La intimidad de una biblioteca
Titulo: Curiosidad. Una historia natural
Autor: Alberto Manguel
Traductor: Eduardo Hojman
Editorial: Alamadía
Lugar y Año: México, 2015
Ya sé que existen en el mundo lectores y también mucha gente que no lee nada, que no se encuentran satisfechos si no entran en el secreto de cuanto concierne a los demás.
Tristam Shandy, Laurence Sterne
Para quien la lectura es una forma de hallar placer y conocimiento, el libro de Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948), Curiosidad. Una historia natural, es una invitación al ingenio, una búsqueda más que la conclusión de un encuentro. El libro es instructivo, estimula a la lectura, a la relectura, y si se quiere, al deseoso placer de buscar la sabiduría vía la imaginación. Manguel es un lector agradecido, en sus letras podemos hallar una meditación que continuamente abre la posibilidad al lector para crear sus propias respuestas de acuerdo con el tema tratado, en el caso sobre la curiosidad. Lo que esta palabra esconde se aclara a través de los pasajes que el autor analiza en su poema «Divina comedia», éste obedece a una visión que integra todos los aspectos del hombre de su tiempo y que, sin duda, contiene la sabiduría y las costumbres de los antiguos cristianos y los medievales. Al autor le parece que es el poema que lo contiene todo y, por tanto, al igual que Virgilio guía a Dante, el poema de Dante lo guía a él por el sendero de la curiosidad: el arte de preguntar. Curiosidad. Una historia natural es un libro de preguntas, citemos algunas para introducirnos en él: «¿Qué es la curiosidad?», «¿Cómo razonamos?», «¿Cómo preguntamos?, «¿Qué es el lenguaje?», «¿Qué hacemos aquí?» «¿Qué es verdadero?». El autor recorre el misterio alrededor de diecisiete preguntas.
Alberto Manguel fue lector de Borges en su adolescencia cuando éste ya no podía leer, y quizá por eso, la magia que hechizaba a Borges, también lo hechiza a él. Sus libros son un elogio a la lectura. En uno de sus arrebatos, entre modestia y humildad, Borges decía que él era un gran lector más que un gran escritor. Se preciaba de sus lecturas y de las metáforas e invenciones que le habían hecho cavilar. Y quizá la figura del lector que guarda la herencia de los maestros es una de las más discutidas en nuestro tiempo, en donde las humanidades enfrentan una especie de lucha con el mundo técnico y tecnológico (en esto concuerda Manguel con Martin Heidegger: la técnica y la ciencia están haciendo menos misterioso el mundo ya que procuran respuestas dogmáticas), donde el tiempo para leer al igual que los espacios solitarios son más escasos, cuando debería ser todo lo contrario. Las bibliotecas, abandonadas por los lectores, son el recinto en donde aguardan las voces de los antiguos esperando poder transmitir su conocimiento. Aunque los nuevos planteamientos de lectura por medio de los aparatos electrónicos y redes virtuales están facilitando el acceso a la información y a libros a los que quizá les hubiese costado mucho llegar a los lectores, no quiere decir que el lector se haga más sabio. En el futuro se verá cuáles son los movimientos internos de esta nueva forma de leer. Manguel no se opone a esto, pero anuncia sus complicaciones, ya que pone a prueba nuestra capacidad de cambio, de penetración en la trasmisión del conocimiento.
Así como las preocupaciones de George Steiner y Harold Bloom son salvar a la literatura clásica del olvido, también son las de Manguel por la lectura. ¿Cómo evitar que se pierda una herencia humanamente importante en el proceso degradativo donde los best seller reducen a caricaturas los libros más insignes de la literatura? Requerimos no sólo de un cuestionamiento sobre la cultura, sino del hombre en el universo, de cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo nos explicamos las preguntas que se hicieron los antiguos, y cómo las respuestas han evolucionado. En el caso de este libro, Dante es quien abre la conversación con el lector. La lectura, que es la puerta al librepensamiento, para estos estos ilustrados (Bloom, Steiner y Manguel), se está cerrando, y ellos ponen el pie para impedirlo. Como Prometeo, llevan a los simples mortales especulaciones importantes: el fuego que ha de servir de herramienta para su despertar intelectual —aunque aquí la «utilidad» es un poco chocante para un lector hedonista—. Al igual que Borges, Manguel apuesta por el puro placer de leer; sin embargo va un poco más allá, pues ha incursionado a partir de la lectura en temas como la ética, la filosofía, la ciencia, la religión, el pensamiento oriental religioso, etc. Su discurso se abre al diálogo con estas ramas del conocimiento. «Además de Dante, duca, signore e maestro, hubo otros escritores que me han seguido a través de estas páginas: Platón, san Agustín, Tomás de Aquino, Montaigne y Hume, y los autores secretos del Talmud parecen estar más presentes en este libro que en todos los anteriores que he escrito, cuyas deidades gobernantes eran Lewis Carroll, Flaubert, Cervantes y Borges».
En una entrevista al filósofo Richard Rorty, éste decía que había abandonado la filosofía continental precisamente porque sus interlocutores, los filósofos del lenguaje, denostaban la empresa de la búsqueda de la verdad de la filosofía continental. Rorty pasó una década sumergido en la filosofía del leguaje, hasta que dio un giro: para él la literatura, más que la filosofía, nos enseña a ser seres morales, a ser seres abiertos a la experiencia de imaginar mundos posibles donde podamos realizarnos de una manera más humana. Alberto Manguel estaría de acuerdo con Rorty, y no es que la literatura sea más eficaz para transmitir conocimiento, sino que no desea imponer una visión; en todo caso, abrirla a otras búsquedas.
Curiosidad. Una historia natural es un libro melancólico a la vez que misterioso, en él podemos encontrar tres fases, tres proyectos literarios. Es un libro dedicado a la Divina comedia; es un libro que tiene por centro la curiosidad como método para ir más allá de lo que podemos saber y conocer vía la imaginación; y también es un libro biográfico que va explicando las sorpresas literarias de su autor; como pequeños preámbulos, estos fragmentos biográficos despiertan la curiosidad por saber quién es ése que ha leído y escrito tanto en sólo una vida, aunque esto suene ingenuo, no lo es. Como Borges, en Nueve ensayos dantescos, Manguel siente una necesidad por captar el valor estético, filosófico, religioso, histórico y moral de la Divina comedia. «Con frecuencia los clásicos aparecen como mitos lejanos, casi ajenos. Su nombre, a veces, evoca una veneración obligada y fingida. Su definición puede convertirse en una tentación literaria», dice el escritor mexicano Javier García Galiano en uno de sus ensayos. Un clásico, en este caso, la Divina comedia, es para Manguel un oráculo. Curiosidad… es un libro eclético, como lo son todos los libros de del autor, marcado por la erudición, la incertidumbre de dar respuesta a las dudas; una erudición que no viene a rellenar de citas pomposas el libro, sino que sirven de ejemplo, de guía y de camino para ilustrar bien al lector. Se citan aquí a hombres curiosos que forjan el elogio de su oficio como lectores y preguntones; hay detalles biográficos; historias insólitas; se entrecruzan las opiniones para dar un panorama que, en el fondo, es una búsqueda constante. «Siempre supe que las palabras de otros me ayudan a pensar. La citas (y también las citas equivocadas), las digresiones, los callejones aparentemente sin salida, las exploraciones, las vacilaciones, los retrocesos y los saltos hacia delante; todas esas cosas me parecen instrumentos perfectamente válidos para una indagación. […] Desde que tengo uso de memoria creo que mi biblioteca alberga la respuesta para cada pregunta», dice Manguel. No es un libro filosófico, pero la duda y la curiosidad conllevan un matiz que nos conducen a buscar siempre la verdad de algo, aunque desde el principio reconozcamos que por nuestros propios límites no hemos de hallarla. Tener siempre en la meta la duda y no la respuesta, es lo que sin duda alguna conduce al hombre curioso. «Lo que perturba es su desenfadada inconsciencia o su indiferencia ante los desafíos que representa su tema», dice sobre Manguel George Steiner en una reseña a su libro Una historia de la lectura. Y es cierto, pues es lo que se dice un paseante del pensamiento, alguien a quien le gusta hacer de sus lecturas un gabinete de curiosidades. Steiner es un profesor.
Si se ha de realizar una crítica a este libro es ésta: el autor lo ha concluido ahí donde al lector le conmueven más las incertidumbres. El poema de Dante no parece agotarse en las especulaciones de este libro. Inmediatamente el lector siente la necesidad de ir a confirmar si lo que se ha dicho en el libro corresponde al poema original. Es imposible terminarlo y estamos condenados a regresar a él muchas veces más. Para poder comprender la dimensión de este libro —y la de toda su obra— no hay más que citar al crítico George Steiner, quien define, me parece, bien el oficio del argentino: «Manguel pertenece sólo de modo marginal a esta tribu de mandarines. Es un bibliófilo apasionado, un coleccionista, un conocedor de la imaginación literaria, de obras eróticas y de literatura homosexual. Es también un antólogo políglota y traductor, cuyo origen bonaerense lo relaciona, adrede, con la cultura libresca y universal de Borges. Manguel respira en su ambiente en las librerías de Londres y de París. Pero sigue siendo, en el sentido etimológico y en el mejor sentido de la palabra, un aficionado: un amante más que un especialista o un técnico experto. Su ritmo es pausado y caprichoso. Curiosea con apasionamiento fuentes y motivos».
Es posible que cada libro esté esperando a su lector. Por ejemplo, las luminosas observaciones que Manguel hace del poema de Dante vienen de la experiencia intima, casi sagrada con la lectura y la interpretación. Para Harold Bloom el modelo de lector se encuentra en san Agustín. No menos comparativo a los hermeneutas de la Biblia, Manguel prefigura al lector atento pero no dogmático. Amante de los libros, nos recuerda a Montaigne y a Leopardi en sus bibliotecas. Y en sus digresiones literarias podemos hallar un sinnúmero de pensamientos que se relacionan tanto con la literatura antigua, como con la medieval y la moderna; y esto se combina con los cuestionamientos contemporáneos, ya sea el lenguaje o las emociones. Comentarios dichosos circulan en la vasta obra que ha ido elaborando como lector-escritor. La influencia de Borges también es notable en el estilo.
Al cabo de cierto tiempo leyendo a un autor atentamente, uno llega a creer que se define a sí mismo ocultamente. Por ejemplo, que mejor aproximación que la que hace en el prólogo a una antología de textos de Robert Burton, La anatomía de la melancolía: «Hay libros que son más bibliotecas que unidades, compendios que, bajo la apariencia de un ensayo, abarcan una pluralidad de géneros y materias. […] Quien los recorre tiene la impresión de internarse en una muchedumbre, en un corredor de espejos, en una selva; de leer no un libro, sino un sinfín de volúmenes cuyos diversos textos han sido reunidos, casi por azar, bajo unas mismas cubiertas». Así es el proceder literario de este curioso escritor. En otro acercamiento, al tratar de darle al lector una aproximación del estilo ensayístico de Chesterton, Manguel vuelve a definirse como escritor: «Al leer a Chesterton nos embarga una peculiar sensación de felicidad. Su prosa es todo lo contrario de la académica: es alegre. Las palabras chocan y se arrancan chispas entre sí, como si un juguete mecánico hubiese cobrado vida de pronto, chasqueando y vibrando con sentido común, esa maravilla de maravillas. Para él, el lenguaje era como un juego de construcciones con el que montar teatros y armas de juguete». No menos importante es su labor como divulgador y crítico literario, pues su pasión por transmitir es también un difícil y arduo camino que constantemente incita a la duda y a la curiosidad de saber qué se quiere, hasta dónde se puede llegar, y cuáles son los límites para ello. «Tengo curiosidad sobre la curiosidad», así comienza este libro.
Su bibliografía es extensa, pero citemos estos libros madre: Una historia de la lectura, Curiosidad. Una historia natural, La ciudad de las palabras, Diario de lecturas, Lecturas sobre las lecturas.