Tierra Adentro

Una modesta composición

Luis Manuel Amador

Con una dinámica de trabajo más parecida a la de los diseñadores gráficos que a la de los fotógrafos tradicionales, muchos creadores contemporáneos de la cámara terminan cediendo sus virtudes a la tecnología. Así, lo que se obtiene, si hablamos del paisaje urbano o arquitectónico, es la imagen fotográfica que reúne cualidades de collage o mixtura cuya alteración es apenas admisible por el ojo en sus bordes, sus límites entre la sobreposición de un cuadro y otro, disueltos para siempre por los programas correctores que en la computadora convierten ese mosaico en una pieza monolítica sin costura visible, una visión perfecta que sumerge al observador en una anómala sensación de acabamiento. ¿Puede ese mismo proceso lograr un conjunto visual semejante de manera tradicional, sin recurrir a lo digital en primera instancia, sin hacer creer al espectador que asiste a la captura de un instante alterado? Eso es lo que explora Carlos de la Sancha (Ciudad de México, 1985) con sus collages fotográficos y composiciones en sus registros del paisaje arquitectónico. De la Sancha ha empleado la tecnología en sentido inverso: de sus inicios en la fotografía digital ha llegado a la convicción de que el proceso análogo tradicional le permite realizar mejores experimentos. Aunque puede pensarse que sus fotografías tienen como punto de partida el Photoshop para unirlas entre sí, esto la mayoría de las veces es una impresión equivocada. El fotógrafo localiza una posible escena y fotografía el paisaje como parchando el horizonte con cada disparo. Lo que obtiene no es la fotografía de un instante preciso, sino un conjunto de momentos más o menos cercanos que determinan el carácter de una escena total y más amplia. Algunas escenas finales de sus cuadros compuestos pueden estar conformadas de una docena de imágenes; otras más, de cientos de ellas, implicando una compleja trama de mosaico. Para quien haya visto la obra de David Hockney y sus contribuciones al Pop Art, este procedimiento podría resultar familiar, aunque vale decir que la obra del inglés acude al empleo de la pintura y otros artificios para alcanzar sus resultados desde instantes en Polaroid, y no toma partido desde la perspectiva de un fotógrafo, sino como un creador de escenas cuyos fragmentos o detalles a veces va deliberadamente inventando. Desde una perspectiva que mira hacia la arquitectura, las composiciones fotográficas, las imágenes de De la Sancha parecen más cercanas a Extracts of Local Distance, un proyecto de collage de paisajes arquitectónicos en el que trabajan Frederic Gmeiner, Benjamin Maus y Torsten Posselt, donde las composiciones de escenarios arquitectónicos se logran ensamblando digitalmente imágenes por medio de capas que alcanzan efectos cercanos a la ciencia ficción. Tal vez las creaciones de fotografías superpuestas de De la Sancha están más vinculadas con la obra que el australiano Robert Brize explora en la web con su portal Scattered Images, donde a través de collages semejantes busca otras posibilidades estéticas más cercanas al rompecabezas que al testimonio que el mexicano prefiere guardar como registro de la memoria de lo visto en los lugares por donde ha caminado. De la Sancha es más discreto (y no por ello menos ambicioso) en sus registros. Acude a los favores de la mesa de trabajo antes que a los programas de diseño para lograr las composiciones que hoy nos comparte. Nos brinda la oportunidad de ver el lugar, casi siempre desnudo de presencias humanas, a través de la mirada de un caminante y testigo curioso de los detalles que dejamos pasar inadvertidamente cuando imaginábamos que ya habíamos puesto atención a todo el paisaje de las cosas.

 

 

 

 

Mirar fotográficamente

Del mundo digital al análogo

Desde que era niño tuve curiosidad creativa. Mi madre es poeta y académica. Me gustaba la actuación y estuve interesado desde siempre en cuestiones artísticas. Siempre miraba hacia otra parte pensando qué cosas podía hacer y así me encontré con el medio absolutamente visual de la fotografía y quise adentrarme en ella. Yo era mayor de edad y, en un cumpleaños, mis padres me regalaron una cámara Rebel. Eventualmente me incliné por la fotografía análoga y le devolví la cámara a mi padre, porque también él quería aprender. Ahora trabajo sólo con película y en lo digital trabajo con mi smartphone, que toma fotos bastante buenas.

Involucrarse en el mundo

Cuando tomo fotos no pienso en series ni en temas. Me mueve el “sentimiento” cuando pienso que vale la pena sacar la cámara y disparar, para guardar la imagen que estoy viviendo o que descubro. En los días del curso de manejo de la cámara, la llevaba a las reuniones. Caminar por las noches es un riego y siempre temía que pasara algo, así que no llevaba una gran cámara. Durante la noche tomaba fotos a amigos y a desconocidos hasta la madrugada, cuando todo el mundo queda destruido. Mis amigos, al mirar las fotos se veían como eran y sentían que estaban involucrados en el mundo y eran parte de algo que finalmente les inquietaba y les gustaba.

Algunas muestras

He participado en exposiciones colectivas. La escuela de Saúl Serrano hacía cada fin de semestre una y ahí presenté algunos trabajos con otros alumnos. También formé parte de la exposición “Geometrías” en un espacio que se llama Cultura Colectiva. En Oaxaca estuve en el taller del fotógrafo ciego Pedro Miranda, en el que al final expusimos los trabajos. Tuve la oportunidad de participar con Stella Johnson en un slide show de fotografía documental, también en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo.

La técnica, el instante

No suelo fotografiar un solo tipo de sujetos o cosa. Me gusta y he hecho mucha fotografía de arquitectura, que suelo acometer en largas series y en composiciones superpuestas. De lo social que hay en fotografiar personas busco la “soledad” de la fotografía arquitectónica, una forma de introspección que encuentro en el movimiento donde exploro una vena de mis intereses íntimos, sin olvidar que la fotografía también es un asunto técnico donde lo que se logra no se debe a casualidades o accidentes sino al dominio de quien sabe lo que está haciendo, aunque no pienses uno por uno en cada pasa al tomar una fotografía. No se detiene uno a pensar “voy a ponerle 3.5 a la cámara para que salga bien” o “la luz está de este modo por aquí”. Esto sucede incluso dentro del estudio, donde se supone que todo está bajo control. No hay manera de desobedecer la técnica si la desconoces. Edward Weston decía que hay que “ver fotográficamente”, llegar al punto en el que hay un dominio de la técnica al grado que todo se resume en un instante veloz de experiencia, automático, del pensamiento en el acto.

De libros y nombres

Me gustan las bibliotecas de arte como la del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, donde puedo conocer y ver el trabajo de los grandes fotógrafos y leer mucho. Obras como la de Hiroshi Sugimoto, Nobuyoshi Araki, Duane Michals, Jennette Williams, Joan Fontcuberta, Larry Fink, fotógrafos de los que se aprende a diario. Incluidos consejos como los de Lisette Model que ha dicho que uno no debe uno disparar su cámara a menos que lo sienta y lo intuya dentro de sí y ya no sé si la escuché decirlo o leí que lo dijo. O consejos como los de Duane Michals, cuyo humor me gusta y es una mezcla de lo cómico con una seriedad profunda. Jugar con la sensualidad o la comedia, con la ilusión, con el tiempo y la memoria. En México ha habido y hay grandes fotógrafos: Tina Modotti, Edward Weston, Álvarez Bravo, Karina Juárez, entre otros.

Entre aprender y aprehender

Cuando tomo fotografías no busco necesariamente “comunicar” algo. No procuro ni tengo por objetivo revolverle las tripas al espectador. A veces eso se logra, pero no es lo que persigo. Cuando somos espectadores recibimos información, sentimos algo. Yo sólo trato de ver más y mejor, aprender, aprehender algo, siempre de otro modo. Mis objetivos están llenos de subjetividad.

Triple vía

En lo personal descubro tres vías en mi quehacer fotográfico: cuando me quedo en casa con la cámara, buscando líneas y composiciones, buscando el rincón para un autorretrato o el instante para entender algo que se me escapa. Cuando no traigo cámara, estudio en la biblioteca y busco en los libros y abarco todo lo que puedo atesorar con la mirada. La tercera fuente está en el espacio oscuro del cuarto de revelado, donde al ampliar e ir descubriendo las fotografías, me envuelven los olores químicos y los del mundo.

Entre creador o artista

Me gusta decir “creadores visuales” porque procuro no usar la palabra “artista” para definirme. Y porque todo lo que tengo o tenemos a la mano sirve para crear y hacer propuestas. Incluso ir al mercado o al súper son experiencias de las que uno puede extraer líneas para nuestro trabajo.

Hacer las fotos

Dejé un estudio que tenía con una amiga fotógrafa. Pero tengo acceso al cuarto oscuro del cfmab y ahí he estado revelando y ampliando los últimos meses. Espero pronto tener mi estudio e instalarlo donde vivo. Cuando me preguntan “¿A qué te dedicas?” siempre respondo: “Hago fotos”. Entonces resultan que así salen los “encargos” porque es difícil que los creadores vivamos de lo que queremos. Entonces hay que hacer esa chamba que los otros quieren y que la gente nos encarga. Finalmente también así se aprende mucho y el trabajo se enriquece trabajando otros temas (fotografiar celebraciones de amigos o bodas), moverse en ámbitos que no eligió uno mismo y donde uno nunca se aburre de mirar. Eso que uno considera distinto a “lo que solía hacer”.

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