Tierra Adentro
Portada del libro "Encuéntrame afuera" Cristian Lagunas.
Portada del libro “Encuéntrame afuera”, Cristian Lagunas. Tierra Adentro.

El deseo de volver me asfixiaba. ¿Imaginas qué tan

grande era? ¿Lo has sentido? Disolvió mis órganos.

Lagunas

La condición esencial para el movimiento precisa de un cambio de posición en el espacio con relación al tiempo. El territorio, como el resto del universo conocido, también se expande por el horizonte. En la cartografía que trazan los cuentos de Encuéntrame afuera, escritos por Cristian Lagunas, los personajes son cuerpos siempre en desplazamiento, reflexivos y expuestos cada uno en su respectiva ruta individual. El mundo interior y los paisajes consiguen que la maquinaria narrativa que construye el autor funcione como el hipotético e imposible perpetuum mobile. En Encuéntrame afuera, las historias siempre están sucediendo: hay una búsqueda, un viaje interior o un tránsito hacia cualquier sitio que habiten tanto la memoria como el cuerpo.

“Parques lineales”, el primero de los cuentos, narra la búsqueda de Oliver (cabello rubio, corto al ras, quebecois y mexicano), desaparecido en Montreal junto con sus padres. La historia es narrada por el tío del niño, quien señala en el mapa de la ciudad todos los parques en los que pudo haberse perdido su sobrino: desde las zonas de oxígeno puro y las de asfalto, hasta los frondosos paseos canadienses. Con el pretexto de una beca y una tesis, el personaje se interna en un paisaje desconocido para encontrarse a sí mismo en su monomanía. Sus pasos son los de la desesperación (como todo aquel que busca a sus ausentes) y terminan por confinarlo al desahucio en un país extranjero. No es la falsa paternidad lo que lo condena, sino la mirada ajena de padres que descubren a un desconocido observando morbosamente a sus hijos mientras juegan en el parque.

“No regreses a Tucson” e “Historia de la madera” son viajes interiores. En el primero, Alicia recibe un regalo el día de su cumpleaños. Se trata de un terrario y una nota manuscrita con la letra de Georgina, su amor de juventud, treinta y cinco años después de perderse en el desierto de Arizona en pos de una cactácea endémica. El objeto transforma el tiempo y Zoe, pareja actual de la cumpleañera, advierte que esta no habita su presente sexagenario, sino un bucle sentimental en 1980. En el segundo de este par de cuentos, ocurre una deformación espaciotemporal similar. Un padre pretende llegar a casa para contarle una historia a su hijo. Dirá que vivió en Japón, que se llamó Ryu y que nació en un pueblo de la prefectura de Tokio, donde se convertió en un maestro carpintero. Aunque siempre advierte que hay una parte falsa en su narración, el viaje interior entre ambas vidas termina por desdoblarse en un sentimiento que traiciona y destruye la verdadera identidad del padre.

El tránsito es otro aspecto fundamental en los cuentos de Encuéntrame afuera. El caso de “Febriles” presenta dos historias: por un lado, la de Lucio Arias, veterinario y curador de lobos, quien produce un incendio que acaba con la vida de quince animales en el zoológico de Chapultepec; por otro lado, la de Cuixtli y Axa, quienes trazan una ruta mesoamericana cazando un lobo para Moctezuma Xocoyotzin. En su propia taxonomía del espacio, el incendiario busca la transmigración del cuerpo para convertir un hábitat artificial en su propio imperio (y al animal, en tótem enjaulado). “Deshielo”, por su parte, narra el viaje de Greta, activista de dieciséis años, en un barco que cruza el Atlántico Norte. Ella prepara un discurso en altamar, para participar en una cumbre climática en cuanto llegue a Europa, pero el viaje no es de placer. Entre la desolación, el ecocidio y el impenetrable azul del océano, la joven activista no ciñe sus emociones al método Stanislavski y su mente escapa a los bosques de Estocolmo.

Quizá es el último de los cuentos el que mejor ejemplifica la cinemática de los cuerpos que propone Cristian Lagunas en Encuéntrame afuera. “Intemperie” es un relato de formación en el que Lautaro cuestiona su identidad a partir de que Josué, un huésped mexicano, llega al hostal que regentan sus padres en el extremo sur del continente americano. Desde ese punto del planeta, el joven provinciano inocula fantasía en el paisaje rural; así descubre que el mundo real no siempre es el mismo del cuerpo y que muchas veces pervierte. Con un discurso on the road, los dos deciden escapar y parten hacia Ushuaia, la tierra prometida, un erial fuera del territorio desde siempre conocido por Lautaro. El gusto por la exploración y el viaje detonan en el muchacho un ímpetu sexual por devorarse al mundo y a sí mismo.

El territorio expandido en Encuéntrame afuera se dibuja con los pasos de sus personajes, tanto en la geografía como en el interior. Con el movimiento como leitmotiv, Cristian Lagunas consigue desafiar la paradoja del móvil perpetuo. Sus cuentos son dinámicos, en ruta, en constante desplazamiento. Los sujetos que habitan sus relatos se exponen al paisaje y este modifica también sus cuerpos. Todos son, de alguna manera, sujetos en tránsito: buscan, anhelan o viajan directamente por los lugares de la memoria y el recuerdo. La identidad y lo corpóreo manifiestan un cambio de posición en sus coordenadas; se mueven; chocan entre sí y alteran el mundo conocido. Con Encuéntrame afuera, Cristian Lagunas se hizo acreedor del Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2020.