La península desde la tercera cuerda
La lucha libre está de moda no solo por los múltiples libros, eventos culturales o series repetitivas de Netflix que hablan de los héroes y villanos de quien ama las luchas. Cuánta razón tenía Monsiváis al definir éste deporte como un desahogo colectivo, ya que tanto público como luchadores, no tienen mejor satisfacción que dejar sus penas fuera de la arena.
Pese al fanatismo, nunca hemos visto a los seres humanos atrás de la máscara; olvidamos que ellos también sufren por sus hijos o por las deudas que les genera Coppel cada mes. Los luchadores clásicos aún están entre nosotros y son pocos los que comparten sus conocimientos, tal es el caso de Manuel Rubén Cantillo Gamboa, mejor conocido como “El Espartano”. Prefirió el retiro porque necesitaba espacio y fuerza para entrenar a talentos nuevos. Su última lucha, en 2013, consolidó sus cuarenta y cinco años de trayectoria.
No existe un registro que pueda recapitular cada uno de los combates de Espartano: Lizmak, Máscara Sagrada, Blue Demon Jr, Cobarde y una lista interminable que creó una leyenda en el argot de la lucha independiente.
Espartano, como un auténtico guerrero, sigue vigente. Ahora como un maestro, revive sus épocas de gloria. El Sparta Gym se encuentra en la Jesús Carranza, uno de los barrios más antiguos de Mérida; por fuera, una reja oxidada y por dentro, el inmueble lleno de mutismo. Espartano podría ser el Dalai Lama con tanta serenidad. Ninguno de los luchadores se habla porque para ellos, la lucha no es un deporte, es una religión, y estamos en su templo; lo respetan porque la misa está en los encordados y Espartano es el sacerdote que solo da señas de lo que deben de hacer. Levanta los brazos, cierra los puños y dos jóvenes luchadores dan piruetas en medio del cuadrilátero, otro aprendiz sube al esquinero y practica lances con su compañero, quien lo espera debajo de la plataforma. El maestro no hace gestos y el silencio continúa hasta las paredes roídas que dan la bienvenida a la única escuela de lucha libre en Yucatán.
El ring está rodeado de maleza, un altar guadalupano y la casa de Espartano. El paisaje rústico sobresale en medio de una plancha de concreto. En esta escuela no importan las comodidades ni los equipos de protección. Cada uno se cuida a su manera o se acostumbra a los chingadazos.
Los alumnos entrenan dos horas de lunes a viernes, a partir de las 7 pm hasta las 9 pm. A veces se quedan más tiempo para comentar las luchas de la semana y platicar sobre sus proyectos viables, pero esto no siempre sucede. Depende de los ánimos del silencioso Espartano.
El óxido del inmueble y la madera roída del ring son los pilares para crear a los personajes que desean ser. No son necesarios los lujos ni las colchonetas buenas para forjar a los luchadores extraordinarios; entre más precario, mayor será el esfuerzo para no padecer en el futuro, o al menos eso comenta Guerrero Espartano, abogado de profesión y luchador por convicción. El hijo de Espartano es quien carga con el legado, y quiere llegar más lejos que su generación y su padre. Por ello, es uno de los luchadores yucatecos más relevantes del momento; ha participado con personalidades de la talla de Carístico, El Valiente y la Generación Dinamita.
La máscara de Guerrero Espartano: negra con matices rojos, marca la rudeza y seriedad necesaria para subirse al trapecio. Su cuerpo es una torre de músculos, pero no por ello carece de sensibilidad: tiene tatuados a sus hijos en los brazos. Conoce los motivos por los que lucha; en cada llaveo o contralona, solo tiene que recordarlos y así evitar rendirse no solo en la lucha, sino en la vida. No obstante, hay una pregunta que siempre pesa:
¿Por qué lucha?
Por un sueño que tuve desde pequeño y problemas familiares. El entrenamiento me motiva a olvidar mi pasado.
¿Cuál fue la primera lucha que te motivó a iniciar este oficio?
Tenía cinco años, fui con mi papá al Poliforum Zamná para ver al Hijo del Santo y a Blue Demon Jr. Como era la pelea estelar, abrieron la reja y los niños entremos a ver la lucha; al pasar, un tipo le dio veinte pesos a mi padre y le dijo: “Pa´ tu caguama”. Aunque yo era pequeño, entendí la humillación que le quisieron hacer a mi papá. Le prometí que un día me iría a ver como un luchador profesional, que no tendría que seguir pasando por esto. Afortunadamente lo hice y ayudé a mi padre a superar la bebida. He luchado con grandes luchadores como Dragón Lee o Carístico. La mirada de mi padre me llena de orgullo y vale más que todas mis luchas.
¿Quién es Guerrero Espartano fuera del ring?
Soy abogado de profesión y cuando me quito la máscara soy otra persona. En el ring soy rudo y en la vida diaria soy técnico, porque lucho por el respeto a las leyes, trato de llevar a cabo la justicia. No tengo un conflicto en separar mi vida alterna y este personaje que amo. Mi profesión es mi entrenamiento y también se pierde.
La escena gris del cuadrilátero y la nula interacción verbal, fueron fundamentales para saber sobre el tipo de disciplina a la que están acostumbrados con Espartano. Todos muy bien entrenados, aplicaron algunas llaves como parte de los ejercicios. Al platicar con los estudiantes, confesaron que esto lo hacen por pasión, sin esperar nada en el futuro, de manera similar a quienes entrenan en un club de futbol y juegan los domingos un partido. Cada luchador compite por el equipo que hay en casa y muchas de sus emociones se quedan en los vestidores. No se permiten interrupciones desde la tercera cuerda. Su mente se concentra en el lance.
Mr. Voltio pertenece a una generación que ha practicado diversos tipos de luchas, incluso participó en las extremas, pero no le gustó ya que él prefiere lo clásico, tal como en los tiempos del Cavernario Galindo, Huracán Ramírez o El Santo.
De una estatura mediana y una máscara negra con un rayo rojo entre los ojos, Mr. Voltio expresa la satisfacción de tener logros dentro y fuera de Yucatán. Él es uno de los pocos que lo han logrado; sin embargo, el sureste está lejos de ser visto como una cuna de luchadores emblemáticos. El centralismo no permite ver a los exponentes como Mr. voltio.
¿Cómo fue tu acercamiento con la lucha?
Tenía veinte años cuando inicié en la lucha libre, antes era boxeador y amaba los golpes. Mi amor por el deporte no estaba en el box, lo supe desde que me vi en el espejo como un luchador. Mi papá me llevó a la lucha a los diez años, y aún lo agradezco.
¿Qué le pasó a la lucha libre en Yucatán?
Me costó dos años para tener mi licencia, entrenaba por cuatro horas diarias y ahora me enoja que gente sin preparación se suba a un ring. Yo soy un luchador duro, incluso practiqué algunas veces lucha extrema, aunque no me gustaba. Para mí no hay obstáculos y me lo permito porque he sufrido para llegar a donde estoy. Me molesta que gente sin disciplina no mida el peligro y se atreva a subirse a un ring; he luchado con gente así y realmente es penoso. En Yucatán tenemos grandes luchadores y somos pocos los que tratamos de hacer una mejor lucha libre.
¿Qué es un cuadrilátero para ti?
En un ring olvido todo, con mi máscara me transformo. Aunque mucha gente diga que es faramalla, estoy seguro que muchos no se subirían conmigo por tres minutos. Sé que este es mi deporte y no dejaré de hacerlo. Lo supe desde que vi por primera vez una máscara de Huracán Ramírez y quise ser como él. Aún estoy muy lejos de serlo.
Mercurio es uno de los luchadores más jóvenes del elenco de Espartano, con apenas 23 años mantiene el sueño de algún día poder luchar en la Arena México. Apenas cumple un año como luchador profesional y su máscara blanca con una cruz azul es una de las más recientes en el pancracio yucateco. Mercurio confiesa que su familia evita verlo luchar; la tensión de las fracturas o una muerte es inquietante para sus padres. A sabiendas que este deporte es un pasatiempo, Mercurio lo toma con seriedad, y el dinero que recibe como trabajador del ayuntamiento lo invierte para sembrar una trayectoria. La edad aún lo mantiene en joven promesa.
¿Por qué la lucha libre?
A los doce años fue mi primer acercamiento, vinieron Intocable y Blue Demon. Me gustó el ambiente, me sentí desestresado. Procesé durante mucho tiempo esto para dedicarme a la lucha, y no me arrepiento. A pesar de las lesiones o el cansancio que tenga, siempre busco el instante para venir a entrenar. Mi familia se preocupa porque tiene miedo de que me muera en el cuadrilátero, pero es un riesgo que he decidido aceptar y no lo voy a cambiar por nada.
¿Cuál es el sueño que persigues?
Estar en la catedral de la lucha libre (Arena México) y así poder aprender de los luchadores más importantes del país, como Negro Casas, Atlantis o el mismo Carístico. Yucatán es una capilla de lucha libre y solo unos cuantos venimos a rezar.
¿Cómo vive la familia de un luchador?
Yo no vivo de la lucha porque no es redituable, lo hago por amor a la máscara. Tengo otros trabajos y así trato de mantener a mi familia. A veces lucho cansado porque tengo que desempeñar otras actividades. Yo trabajo en el ayuntamiento como un Godínez, espero la hora de salida para irme a entrenar o disfrutar a mi familia. Cuando la gente me aplaude, olvido el cansancio y disfruto el momento con el compañero que me corresponda trabajar.
En medio de la maleza, Espartano tomó una silla de coca cola y se sentó para repasar sus grandes batallas, lesiones, frustraciones y peleas épicas de su emblemática trayectoria:
¿Cuál es el recuerdo más glorioso de su trayectoria?
En la Ciudad de México contra Lobo Rubio. Fue una de las más importantes y emotivas que tuve, sentía la adrenalina que se salía de mi pecho, no logré conectar mis pensamientos con los gritos y aplausos de la gente.
¿Cuál fue su peor lucha?
En mis cuarenta y cinco años de trayectoria, recuerdo las dos veces que me cortaron la cabellera. Es una humillación tan grande que nunca sabré explicarlo. Mi reputación estuvo dañada mucho tiempo, sin embargo, nunca me entregué por completo a la derrota. Y este es un tema que lo tengo bien enterrado, así iré olvidando poco a poco.
¿Cómo ha sido la historia de este gimnasio?
Ha sido muy larga, este es el segundo gimnasio que tengo, el otro lo cerré por problemas económicos. Tuve que ir a la Ciudad de México para registrar este gimnasio y quienes estamos acá nos sentimos apasionados. A todos los luchadores de Mérida, yo los entrené. Yo me forjé solo, toqué las puertas que quise y nadie me ayudó.
¿Cuál cree que sea la deficiencia de la lucha libre actual?
En México les permiten luchar en menos de seis meses, no tardan en darles su licencia y se suben hacer el ridículo. Me da vergüenza que hagan eso, he dedicado mi vida a la lucha para ver a esta clase de gente. Mi escuela es reconocida, y muchos luchadores me piden carta para su licencia, yo solo se las concedo cuando realmente valen la pena. Me doy cuenta cuando un luchador no sabe nada desde que se sube al ring y veo cómo camina. Algo elemental en la lucha libre es la toma del referee; hoy en día ya no se practica y esto es elemental para iniciar un combate, pues de esta manera se hacen los derribes. Ahora importa más el show y lances que muchas veces se ven espantosos. También no hay maestros que enseñen, solo aprenden de lo que ven en la televisión. Primero hay que aprender a caminar y luego a volar.
¿Cuál es el recuerdo más triste que conserva en la lucha libre?
Cuando me fracturé el cuello y las vértebras. Creí que hasta ahí había llegado, sentía la heladez. Era 1988, y los médicos no me daban buenas noticias, veían imposible que volviera a los encordados, pero con disciplina y fe, logré sanar para poder levantarme.
¿Qué sigue para Espartano?
Ahora lucho con la comisión de box y lucha, trato de que nosotros tengamos apoyos de seguro y nos amparen legalmente; muchos compañeros se siguen accidentando y los promotores no quieren pagar nada. Entregamos todo para que nos pateen los promotores y no se vale. Por otra parte, me dedico a sanar las lesiones que me dejaron la lucha y la vida. Ambos tardan en sanar ya que duelen casi igual.
Hoy en día Mérida tiene una plaza de lucha libre y poco a poco salen más talentos, a pesar de que esta sea la única escuela de lucha libre. Recientemente se estrenó la empresa Mayan Wrestling y los luchadores del sureste unirán fuerzas para favorecer la escena independiente.
Sparta Gym de Espartano, nos demostró que los sueños se construyen entre la maleza y el piso de concreto.