La lengua, compañera del imperio
Esta [lengua castellana] hasta nuestra edad anduvo suelta, y fuera de regla, y a esta causa a recebido en pocos siglos muchas mudanças; por que si la queremos cotejar con la de oi a quinientos años, hallaremos tanta diferencia y diversidad cuanta puede ser maior entre dos lenguas. I por que mi pensamiento y gana siempre fue engrandecer las cosas de nuestra nación, y dar a los ombres de mi lengua obras en que mejor puedan emplear su ocio, que agora lo gastan leiendo novelas o istorias embueltas en mil mentiras y errores, acordé ante todas las otras cosas reduzir en artificio este nuestro lenguaje castellano, para que lo que agora y de aquí adelante en él se escriviere pueda quedar en un tenor, y estender se en toda la duración de los tiempos que están por venir. Como vemos que se a hecho en la lengua griega y latina, las cuales por aver estado debaxo de arte, aun que sobre ellas an passado muchos siglos, toda vía quedan en una uniformidad.
Antonio de Nebrija, Gramática de la lengua castellana, 1492
El español cuenta en la actualidad con 489 millones de hablantes nativos, es decir, que puedo comunicarme casi sin problemas con todas esas personas, a las cuales puedo encontrar a lo largo del orbe, sobre todo en América Latina. Pero esta situación no era así hace más de medio milenio, al finalizar el siglo XV, la lengua del reino de Castilla ni siquiera era hablada por los aproximadamente 4 millones trescientos mil habitantes de ese reino, pero los acontecimientos que se dieron en ese momento fueron los que hicieron que el castellano se convirtiera en el español que hoy hablamos —proceso que está innegablemente enmarcado en la expansión europea por el resto del orbe—.
1492 es un hito para el mundo moderno, sobre todo porque ese año Cristóbal Colón llegó al Caribe y reclamó para la reina Isabel ese territorio, dando inició al proceso de colonización que era desconocido para el resto del planeta. No es casual que la nación contemporánea de España conmemore su fiesta nacional el 12 de octubre, en celebración del arribo del genovés a unas islas que él pensó eran la India.
Para la gente que vivía en los reinos de Isabel y Fernando la llegada de ese genovés a unas islas del otro lado de la mar océano poco les importaba y no pasó de ser la noticia de una curiosidad que supieron hasta el siguiente año. 1492, en cambio, fue un año que vivieron cambios dramáticos, por un lado, comenzó nada menos que con la toma de Granada el 6 de enero. El último bastión del islam había caído. Y por el otro se decretó la expulsión de los judíos, que se ordenó en marzo y se cumplió en agosto. A partir de ese año había un solo monarca y religión. Aunque no así una sola lengua, en los reinos de Isabel el castellano era el más hablado, pero también se hablaban asturleonés, gallego, vasco y árabe andalusí.
Es en ese marco en el que se inserta otro de los acontecimientos por los que ese 1492 es recordado, la publicación de la Gramática de la lengua castellana de Elio Antonio de Nebrija. Considerada la primera de su tipo de una lengua vernácula europea —José Antonio Millán, biógrafo del gramático en su obra atenúa esa afirmación, al apuntar que fue la primera de su tipo impresa y que tuvo influencia en otras obras de su tipo, señala que antes de 1492 hubo una gramática del toscano, pero que permaneció inédita—.
Elio Antonio de Nebrija fue un sevillano nacido en Lebrija, comunidad de la que toma su nombre (Nebrissa Veneria fue el nombre que tuvo su comunidad durante el dominio romano); en su tierra habitó la gens Aelia, a la que pertenecieron tanto Trajano como Adriano, por lo que no era infrecuente encontrar estelas y piedras con ese nombre en su comunidad, de ahí que lo tomará para añadirlo como preanomen, al estilo romano —como él mismo reconoció—. Hijo de una familia con tierras que les permitió enviar a uno de sus hijos a estudiar a Salamanca; sus padres Juan Martínez de Cala y Catalina Martínez de Jarana, aunque sin nobleza gozaba de consideración en su comunidad. Antes de tomar nombre es probable que se le conociera como Antonio Martínez de Cala o Martínez de Jarana, pero la reforma que estandarizó los apellidos todavía le faltaba seis décadas para ponerse en vigor en 1444 cuando él nació —en su época y todavía después de la reforma del cardenal Cisneros, era común que las personas asumieran de apelativo el lugar de origen, como él lo hizo; ya en su estancia estudiantil en Salamanca comenzó a firmar como Antonio de Lebrija—. Al terminar sus estudios como bachiller se encaminó a Bolonia, a donde fue becado por el colegio de San Clemente de los Españoles, en donde residió mientras hizo sus estudios entre 1465 y 1470. Ahí adquirió una formación humanista, en la que buscaba limpiar el latín y acercarlo a cómo fue en la época clásica, no pocas de sus obras son reflejo de ello, tanto la Gramática como diccionarios de Español-latín y de Latín-español lo reflejan así como guías para el aprendizaje del latín; en su estancia italiana también aprendió griego y hebreo, conocimiento que más tarde utilizaría para la traducción de la biblia.
Por que si otro tanto en nuestra lengua no se haze como en aquéllas, en vano vuestros cronistas y estoriadores escriven y encomiendan a inmortalidad la memoria de vuestros loables hechos, y nos otros tentamos de passar en castellano las cosas peregrinas y estrañas, pues que aqueste no puede ser sino negocio de pocos años. I será necessaria una de dos cosas: o que la memoria de vuestras hazañas perezca con la lengua; o que ande peregrinando por las naciones estrangeras, pues que no tiene propria casa en que pueda morar.
Antonio de Nebrija, Gramática de la lengua castellana, 1492.
¿En qué consiste la importancia de la Gramática de Nebrija? No es sólo que haya sido la primera en su tipo, un mérito casi anecdótico, sino que tuvo más implicaciones. Para empezar, la duda sobre su valor ya en su época se manifestaba. Las gramáticas eran para entender y aprender lenguas de las que no quedaban hablantes nativos (el latín y el griego; Nebrija había escrito un par de este tipo de obras para el latín), pero el español se aprendía desde la cuna. Fue esa la duda que la reina Isabel le planteó a finales 1486 (o principios de 1487) cuando él, por instancias del confesor de la reina, fray Hernando de Talavera, le presentó un adelanto de la Gramática —los reyes se detuvieron en Salamanca en su camino a Santiago para que los expertos de la universidad analizaran la pertinencia o no del viaje de Cristóbal Colón; en esa audiencia no participó Nebrija, aunque el tema no le debió ser indiferente, como buen humanista del Renacimiento sus temas de interés eran muy variados y entre ellos estaba la cosmografía—. A la duda real contestó el confesor que había propiciado la reunión: Respondiendo por mí [cuenta Nebrija] dijo que, después que Vuestra Alteza metiese debajo de su yugo muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas, y con el vencimiento aquellos ternían necesidad de recebir las leyes que el vencedor pone al vencido, y con ellas nuestra lengua, entonces por esta mi Arte podrían venir en el conocimiento de ella, como agora nosotros deprendemos [‘aprendemos’] el arte de la gramática latina para deprender el latín. Y cierto así es que no solamente los enemigos de nuestra fe, que tienen ya necesidad de saber el lenguaje castellano, mas los vizcaínos, navarros, franceses, italianos y todos los otros que tienen algún trato y conversación en España y necesidad de nuestra lengua, si no vienen desde niños a la deprender por uso, podrán la más aína [‘fácilmente’] saber por esta mi obra.
Henry Kamen, el historiador británico que se ha especializado en el periodo imperial hispano, inicia Empire, How Spain Became a World Power, con la respuesta de Talavera a la reina, señalando la importancia que la lengua tendrá en la conformación del imperio. Ecos de esa respuesta son los que el gramático establece en el famoso prólogo de su Gramática: la lengua fue compañera del imperio.
No nos llamemos a engaño, ni cuando Talavera habla de imperio, ni cuando lo hace Nebrija, lo hacen pensando en lo que terminó siendo la poderosa España de los Austrias, que empezó a configurarse en las primeras décadas del siglo XVI y a partir del reinado de Carlos V (primero de España). Mientras escribía la Gramática Granada todavía no había caído, Navarra todavía no era integrada a las posesiones de los reyes; ni la reina Isabel, ni el rey Fernando tenían un dominio completo de sus territorios, luego de las guerras civiles que enfrentaron al ser coronados, al alcanzar la paz tuvieron que negociar con los nobles y la iglesia para mantener su poder; no eran los monarcas absolutistas cuya palabra era ley de siglos posteriores, sino monarcas medievales cuyo poder, aunque de origen divino debía ser confirmado por las cortes (conformadas por los nobles y jerarcas eclesiásticos); mucha de la labor del reinado de Isabel y Fernando consistió en concentrar poder en sus figuras y sentar las bases de lo que sería más tarde el imperio español —es en ese panorama que se enmarca tanto la toma de Granada como la expulsión de los judíos y la creación de la Inquisición española, así como la labor propagandística que los embajadores de los reyes llevaban a cabo en otros reinos—.
Nebrija pensaba en el imperio con nostalgia al evocar el imperio romano, del cual consideraba a Castilla su heredera, pero con las limitantes que se han señalado; pero también, al utilizar ese vocablo lo hacía como Alfonso VI cuando fue proclamado Imperator totius Hispaniae, un título más honorífico que real: entendía el imperio más en un sentido simbólico. Sin embargo, las políticas de la reina a la que dedica su Gramática estaban sentando las bases para que ese imperio fuera real y su dominio se extendiera por toda la península y hasta territorios que nadie sospechaba existieran.
[…] io quise echar la primera piedra, y hazer en nuestra lengua lo que Zenodoto en la griega y Crates en la latina. Los cuales aun que fueron vencidos de los que después dellos escrivieron, a lo menos fue aquella su gloria, y será nuestra, que fuemos los primeros inventores de obra tan necessaria. Lo cual hezimos en el tiempo más oportuno que nunca fue hasta aquí, por estar ia nuestra lengua tanto en la cumbre, que más se puede temer el decendimiento della que esperar la subida.
Antonio de Nebrija, Gramática de la lengua castellana, 1492.
A diferencia de otras obras de Nebrija la Gramática no conoció otra edición más que la de 1492, ello no significa que no tuviera impacto y que algunos de los planteamientos que en ella se hacen repercutieran hasta nuestros días. Ahí está, por ejemplo, el orden alfabético de las letras en español —con la posición que ocupa la ñ después de la n, o de los dígrafos que formaban parte del alfabeto hasta hace poco (la ch después de la c y la ll después de la l)—. Otro de sus planteamientos fue que la ortografía fuera lo más cercana a la forma hablada, aunque sobre este punto importaba más el criterio de los impresores y no hubo uniformidad hasta que en el siglo XVIII se creó la Real Academia de la Lengua, la cual priorizó la etimología a la hora de establecer la ortografía.
A ese respecto Millán apunta: Los principios ortográficos de la Gramática, prolongados en De vi ac potestate literarum (reimpreso con las Introductiones [otra de las obras nebrisenses] a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII), y en la Ortografía, reaparecieron por un ángulo insospechado: las gramáticas de las lenguas indígenas que compilaron los misioneros en el Nuevo Mundo. Quienes intentaron la descripción de esas lenguas –nunca antes escritas– siguieron el principio que utilizó Nebrija para el evolucionado castellano de su época: mantener las letras que sonaban igual que en el latín, y permitir innovaciones para las diferentes.
Esa influencia no se limitó al ámbito hispánico y a su avance por los territorios que en integraban a la corona en su proyecto de expansión colonial. Así, otra vez Millán, apunta: Como sabemos, su Gramática sobre la lengua castellana (1492) nunca se reimprimió, hasta el siglo XVIII. Sin embargo, su impulso influyó en las gramáticas de otras lenguas vulgares europeas: italiano (1516), francés (1530), alemán (1534), portugués (1536), neerlandés (1584) e inglés (1586). Sólo aparecieron nuevas gramáticas castellanas en 1614 (debida a Jiménez Patón) y en 1626 (Gonzalo Correas).
Cuando bien comigo pienso, mui esclarecida Reina, i pongo delante los ojos el antigiiedad de todas las cosas, que para nuestra recordación y memoria quedaron escriptas, una cosa hállo y: saco por conclusión mui cierta: que siempre la lengua fue compañera del imperio; y de tal manera lo siguió, que junta mente començaron, crecieron y florecieron, y después junta fue la caida de entrambos.
Antonio de Nebrija, Gramática de la lengua castellana, 1492.
En 1522 falleció el catedrático Antonio de Nebrija, luego de haber sido protegido de personajes como el obispo Fonseca, fray Hernando de Talavera, la misma reina Isabel y el cardenal Cisneros, haber conocido el éxito con la venta de sus obras y haber dado clases tanto en Salamanca como en la recién fundada Universidad de Alcalá.
A medio milenio, los quinientos años que él vaticina en el prólogo de su Gramática, la obra de Nebrija sigue siendo pertinente. Un pensador que se opuso a la cerrazón intelectual que habría de imperar en su cara España tras su muerte y que, ya en vida lo acorraló y persiguió. Se salvó en 1505 de ser procesado por la inquisición porque era protegido del cardenal Cisneros, a la sazón regente de Castilla, sobre ese momento y las circunstancias Nebrija escribió: Si me acomodara a la actitud de mis amigos y empleara mis vigilias en las fábulas y ficciones de los poetas, si me dedicara a escribir historias y, como dice el poeta, todo lo viera de color de rosas, me querrían bien, me alabarían, me darían mil parabienes. Pero como […] investigo en la tierra aquellas cosas cuyo conocimiento persevera en el cielo, me llaman temerario, sacrílego y falsario y no falta nada para que […] me hagan comparecer ante los jueces cargado de cadenas […]. ¿Qué hacer en un país donde se premia a los que corrompen las sagradas letras y, al contrario, los que corrigen lo defectuoso, restituyen lo falsificado y enmiendan lo falso y erróneo se ven infamados y anatematizados y aun condenados a muerte indigna si tratan de defender su manera de pensar?
Años más tarde, cuando perdió ante otro catedrático la oposición para una plaza en Salamanca, su protector, el cardenal Cisneros, le ofreció un espacio en la recién construida Universidad de Alcalá, ante lo cual hizo la siguiente recomendación: para que leyese lo que él quisiese y si no quisiese leer que no leyese[, puesto que] esto no se lo mandaba dar porque trabajase, sino por pagarle lo que le debía España. Para el cardenal, el hombre más poderoso en Castilla, sólo por detrás del rey Fernando, sus reinos le debían mucho al catedrático.
En 1492 los hablantes de la lengua que hoy llamamos español eran unos cuantos millones repartidos en el centro de la península ibérica, apenas había llegado a las islas Canarias y de la mano de Colón acababa de alcanzar el Caribe. En los siguientes decenios y siglos la lengua fue avanzando por lo que terminó por llamarse América, pero también por el sureste asiático y por las costas africanas. Ese proceso de expansión de la lengua fue el proceso de expansión del imperio y en tanto a tal no estuvo exento de violencia.
Por supuesto que hay que atenuar. Por ejemplo, con la caída de Tenochtitlan no se impuso el español ni siquiera en el Valle de México, al contrario, durante gran parte de la colonia fue el náhuatl, antes que la lengua de los conquistadores, la lengua franca de la Nueva España, principalmente por los aliados tlaxcaltecas. Se estima que para el momento en el que inicia el movimiento de independencia el 60 % de la población era indígena, lo que, puesto en otras palabras, significa que menos de la mitad de la población tenía al español como su lengua materna —el proyecto independentista priorizó el español sobre cualquier otra lengua, tanto que se pasó del 60% a ser el 10% la población indígena en nuestros días.
La diversidad lingüística se vio disminuida a lo largo de los territorios sobre los que el imperio español fue avanzando. Como aseveró Nebrija: siempre la lengua fue compañera del imperio, cómo se vio con el impulso del español —y los miles de idiomas que perecieron en su avance— si no con el latín y el griego, como él sabía, si no con muchos otros idiomas que, se expandieron a la par de la cultura dominante. Así, por ejemplo, el ancestro de las lenguas indo-europeas (el proto-indo-europeo, PIE) se expandió desde las estepas pónticas por toda Eurasia, desde la península ibérica al oeste hasta la cuenca del Tarim al este y desde la península candinava al norte hasta el subcontinente Indio al sur, gracias al dominio del caballo y las tecnologías vinculadas a él que tenían los hablantes del PIE. Por supuesto que el avance de una lengua no implica necesariamente el dominio de un grupo sobre otro, a veces es el prestigio de una lengua el que permite su avance, lo cual ocurrió sin duda con el español —al lado, es innegable, del dominio y el uso de la fuerza— y, muchas veces, ese prestigio se adquiere porque el grupo posee la capacidad de imponerse.
Hoy me es posible comunicarme con esta lengua, mi lengua nativa, la lengua con la que estoy escribiendo estas líneas, con más de quinientos millones de personas —si consideramos a las personas que, sin ser hablantes nativos, han adquirido la lengua—, pero al reflexionarlo tampoco puedo evitar el pensamiento de la lengua compañera del imperio; todo lo que implicó de violencias para que hoy seamos 489 millones de personas que recibimos como primer idioma al español.
Bibliografía:
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Henry Kamen, Empire, How Spain Became A World Power 1492-1763, Perennial, 2003
Henry Kamen, La inquisición española, Crítica, Barcelona, 2013
José Antonio Millán, Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad, Galaxia Gutemberg, 2022
Antonio de Nebrija, Gramática sobre la lengua castellana, Elajandria.com
Joseph Pérez, Cisneros, el cardenal de España, Penguin Random House, 2014
Joseph Pérez, Los Judíos en España, Marcial Pons, España, 2005
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Los indígenas y el movimiento de Independencia, Gisela von Wobeser, Estudios de cultura Náhuatl No. 42, agosto de 2011
El español, una lengua que hablan 580 millones de personas, 15 de octubre de 2019 Instituto Cervantes:
https://www.cervantes.es/sobre_instituto_cervantes/prensa/2019/noticias/presentacion_anuario_madrid.htm#:~:text=Un%20total%20de%20580%20millones,mundo%20por%20número%20de%20hablantes.