Deshacer el saber, ganar una amistad
Sobre cómo se escribió Capitalismo y esquizofrenia
En 1980 se publicó Mil mesetas, obra que compone el segundo volumen de Capitalismo y esquizofrenia. Junto con el primer volumen, El Anti Edipo (1972), trastocó la escena intelectual francesa tanto por su contenido como por la forma en la que fue concebida. Ambos libros parten de una preocupación política que está profundamente relacionada con los eventos de mayo de 1968. La primera entrega es una fase de evaluación y análisis crítico, mientras la segunda es una respuesta, compuesta por varias capas, a todas esas inquietudes planteadas en el primer volumen.
Gilles Deleuze y Félix Guattari ponen en práctica la conjunción entre contenido y forma para realizar un ejercicio propositivo que no separa sus planteamientos del cómo los muestran. Responder a todo lo que examinaron en El Anti Edipo supuso crear otra manera de escribir y de leer que dislocara las posiciones enquistadas de la Filosofía. Sacar a esta disciplina de sus senderos seguros y desarticular el acto creativo como emergencia del genio individual, produciendo una máquina de guerra colectiva, es, probablemente, la aportación más importante de este dúo. Ahí permanece un gesto creador que a la academia filosófica le queda todavía por asumir, ya sea en la escritura o en la enseñanza. Particularmente en Mil mesetas sería complicado separar el contenido de la forma, pues su proceso de creación supone la conformación mutua. El recorrido que aquí mostramos da cuenta de ese curso del pensamiento que, en primer lugar, no puede separarse de su dimensión afectiva, en segundo de un contexto político y prácticas específicas que emergen de éste y, finalmente, de la forma en que se actualiza a través de los diferentes sentidos de la traducción.
La forma de la amistad
Mil mesetas es, ante todo, un ejercicio de escritura para ejercer una práctica de la amistad en donde se puede intervenir lo que el otro escribe y se puede reconocer la emergencia de un pensamiento conjunto. Antes de conocerse en persona, la relación de Deleuze y Guattari comenzó con el envío de cartas. Se conocieron en persona en 1969 gracias a un amigo en común que los presentó, el Dr. Jean-Pierre Muyard, quien trabajaba en la clínica-castillo La Borde y sabía del interés de Deleuze por la psicosis y de la necesidad de Guattari por escribir, debido a un bloqueo creativo que experimentaba en ese momento.[1]
Guattari se dedicaba de manera incesante a la experimentación que realizaba desde 1955 en La Borde, este bloqueo se vio desplazado cuando comenzó a escribir El Anti Edipo, bajo una dinámica provocada por Deleuze: cada día al despertar debía ponerse a escribir inmediatamente sin releer o re-trabajar lo que había escrito y enviar a su amigo su borrador. Y así, Guattari escribía hasta las 4:00 de la tarde todos los días y después se iba a La Borde a continuar con su trabajo clínico. El Anti Edipo se escribió gracias a ese flujo en el que Guattari enviaba borradores y Deleuze los re-trabajaba para la versión final.[2]
En este ejercicio de escritura se expresa ya una impronta por la no-interpretación, es decir, que el deseo no busca traducirse o interpretarse, sino que se muestra tal como es. No hay una verdad oculta que tengamos que descubrir ni descifrar. De ahí también que en las entrevistas, cuando se les preguntaba qué quisieron decir, contestaran que no se acordaban o que no importaba en todo caso, esto con una ligereza que no se soporta en Filosofía. Este gesto era realizado más por Guattari que por Deleuze.
La práctica filosófica de Guattari se desarrolló en el campo de la clínica, el psicoanálisis y la anti-psiquiatría. Desde los 15 años, Guattari conoció a Jean Oury, fundador de La Borde. Él sería su principal influencia para acercarse al psicoanálisis, específicamente a Jacques Lacan, pero desde una militancia marxista que suponía otro tipo de experimentación en el trabajo clínico. Guattari no solo participó activamente en distintas agrupaciones políticas, como el Partido Comunista Francés, sino que estuvo involucrado directamente en los movimientos estudiantiles de 1968, también apoyó a las radios libres y movimientos ambientalistas. La apuesta de Guattari siempre fue política y sus conceptos (máquina de guerra, revoluciones moleculares, grupúsculo, etc.) expresaban esa movilización que tanto buscaba.
Guattari tenía mucha experiencia en el trabajo en grupo gracias a su estancia en La Borde, donde invitaba a distintos compañerxs militantes o eran filósofxs que estaban interesadxs en el psicoanálisis y la anti-psiquiatría. Sin embargo, las cartas con Deleuze lo forzaban a trabajar en soledad y habituarse a una especie de acompañamiento fantasma. Guattari encontró en Deleuze un amigo con el que pudo escribir y separarse en definitiva de Lacan, quien fue su analista y maestro.
Deleuze, más que Guattari, cargaba con todas esas demandas de la tradición académica en Filosofía, de la que no pudo separarse, y en la que se exigen justificaciones sobre lo que se escribe. Después de la publicación de Capitalismo y esquizofrenia fue a él a quien se recurrió más para explicar algunos conceptos de la obra. Por ejemplo, entre 1971 y 1980, Deleuze impartió distintas clases en las que abordaba los temas de cada meseta, las cuales se encuentran compiladas en Derrames I y II (2005). Además, en El Abecedario de Gilles Deleuze, una serie de entrevistas realizadas por Claire Parnet, extiende algunas de las reflexiones derivadas de su trabajo con Guattari. A pesar de que ambos estudiaron Filosofía, tomaron caminos distintos para practicarla, pero solo así fue que pudieron impulsarse a crear y experimentar una serie de envíos de pensamiento. Es la unión entre el peso de la Filosofía, a través del interés por la metafísica moderna, y la movilidad de la experiencia clínica, ligada siempre a una práctica política, lo que hace únicos a los dos volúmenes de Capitalismo y esquizofrenia.
La discusión que se juega en esta obra suele ser poco comprendida porque conjunta la distinción entre teoría y práctica que se juega en la Filosofía pero también en el psicoanálisis, donde la clínica se vuelve quizá el escenario más complejo de discusión. La complejidad de estos libros radica en que no por saber filosofía se sabe psicoanálisis ni viceversa. Esto por supuesto acarrea tensiones conceptuales que impiden ver cómo en ambas disciplinas hay sobre todo un carácter transferencial o afectivo implicado en la manera en que se comparte su saber. Su enseñanza pasa por ahí y por supuesto que esto es incómodo, incluye la parte en la que encontramos amigxs del pensamiento pero también donde los enemigxs se harán más claros. Implica pues el antagonismo y la amistad.
La Filosofía y el psicoanálisis comparten la indeterminación de su disciplina y de sus practicantes. Una no podría simplemente valerse de los títulos académicos para reconocerle a alguien el ser filósofx o psicoanalista. Estas se vuelven esferas que van más allá de su posición institucional y que al mismo tiempo se sostienen por una pluralidad de posturas que difícilmente nos permiten definirlas.
El contenido es la superficie
En la serie Capitalismo y esquizofrenia es importante tener claro el panorama antes mencionado en el que se desarrollan ambos volúmenes, sin dejar de tomar en cuenta la importante influencia política que viene del marxismo y que es parte medular para entender toda su crítica. En estas obras se sitúan conceptos transversales que abordan la patologización, la medicación y la metafísica en relación con la revuelta social. Es en el gesto político que supone esta escritura donde podrían encontrase las más interesantes aportaciones de esta serie.
Deleuze y Guattari dialogan principalmente en dos registros: el esquizoanálisis como propuesta particular que desarrollan a partir de su comprensión de la clínica con el psicoanálisis, tanto con Freud, como con Lacan; y, paralelamente, retoman una lectura marxista que está afectada por todo lo ocurrido en Mayo de 1968, cuyos eventos eran el modelo de lo micropolítico: “todos los que lo juzgaban en términos de macropolítica no comprendieron nada del acontecimiento, puesto que algo inasignable huía.”[3]
El primer registro es más evidente en El Anti Edipo, pues, desde el título mismo, retoma uno de los conceptos primordiales del psicoanálisis para posicionarse en un lugar crítico. En Mil mesetas la impronta sigue siendo la misma: criticar al deseo concebido como falta y a la clínica psicoanalítica de ese momento como una de las principales prácticas que llevaban a las personas a continuar bajo el régimen de deseo capitalista. Deleuze y Guattari proponen, desde una lectura muy spinozista, que al deseo nada le falta, que la experimentación y la creación son las vías para deshacerse de lo que ellos diagnosticaban como el síntoma de su tiempo: la esquizofrenia. Por ello proponen el esquizoanálisis como una alternativa que hace frente a la cura por la palabra, proponiendo en su lugar múltiples prácticas de experimentación que son, sobre todo, ejercicios políticos colectivos y no individuales. Las afecciones y malestares son colectivos.
El segundo registro está entrelazado con el contexto político que se vivió en 1968 y que implicó a las Universidades como parte de la movilización y las tomas estudiantiles. Aunque Deleuze y Guattari se conocieron hasta 1969, estos acontecimientos marcan una de las mayores influencias para el comienzo de la serie Capitalismo y esquizofrenia, pues se trata de un intento de dar respuesta a lo que en ese momento parecía un rayo esperanzador y paralizante. Dicho a través de Guattari: “Al principio, se trataba menos de un asunto de compartir un entendimiento común que compartir la suma de nuestras incertidumbres e incluso cierta incomodidad y confusión respecto a la manera en que había resultado Mayo de 1968.”[4]
La escritura fue una manera de responder a su contexto político, una respuesta activa aunque, como ellos reconocían, modesta. Con El Anti Edipo comenzaba un recorrido crítico que planteaba cómo los mecanismos socioeconómicos podían afectar directamente al inconsciente, a nuestras formas de desear, así como la relación entre las crisis capitalistas y los brotes esquizofrénicos. Así, el esquizoanálisis fue el contraataque a la falta de compromiso social y político de la clínica psicoanalítica, así como al peligro reduccionista de los modelos del estructuralismo marxista para explicar lo que había pasado en Mayo de 1968. Esto implica un desplazamiento tanto de Louis Althusser, como de Lacan, y de lxs discípulxs de ambos, como las dos figuras que dominaban la escena intelectual francesa. Para Deleuze y Guattari estos eventos que eran ejemplos de micropolítica y de creación, eran justamente lo que estaban buscando apalabrar en su escritura: “[Mayo del 68] fue un fenómeno de videncia, como si una sociedad viese de repente lo que tenía de intolerable y viese al mismo tiempo la posibilidad de algo distinto. […] Lo posible no preexiste al acontecimiento sino que es creado por él. Es cuestión de vida. […] No hay más solución que la solución creadora.”[5]
En la tensión entre estos registros, Deleuze y Guattari se deshacen de la autoría al menos en dos niveles: uno es cruzando las fronteras entre la Filosofía como mera especulación, poniéndola en tensión junto a la práctica clínica de la asociación libre proveniente del psicoanálisis; y el segundo es precisamente sacando esta práctica de su habitual tratamiento individual hacia lo colectivo. La voz que emerge de estos dos movimientos de desplazamiento desde la teoría hacia la práctica, psíquica y socio-política, no pueden sino terminar por romper completamente el régimen del sujeto pensante, consciente y autor de una visión general del mundo.
La traducción es (im)posible
Hemos podido leer Capitalismo y esquizofrenia solo gracias a sus traducciones, esto sucede al menos en tres sentidos: el más evidente es que en 1973 se tradujo El Anti Edipo al español en Barral Editores, un año después de su publicación original. Mientras a Mil mesetas le tomaría 8 años ser traducida, fue hasta 1988 que José Vázquez realizaría esta tarea. A pesar de que mucho de lo que se juega en la escritura de esta serie tiene una importante relación con los giros del lenguaje que se hacen en francés, esto no supone una condición para sostener que existe una lectura correcta del texto o una aproximación más cercana al sentido original.
La traducción es imposible en la medida en que ese supuesto sentido original se encuentra perdido. Sin embargo, encontramos otros dos sentidos que nos hacen sospechar que la traducción es posible: uno que deriva en propuestas que potencian una idea y la transforman y otro que implica el compartir la enseñanza. Estos dos sentidos no están separados, ambos evidencian que lo que se traduce no es información, sino una especie de impulso, un sentido que se contagia de diversas maneras. Nos encontramos pues en el oscilamiento de una (im)posibilidad.
En el primer sentido, algunas de las recepciones en filosofía política de la lectura de Capitalismo y esquizofrenia, comienzan a conformarse desde vínculos militantes y afectivos situados en el ambiente político e intelectual de 1968 y que tenían su eco en distintas partes del mundo como Italia y Brasil. Así, podemos mencionar al menos a Antonio Negri, “Bifo” y Suely Rolnik. De esta manera se sitúa un ejercicio de pensamiento sobre lo político a la vez que se forjan relaciones de amistad.
En 1977, cuando Negri huía de Italia por ser acusado de estar relacionado con las Brigadas Rojas, tomó refugio en la casa de Guattari. En su exilio en París, pudo tomar clases con Deleuze y, años después en 1990, le haría una entrevista titulada “Control y devenir”, en donde abordan discusiones sobre las consecuencias conceptuales que tuvo Mil Mesetas, así como la noción de multitud en relación con la ontología y la política. Parte de estas reflexiones sobre lo político tomaron lugar, posteriormente, en Imperio (2000) y Multitud (2004), obras que también recuperan este gesto de pensamiento colectivo al ser escritas con su amigo Michael Hardt.
En Italia, Guattari hizo amistad con Bifo, quien publicó la monografía Félix Guattari (2008), donde hace una revisión de sus ideas políticas y psicoanalíticas, dando visibilidad a sus obras escritas sin Deleuze. Y, sobre todo, narrando los movimientos de radio libre que surgían en Italia en la década de 1970 como prácticas que difundían contenidos contraculturales y luchaban contra la monopolización de los espacios para la radio. Particularmente relata la creación de “Radio Alice”, operada por Bifo y en la que participaría Guattari.
En Brasil, a principios de 1970, Guattari conoció a Suely Rolnik, de quien fue analista por un corto tiempo; escribieron juntxs Micropolítica. Cartografías del deseo (1986). Rolnik también tomó clases con Deleuze en París. La obra de esta filósofa y psicoanalista se ha posicionado como una de las referencias latinoamericanas más importantes porque realiza toda una reapropiación de las nociones de Capitalismo y esquizofrenia. Esto se ve reflejado particularmente en Esferas de la insurrección (2018), donde Rolnik da un giro decolonial a toda la propuesta psicoanalítica lacaniana, re-significando las nociones mismas del esquizoanálisis.
En México, Guattari tuvo una corta visita en 1978, cuando fue invitado a un coloquio en Cuernavaca, organizado por Sylvia Marcos. Lxs psicoanalistas que habían leído Psicoanálisis y transversalidad, traducido en 1975, habían quedado fascinados con las propuestas para poner en práctica otro tipo de clínica. De ahí que esta visita se extendiera también a la UANL en un evento organizado por Rodolfo Álvarez del Castillo y Fernando González.[6]Guattari fue quien realizó más viajes para conocer distintos movimientos sociales y políticos, así como para compartir su experiencia sobre las prácticas esquizoanalíticas que llevaba a cabo en La Borde. Sin embargo, es Deleuze quien suele ser mucho más referido en el ámbito filosófico.
Fuera de esas relaciones que se gestaron en los movimientos políticos de su tiempo, una de las críticas principales al aparato conceptual de Capitalismo y esquizofrenia fue la respuesta de Slavoj Žižek, alumno del conocido psicoanalista y editor de los seminarios de Lacan, Jacques-Alain Miller. Principalmente el “Cuerpo sin órganos” (CsO) es tomado por Žižek para darle un giro irónico en Órganos sin cuerpo(2003), y realizar una lectura lacaniana que busca criticar las consecuencias políticas que algunas nociones de esta obra conllevan, pues, según su aproximación, terminan apoyando mucho más a las lógicas capitalistas contemporáneas.
Llegamos al segundo sentido que implica la posibilidad de la traducción, aquel relacionado con la enseñanza y la forma de compartirla en los espacios de aprendizaje, este implica cuestionar las dinámicas sobre las que se sostienen las figuras de lxs aprendices y maestrxs, es decir, quién sabe y quién no sabe. Compartir la enseñanza supone realizar ese gesto donde la posición no sea de poder, o de superioridad. Esa es quizá la influencia más grande de Capitalismo y esquizofrenia, pues se presenta como una apuesta política y afectiva para la filosofía: no generar relaciones de superioridad, competencia o vigilancia en la enseñanza, en la escritura y el pensamiento. ¿Podemos imaginar un mundo sin esa pretensión del Maestro? ¿Es posible crear relaciones que vayan más allá de la dominación?
Responder esas preguntas implica crear ejercicios de lectura y acompañamiento parecidos a la amistad. La capacidad de cuestionarse a sí misma y poner en duda las certezas. Esta relación trae consigo la experimentación que es cada vez otra y que en nuestro contexto tendría que suponer un descolocamiento de la mirada, guiándonos hacia otras problemáticas y otros conceptos; básicamente generar un vínculo donde puedas equivocarte, tartamudear y decir mal desterritorialización. Compartirse desde el no saber y desde la falta de certezas. Esto implica, sobre todo, ejercer también otro tipo de escucha.
Quizá sólo puede hablarse de este acompañamiento desde la experiencia personal, en mi paso por la Filosofía pude encontrar a compañerxs que provocaron una especie de destello en la academia: Sonia Rangel en el cine; Bily López en el lenguaje; Salvador Gallardo, Guiomar Rovira y Raymundo Mier en lo político; Rosaura Martínez en la unión de la filosofía y el psicoanálisis. La traducción también es afectiva ¿no busca una traducir solo lo que le toca? Ese gesto es el que moviliza la escritura de Capitalismo y esquizofrenia y del que se siguen todas las lecturas y temarios, cursos y escrituras de quienes buscan enseñarlo.
Así como Deleuze acompañó y empujó a Guattari para que escribiera, creo que se necesitan amigxs que te ayuden a crear y establecer procesos de acompañamiento. Una forma de la amistad que hace posible decir «no entiendo». Así, lograr que la enseñanza y los espacios que esta ocupa se vuelvan un intercambio. ¿Qué es la filosofía sino pensar en relación, un acto de creación colectivo?
[1]François Dosse, Gilles Deleuze & Félix Guattari. Intersecting Lives, trad. Deborah Glassman (Nueva York: Columbia University Press, 2010), 2.
[3]Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, trad. José Vázquez Pérez (Valencia: Pre-textos, 2015), 221.
[5]Gilles Deleuze y Félix Guattari, “Mayo de 1968 nunca ocurrió,” 3-9 Mayo de 1984. https://museo-etnografico.com/pdf/puntodefuga/180509deleuzeguattari.pdf