísticos y las anécdotas. Pero lo real es que el libro, y ahí radica lo brillante de la mente de Pau: es el intersticio. Lo que no es la sola exégesis de obras de arte ni filosofía moral dura. Sino las virtudes imperfectas de la imaginación del sujeto moral en un mundo complejo y metafórico.
Las cosas como son y otras fantasías: Moral, imaginación y arte narrativo (2020) promete mucho. Por el título uno sospecharía que es un tratado sobre cosas universales como lo real tal cual se manifiesta y lo es en algún sentido, pero también no lo es. Está estructurado desde tres obras que fungen como pilares para desplegar una teoría de lo real, la filosofía práctica y la ficción. Esos ejes son: Nick Cave, Lolita de Nabokov y El mar, el mar, de Iris Murdoch. A no ser que a uno personalmente le interese o inquiete alguno de los tres parecería que no habría razón clara de leer el libro. Pero, como fue mi caso, una vez superado el prejuicio de un gran músico pero que no es mi estilo, una novela que ha caído en una serie de lugares comunes y ciertos tabús en la cultura de masas y una novela de la que en mi vida había oído hablar, el libro repara en la lucidez filosófica y da mucho más de lo que promete. Sin sobreponerse a las novelas y canciones, ni hacerla menos, sino que al mismo ritmo la obra analizada y la reflexión filosófica de Luque danzan juntas en pro del pensamiento complejo que es una teoría del arte narrativo por qué no, universal.
Por ejemplo, en el caso de Lolita de Nabokov que quizá sea el que más interese por su lugar como categoría y prototipo en la cultura de masas y la vida cotidiana, Pau Luque le da un vuelco importante a lo que se cree es Lolita en la novela. El sentido común que hasta cierto punto está aceptado y por lo que es reprochable su lectura, es que Nabokov escribió una apología de la pedofilia al narrar como atractiva, provocadora y apetecible a una menor de edad. En este sentido, su personaje Humbert, quien es víctima, no sería el pervertido sino su autor, Vladimir Nabokov por celebrarlo y Lolita pasará a la historia como el estereotipo de las nenas malas que seducen a los pobres hombres maduros.
Cualquiera que haya leído Lolita con atención, dice Pau Luque, sabe que esto es falso. La lolita del sentido común y la cultura popular no es la Lolita de la novela escrita por Nabokov. Luque desarrolla su argumento contrapunteando con artículos doctrinales sobre la novela. La confusión que lleva a condenar a Nabokov y lo hace parecer un desviado es que en la novela su personaje Humbert intenta emanciparse y tiene pensamientos propios que mal leídos podrían parecer los del autor. Nabokov, en cambio, lo que estaría haciendo es poner al lector en la posibilidad de imaginarse a sí mismo intentado justificar acciones viles encarnadas en un personaje que tiene agencia de imaginar. Leerlo como un defensor de la pedofilia es leerse a sí mismo como alguien a quien la narración lo convenció y quizá él sí legitime esas acciones atroces, no Nabokov. En lo que él pecaría, en todo caso, es en hacernos saber que con las palabras correctas cualquier vileza puede ser una seducción aceptable. Ahí reside el poder de las narraciones, en hacer comestible lo atroz y peor: hacerlo digno de antojo. Mediante una prosa bella y un lenguaje quirúrgico hacer pasar una relación de abuso por amor y expone a la sociedad que juzgará su novela. Es la exposición de los mecanismos que nos rigen a todos: falta moral y justificación. A través del poder de la seducción de un hombre y su exposición con un lenguaje embelesado.
Para ilustrar y exponer sus ideas desfilan casos incómodos o dignos de pensarse como la película Joker, la reciente novela El funeral de Lolita de Luna Miguel, Temporada de huracanes de Fernanda Melchor y la firma de no fumador contra la prohibición del tabaco del filólogo Francisco Rico y una serie de eventos culturales y anécdotas para escarbar en la tensión de la imaginación y los sujetos morales que la produce y ven. Los acompañantes de Luque en su descenso al infierno de la moral contemporánea son Ferlosio y Bernard Williams.
La exégesis de la literatura en la academia suele caer en el formalismo y la prensa periodística en datos y el mero anecdotario. Algunas veces la reflexión llega a puntos filosóficos serios. Pero más allá de buscar “la filosofía” de tal o cual novela cual mantra, Pau Luque acierta cuando afirma que sobrepasando “los intereses filosóficos que las novelas pueden despertarnos, lo que es indudable es que todos tenemos una vida moral y por eso sucede el reconocimiento con las historias o fabulitas”. La de este libro, es una teoría para el ser humano que existe en sociedad. Los ejes son claros, pero eso no lo aleja de reflexionar o abrir el paso para pensar cualquier dispositivo narrativo que le haya afectado en la vida al lector en turno.
La categoría que el libro de Pau Luque propone es el arte himenóptero que anida la teoría del arte panal* y panal **. La primera es la narración cuyo motor y miel es la imaginación y en ciertos casos se apoya y completa los espacios con datos reales. El segundo es cuando se parte y estructura con eventos reales y lo que sabemos de facto no alcanza para encadenar el relato, se usa la imaginación para rellenar.
Al inicio del libro afirma, según una plática con un físico que tuvo, que el cosmos se formó tras un espasmo, una contingencia, que hizo que Luque y todo lo que existe esté en su lugar y no en otro. Por ejemplo, que él en lugar de vivir en México y España viviera en Vilafranca del Penedes o ustedes y yo, en lugar de leer español leyéramos esta reseña en checo y en otro espacio distinto. Esa teoría del espasmo del universo dice que no es que ese otro escenario no existe, sino que es posible que exista. Lo que hay entre uno y otro espacio, ese intersticio es la miel del espasmo, la rebaba que diferencia esta vida como la conocemos y otra distinta si el espasmo hubiera arrojado hechos distintos. Es entre uno y otro un espacio invisible del que se nutre la imaginación y el arte.
Los artistas himenópteros median y cuidan esos campos mientras empujan la imaginación hacia todos esos yoes y mundos posibles que no aparecen como actuales. Murdoch, según Luque, no imitaría en la estructura de su novela una vida, sino al mismo movimiento del espasmo. Por eso en El mar, el mar no hay mucha justificación en algunos eventos y tampoco importaría tanto siendo que la imaginación es lo que estructura y mueve. Es una concatenación de escenarios artificiales cuyo hilo es la mera imaginación. En muchos sentidos sería arte autónomo: el arte por el arte. Pero por su trama uno siente la necesidad de enjuiciar moralmente a sus personajes.
Esa idea, la del arte himenóptero es una buena herramienta para navegar en la cultura contemporánea. Permite ver de otra forma los fundamentos y posicionamientos de los autores frente a la obra y la realidad. Pienso que ahí radica la importancia de una obra de arte, una novela, un tratado filosófico o una canción: en cambiar y expandir la mirada de quien se adentró ahí. Al principio, cuando enumeré los vicios del statu quo respecto a la moral yo me incluía. No sé en realidad si se lea sobre moral –yo no lo hago –pero después del libro de Pau Luque mi mirada y consciencia respecto a mi vida moral y su relación con la cultura cambió. También me veo tentado a releer lolita y buscar a Iris Murdoch. A Cave lo he escuchado diario desde entonces.
El libro genera nuevos intereses y hacer ver distinto. Impulsa a generar un juicio razonado y complejo en pro de esa golosina que es la miel del espasmo del universo. Velado, pero a través de todas sus páginas y con un último y feroz alegato, es un manifiesto a la formación política que incluya la complejidad y las virtudes imperfectas de la imaginación para un tiempo en que el arte político complejice y no adoctrine y las fábulas no produzcan empatía ni reconocimiento sino potenciales conocimientos políticos de la otredad.