Las posibilidades del audio
Titulo: ¿Qué hace usted en un libro como éste?
Autor: Rogelio Villarreal
Editorial: Producciones El Salario del Miedo
Lugar y Año: México, 2015
“Las canciones nos hacen sentir alegres, tristes o tranquilos porque las asociamos con recuerdos o experiencias, pero hay piezas musicales que son tristes en sí, como las que están compuestas en tonos menores, las cuales probablemente estimulan o detonan algo en planos subliminales. Puede ser la ‘Rapsodia de un tema de Paganini’ de Rachmaninoff o una simplona balada comercial. […] Me gustaría saber con qué música lloraba mi padre”.
Rogelio Villarreal (Torreón, Coahuila, 1956) regresa a encontrarse con su padre, llamado igual que él, en “Últimas noticias de mi padre”, el quinto capítulo de su libro ¿Qué hace usted en un libro como éste? Se trata de un ejercicio de memoria que el autor ha hecho por algunos años, en el que retrotrae sus recuerdos para construir la figura de sus padres.
El padre de Rogelio falleció dejando como legado la mitad de su biblioteca —la otra mitad despareció en un incendio, luego de que se quedara dormido con un cigarro encendido —, y cuenta la leyenda, que se puede leer en el capítulo “Algo sobre mi madre”, que poco antes de morir, se dio tiempo de bromear con la enfermera que lo cuidaba:
“’Escuche, ¿ya oyó?’, le preguntó, ‘ya me están llamando, 666, es el diablo…’. ‘Ay, don Rogelio’, protestó la joven asistente, ‘no diga eso’. Papá sonrió y poco después levantó pesadamente su mano para despedirse, en seguida se desplomó en medio de un crujir de huesos, como si se desintegrara por dentro.”
Después de que pasó esto, cuenta Roger, regresó a Torreón y tomó, entre algunas otras pocas cosas, un casete editado en 1990 por el INAH: Música de La Laguna. La canción cardenche, una grabación que reúne varios temas de ese género campesino en vías de desaparición del norte de México pero que en años recientes ha tomado impulso debido a la atención que se le ha puesto debido, justamente, a su incierto futuro.
“Cuando volví a casa puse en casete. Apenas unos segundos después esos dulcísimos lamentos bucólicos y esas letras ingenuas, arcaicas, me habían provocado un copioso llanto que duró toda la tarde. No lo he puesto más de tres veces porque en un instante las lágrimas escapan tan abundantes como un sorpresivo chubasco en aquellas áridas tierras.”
Esa misma historia me la contó Roger personalmente en algún viaje que hice a Guadalajara. Volvió a sacar el casete, lo puso en el estéreo, escuchamos un par de canciones, pero tuvo que quitarlo. “Aún me saca las de cocodrilo”, admitió.
“Me pregunto si una parte de mi nombre murió con él”, dice sobre su padre, a quien no pude llegar a conocer y de quien solo he escuchado historias increíbles sobre él. Pero sí tuve el gusto de tratar a doña Concha, su mamá, con quien mi mujer Fernanda y yo recorrimos las calles de Guadalajara. De ella, Roger recuerda que “dibujaba con gracia y soltura. Yo me embelesaba con sus dibujos de bellísimas modelos ataviadas con vestidos y trajes que ella misma diseñaba. Costurera diestra, no pocas veces confeccionó vestidos de princesa para sus nietas y bisnietas.” En aquel viaje, terminamos comprando tela para cubrir las almohadas del hostal donde estábamos hospedados y que olían a saliva. En este libro de crónicas, narra las últimas memorias de su madre con vida, como cuando visitó la estatua de Mike Laure en el malecón de Chapala. “Le había prometido que la llevaría a comer en el restaurante-bar donde tocaba en sus comienzos el pintoresco autor de ‘Cero 39’ y ‘La cosecha de mujeres’”.
https://www.youtube.com/watch?v=Rei4q45VhfM
Hace unos días, en una bolsa de recuerdos en la que guardo carteles de conciertos, postales, calcomanías, fotos y dibujos, encontré una nota escrita a mano por Roger, donde viene escrito “Mamá Concha” (como él le decía), un número telefónico y su dirección en la Unidad Independencia. La nota era para que pudiéramos llegar a una comida en la que estuvieron Roger, sus hermanos y Mamá Concha. Un momento tan desconcertante como el que viví apenas hace unos días, cuando en el reverso de la fotocopia de un cómic de Calvin y Hobbes descubrí que había escrito el teléfono celular de mi propia madre, quien murió en 2009, apenas unos meses después de que naciera mi hija María José. Así es como la vida te fuerza a no olvidar.
Además de estas incursiones en su memoria familiar y personal, que son una especie de hilo conductor, ¿Qué hace usted en un libro como éste? recoge historias de otros personajes que trazan un retrato de la vida cotidiana en un país como México: el doloroso relato sobre la mañana en que dos chicas, Ivana y Lucía, fueron violadas por dos hombres en el Espacio Escultórico de Ciudad Universitaria o el de Eddie, un cantante homosexual que amenizaba fiestas de narcotraficantes. También es un mapa por otras geografías y remezclas culturales: Los Ángeles, Dublín y Buenos Aires, lo mismo que Torreón, Monterrey y Ciudad de México. Con la soltura y el compromiso con la congruencia que caracterizan a Rogelio, y, sobre todo, un afán por poner el dedo en la llaga de la impostura intelectual y el travestismo político, sobre todo el de la izquierda.