La escuela del dolor: ctrl+x, los mil cortes
A. Un cliché sobre otro cliché: Se dice que una imagen vale más que mil palabras. Lo que no se dice es cuáles son esas mil palabras. Se dice que hay experiencias para las que no hay palabras. Lo que no se dice es si hay silencios para tales experiencias, no se dice cuáles son esos silencios.
B. Si para cada cosa hay una palabra, quizá para cosa que no podemos decir hay un silencio correspondiente. Pero si hay una palabra para decir lo que no podemos decir (inefable), entonces hay un sitio al que no llega el lenguaje.
E. Aquí aparecía Theodor W. Adorno repitiendo aquello sobre Auschwitz y la imposibilidad de la poesía, después aparecía Paul Celan para desmentirlo. Aquí aparecía una fotografía difícil de ver —no por problemas técnicos, sino porque mostraba demasiado— de un suplicio chino. Solemos preferir mirar hacia otra parte. Aquí aparecía la pregunta «¿es posible huir del dolor, es posible mirar hacia otra parte?». En esa fotografía alguien está mirando hacia otra parte. Aquí aparecía Damiens —un hombre cuyas extremidades quedan separadas de su cuerpo al ser jaladas por caballos al inicio de Vigilar y castigar, de Michel Foucault— en el momento de su desaparición, y una reflexión comparativa sobre la economía del castigo y la microfísica del poder en Oriente y Occidente. Pero esto se parecía, acaso demasiado, a la parte que preferimos no ver. Nos gusta mirar los cuerpos, nos gusta utilizar los cuerpos. Nos gusta aprender y por eso utilizamos los cuerpos como ejemplo de algo que no podemos explicar. Pero a veces no hay nada que aprender, simplemente duele. Esto es un corte: ctrl+x. Este fragmento fue retirado de la página. Esta es la parte amputada del cuerpo del texto. Mírala.
G. ¿Quién es la persona en esa fotografía? ¿Qué es lo que mira? Una cámara fotográfica interpreta los colores al revés —miramos los negativos como el reverso de algo—; revelar una fotografía es traducir la luz: una interpretación sobre una interpretación. Eso que ves es un souvenir del horror, no eres tú. ¿Quién es la segunda persona? «Hemos confundido una tarjeta postal con un espejo».
I. Quizá el acto de borrar palabras, eliminar fragmentos de sentido, cortar y descifrar el silencio particular que dejan sea un intento de comprender lo que el lenguaje oculta: aletheia.
J. Las palabras se parecen a los cuerpos: lugares que ocupan un espacio y ocultan lo que hay detrás de ellos, lugares que hacen sombra: oscurecen. Lugares cargados de sentido. Esto que escribió Ricardo Piglia: «El criminal tiende a parecerse a su víctima para borrar las huellas. Dejan ver a un muerto porque están mandando un mensaje. Es la estructura de la mafia: usan los cuerpos como si fueran palabras».
K. Una hipótesis descartable: Borrar palabras y cuerpos es una tentativa de comprender metáforas muertas. Desocultar su sentido primigenio. En esa fotografía una persona está siendo borrada lentamente, ¿es eso comprensible?
N. Ctrl+x: Aquí había un enunciado encadenado a otro, una oración que subordinaba al sujeto que aparecía realizando una acción nefanda y vergonzante que la sombra de la palabra «civilización» nos ha impedido mostrar: el castigo como espectáculo: el dolor como metáfora de qué. El lenguaje es un sistema de metáforas muertas; ¿el cuerpo vivo es una metáfora viva o muerta? ¿El cuerpo muerto es todavía cuerpo? ¿Un cadáver es una metáfora de qué?
P. Las fotografías son recortes. Es el mundo lo que queda fuera de esos rectángulos de luz. Hay alguien que nunca aparece en las fotografías: la primera persona que se oculta tras la cámara. Queda una referencia a lo que no está, alguna metáfora muerta: las estrellas cuando mueren siguen brillando por su ausencia.
Q. Esa es la fotografía de una ausencia: no hay casi vida y palpita, no hay cielo, no hay estrellas pero brillan, no hay tiempo y sin embargo alguien te mira a través del tiempo y sin embargo alguien mira al cielo, alguien mira a la primera persona. La segunda persona eres tú.
R. Perec creía que escribir se trataba de hacer que algo sobreviviera, dejar algunas marcas, rastros, surcos, cortes —quizá podría agregar alguien—. Escribir como quien hace una herida, como quien deja una cicatriz. Tomar una fotografía como quien hace una herida de luz en el tiempo.
U. Queremos llenar de sentido a un cuerpo vaciado de vida y de sentido. Volvemos a los sitios donde sentimos dolor y tal vez no tenga sentido.
V. Algunos amputados sienten dolor en la parte del cuerpo que ya no tienen. Por otra parte, donde ha habido una herida grave, un dolor inefable, donde queda una cicatriz imborrable, el herido a menudo ha perdido la sensibilidad.
W. Donde más hubo dolor es donde ya no sentimos nada.
X. Se habla del umbral del dolor. Quizá lo que vemos en esa fotografía es un hombre saliendo del tiempo, cruzando un umbral. Y no podemos hablar de lo que hay del otro lado porque ahí no llegan las palabras.
Z. Del dolor no hay nada que aprender, y eso es todo lo que aprendimos en la escuela del dolor.