Las palabras del día
Titulo: La telenovela de las cuatro no se detendrá porque alguien logró matarse
Autor: A. E. Quintero
Editorial: Ediciones Simiente
Lugar y Año: México, 2014
Estos días de descanso los aproveché para avanzar con la lectura de libros que se habían acumulado en mi buró a lo largo de las últimas semanas. Entre ellos, el más reciente libro de poemas de Alfredo Espinosa Quintero (Culiacán, Sinaloa, 1969), cuyo título me intrigaba por su extensión pero sobre todo por el sentido lúdico que encerraba y que no logré descifrar sino hasta que leí el poema al que pertenecen ese par de versos, La telenovela de las cuatro no se detendrá porque alguien logró matarse.
A. E. Quintero, como abrevia su nombre, es autor de cuatro libros de poesía: Los postigos del verano, con el que ganó el premio de Poesía Enriqueta Ochoa en 1996; Cuenta regresiva (Era, 2011), libro por el que recibió el Premio Aguascalientes de Poesía en 2011; 200 gramos de almendras (Andraval, 2013) y éste, el más reciente. A ellos se sumará pronto El taxista saca su pene, que aparecerá bajo el sello de editorial Praxis. Quintero es un poeta que, como su obra hasta ahora publicada, nos depara gratas sorpresas.
La vida cotidiana, desde los griegos de la Antigüedad, ha sido materia prima para la poesía pues así se lo propuso, por ejemplo, Hesíodo en Los trabajos y los días. En su caso, A. E. Quintero vuelve la mirada a esa cotidianidad para verla con una sensibilidad que se aprecia mejor por su estilo sencillo y directo, en poemas escritos, la mayoría, con un tono melancólico y en cuya sencillez se concentran varias posibilidades entorno a un suceso diario.
La cotidianidad es esa diaria sucesión de actos sorpresivos que nos hacen olvidar el hecho anterior, así éste haya pasado apenas cinco minutos antes. “Diario alguien sucede a alguien. / Diario algo reemplaza a algo”, escribe Quintero. Por eso, la visión del poeta en estos casos es necesaria, para que su mirada esté atenta de las cosas que a los demás se nos escapan. En su poesía, pues, Quintero representa la vida diaria pero de una manera irónica y humorística que se agradece por el sentimiento de alivio que le sigue. Eso lo descubrí al leer al poema al que pertenecen los dos versos que prestan su nombre para el título general del libro, un poema, hay que decirlo, de una manufactura impecable que forzosamente hará releerlo para reírse abiertamente, no como si nos contaran un chiste que ya no nos hace reír la segunda vez, sino con la misma sorpresa de la primera.
Las cosas que creemos sin importancia demandan su protagonismo, y ese lugar privilegiado lo encuentran en la poesía de Quintero: el hombre al que a punto de dormirse le acechan las palabras del día como en la infancia nos infunden miedo los monstruos encerrados en el clóset, la monótona vida del vecino adivinada sólo por los sonidos que vienen de su departamento, lo triste que se vuelve la vida en pareja, la relación homoerótica que existe entre dos amigos que salen juntos por la calle a andar en bicicleta y patines o la relación lésbica que entablan una lámpara y una ventana:
Son muchos años
los que esa lámpara ha mirado a la ventana,
pienso que deben sentir algo una por la otra,
y es normal.
No todo el amor entre mujeres
debe ser lésbico
aunque yo lo sea. Pero sería hermoso
que esa lámpara y la ventana se amaran
lesbianamente, luminosamente.
Pero ¿en verdad tantas cosas pueden suceder en el día a día, de un minuto al otro, entre una hora y la siguiente? No pocas veces las pasamos por alto, en efecto, sin darnos cuenta, y para que eso no vuelva a sucedernos allí está la poesía de Quintero aconsejándonos que agucemos la mirada.