Monarchy : en la cumbre del synth pop como forma de arte
No son pocos los fenómenos que nos hacen pensar que la música se ajusta con facilidad a los preceptos del materialismo dialéctico: suscribe tesis para enfrentarlas con su «anti» y provocar una eclosión o una síntesis. Otra manera de explicarlo es a través de la teoría más simple de la metafísica oriental: todo es cíclico, las cosas vuelven, pero no al mismo punto del tiempo; esto pasó con la historia de la música grabada.
Lo que se impuso en sus comienzos fueron los sencillos; el lanzamiento de una canción o pieza suficientemente buena para que la gente la comprara y fuera feliz con lo que obtenía. Pasaron años para que el concepto de álbum apareciera. Cuando la tecnología lo hizo posible, muchos lo vieron como la manera de conjuntar varias piezas sueltas en un solo producto. Algo así como los cuadernos que contenían a una colección de fotografías. No había idea alguna de unidad más allá de una misma fuente de procedencia. A fin de cuentas, se trató de un formato comercial en crecimiento que únicamente alcanzó el siguiente nivel hasta que a alguien se le ocurrió que podía ser concebido entorno a una idea en particular, y llegar, incluso, a contar una historia (el álbum conceptual tiene un alto nivel artístico dentro de la historia de la música).
En un corto tiempo, la revolución tecnológica nos hizo saltar de formato en formato hasta que el pulso del momento nos dio ese ejercicio retromaniaco de amar los vinilos y, por otro lado, quedarnos con las versiones digitales. Precisamente, lo que ha terminado por imponerse y retornar son las canciones. Una inmensa mayoría prefiere consumirlas de una en una, y llenar sus aparatos reproductores o discos duros con ellas.
Los álbumes se han ido haciendo más cortos (de entre 9 y 10 canciones en promedio) y cada vez son menos los artistas que creen a sangre y fuego en la conveniencia del formato. La funcional experiencia y estrategia de la música electrónica, que se sostiene a partir de temas unitarios, ha expandido su influencia, y la cantidad de extended play´s de otros géneros se multiplica exponencialmente. La lógica es simple: si la gente compra piezas sueltas, ¿para qué molestarse en ofrecerle un disco completo? Obviamente, la inversión económica se reduce notablemente.
El asunto es que muchos artistas trabajan en función de dar con una maravillosa canción por vez; ya no se quiebran la cabeza pensando en un principio rector para un álbum. Como siempre, hay a quien le funciona y a otros los extravía. Pero vale la pena preguntarse: ¿no es acaso el hallazgo de una canción inmortal lo que mueve al músico? ¿Cuántas son enteramente del alcance de su talento? ¿Entre más se intente la composición, estás más cerca —de acuerdo a la probabilidad— de dar con la canción perfecta?
Valga toda está digresión no sólo porque el tema lo requiere, sino también a propósito de un dúo que sorprende por la enorme capacidad que tiene para lograr piezas perfectas que contribuyan a acrecentar las glorias del synth-pop. Y no es que Monarchy se deje llevar por la nostalgia y se aferre a las buenas maneras de Depeche Mode, Ultravox y OMD. Más bien tiene bien clara cuál es su estirpe y lo extremadamente maleable que resulta el pop de nuestra era, ¿o deberíamos decir afterpop?
Todo es un rotundo presente en Abnocto (Hacan Sound/Kartel Music Group), un segundo disco que, por si fuera poco, todavía conserva ese filón oscurón que tan presente estuvo en el subgénero desde sus comienzos, ya fuera a través de Clan of Xymox y Dead or Alive, entre tantos otros.
Andrew Armstrong se encarga de la instrumentación mientras que Ra Black escribe las letras y canta con un tono agudo —casi alcanza el falsete—, juntos están muy perfilados en la ruta de las canciones perfectas y así las han esparcido y espaciado durante 5 años: «The Phoenix Alive», «Maybe I’m Craz», «Love Get Out Of My Way» y «You Don’t Want to Dance With Me». Y la fórmula les funciona; cada tema se coloca bien.
Parece que casi se trató de un compromiso forzoso el que se enfilaran para editar un nuevo álbum como tal; podría ser que pensaran que no lo necesitan en realidad. Pero la verdad es que el talento les aflora por doquier, se encuentran en estado de gracia con las líneas melódicas y todo el basamento de teclados y cajas de ritmo provee la compañía perfecta, tanto para la ensoñación emocional como para el baile franco y sincero.
Monarchy tiene de su lado esa vertiente tecno y una manera de extraer sus mejores esencias al pop y al R&B más accesible. En un solo paquete nos recuerdan a Erasure, Disclosure y hasta de los momentos más intensos de Lorde. El efecto afterpop es muy elástico.
Las canciones incontenibles no paran, Abnocto es implacable desde sus primeros segundos —en que algún malicioso puede evocar incluso a Cher—. «Living without you» es tan deliciosa y discotequera, que podrían amarla en las estaciones de radio comercial. La maravilla es que el siguiente tema es igual de bueno, «Dancing in the corner» es adictiva y reboza estilo, comienza lenta y luego se pierde en una línea vocal cachondísima, negra y llena de savoir faire. Se trata de un medio tiempo popero pero sofisticado al que le insertan un crepitar eléctrico distorsionado.
Prácticamente no hay desperdicio en las doce píldoras sonoras que lo conforman. Cuesta saltarse temas. «It´s All I Know» es intensa y más cercana al house. Mientras que «Falling in love with a memory» está destinada a llegar a lo más alto y nos hace evidente cuánto podemos llegar a amar a los sintetizadores. No sólo volvemos a Depeche Mode, hasta podemos citar a The Postal Service.
No en vano gente como Lady Gaga, Marina and the Diamonds, Jamiroquai y Kylie Minogue les han encargado remixes. Medios como The Guardian, NME y Popjustice los tienen entre sus favoritos. La portada gótica de Abnocto, contribuye a justificar toda su alta reputación y deja ver una tendencia en la pareja, algo que explican de la siguiente manera: «Nuestras canciones han tenido siempre un lado gótico. Siempre escribimos acerca de elementos más oscuros de lo que sentimos, y ambos tenemos un lado más oscuro, un lado deprimido y una sensación de infelicidad perpetua. La felicidad es un truco que no hemos encontrado aún. Seguiremos buscando».
Es curioso porque la música podría hablar en un todo festivo, pero las líneas vocales hablan de desamor. «Black Widow» es eufórica y a la vez dramática. Y no hemos mencionado «Disintegration», un sencillo muy popular cuyo video es protagonizado por la pin up girl Dita von Teese.
Abnocto va mucho más allá que su antecesor, Around the sun (2011), y es más loable que se haya logrado mediante el apoyo de crowfouning. Nos deleita con canciones que son un homenaje pleno y logrado a la noche. Andrew y Ra Black son gente que conoce sus misterios, saben que hay que pasar del desenfreno a la melancolía antes de que se vuelva a poner el sol.