Tras varios minutos de estar frente al aparador lleno de frascos de diversos tamaños, observando detenidamente el interior del establecimiento, reconoce a otro hombre con la misma ocupación, pero cuya atención se centra ahora en él.
A la hora de comer, mientras cuchareamos la sopa, sus ojos nos contemplan hambrientos y aunque mamá agregue pimienta, limón o salsa, el plato que le fue servido permanece intacto.