Tierra Adentro
"Lenin y Stalin". Imagen recuperada de Flickr (CC BY-NC-ND 2.0).
“Lenin y Stalin”. Imagen recuperada de Flickr (CC BY-NC-ND 2.0).

El próximo 30 de diciembre, se cumple un siglo de la entrada en vigor del tratado de fundación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, mejor conocida como URSS, el cual se mantuvo vigente hasta el 8 de diciembre de 1991, cuando los líderes de las repúblicas integrantes (Rusa, Ucraniana, Bielorrusa, Georgiana, Armenia y Azerbaiyán1) firmaron los Acuerdos de Belovezh, en los que se ratificaba formalmente la disolución de aquella unión de repúblicas federativas, que fue un jugador estatal imprescindible para el desarrollo y configuración de la historia universal en todo el siglo XX.

Sin embargo, y al contrario de muchas visiones ancladas en la radical transformación del Estado Soviético al Estado Ruso, y partiendo de que éste último conservó más del 70% de la antigua URSS, me gustaría explicar ciertas continuidades en las configuraciones estatales e institucionales que aún podemos observar hoy en día.

Continuidades del Estado Soviético y Ruso

Al igual que en el período soviético/Guerra Fría, Rusia se encuentra ante el dilema de cumplir sus aspiraciones militares de Gran Poder, frente al crecimiento económico y el cumplimiento de las metas políticas, sociales, y estatales.

Hasta ahora, el Kremlin ha tratado de ser muy cauteloso sobre esto, pues a diferencia de su Estado predecesor, no ha adoptado ni comprometido su futuro económico y de crecimiento por mantener un enorme y oneroso aparato militar, capaz de contrarrestar la influencia bélica euroatlántica.

Esto pudo lograrse gracias a las reformas militares/administrativas del 2008 que acotaron el tamaño y el gasto del Ministerio de Defensa (MO) para un mejor aprovechamiento de los recursos militares, y que tuvo como resultado un desempeño adecuado de las FFAA en conflictos surgidos en la periferia rusa (Ucrania), y con tropas expedicionarias (Siria, Venezuela).

Aunque este equilibrio ha podido mantenerse, existe todavía un debate y análisis pendiente sobre el futuro del orden económico nacional, pues éste, como en tiempos soviéticos, se encuentra profundamente arraigado al sector energético (gas y petróleo) para obtener las rentas necesarias para su crecimiento.

Por lo tanto, es imperativo considerar un nuevo programa de desarrollo económico que esté enfocado a la diversificación y evaluación de la producción nacional pública y privada, ya que no es viable ni en mediano o largo plazo seguir dependiendo de los energéticos y las materias primas para desarrollarse como una potencia financiera y económicamente estable y fuerte.

Para el caso del Secretario General y del Presidente, existe una continuidad conceptual relacionada al liderazgo de carácter emprendedor. Ellos son vistos como agentes que establecen agendas políticas (intereses gubernamentales respecto a un problema) y ejecutan decisiones al respecto2.

También poseen la lealtad y confianza de sus seguidores (gobernados) para coordinar sus actividades, recompensar o castigar la falta o el cumplimiento de objetivos, así como asegurar aliados, derrotar oponentes y generalmente, “engrasar los mecanismos”3que aseguren el adecuado funcionamiento del Estado para cumplir con sus intereses.

Este nivel de emprendimiento o establecimiento de agenda del líder, dependerá mucho del apego hacia la estructura institucional en el ejercicio de sus funciones4, es decir, su nivel de poder estará relacionado con las capacidades legales designadas al puesto y su ejecución total o parcial de ellas en la realidad.

Otro elemento del líder emprendedor exitoso es la sumisión que imprime a sus subordinados para no desafiar o cuestionar sus decisiones. En el caso de que aquellas no tengan grandes costes políticos, se hacen al principio de su administración y esto basta para generar un hábito de obediencia5.

Un elemento adicional a dicho liderazgo exitoso (como el de Putin), es la manipulación excepcional de la incertidumbre (costos y beneficios del liderazgo) para construir una reputación respetable6. Esto también es característico de su último período de gobierno, especialmente la implementación futura de las recientes reformas constitucionales aprobadas y promulgadas.

Complementariamente a la visión de Kenneth Shepsle, Julie Newton y William Thompson, quienes establecen que este tipo de líderes emprendedores crean soluciones institucionales a problemas colectivos, a cambio de mayor poder para ellos mismos y que ejercen su actividad por medio de la elección o creación de un director, también se encargan de la transformación del ambiente estructural e institucional en el que otros actores públicos operan7.

Este último elemento es definitorio de Gorbachov, Yeltsin y Putin, con la diferencia de que el primero fracasó, por no tener la capacidad de liderazgo, sumado a que su último enfrentamiento con el KGB respecto a sus reformas, tensionó de tal modo el sistema soviético que lo rompió y propició su caída junto con la del Estado.

En el caso de Yeltsin, éste aprovechó la coyuntura de 1991 y 1993 para asumir el liderazgo e institucionalizar su poder en la constitución de 1993 de manera legal; sin embargo, posterior a los múltiples actores sin dominar que existían en la nueva Rusia (congreso, líderes regionales), su poder fue disminuyendo de tal modo que en 1999 hubo de nombrar a Putin como sucesor.

Aquel sucesor, Vladimir Putin, se encargaría de desarrollar mejor el entramado institucional de liderazgo y obediencia, a partir del ejercicio rígido de sus facultades constitucionales, junto a un amplio proceso de reforma administrativa/estatal desde sus primeros años como presidente, y que imprimirían en su forma de gobierno un carácter “militar fusionado con la burocracia estatal”8.

Newton y Thompson también refieren un tipo de liderazgo de carácter predatorio9, el cual vacía los recursos de la sociedad y deja un desastre como legado; también se dejan atrás esquemas de trabajo efectivo para que puedan sostenerse a sí mismos a lo largo del tiempo y adaptarse a nuevas situaciones.

En este sentido, tanto Gorbachov como Yeltsin pueden calificarse como líderes emprendedores predatorios, sólo con la diferencia del desastre legado que, en el caso del último personaje, fue menor.

Por su carácter centralizado, el Estado soviético dependió de líderes individuales como arquitectos institucionales. Dicho patrón se replicó no solamente en Rusia, sino en la mayoría de los Estados sucesores a la URSS10. Este sistema político confirió demasiado poder a su líder principal. Esto se hacía realidad a partir de un consenso tácito determinado por una amplia coalición de figuras de alto nivel (directores de principales agencias y ministerios estatales, incluidos el KGB y el MO, jefes regionales y un consenso colectivo dentro del PCUS entre otros).

Lo que significó que el dirigente soviético (al menos desde Khruschev), no tuvo libertad ilimitada para rediseñar las bases institucionales del sistema11, y cuyo último ejemplo fue Gorbachov con los resultados que ya se han expuesto. Tanto Gorbachov como Yeltsin generaron canales de representación a intereses regionales12 que a la postre resultarían problemáticos para el reacomodo estatal, pero no imposibles de resolverse para la primera administración de Putin (1999-2004).

El presidencialismo ruso contemporáneo, concentró el poder ejecutivo del líder en una oficina que incluyó y sometió a su control al Consejo de Ministros de la URSS/Presidente de Gobierno de la FR.

A su vez, Las nuevas instituciones representativas de gobierno (partidos, cámaras legislativas), multiplicaron la esfera de acción en la que actores autónomos pueden oponerse (en teoría) a la acción ejecutiva13, aunque esto último ha ido disminuyendo por la participación intensiva del presidente en la arena política, junto con el respaldo legislativo de un partido hegemónico (Rusia Unida).

Es así como el régimen contemporáneo ruso de gobierno, conserva las características esenciales del soviético, en cuanto a la centralización individual del poder por medio de un aparato ejecutivo poderoso y con extensas atribuciones. La diferencia fundamental es que esto no requiere de consensos previos entre la élite gobernante, y que en la primacía administrativa presidencial se encuentra claramente respaldada por la constitución.

Por lo tanto, mientras las últimas reformas no se adapten dentro de la estructura estatal, y el ejecutivo controle las cámaras legislativas por medio del partido dominante, existe una libertad de acción presidencial similar a los tiempos de Stalin (1922-1953), e inclusive parecida a los tiempos del zarismo.

Relacionado a este último punto, Andrei Meduzhevsky14, dictamina que el poder presidencial ruso es ampliamente similar al del zar, como lo establece la ley pre soviética de gobierno por virtud y carácter absoluto del Estado, así como el alcance irrestricto de su autoridad.

Esto encuentra su reflejo directo y actualizado en el artículo 90 constitucional (gobierno por decreto), y cuya ampliación de facultades se hacen manifiestas en el estado de emergencia.

En términos constitucionales, Rusia representa un modelo de re-constitucionalización moderna (a partir de la soviética de 1977), con sus respectivos ciclos: una construcción general del espacio político; la transición de un modelo de descentralización a centralización, y de un modelo de federalismo constitucional a una federación centralizada.

Lo anterior es más que evidente durante todo el período de prueba de reforma de Gorbachov con el respectivo desenlace, inclusive esto resulta clave en los primeros años de Yeltsin (específicamente con el KGB-FSK-FSB fragmentado y los mecanismos de participación política), hasta el enfrentamiento parlamentario de 1993, y la subsecuente promulgación de la nueva constitución rusa de esencia centralizadora en términos generales.

Aunque, sería hasta el período de Putin que este proceso de re-constitucionalización llegaría a su fin con las reformas del año 2000, junto a todo el conjunto secundario de leyes federales, surgidas a partir de las facultades presidenciales constitucionales.

Por otro lado, la ausencia de mecanismos bien estructurados para la renovación del sistema, y para la transferencia de poder fue (y sigue siendo) una fuente de fuertes tensiones políticas y de peligro para la continuidad de las instituciones estatales de poder como el FSB15 y el MO, entre otros.

Después del régimen de Stalin, la URSS desarrolló una clase dirigente (Nomenklatura) a partir de una fusión entre el Estado y el partido, la cual ejerció el poder de una manera altamente centralizada.

Es más, la elección de funcionarios de gobierno se daba por medio de cuadros partidistas y por su nivel de lealtad al partido16, no necesariamente por su nivel de profesionalismo, lo cual generó un envejecimiento del aparato burocrático estatal que entró en crisis  a finales de la administración de Leonid Brezhnev (1964-1982), y que estuvo presente en  los decesos de Yuri Andropov y Constantin Chernenko (1984 y 1985 respectivamente), los cuales aún recordamos como hechos representativos del gran problema que enfrentó el Estado soviético en sus últimos años de existencia.

Tras 20 años en el poder, el grupo de Putin se ha mantenido casi inalterado, en relación a los puestos clave de la administración estatal rusa, aunque la mayoría de sus miembros tiene ya 60 años en promedio o más, y no se vislumbra ningún cambio radical al respecto, tomando en cuenta las últimas reformas aprobadas.

Quizá pudieran existir ciertas excepciones a este punto como el caso del Jefe de Gabinete, Antón Vaino, o el Primer Ministro, Mikhail Mishustin; sin embargo, es muy pronta su incorporación para poder establecer proyecciones sólidas a futuro.

Lo que sí es posible afirmar, como se ha dicho anteriormente, es que al igual que en tiempos soviéticos, el actual régimen conserva un esquema de gobierno centralizado, que es dominado en los altos mandos por un grupo reducido. Además, ha incorporado a su aparato general burocrático a miembros de un partido hegemónico, cayendo una vez más en el error de la lealtad y afinidad política sobre el profesionalismo.

Considerando todo lo anterior, es muy probable que se continúe este camino político-administrativo y que se generen tensiones internas en el país, casi hacia el final del último mandato de Putin (2024 hasta ahora), aunque esto sólo el tiempo y los hechos podrán corroborarlo.

Si el actual Estado ruso no tuviera las formas político-administrativas asimétricas (especialmente respecto a la figura presidencial en términos meta-constitucionales), esto no sería, más que la sustitución del centralismo partidista por el presidencial, que  conservaría el legado del federalismo soviético.

Existe y existió una continuidad institucional y de visión entre el KGB y el FSB, porque como bien demuestra Michael J Waller17, los organismos de seguridad no colapsaron junto con la URSS; además, hubo una abierta resistencia18 por parte del organismo y otras altas esferas del gobierno, a cualquier intento de disolución total derivada de las reformas civiles y democráticas de 1991.

Lo único que sucedió relacionado a sus cambios fue la fragmentación de directorados en nuevos servicios, que luego de asumir Putin la presidencia, serían reincorporados al FSB. Aquellos hechos, tuvieron también un impacto en la preservación de la visión del Servicio como salvaguarda de la estabilidad interna del país, con una orientación hacia el exterior de gran potencia post-soviética y con mayor preeminencia en su área de influencia.

Esto es causado de igual forma por un desbalance administrativo de personal entre Moscú, San Petersburgo y el resto del territorio; en este último, las ramas regionales emplean a la mayoría del personal del FSB de la misma manera que lo hacía anteriormente el KGB19, y esto se refuerza mediante la rotación de activos del centro administrativo a las regiones y viceversa.

Otro aspecto de la visión continua institucional compartida, es el relativo a temores sobre injerencia extranjera en asuntos nacionales, actualmente representados por las revoluciones de colores en el espacio postsoviético o las primaveras árabes en el Medio Oriente; eventos que sirvieron no solamente para fortalecer al FSB, sino para la recentralización estatal hecha por Putin y para la renovación gubernamental del interés por controlar parte de la vida social.

Lo cual, también es ejemplificado desde la estricta regulación operativa de las ONG por considerarlas “agentes extranjeros”20, hasta la supresión, respaldada por la ley, de cualquier disidencia política.

Ahora bien, estructuralmente hablando, tanto el KGB como el FSB conservaron la administración operativa de la institución por medio de Directorados, Departamentos, Departamentos Especiales, Servicios y Servicios Especiales.  Por lo que es posible afirmar que en términos ejecutivos/administrativos, no hubo una transformación radical a pesar de los cambios y reformas experimentados en 1991, 1993 y a inicios del S. XXI.

Siguiendo este hilo, a pesar de las grandes capacidades coercitivas y de vigilancia que posee el KGB/FSB no tenemos elementos suficientes para asegurar que ellos en algún momento (más que la crisis de 1991), no estuvieron sujetos al control del titular del Estado soviético y ruso (vía Secretario General y presidente).

Aquella excepción de 1991, no solamente fue producto de la fallida reforma, que trató de subvertir totalmente el régimen estatal soviético impulsada por Gorbachov, sino también porque muchos elementos dentro del aparato general burocrático del Estado no eran afines al proyecto político de apertura y modernización, lo que generó resistencias extensivas dentro del sistema, tensiones y la eventual implosión de la URSS.

Esto lo comprendieron Yeltsin y Putin en mayor medida y, por lo tanto, ambos se ocuparon de sustituir elementos clave en las instituciones de poder, para luego emprender cualquier programa de reestructuración necesaria dentro del gobierno.

Para el caso del MO, es más que evidente su lealtad y control institucional hacia el polo unipersonal del poder del Estado ruso, pues aquel organismo se dedicó a mantenerse al margen de los sucesos de 1991; cumplir a regañadientes el mantenimiento del orden político en 1993; fungir como ejército interno en ambas Guerras Chechenas (1994-1996 y 1999-2009), y a esperar el turno de modernización posterior al conflicto con Georgia en 2008.

Es necesario considerar que, si no tomamos en cuenta la continuidad operativa de las instituciones de poder en el desarrollo estatal soviético y posterior, no podemos comprender su transición, su no atomización en pequeños Estados (como el caso yugoslavo); y, sobre todo, su posición como poder regional y posterior rehabilitación como potencia militar, luego de la estabilización entera del país.

Por consiguiente, es posible afirmar que aquella continuidad operativa/institucional, permitió al Estado soviético/ruso su transformación ordenada en términos políticos, con excepciones que bien pueden considerarse como eventualidades.

En cuanto a términos económicos y sociales, estos sí presentaron una mayor dificultad transicional y de transformación, pero gracias al proyecto de reconstitución estatal de Putin, sus problemas y cuestiones de importancia se fueron resolviendo a lo largo del tiempo, o aplazando para lograr su distensión.

Otro elemento que apoyó la continuidad institucional fue el balance de fuerzas entre los órganos de seguridad (FSB, MVD21 y MO) empleado por el liderazgo civil para evitar que solamente uno de ellos se volviera omnipotente, y representara una amenaza para el régimen22.

En su lugar, se ha procurado distribuir las funciones de seguridad nacional al FSB y la seguridad pública al MVD; por su parte, la defensa externa y atención de catástrofes quedarán al cuidado de MO, ello con el objetivo primordial de preservar el balance.

Para finalizar este apartado relativo a las continuidades estructural/funcionales del Estado soviético al ruso, analizaremos dos elementos que han sido centrales para la continuación, renovación y control político estatal, que también lo han dotado de legitimidad gubernamental entre la sociedad. Éstos son el partido político y el régimen democrático.

Por lo que refiere al primer elemento, el Partido Comunista de la Unión Soviética constituyó el elemento principal de control político y estatal de la URSS, incluso se llegó a estipular que el propio Estado era la herramienta del partido. La oposición política no figuraba y cualquier intento fuera de aquella estructura no funcionaba y estaba prohibido.

Después de 1991 surgieron diversos partidos políticos, incorporado en ellos el sucesor del PCUS, el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR); no obstante, entre 1991 y 2001, ningún partido pudo reclamar el control del gobierno y el Estado ruso. Sería hasta la creación de Rusia Unida (RU) en 2001 y sus subsecuentes triunfos electorales presidenciales, legislativos y regionales que le ayudarían a volverse el partido dominante en Rusia.

Derivado de lo anterior, Putin y su grupo pudieron tomar el control de las ramas legislativa y judicial del Estado ruso, y en cierta medida emular el dominio (aunque no exclusivo ni monopolizado) que el PCUS tuvo sobre el Estado en tiempos soviéticos. El segundo elemento es el sistema democrático de conformación gubernamental, y aunque ello pudiera resultar polémico, no deja de ser un elemento de continuidad en el Estado soviético/ruso.

Por la simple razón de que, tanto en la URSS como en Rusia, el voto y las elecciones de representantes gubernamentales, fueron el principal mecanismo de personalización estatal que operó ininterrumpidamente en ambos Estados. Lo que sí es preciso aclarar es que mientras en la URSS los candidatos elegidos provenían de un solo partido, en Rusia, ellos son elegidos dentro de una lista de propuestas ofrecidas por diversos partidos.

Esto sin duda alguna, suscita muchos debates respecto al nivel y calidad democrática de la Rusia actual y soviética, pero, como no es menester de este trabajo la democracia nacional, solamente podemos remitirnos a afirmar que, en dichos países, el régimen de gobierno se afianzó por medio de la democracia, es decir, mediante el voto.

Conclusiones: confines del Estado Ruso

Dicen que el diablo está en los detalles, y pareciera ser el caso para la estabilidad y el desarrollo positivo del Estado soviético y ruso, pues como he evidenciado en páginas anteriores, gran parte de la construcción institucional y estatal depende en términos directos e indirectos del medio del control, la habilidad política, así como del proyecto o ideas de gobierno que posean el líder en calidad de Zar, Secretario General o presidente y su círculo de altos mandos administrativos.

Si dicho programa contempla el control efectivo de las instituciones de poder (FSB, presidencia y MO) junto con un coherente desarrollo económico y social, las prospectivas del Estado serán favorables. Al contrario, si el programa no contempla dicho control, el liderazgo en términos generales empezando por la cabeza será débil y sin objetivos claros que incluyan el trabajo general de todas las ramas del Estado y la sociedad.

No obstante, esta dependencia y relación entre el poder y la voluntad de un sujeto, sumada a los procesos de institucionalización que corren de manera paralela entre ambas configuraciones estatales, nos demuestran que por pésimo que sea ese primer elemento, las instituciones esenciales, que desde mi perspectiva son las de poder, han sabido controlar los embates de aquellos periodos de turbulencia política y mala administración. Lo que evidencia que al menos para dichas organizaciones, existe cierta solidez en cuanto a su estructura y permanencia.

Como último elemento a considerar dentro de estas ideas finales, el 2024 podría ser un año crucial para el destino del Estado ruso post-soviético, ya que se llevarán a cabo elecciones presidenciales para determinar quién será el sucesor de una figura tan importante como lo es actualmente Putin junto al grupo que ha conformado, y si el nuevo gobernante decidirá continuar o romper con la tendencia centralizadora en el ejercicio gubernamental que actualmente impera.

Por lo tanto, nos resta por contemplar y estudiar si en el transcurso de los siguientes años, comienzan a perfilarse figuras que puedan erigirse por sí solas o si serán designados directamente por Putin quienes se encarguen de tan importante tarea, pues ningún líder es eterno, mientras que las instituciones que los crean y recrean al Estado, sí.

Fuentes consultadas 

  • Shepsle Kenneth A., Analyzing Politics: Rationalities, Behavior and Institutions, W.W. Morton & Company, EEUU, 2010.
  • Newton Julie y Thompson William, Institutions, Ideas and Leadership in Russian Politics, Palgrave Macmillan, Reino Unido, 2010.
  • Meduzhevsky Andrei, Russian Constitutionalism: Historical and contemporary development, Routledge, EEUU, 2006.
  • Jhonson, Lena y White Stephen eds., Waiting for Reform under Putin and Medvedev, Palgrave Macmillan, Reino Unido, 2012.
  • Waller, Michael J., Secret Empire: The KGB in Russia Today, Westview Press, EEUU, 1994.
  • Soldatov Andrei y Borogan Irina, The New Nobility: The Restoration of Russia`s Security State and The Enduring Legacy of the KGB, Public Affairs, EEUU, 2010.
  • Sakwa Richard et.al. Eds., Developments in Russian Politics 9, Duke University Press, Reino Unido, 2019.
  • Renz, Bettina, Russian Military Revival, Polity Press, EEUU, 2018.

  1. Incorporadas estas últimas tres originalmente como la República Socialista Federativa Soviética del Transcáucaso entre 1922 y 1936. Posteriormente, otras repúblicas integrantes en el Báltico y en Asia Central serían incorporadas al territorio de la URSS hasta 1991, pues después de ese año declararían su salida de la Unión y su independencia formal.
  2. Shepsle Kenneth A., Analyzing Politics: Rationalities, Behavior and Institutions, W.W. Morton & Company, EEUU, 2010, p. 445.
  3. Ibíd. p. 448
  4. Ibíd. p. 459
  5.  Ibíd. pp. 463, 465.
  6. Ibíd. p. 468
  7. Newton Julie y Thompson William, Institutions, Ideas and Leadership in Russian Politics, Palgrave Macmillan, Reino Unido, 2010,  p. 25.
  8. Ibíd. p. 26.
  9. Ídem.
  10. Ídem.
  11. Ibíd. p. 27.
  12. Ibíd. p. 29.
  13. Ibíd. p. 30.
  14. Meduzhevsky Andrei, Russian Constitutionalism: Historical and contemporary development, Routledge, EEUU, 2006, p. 229.
  15. Sucesor directo del KGB-Comité de Seguridad estatal soviético, agencia dirigida a proteger la seguridad nacional en la URSS
  16. Jhonson, Lena y White Stephen eds., Waiting for Reform under Putin and Medvedev, Palgrave Macmillan, Reino Unido, 2012, p. 63.
  17. Waller, Michael J., Secret Empire: The KGB in Russia Today, Westview Press, EEUU, 1994, p. 106.
  18. Ibíd., p. 107.
  19. Soldatov Andrei y Borogan Irina, The New Nobility: The Restoration of Russia`s Security State and The Enduring Legacy of the KGB, Public Affairs, EEUU, 2010, p. 26.
  20. Sakwa Richard et.al. Eds., Developments in Russian Politics 9, Duke University Press, Reino Unido, 2019, p. 186.
  21. Ministerio de Asuntos Internos, encargado de la seguridad pública nacional.
  22. Renz, Bettina, Russian Military Revival, Polity Press, EEUU, 2018, p.105.