Las composiciones
Existen composiciones muertas de músicos vivos. Y éstos les lloran desconsoladamente. Les llevan flores al baúl de las partituras olvidadas; les hablan en silencio. Pocas veces se recuperan de la pérdida. Pocas. Cuando no sucede, el luto termina convirtiéndose en un eterno deambular, enfrascando al autor en una vida que pierde sentido con los días. No obstante, entre toda la gama de nostalgias, también hay composiciones vivas de músicos muertos. La diferencia es que ellas, con su fama —tan vasta y codiciada—, simplemente no los recuerdan más.
ORQUESTA EXPERIMENTAL I
En un sueño coloco a una orquesta dentro del horno de microondas. Sucede lo que me temía: su ego crece y crece y se eleva, desbordándose. ¿Por qué su talento no se agranda también? Qué más da. Cuando la saco en el plato, me gusta ver cómo se desinflan los músicos y ya no son nada, sólo parte de la orquesta con la que experimento en mis sueños.
ORQUESTA EXPERIMENTAL III
En un sueño coloco a una orquesta entre los leños de una fogata imponente. Lo curioso no es ver la manera en la que arden los músicos, cómo se achicharran y sus rostros dejan de ser humanos, e imploran desesperados que los salve. No es eso lo curioso, sino darme cuenta —y es una lástima— de que no puedo hacer nada por ellos. En los sueños no hay marcha atrás.
UN COMPOSITOR
Hace cientos de años un compositor quedó atrapado en su obra cumbre: un lugar frío y aparentemente sin ventanas. Ahora que el lector ha llegado hasta aquí, después de mucho, el hombre redescubre la luz, la salida. No sabe cómo actuar, ha pasado tanto tiempo. Quiere decir gracias, pero no se atreve. Opta, finalmente, por irse al rincón, ya no le importa salir. A su edad, en lo único que piensa es en su muerte, que sucederá cuando el lector cambie de página.