Tierra Adentro
Un tanque de batalla principal soviético T-62M blindado, del regimiento de tanques “Berlín”, 5ª División de Fusileros Motorizados de la Guardia, que abandona Afganistán como parte de la retirada publicitada anunciada por Gorbachov en Vladivostok.

Con la reciente retirada del ejército estadounidense de Kabul el 30 de agosto pasado, el tiempo se quedó corto para cumplirse 20 años completos de invasión y ocupación en Afganistán, no obstante, es preciso hacer un recuento histórico nacional que nos permita elaborar una explicación tentativa del porqué campañas militares en el país, han supuesto por un lado el declive y desintegración de algunas potencias militares de carácter naval o terrestre. Pero, por otro lado, la reafirmación de un grupo al mando de aquella nación de Asia Central, y un cierto grado de cohesión social popular por medio del nacionalismo, el islamismo militante posmoderno, el temor por medio de las armas o una cohesión de las tres.

Esto último será uno de los principales objetivos del texto para dilucidar, y ello también para darle una lectura nueva al conflicto, e insertarlo dentro de dinámicas más amplias y distintas a las que se presentan en los medios de comunicación o en la academia desde sus inicios a finales del turbulento 2001.

 

Afganistán preislámico: 3000 a. C – 637

Existen pocos datos al respecto, sin embargo, uno de los primeros imperios de la antigüedad en tener el control territorial de lo que hoy se conoce como Afganistán sería el Aqueménide persa entre 550 y 331 a.C, el cual sería absorbido y sustituido por el imperio Heleno y luego Seléucida1 entre 330 y 250 a. C, sin embargo, desde el 250 a. C y hasta el 637, su control volvería de nuevo a la esfera Persa con el crecimiento del nuevo Imperio Persa Sasánida, el cual posterior al advenimiento de las enseñanzas de Mahoma en todo Medio Oriente y sus posteriores impulsos políticos religiosos, tomaría un nuevo enfoque al ser incorporado dentro del Califato Rashidún en el Imperio Islámico.

Afganistán Islámico: 637-1504

Luego del declive del Califato Rashidún, el Califato Abasida mantuvo control sobre el país hasta principios del S. XIII, pues con la intempestiva irrupción del Imperio Mongol (1206-1368) el territorio pasaría a tener un nuevo dueño distinto al tradicional (persa). Con la fragmentación y expansión independiente de las diversas ramas del Imperio Mongol (Ilkhanato, Khanato de Chagatai, Dinastía Yuan en China y la Horda de Oro),  a finales del S. XIII, un nuevo descendiente de Genghis Khan, Tamerlán o Timur, se encargaría de controlar todo el territorio afgano entre 1370 y 1504, pero su declive sería aprovechado a principios del S. XVI por la nueva dinastía Safávida del Imperio Persa Islámico para incorporarlo de manera parcial a su territorio, pues algunos descendientes posteriores de Tamerlán ya habían desarrollado y expandido un nuevo imperio en la India, y ya había acrecentado sus fronteras de manera compartida en Afganistán junto con los Safávidas, nos referimos con ello al Imperio Mogol (1526-1857).

Como último punto, es preciso notar que aquí incorporamos tanto a los califatos como al Imperio Mongol como a sus sucesivas configuraciones  pertenecientes al Islam, pues desde la primera fragmentación de este último, los gobernantes timúridas, safávidas e inclusive mogoles, adoptarían de manera oficial y mayoritaria la religión musulmana y en algunos casos regirían sus aparatos legales administrativos con los preceptos derivados de esta religión (por medio de la Sharia, el Corán o Hadith 2 entre otros).

 

Primera influencia bipolar en Afganistán y consolidación: 1504-1826

Con la influencia dividida entre la esfera Safávida (noroeste de Afganistán) y Mogola (sureste de Afganistán), se comienza a dar una configuración propia de carácter social y nacional, pues la tribu Abdali (una de las múltiples que habitaban el territorio) comienza a unificar poco a poco a las demás bajo su poder, y aprovechando la disminución del poderío de ambos imperios que los controlaban en el S. XVIII, fundaría la primera dinastía real de Afganistán, la Durrani 3, que gobernaría el país por medio de un Imperio entre 1747 y 1823 y brevemente entre 1839 y 1842, pues sería apuntalada con ayuda británica en la Primera Guerra Afgano-Británica (1839-1842) pero al poco tiempo sería derrotada una vez más por una dinastía que previamente conservaba el control nacional, la Bakzárida o Muhammadzais que gobernaría el país primero como Emirato y luego como Reino hasta 1973.

Al igual que en muchas partes del mundo, con la ayuda de la Dinastía Durrani, se pudo consolidar una esencia nacional propia y los primeros cimientos de un Estado-nación afgano, sin embargo, el país se vería una vez más amenazado por la expansión territorial e imperial de dos nuevos poderes, el Ruso y el Británico, quienes desde principios del S. XIX comenzarían a expandirse uno de norte a sur de Eurasia, y otro de manera opuesta hasta llegar a un choque frontal de intereses y controles llamado “El Gran Juego”.

 

Afganistán en el Gran Juego: 1829-1919

Puesto que en toda la india, había comenzado el periodo de gobierno del Raj (gobierno en hindi) Británico (1858-1947), el primer punto que interesó a Londres fue asegurar el control en dicho territorio, pero también asegurar la periferia en Asia Central y el Sureste de Asia, en el caso de la primera zona, Afganistán entraría en choque directo con sus intereses, pues la dinastía Durrani trató de establecer independencia de esta potencia, pero también se encontraría a merced de la cada vez más cercana presión expansionista del Imperio Ruso en Asia central.

Como ya mencionamos, esta dinámica de enfrentamiento y negociación entre ambos imperios por el control y la estabilidad en la región, en la cual quedaba atravesado Afganistán se llamó el gran juego, y de aquella podemos notar eventos importantes como la Primera Guerra Afgano-Británica (1839-1842) que infringiría una derrota significativa a uno de las potencias militares de la época; la Segunda Guerra (1878-1880) en la cual el lado británico prevalecería y tomaría control de zonas afganas en el norte y sureste del territorio con el Tratado de Gandamak; y la Tercera Guerra (6 mayo-8 agosto 1919) que finalizaría con el Tratado de Rawalpindi, el cual reconocía la independencia formal del Emirato de Afganistán.

Sustancial a aquellos conflictos, dicho gran juego encontraría una solución momentánea entre 1907 y 1917, pues con la Convención Anglo-Rusa de 1907, se delimitaban las áreas de influencia de ambos imperios en Asia Central y se determinaba la influencia inglesa en Afganistán, sin embargo, al triunfo de la Revolución Rusa y su posterior guerra civil (1917-1927) la dinámica del Gran Juego se reactivaría, esta vez no solamente por temores expansionistas soviéticos, sino también por temores ideológicos ingleses hacia el socialismo ruso en pleno auge.

Un aspecto positivo al final de este periodo para el gobierno de Afganistán fue el carácter de neutralidad que supo mantener durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), lo cual fue sin duda un punto de encuentro y aminoramiento de tensiones con el Reino Unido, y que sería evidente con la firma del Tratado de Rawalpindi en 1919 que dotaba de reconocimiento e independencia a Afganistán y le daría considerable estabilidad política al menos hasta 1973, aunque esto no quiere decir que los problemas indirectos de enfrentamiento de las grandes potencias se habían acabado.

 

Afganistán independiente y el nuevo Gran Juego: 1919-1973

Entre 1919 y 1945, Afganistán pudo como Emirato (1919-1926) y luego como Reino (1926-1973) manejar durante los primeros estadios del enfrentamiento bipolar de la Guerra Fría y de la Segunda Guerra Mundial un carácter de neutralidad y de aprovechamiento de las ventajas que ofrecían las potencias triunfadoras una vez que aquel gran conflicto terminó, y así, la cooperación económica o militar que pudieran ofrecer tanto EEUU como la URSS fue usada para comenzar un periodo de modernización en el país.

Desafortunadamente, una vez más la dinámica externa de enfrentamiento característico de la Guerra Fría hizo impacto directo en Afganistán, pues la influencia soviética en el país se hacia cada vez más fuerte entrada la segunda mitad del S. XX y llegaría al punto de apoyar indirectamente el Golpe de Estado de 1973 operado por Daoud Khan que traería a la luz la República Afgana (1973-1978) con tal de estrechar los lazos e incorporar al país dentro de su órbita de influencia.

Afganistán Republicano: 1973-1992

Con la nueva República establecida por Daoud, los resultados fueron poco halagüeños para la población afgana, pues los objetivos económicos contrastaban con el carácter autocrático y represivo del régimen, incluso este fue más allá y firmaría su sentencia de muerte al expulsar a consejeros militares y económicos soviéticos del país, así como el distanciamiento interno con el Partido Popular Democrático de Afganistán, que posteriormente se encargaría de orquestar junto con ayuda militar nacional y soviética el derrocamiento del régimen de Daoud en 1978.

Así, el país transitaba un nuevo periodo de inestabilidad y poco crecimiento iniciado en 1973 con la proclamación de la República Democrática Popular de Afganistán (1978-1992), y las cosas no serían diferentes, pues entre 1978 y 1979 luchas internas obstaculizarían diversos proyectos nacionales de reforma, al punto de intervenir directamente la URSS para eliminar a uno de los líderes, Hafizullah Amín y reemplazarlo por uno más afín a sus intereses, Babrak Karmal, que trataría de implementar diversas reformas de modernización e inclusión política y social (voto femenino, multipartidismo, educación pública entre otras).

Desafortunadamente, las cosas no mejorarían, pues de manera paralela, una fuerza insurgente, los Mujahidines, financiados y creados en gran mayoría por EEUU para prevenir el triunfo de un gobierno afín a la URSS en Asia Central, comenzarían a organizar una ofensiva militar abierta contra el gobienro de Karmal, al punto que para mantener la viabilidad de su proyecto político con vida, Moscú tendría que intervenir de manera directa en una campaña militar con resultados negativos para el gobierno nacional como para una potencia económica y militar como la URSS en franco proceso de declive y desintegración.

Una vez operada la salida soviética a principios de 1989, el gobierno liderado por Mohammed Najbullah trató de operar últimas medidas para salvar la República, en 1990 entró en vigor una nueva constitución y se mantenía la superioridad militar abierta frente a los Mujahidines, desgraciadamente, nuevas rencillas internas por el poder, la pérdida de territorio periférico a las grandes ciudades a manos de los insurgentes islamistas y la disolución de la URSS en 1991 hizo tambalear y colapsar al gobierno estatal en 1992.

 

Ascenso del Talibán: 1992-2001

Entre 1992 y 1996 el país se sumió en una Guerra Civil de múltiples grupos islamistas militantes y resabios del antiguo aparato estatal, de la cual saldría victoriosa la fracción Talibán, la cual implementaria un gobierno político religioso de carácter fundamentalista (aplicación extrema de pereceptos religiosos a toda la vida social y política del país), conservador, y que en una visión retrógrada de crecimiento económico, y dadas las condiciones de destrucción y extrema pobreza por 23 años de guerra ininterrumpida no haría grandes avances por mejorar las condiciones económicas nacionales ni de la sociedad afgana en general.

Resultado de esta visión extrema del Islam, vendría a ser terreno fértil para la operación de grupos de similar orientación ideológica-religiosa, como Al-Qaeda, quien con la ayuda financiera y operativa de Osama Bin Laden se encargarían de idear y realizar uno de los atentados terroristas más graves de todos los tiempos, nos referimos a los perpetrados contra Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, los cuales dejarían un saldo de 2,996 muertos, más de 6,000 heridos y aproximadamente 3 BDD en daños materiales, ello sin mencionar el cambio de paradigma y dinámica política internacional, militar y de seguridad que ello conllevaría para todo el mundo.

 

Afganistán de nuevo en Guerra: 2001-2021

Como parte de la respuesta inicial a los ataques del 11 de septiembre, el gobierno estadounidense de George Bush decidió iniciar una cruzada global contra el terrorismo islámico, y uno de sus principales objetivos sería Afganistán, ello por haber servido por años como base de operaciones de Al-Qaeda bajo la anuecia total del gobierno Talibán, y es así como el 7 de octubre de 2001 una coalición nor-atlántica (EEUU y diversos Aliados de la OTAN como Reino Unido y Alemania que derrocarían facilmente al Emirato de Afganistán y proclamarían un nuevo gobierno transicional entre 2002 y 2004, y posteriormente una nueva República Islámica que administraría al país entre 2004 y 2021.

Una vez más, los insurgentes Talibanes hubieron de regresar a condiciones de guerrilla similares a las de la intervención soviética en 1979-1989, ello con el simple objetivo de desgastar al enemigo atacando en pequeñas escaramuzas y evitando en gran mayoría un conflicto abierto ante el cual tendrían total desventaja militar.

Por otro lado, comenzaría la operación militar más larga, onerosa4 y desastrosa para la reputación de un Estados Unidos que comienza a dar signos preocupantes de agotamiento militar externo y económico mundial frente al ascenso de nuevas potencias como China, sin embargo, es muy prematuro afirmarlo de manera tajante.

A modo de no redundar en lo ya visto en todos los medios de comunicación y artículos académicos por parte de la intervención euro-estadounidense en Afganistán, me gustaría solamente recalcar algunos de los puntos que jamás se realizaron:

A pesar de haber proclamado una nueva república islámica en el país, jamás se dio de manera real una reconstrucción del entramado político-social ni se logró exterminar de manera definitiva la amenaza del Talibán dado su carácter altamente móvil y difícil de rastrear.

Ningún objetivo político serio de reconstrucción estatal ni institucional se llevó a cabo en el país y nunca figuró dentro de los objetivos a mediano ni largo plazo de las fuerzas interventoras para hacer dependiente y viable en el tiempo al nuevo gobierno, un ejemplo muy claro de ello junto con los anteriores puntos es el súbito colapso de todo el país en cuestión de días a manos del régimen Talibán.

Estados Unidos transitó el mismo camino de fracaso que en Saigón en 1975, se reconoció la derrota y se evidencian nuevas configuraciones geopolíticas en Eurasia, de las cuales se vuelven imprescindibles para la negociación y concertación con el Talibán triunfante la ayuda de potencias continentales y mundiales como Rusia y China; jugadores regionales como Irán y Pakistán, y en Asia Central en menor medida jugadores como Turkmenistán, Uzbekistán y Kirguistán.

Conclusiones: después de la Intervención y más allá del Talibán

 

La destrucción y el daño causado por la fallida intervención estadounidense en Afganistán sobrepasan por mucho los resultados manejados por el gobierno de Washington desde un principio en carácter de “liberador de los oprimidos afganos a merced del Talibán”. Los procesos de intervención militar, cambio de régimen y construcción estatal auspiciados por el bloque euroatlántico una vez más muestran su incapacidad e inviabilidad, dada su nula integralidad y toma en cuenta de las verdaderas necesidades de la población local intervenida.

Al término del conflicto, la salida apresurada, turbulenta y pésimamente ejecutada, costó las últimas bajas militares estadounidenses y civiles (posterior al atentado en el aeropuerto), lo cual evidencia una toma improvisada y a la ligera por parte del liderazgo civil que condiciona al militar de manera sistemática y no exclusiva de la presente administración presidencial, las cuales reducen el margen de acción y maniobra a la solución de un problema internacional.

De igual forma, este conflicto supone una grave falla para un supuesto ejército moderno como el estadounidense, el cual posee alta movilidad, rápido despliegue, acción y eliminación de amenazas, todo menos lo último se realizó dada la esencia del enemigo no convencional y el total desconocimiento del terreno por el ejército invasor.

Lo anterior partiendo del supuesto de que todo ejército moderno debe ser capaz para resultar ser efectivo, de lidiar con amenazas convnecionales (ejércitos) y no convencionales (guerrillas, terroristas, insurgentes) con la mayor efectividad y celeridad posibles. También es ejemplo perfecto de un conflicto asimétrico no convencional en la era postguerra fría.

En términos más amplios, cualquier potencia militar en el Siglo XXI puede ejecutar campañas en el exterior, pero depende de la coordinación liderazgo civil, militar y de estrategia su triunfo o fracaso en el mediano o largo plazo.

La reflexividad en la derrota es nula para el liderazgo político militar estadounidense, ejemplo claro es Vietnam, Irak, y de manera reciente Afganistán. Finalmente, queda el gran reto para el nuevo Emirato de Afganistán de una vez en más de 40 años, un gobierno estable, que dote de identidad a la sociedad y cumplas las expectativas y necesidades de su población, pues no es la primera, ni la última vez que habrá de reconfigurarse del declive propio y derivado de otras potencias imperiales.

 

 

 

 

 

Fuentes de consulta

 

 

  • Barfield, Thomas, Afghanistan : a cultural and political history, Princeton University Press, EEUU, 2010.

 

  • Lebovic, James H., Planning to fail : the US wars in Vietnam, Iraq, and Afghanistan, Oxford University Press, Reino Unido, 2019.

 

  • Lee, Jonathan L., Afghanistan A History from 1260 to the Present, Reaktion Books, Reino Unido, 2018.

 

  • Nourzhanov Kirill y Saikal Amin, The Spectre of Afghanistan Security in Central Asia, I.B. Tauris, Reino Unido, 2021.

 

 

 

 

 

 

  1. Llamado así por el fundador, Seleuco I Nicator, uno de los generales principales entre los cuales se dividió el vasto Imperio Heleno a la muerte de Alejandro Magno.
  2. Dichos y hechos del profeta Mahoma.
  3. Lee, Jonathan L., Afghanistan A History from 1260 to the Present, Reaktion Books, Reino Unido, 2018, pp. 51-52.
  4. Solamente sobrepasada por la Segunda Guerra Mundial, en la que gastó aproximadamente 4.7 Billones de dólares en comparación con los 2.3 Billones de dólares desembolsados en casi 20 años de conflicto afgano.