La rebelión de la risa: ¿cómo entender a Anonymous?
Internet tiene memoria corta. Cuando muchos escuchan el nombre de Anonymous piensan en la máscara de Guy Fawkes popularizada por una campaña de mercadotecnia de Warner Bros. Algunos tal vez lo relacionan con un imaginario abstracto de hackers enfrentándose al poder. Otros, puede ser, lo vinculan las primaveras árabes, Julian Assange o con Wikileaks.
Muy pocos se acuerdan, sin embargo, de que Anonymous nació como una rebelión de la risa. Este colectivo solo tiene sentido si se le relaciona con protestas virtuales en juegos de video, con la creación de memes de Spiderman, de tipos con mala suerte y de gatos con pésima ortografía. Anonymous solo tiene sentido si se entiende que su origen está relacionado con el humor irreverente y con la única libertad posible para los parias y los débiles: la risa.
Anonymous no nació como un grupo robusto de hackers expertos que se escondía en el anonimato para traer la destrucción del mundo capitalista. Este imaginario que conjunta el Fight Club de David Fincher y su spin off no oficial en Mr. Robot de Sam Esmail, es una construcción mediática fácil. Anonymous es mucho más complejo, mucho más interesante y mucho más relevante que la imagen que de él han hecho políticos y televisoras.
Anonymous representa un ethos único: la furia letárgica de internet y la posibilidad de sus libertades; es aquello que vigila, sin necesidad de acciones directas, que el reino de la probidad, la censura, el egocentrismo, la publicidad, la meritocracia, el poder y el dinero no llegue a las verdes praderas digitales. Pero Anonymous nunca ha sido una sola cosa.
En el concepto que representa este colectivo hay una vieja historia de creación -vieja, claro, en tiempos digitales-, una lista de acciones documentadas y etnografías estudiadas. Estos datos nos dan un esqueleto de fechas y de reacciones que nos permite reconstruir una idea. Pero, no se engañen, cualquiera que les quiera explicar qué es exactamente Anonymous y qué representa de forma concisa y ecuánime les está mintiendo. Porque Anonymous es la expresión de una complejidad disruptiva que, como la risa, se contagia, destruye, regenera y florece con rebeldía.
Internet no es para débiles
En un muy lejano 2003, un primero de octubre, un joven escuálido y amable de nombre Christopher “moot” Poole, creó un foro de discusión llamado 4Chan. El nombre, para aquellos avispados que lo averiguen, es una referencia bastante ñoña a la fortuna. A estos foros se les llama, generalmente, “imageboard websites” y tienen una estructura sencilla: hay diversos temas generales (deportes, animé, manga, ciencia ficción, etc.) en los que se abren diferentes discusiones (o threads); y en cada discusión los usuarios -con un nombre o de manera anónima- añaden algo a la conversación con un comentario y una imagen.
Cuando nació 4Chan, moot quiso establecer un principio no dicho, pero ejercido: “los threads de este foro serán libres o no serán”. Es así como muchos usuarios de Something Awful (un enorme foro de comedia que dio vida a la cultura de memes en internet) acabaron atraídos por la libertad única de 4Chan. Y nació una nueva cultura que aplaudía lo ofensivo, la libertad de decir cualquier cosa, de ser insultante, molesto y francamente estúpido; de tener conversaciones irrelevantes sobre nada y de observar, metódicamente, como un arte, la desarticulación discursiva de alguien que se toma demasiado en serio a sí mismo.
Éste era el reino de la burla y de la risa: el reino del meme. Por la estructura misma de los threads de 4Chan, los memes se convirtieron en lo que ya pensaba Richard Dawkins a finales de los años setenta: una idea que tiene la capacidad de desaparecer o de evolucionar como los genes. Aquí las imágenes estaban relacionadas con palabras en cada post y las que resultaban más ingeniosas, se reproducían, variaban y se multiplicaban. Las que no captaban la atención de la comunidad, se olvidaban; creando una verdadera selección natural de ideas.
¿Alguna vez has visto un meme y no lo has entendido? ¿Te has sentido excluido de una broma en internet que todos parecen entender? ¿Has llegado a ver uno de estos productos culturales preguntándote de dónde demonios salió? Esta cultura nació y se expandió entre los “channers” de 4Chan. La página se convirtió en un centro cultural de intercambio único en el que una comunidad de parias y rechazados, de geeks golpeados por las élites del fútbol americano, encontraban su venganza, su humor y, sobre todo, la posibilidad de hablar libremente, de mostrar su visión del mundo, de ventilar prejuicios y verdades que la sociedad normativa combate.
Si se interesan por Anonymous, lo primero que deben preguntarse es por qué los textos más importantes sobre este colectivo informe los han escrito antropólogos. Ni los grandes divulgadores de la tecnología, ni los comunicadores, ni los filósofos han hecho comprensible un atisbo de este fenómeno como los antropólogos, con sus acercamientos metodológicos, sus etnografías y su profunda curiosidad por las interacciones sociales.
El enorme trabajo antropológico de Gabriella Coleman en Hacker, Hoaxer, Whistleblower, Spy: The Many Faces of Anonymous describió de una forma descarnada, visceral y muy personal su relación con Anonymous y lo que aprendió en su inmersión en la cultura que lo vio nacer.
Ahí, entre sus primeras reflexiones, encontramos una pieza esencial para la comprensión de toda esta complejidad: el concepto de “lulz”. Lulz, por supuesto, es la deformación de un acrónimo. LOL significa “Laugh Out Loud” o reír con todas tus fuerzas. El acrónimo ya era parte de la cultura de internet, ¿entonces por qué deformarlo? Simplemente porque los “channers” o los usuarios de 4Chan, el epicentro de toda esta historia, se apropiaron de él y le dieron vida propia. Es decir que 4Chan como parte de internet, tiene códigos únicos.
Coleman toma como ejemplo paradigmático la entrada “Lulz” en la Encyclopædia Dramatica, un enorme compendio en línea de todo lo relacionado con la vida íntima de la cultura de Anonymous. Por supuesto, esta enciclopedia está escrita con el particular sentido del humor y fraseo típicamente burlón de la cultura de 4Chan y muestra una fina comprensión de los mecanismos de “verdad” enciclopédica al mofarse de las definiciones:
“█▄ █▄█ █▄ ▀█▄ es una corrupción de L O L, que significa ‘reír con todas sus fuerzas’, que significa reírse de alguien. Esto hace que sea inherentemente superior a las formas menores de humor. Anonymous gana grandes lulz al hacer bromas aleatorias. Las bromas siempre se publican en línea. Así como el elemento de la sorpresa transforma el acto de amor físico en algo hermoso, la angustia de la víctima de la que alguien se burla transforma el lol en lulz, haciéndolo más durable, más osado y más placentero. Los lulz se activan por usuarios de internet que han sido testigos de demasiados desastres económicos/ecológicos/políticos y que entonces adoptan, como algo superior a andar todo el día de emo, un estado de voluntaria y alegre sociopatía frente al mundo en su actual estado apocalíptico.”
Todo en 4Chan se hacía por los lulz, por la diversión de demostrar superioridad, de poder burlarse de alguien, de jugar con los sentimientos de quien cree que internet es la extensión de una realidad gris y seria. Tomarse en serio las cosas está prohibido aquí. De ahí viene, también, el concepto del troll o de trolleo (intencionalmente sacar de sus casillas a alguien que se toma demasiado en serio a sí mismo).
La cultura de 4Chan proliferó; sus símbolos se canonizaron y su comprensión única del mundo se cristalizó en un board llamado /b/ y descrito como “el basurero o el ano de internet”. Este board general de discusión estaba lleno de cosas “que una vez vistas no podían borrarse de la memoria”; cosas terribles, perturbadoras y molestas que se convirtieron en el epítome de la diversión libre. Todo aquí parecía decir: “nos cagamos en el buen gusto, en las buenas conciencias, en la corrección política, en lo que te enseñan en la escuela, en lo que nos obligan a soportar, en tu sistema, en tus códigos.” Una anon describió /b/ como el Señor de las Moscas de William Golding en internet: una regresión adolescente que llevó al diario The Guardian a caracterizarlo como “lunático, juvenil… brilliante, ridículo y alarmante.”
Por supuesto, en /b/ sobrevivían más tiempo los threads más grotescos, chistosos e insoportables de ver. Si algo te ofende fácilmente, éste no es tu lugar. Y así se reconocían los que participaban de este cultura de los que simplemente no la entendían. Está bien reírse de absolutamente todo porque nada es sagrado. Hay que entender algo: internet no es un lugar serio y seguro. Las noticias pueden decir la verdad, pero alguien inteligente sabe que todo debe ser puesto en duda, que todo puede ser un engaño, que todo en realidad es una maldita broma cósmica.
¿Y esto qué tiene que ver con el video de un tipo con voz ominosa, una hoodie y una máscara de Guy Fawkes amenazando a instituciones poderosas?
Cuando posteas algo en 4Chan puedes elegir un nombre de usuario o hacer un comentario anónimo. Si así lo haces, el comentario aparecerá como algo publicado por “Anonymous”. En una broma interna, un pensamiento recurrente, una comprensión tácita de este foro, existía una idea: “¿Qué tal que todos los que postean bajo el nombre de Anonymous fueran la misma persona?” Un mismo ente conceptual creado por la relación en colmena de miles de participantes anónimos que comparten una cultura vibrante.
Eso, justamente, es el principio de Anonymous.
Todo por los lulz
En aquellos tiempos antediluvianos de 2006, existía en internet un pacífico lugar de comercialización adecuada, regulada, producida y empaquetada para adolescentes llamada Habbo Hotel. Se trataba de una plataforma en línea (como lo serían después Second Life o World of Warcraft) en donde usuarios de todas partes del mundo pueden juntarse para interactuar virtualmente. Creas un avatar, entras, convives y compras muebles para personalizar tu espacio.
La enorme comunidad de Habbo tenía, para agosto de 2012, más de 270 millones de avatares registrados. Pero, en ese lejano y mítico tiempo entre 2005 y 2006, no estaban preparados para recibir la visita de unos inesperados y molestos huéspedes. En un evento, sin precedentes, los usuarios de 4Chan se molestaron con Habbo. Algunos dicen que era por la forma en que los avatares negros tomaban estereotipos de las comunidades afroamericanas, algunos otros porque se limitaba la entrada de avatares negros en la plataforma. En todo caso, los channers vieron una cruzada y un enojo común… y su ira no se hizo esperar.
Cientos de channers hicieron un mismo avatar (un hombre negro, con afro y traje gris) y empezaron a inundar el juego en línea. De pronto, se coordinaron para hacer swastikas con sus cuerpos u organizar redadas para crear una valla alrededor de las albercas y decirle a los usuarios que estaban cerradas “por los fails y el SIDA”.
Este primer experimento colectivo se hizo espontáneamente y no tenía un verdadero componente de activismo (a pesar de fundamentarse en una reprobación general hacia los perfiles raciales). En verdad, todos lo hicieron por los lulz. Pero algo más fuerte nació. Un sentido de cohesión y de posibilidad: esta comunidad era lo suficientemente unida y fuerte para causar impacto en el mundo fuera de los foros.
No había vuelta atrás, los lulz podían conseguirse en todas partes, el mundo se convirtió en un patio de juegos. Y ahí aparece Hal Turner, un supremacista blanco con un show de radio local que negaba el Holocausto, fomentaba crímenes de odio y pedía asesinatos de líderes políticos. Una fichita americana, pues. Los channers vieron en Turner a un oponente interesante porque cuando empezaron a atacarlo con llamadas de broma y publicaciones burlonas en su sitio, Turner respondía. El tipo gritaba y gritaba fuerte. Así que 4Chan y los imageboards relacionados encontraron una cruzada.
Solicitaron entrar masivamente el sitio de Turner hasta que lo tiraron (en una forma primitiva de lo que luego será una de las principales armas digitales de Anonymous, los ataques DDoS); pidieron servicios de escorts por Craigslist y los mandaron a su casa; le enviaron también cientos de pizzas y materiales de construcción; liberaron el teléfono privado de su casa para bromas masivas y constantes, al igual que el número de sus padres. Causaron tantos estragos, finalmente, que Turner tuvo que salir del aire: ya no podía costearse el demandar a 4Chan, pelear con los channers y mantener su programa.
Un pequeño imageboard de manga había cambiado algo en el mundo: sacó a un supremacista blanco del aire. Y luego lo destruyó por completo liberando en foros de supremacistas la evidencia de mails que lo delataban como informante del FBI sobre milicias de ultraderecha. 4Chan ordeñó por completo la vaca de los lulz y destruyó a este locutor despreciable.
A partir de ahí las bromas variaron en grados de complejidad y diversión. En una ocasión organizaron un flash mob involuntario de hombres solitarios al crear perfiles falsos de mujeres en aplicaciones románticas e invitar a cientos de hombres en un mismo día, a una misma hora, para encontrarse en el Time Square de Nueva York. En alguna otra, falsearon la noticia de que a Justin Bieber le había dado cáncer para que sus aficionadas se rasuraran el cráneo y postearan fotos bajo el hashtag #BaldForBieber (Calvo por Bieber). También atacaron masivamente la encuesta para elegir en qué ciudad empezaría la nueva gira del cantante: el inesperado resultado que recibió Bieber fue que sus fanáticos le pedían inaugurar los conciertos en Pyongyang, Corea del Norte.
Los channers también manipularon masivamente las encuestas para la elección de “Persona del año” de la revista Time para que en una ocasión ganara el fundador de 4Chan Chris “moot” Poole y, en otra, Kim Jong Un. En 2008 corrieron el rumor de que Steve Jobs había muerto y las acciones de Apple cayeron un 10%. Cuando el refresco Mountain Dew hizo una votación para saber el nuevo nombre de su bebida, los channers se encargaron de que los tres nombres finalistas fueran: “Diabeetus”, “Gushing Granny” y “Hitler Did Nothing Wrong”. Cuando la misma marca, en alianza con Katy Perry, sometió a votación a qué escuela deberían donar dinero para hacer una nueva sala de música, los channers se encargaron de que ganara una escuela para sordos.
En estas bromas hay un germen de protesta, pues todas ellas muestran un aspecto absurdo de la realidad que entendemos como normal y que ellos, más bien, veían como normativa. Las encuestas de Time no son democráticas. Justin Bieber nunca podría tocar en Corea del Norte o en muchos otros lugares del mundo: la universalidad americana es, entonces, una mentira imperialista. Los stunts publicitarios de Mountain Dew son banalidades mercadológicas que, en ocasiones, quieren disfrazarse de una filantropía hueca. En Estados Unidos se sigue tolerando más a los supremacistas blancos violentos que incitan al odio en el radio que a las protestas pacíficas de ciudadanos negros.
En las bromas de los channers había una semilla de protesta; semilla que, con toda justicia poética, ayudó a germinar y a hacer crecer la risa falsa de Tom Cruise y la iglesia que cree en emperadores galácticos malignos y las almas atrapadas de humanos intergalácticos en volcanes.
La censura de los falsos profetas
En enero de 2008 sucedió un milagro inesperado: se filtró en línea un video de Tom Cruise alabando con locura las bondades de la cienciología. El video estaba hecho como propaganda interna para compartir entre los miembros de la iglesia. Era una propaganda absurda, por supuesto, pero encaminada a los convertidos. Sin embargo, fuera de contexto, el video era una ridiculización perfecta de las creencias dianéticas. Pronto se volvió viral la grotesca imagen de la risa falsa de Tom Cruise y sus hiperbólicas declaraciones sobre cómo la cienciología era la única cura para los males del mundo.
Los channers, y muchos con ellos, disfrutaron sobremanera burlarse de la sensación viral del momento. Hasta que la Iglesia de la Cienciología decidió ponerle fin a la diversión reclamando la propiedad intelectual del video y bajándolo sistemáticamente de YouTube. No importaba qué tan rápido se propagara, siempre llegaban los cienciólogos para bajarlo. Y los channers, ya mejor conocidos como Anonymous, consideraron que esto era una completa afrenta a la libertad de burlarse. Este acto de censura no podía pasar sin castigo y nació entonces Project Chanology: un esfuerzo concentrado de Anonymous para vengarse de la iglesia de la cienciología por intentar censurar las libertades de internet.
Al principio, Anonymous, como la masa amorfa de los channers comenzó a atacar con DDoS a las páginas oficiales de la Iglesia de la Cienciología. Los DDoS o Distributed Denial of Service Attack son una herramienta ilegal a través de la cual una multitud de permisos se envían una página por usuarios falsos hasta que ésta no puede proveer la demanda de servicio a sus usuarios legítimos y se cae. Para que un DDoS sea efectivo necesita producir miles o cientos de miles de usuarios falsos y esto se hace a través de herramientas fáciles de usar y completamente ilegales (cuestión que llevaría a varios anons a la cárcel).
Al principio, también se planearon otro tipo de bromas legales que incluían la clásica estrategia de mandar enormes cantidades de pizza a oficinas de dianética, servicios de escorts a las iglesias, faxes con órganos genitales o en negro, y llamadas masivas de broma. Al mismo tiempo, se planearon otras bromas ilegales menos elaboradas que los DDoS y que incluían llenar de lejía los tanques de combustible de los coches estacionados afuera de las iglesias o vandalizar las propiedades de los cienciólogos.
Sin embargo, muy rápido, los paladines de Chanology cambiaron la estrategia para sólo utilizar métodos legales o cuasi legales de protesta y eliminaron completamente cualquier ilegalidad. En parte, este cambio de estrategia se debió a la influencia de un periodista, Mark Bunker, conocido en los foros de Anonymous como “Wise Beard Man”. Bunker era un documentalista y periodista que llevaba años enfrentándose a la Iglesia de la Cienciología. En su relación con Anonymous algo de su pensamiento permeó en la vasta mayoría de la comunidad de chanologists: muchos entendieron la validez de sus puntos y lo consideraron como una persona “legítima”, es decir transparente y de intenciones claras y afines a su cultura.
Bunker aconsejó a Anonymous que se alejara de todas las prácticas ilegales: la cienciología, advirtió, se delecta en acabar con sus rivales a través de costosísimos bufetes de abogados e investigaciones legales privadas. Si su protesta era ilegal, no tendrían problemas en destruirla en las cortes. Al mismo tiempo, explicaba Bunker, no sirve de nada tirar sus páginas o frenar el mensaje que transmiten cuando es muchísimo más efectivo dejarlo que se propague y mostrar lo absolutamente ridículo que es.
El esfuerzo duradero para atacar a la cienciología no podía pasar entonces por medios ilegales, sino que tenía que concentrarse en otro tipo de protestas. Así surgió una idea: los foros de Anonymous convocaron a protestas físicas en el mundo frente a las Iglesias de la Cienciología. Las protestas fueron convocadas a través de videos en donde, por primera vez, apareció la imagen de un hombre con traje sin rostro y ciertas frases que después se acuñaron como los motes del movimiento. Anonymous aconsejó que los participantes se taparan el rostro.
Muchos anons pensaron que nadie se presentaría. Que no habría quórum físico pues la suya era una comunidad de relegados solitarios que hacían vínculos en línea. Para su sorpresa, las manifestaciones empezaron poco a poco a ser más cuantiosas, y el 10 de febrero de 2008 juntaron a 10 mil personas en más de 100 ciudades del mundo. Al principio, los manifestantes se tapaban el rostro con cualquier cosa que fuera lo suficientemente burlona (narices y bigotes de Groucho Marx), práctica (cualquier pañuelo en la cara) o que estuviera a la mano (como las miles de máscaras promocionales que lanzó unos años antes Warner Brothers por la adaptación de las hermanas Wachowski del mítico cómic político de Alan Moore, V for Vendetta).
Al principio, la máscara de Guy Fawkes no tenía tanto que ver con el contexto de la rebelión teocrática de la pólvora de ese mítico personaje del siglo XVI inglés. Tampoco tenía que ver con el pensamiento anarquista, vengativo y lisérgico de Alan Moore o con la adaptación edulcorada y maniquea de la película del 2005. Al principio, el uso de estas máscaras se dio, más bien, por la facilidad de comprarlas, y por un meme, el Epic Fail Guy Meme que, sin ninguna razón, mostraba a un personaje que fallaba en todo y portaba una máscara de Guy Fawkes. Tal vez entonces el uso de la máscara era a una burla a los cienciólogos y no una forma de identificarse como Anonymous.
Sin embargo los símbolos son poderosos y tienen vida propia. Pronto, conforme avanzaba el 2008 y se repetían mensualmente las manifestaciones del Project Chanology, la máscara de Guy Fawkes se convirtió en el símbolo mismo de la unidad contra una tiranía que se había popularizado por las escenas finales de la película de las Wachowski.
Mientras crecía el uso de la máscara, también lo hacía la responsabilidad en las manifestaciones. Cada congregación tenía ya un motivo y una demanda que rebasaba, por mucho, la necesidad inicial de venganza o el cultivo de lulz. Ahora se reclamaba por los abusos a los derechos humanos por parte de la cienciología, la evasión de impuestos permitida por la ley, los medios de persecución y hostigamiento hacia exmiembros, el lobbying en las escuelas o los suicidios no aclarados en la comunidad dianética.
Los lulz quedaron relegados a segundo término y se produjo un cisma interno en la comunidad de Anonymous. La unidad de las primeras intervenciones estaba rota y la comunidad tenía debates acalorados sobre el camino que debía seguir el movimiento. La prensa ya se enfocaba en sus intervenciones y muchos anons se dieron cuenta de que tenían un poder real para influenciar un cambio social. Al mismo tiempo, la presencia mediática volvía imposible que siguieran cazando lulz irresponsablemente e hiriendo, en el camino, a cualquiera que se atravesara. La imagen pública de Anonymous se convirtió en un problema para los anons. Nacieron corrientes y vertientes, llegaron al mundo los “lulzfags” y “moralfags”.
El ascenso del moralfag
Uno de los apelativos favoritos entre los channers y, luego, entre las diferentes comunidades afines a Anonymous era “fag” (joto). Esta comunidad fue repetidamente insultada en los pasillos escolares con el mote de “fag” por una cultura heteronormativa que señalaba toda diferencia en términos de normas sexuales. Y “fag” se convirtió así en un mote reapropiado, reelaborado, resemantizado por la comunidad de channers para convertirse en su bandera. De ahí la denominación de los lulzfag y los moralfag que explicó con certeza Sylvain Firer-Blaess en su tesis de doctorado:
Un lulzfag es un Anon que favorece la diversión como la razón central de la acción colectiva, mientras que un moralfag es aquél que prefiere el activismo. A algunos miembros de la tendencia lulzfags, que yo llamo ‘lulzfags radicales’ les pareció inaceptable que Anonymous se pudiera considerar como un colectivo que actúa por razones morales o políticas. Anonymous era un embaucador tramposo y, como tal, debería siempre considerarse como ‘el final boss de Internet’, un ser al que no le importa la moralidad o la justicia y que puede ser cruel con el fin de conseguir risas.
Actuar por una consigna moral, jugar a ser héroe es arruinar el espíritu embaucador y juguetón de Anonymous. Anonymous perderá, por esto, su integridad, su reputación y su poder: si Anonymous se vuelve ‘blando’ y desarrolla sentimientos, no va a tener la capacidad de seguir siendo un agente del caos, de ser temido y se va a convertir, él mismo, en objeto de burla. O peor aún, si Anonymous desarrolla un razonamiento moral, se va a limitar y va a dudar al cometer actos graciosos sin escrúpulos.
Los moralfags, por su parte, priorizan el activismo sobre la diversión (o, más precisamente, priorizan la efectividad del activismo). Desarrollaron una nueva persona de Anonymous que yo llamo el arquetipo del “héroe” en el sentido etimológico de un protector, del que defiende.
A partir de este cisma, comenzará una nueva etapa de vida para Anonymous que Firer-Blaess caracteriza como su división interna esquemática en tres movimientos: el de los lulz que solo busca mantener la diversión inicial de caos nihilista; el de Chanology que se dedica al activismo, pero que se mantiene dentro de los límites legales; y al que él llama “ubiquitous” (ubicuo) y Coleman caracteriza como “Anonymous Everywhere” (Anonymous en todos lados) que es la rama más conocida, escandalosa y mediáticamente relevante, y que no teme usar medios ilegales.
Los anons apegados a Chanology siguieron concentrándose en activismo legal, en la lucha contra la cienciología, la lucha por la libertad de información, la lucha relacionada con el movimiento Occupy Wall Street y la confrontación de abusadores sexuales y pedófilos. Pero, también, se unieron en diferentes batallas -sin confundirse y separando los IRCs- con las vertientes más ilegales de Anonymous. Por supuesto, es esencial mencionar la importancia que tuvo la intervención de los anons activistas, entre 2010 y 2013, para las Primaveras Árabes. En particular, en la ayuda a los manifestantes en Túnez y Egipto para subvertir la vigilancia del gobierno, acceder a Internet cuando Hosni Mubarak tiró todo el servicio en el país, hacer manuales de protesta y silenciar páginas del gobierno.
También, lucharon contra la criminalización de la homsexualidad en Sudán, Nigeria y Uganda, además de generar manuales para que los palestinos pudieran evadir las redes de vigilancia digital israelí. Durante las protestas por el asesinato de Michael Brown, un hombre negro desarmado, a manos de la policía en Ferguson Missouri, en 2014, Anonymous amenazó a las autoridades locales con tirar sus servidores si ejercían alguna represión contra los manifestantes.
Sin embargo, muchas de las luchas más conocidas de Anonymous ya no tenían nada que ver con las formas moderadas de protesta legal de Chanology. Aquí es donde intervienen las acciones directas y de propaganda de grupos de élite, es decir, de hackers que no temen emprender acciones ilegales en el nombre de una causa. Esta ala de Anonymous se separó en la llamada “Operation Payback” (Operación Venganza) con la que atacaron con DDoSs a grupos de producción y regulación cinematográfica que amenazaron bastiones de cultura ilegal como The Pirate Bay. Luego, en 2010, Payback mutó en la famosa y dolorosa “Operation Avenge Assange” (Operación Vindicar a Assange), en la que Anonymous tumbó los servicios de Paypal, Visa y Mastercard en defensa de Wikileaks.
Digo famosa y dolorosa porque fue una de las operaciones más reconocidas en el mundo y por los medios… y una de las más costosas para muchos integrantes de Anonymous. Nadie se hubiera atrevido a atacar de esa forma, tan brutal y sencilla, con DDoS, a tres instituciones financieras de ese nivel. Y lo hicieron porque tanto PayPal, como Visa y Mastercard seguían aceptando donaciones para el Ku Klux Klan, pero retiraron su apoyo a Wikileaks.
Esta osadía percibida como una enorme hipocresía a favor de los ricos y poderosos, no podía pasar sin castigo. Desafortunadamente, el castigo tampoco fue proporcional en la persecución judicial de algunos miembros de Anonymous: “la condena máxima para un pedófilo es de 11 años, pero para un hacker puede llegar a más de 15 años”, explicó afuera de la corte Mercedes Renee Haefer antes de declararse culpable.
Posteriormente, Anonymous hackeó a la multiacional de agroquímicosy biotecnología Monsanto y liberó los datos personales de 2 mil 500 de sus empleados (doxing), mostró con correspondencia hackeada los mecanismos de lavado de dinero de integrantes de Bank of America, atacó a la plataforma de mercado NYSE, robó la información de miles de tarjetas de crédito para donar a organizaciones caritativas y amenazar a bancos y firmas de seguridad privada, hackeó teléfonos para comprobar la culpabilidad de un grupo de jugadores fútbol americano que violaron a una niña en Ohio, tiró páginas de “porno venganza”, liberó las direcciones IP de cientos de usuarios de páginas de pornografía infantil, cerró masivamente cuentas de Twitter del Estado Islámico después de los atentados de Charlie Hebdo y el Bataclán en París, y hackeó las bases de datos de compañías con miras extractivistas en la Antártida como Shell, Exxon, BP y Gazprom, entre muchas otras acciones dispersas.
Sorprende la capacidad de Anonymous de estar relacionado con grupos como LulzSec (hackers que querían regresar a la imagen juguetona y caótica que fundó Anonymous); grupos de Lulzfags que quieren contrarrestar la imagen moral del movimiento y postearon cientos de Gifs para detonar ataques de epilepsia en páginas de ayuda contra la epilepsia; grupos derivados de Chanology que buscan hacer acciones de activismo concreto legales (como la operación en diciembre de 2013 para crear redes de apoyo para personas sin hogar durante el invierno); grupos con capacidad de penetración digital mucho más especializados e ilegales; esto es posible porque no existe una relación jerárquica en el movimiento. Anonymous es un concepto, una idea que se genera de un punto en común y que ha transitado por muchas aristas. Algunas de ellas son incongruentes, otras se suman y se separan con el tiempo, ninguna es algo preestablecido y constante.
Anonymous no es una sola cosa y no puede ser definido diacrónicamente, fuera del tiempo, en líneas generales. Todo el recuento que hago aquí, de hecho, puede estar equivocado y pecar de maniqueísmos y sobresimplificaciones. De todas maneras, estas son las herramientas de las que disponemos para reflexionar sobre Anonymous, sobre sus identidades, su importancia y la trascendencia que tiene para nuestra vida en una sociedad que no puede separarse de la existencia digital.
La rabia letárgica de internet
En la introducción a su famoso libro sobre Anonymous, la académica y autoridad en el tema, Gabriella Coleman explica:
Investigar a Anonymous era como seguir un hilo a través de un sendero sinuoso y oscuro sembrado de rumores, mentiras, secretos y la macabra realidad de espías e informadores. El viaje ha estado marcado por vertiginosos estremecimientos, decepcionantes callejones sin salida y contorsiones morales, donde dilemas éticos en apariencia insolubles coexisten tranquilamente con ejemplos inequívocos e inspiradores de sacrificio y riesgo. Más allá de las consecuencias derivadas de sus acciones, la propia estructura organizativa de Anonymous parecía igualmente intrincada y desconcertante. Con el tiempo algo quedó claro: Anonymous no era un simple laberinto, con una estructura y una ruta de escape que se revelaban a vista de pájaro; Anonymous era un laberinto mucho más complicado y enredado. No se trataba de un laberinto estático como el que Dédalo construyó en Creta para alojar al Minotauro. Era un mecanismo infinito que operaba un hermético bucle recurrente en el que los laberintos creaban laberintos que creaban más laberintos.
Coleman pasó años investigando Anonymous y acercándose a sus discusiones internas como jamás lo hicieron otros periodistas y académicos antes que ella. Su relación de trabajo de campo se volvió un centro de fecundo debate entre las relaciones personales, profesionales y éticas que debe tener un antropólogo con su objeto de estudio. Por eso su libro, más que una tesis académica, se siente como una confesión narrada.
A pesar del vasto conocimiento de Coleman, le parece osado decir que entiende completamente el concepto que representa Anonymous. De la misma manera, con este acercamiento sumario, quería dibujar una introducción al nacimiento del movimiento sin sonar prescriptivo o totalizador. Porque, en realidad, estoy convencido de que el poder de este movimiento, o concepto, o idea, reside en ser inasible.
Anonymous se creó y creció al nivel en el que existe ahora gracias a los medios de comunicación. Fueron los grandes medios, en su miedo, inmediatez e incomprensión que le dieron poder a la idea misma de Anonymous. Y, bajo esa mirada pública, nació algo inasible que es muy difícil combatir. Como bien explicó un Anon al ser detenido: “No puedes arrestar un concepto”.
El fundamento descentralizado del movimiento retroalimenta el poder mediático que tiene: entre más se nombra, más parece poderoso, más causa miedo en círculos de poder, más es nombrado y más poder adquiere. Recientemente, las manifestaciones de Black Live Matters después del asesinato, a manos de la policía, de George Floyd, en Minneapolis demostraron una vez más el poder mediático de Anonymous.
Nunca se comprobó si en realidad el grupo tenía en su posesión datos alarmantes sobre la relación de Donald Trump con el pedófilo convicto Jeffrey Epstein. Tampoco se concretaron acciones directas contra los sitios oficiales de seguridad pública de Minneapolis. Sin embargo, en redes sociales apareció como trending topic el nombre de Anonymous alimentado por cientos de cuentas misteriosas. También se convirtió en un poderoso trend de Google.
Sin necesidad de hacer una aparición, el fantasma de Anonymous y las posibilidades de su lucha siguen vigentes. Hay que recordar que en la guerra de la información, desde los principios de cultivo de lulz, los channers y los anons se mostraron como comunidades perfectamente letradas en la manipulación de la información y la lectura de los algoritmos que los mercadólogos digitales pasan años estudiando. Siempre supieron alimentar noticias falsas para denunciar la fragilidad de lo que creemos como real.
Anonymous nos ha enseñado, por el simple hecho de existir, que nos limitamos a recibir la información procesada, masticada, permitida y digerida de los algoritmos y que internet es una tierra mucho más vasta de libertades, oportunidades y de conquista. Google, Facebook, Amazon, son los grandes consorcios que limitan nuestra visión libre de internet a través de las evidencias procesadas para alimentar la constante compraventa de datos. Somos números útiles y agradecemos que nos den la materia higiénica y fácil de herramientas digitales intuitivas y amigables.
Todos utilizamos celulares, pero ya nadie sabe cómo funcionan. Todos utilizamos internet, pero pocos se preguntan qué producen nuestras interacciones en línea. En el cuerpo letárgico de la higiene y la facilidad de nuestras costumbres, descansa el fantasma de Anonymous; listo para resurgir en caso de crisis. Anonymous representa la rabia latente de internet, el guardián dormido de fronteras incruzables. Representa la defensa de la libertad de expresión, del más débil frente al poderoso y de la tecnología como un medio en el que todos, los fuertes y los sometidos, son iguales. Los ideales por los que murió Aaron Swartz, los gritos de injusticia frente a los juegos hipotecarios de los bancos en la crisis del 2008, la indignación por la corporativización del mundo libre y gratuito del world wide web tienen, finalmente, a vigilantes ocultos que existen, como una idea durmiente, como un miedo mediático, como trends espontáneos que advierten de una presencia.
Es importante que no exista una definición precisa de Anonymous para que el poder de su concepto siga existiendo; para que viva la posibilidad de una lucha espontánea por la defensa de internet y lo que representa. También es importante entender en dónde nació este concepto para celebrar un acto de rebeldía fundamental y desesperado.
En El Nombre de la Rosa, Umberto Eco planteaba el miedo de la iglesia católica, los serios, los conservadores y los convencidos, al liberar al mundo el poder del segundo libro perdido de La Poética de Aristóteles que trataba sobre el poder de la comedia; una apología de la farsa, de la duda, de la crítica y de los escépticos. Anonymous cultiva ese mismo poder en sus entrañas porque, desde sus inicios, convocó al poder comunitario de una rebeldía única: la protesta de los que nada más tienen la rebelión de la risa.
Bibliografía:
Este artículo se basa, principalmente en dos trabajos académicos.
Primero, un libro de Gabriella Coleman que es una referencia obligada para cualquier persona que se interese en el tema.
COLEMAN, Gabriella, 2014. Hacker, Hoaxer, Whistleblower, Spy: The Many Faces of Anonymous. Verso. London/New York.
Después, la muy interesante tesis de doctorado de Sylvain Firer-Blaess:
FIRER-BLAESS, Sylvain, 2016. The Collective Identity of Anonymous: Web of Meanings in a Digitally Enabled Movement. Uppsala Universitet. Sweden.
Finalmente, si alguien quiere una versión más inmediata y resumida del auge de este movimiento, recomiendo el documental We Are Legion: The Story of the Hacktivists (2012)de Brian Knappenberger.