Tierra Adentro

Sin afán de apelar a una autoridad inmerecida frente a mi lector, le cuento que, revisando un cuaderno de apuntes, di con algo que Eliot Weinberger me dijo en una conversación fortuita en Banff, Canadá, en 2011: “El ensayo nunca ha tenido una vanguardia”. Esta sentencia era en realidad una expresión más contundente de algo que Eliot ya había dicho muchos años atrás en una entrevista que concedió para Esther Andradi, publicada por Letras Libres España.[1]En el texto publicado por la revista, Eliot había expresado: “El ensayo, especialmente en inglés, nunca ha tenido una vanguardia, es un territorio inexplorado, hay pocos ensayos de interés en inglés y todos han sido escritos por poetas. En inglés el ensayo está exactamente en el mismo punto que en el siglo dieciocho.”

Curiosamente, en la conversación cotidiana, sin registro ni participación periodística, Eliot Weinberger había decidido ser más tajante en su visión del ensayo contemporáneo. Solemos dejarnos impresionar por estas frases categóricas precisamente por su aire definitivo y me imagino que frente a unos traductores jóvenes no había tenido necesidad de hacer matices para lograr tal efecto. Recuerdo que discutimos sobre lo que significaba vanguardia, sobre algunos ensayistas en lenguas modernas de Europa, sobre lo que era o no era un ensayo tradicional y, a punto de caer en una discusión bizantina, Eliot advirtió que lo que había dicho no estaba enunciado en términos de veracidad, sino de posibilidad. Es decir, quería preguntarnos qué tan vanguardista se puede ser en el ensayo y lanzar la consigna de abrir nuevos senderos para un género tan escurridizo.

Una vanguardia vista desde la historia literaria parece ser tan sólo una mudanza de los valores estéticos que los escritores ofrecen y que la sociedad y sus instituciones culturales aprueban o desaprueban (entiéndase institución en su sentido amplio, que implica desde universidades, editoriales, crítica y opinión de autores o intelectuales prestigiosos). Sin público, sin una recepción afortunada, la innovación artística es vista como un ridículo malabarismo. Pero el verdadero espíritu de la vanguardia, en la acepción que le damos hoy en día, es el proyecto de modificar no sólo esos valores estéticos, sino retomarlos para evidenciarlos y cambiarlos de registro. La vanguardia es un propósito estético de alteración. Ahora bien, desde esta perspectiva, ¿qué tan vanguardista ha sido el ensayo?

Un libro suyo en particular bien puede ser el salterio de su prédica. Weinberger publicó An elemental thing en 2007;[2] es un libro de ensayos cuya particularidad es ofrecerse como una acumulación de hechos o aseveraciones sin citas, pero con una bibliografía abierta. Se trata de una suerte de mosaico organizado de hechos que de suyo son literarios, sorprendentes; un mosaico de conocimientos cuya virtud ensayística da la impresión de residir en el lugar que el escritor les ha concedido en el texto. El único requisito que Eliot se impone es que toda la información ofrecida debe ser verificable.

Para no hablar abstractamente, puedo ilustrar esta tendencia con su ensayo sobre los rinocerontes. Primero nos ofrece un texto periodístico sobre este animal en peligro de extinción: una ficha escrita en hawaiano que concluye con la pregunta: “¿con qué objeto fue entonces creado el rinoceronte?”. Luego, hace una historia brevísima del paso de los rinocerontes desde la alta Edad Media, hasta el siglo XVII. Habla del rinoceronte de Durero, de la obsesión de los reyes por poseer uno y de la muerte de cada uno de estos especímenes. En un punto intermedio, transcribe la correspondencia entre un cazador y un naturalista, donde éste se alarma por la disminución radical de la población de rinocerontes en África. El final, caracterizado por la falta de argumentación y por la impersonalización del discurso, es realmente una forma singular de ensayar. Eliot Weinberger nos ofrece una lista desalentadora de la población restante de rinocerontes en el mundo; inmediatamente después termina el ensayo citando el texto budista más antiguo que se encuentra en la Biblioteca de Londres y que fue reconstruido por algunos estudiosos: el budismo más antiguo recomienda “vagar como rinoceronte”. No es necesario que nos diga que la obsesión de Occidente por este animal acabó por extinguirlo.

La extraña morfología del ensayo filosófico de cierta escuela francesa, o la novela ensayística (llamémosla así) de Roberto Calasso, pueden ser ejemplos de una intención vanguardista de integrar la crítica textual a la interpretación histórica y la narrativa a la estrecha tarea de demostrar y persuadir.

Decir “El ensayo nunca tuvo una vanguardia” puede ser una provocación directa a los ensayistas para invitarlos a no conformarse con un género que siempre quiere ser más que la propia forma que lo contiene. Eliot Weinberger, ese erudito incívico, ese académico autodidacta, ese descreído bibliógrafo, demuestra que el ensayo quizá sea un territorio tan vasto que aglutine a otros géneros. En la medida en que sea cierta esa profecía de que todo texto puede ser convertido en literatura. ¿Qué –ismos podremos destinarle al arte de dar nuestra opinión?

 

 


[1]http://www.letraslibres.com/revista/letrillas/entrevista-con-eliot-weinberger

[2]El original inglés es de New Directions. Atalanta lo tradujo y publicó en 2010.