Jungle, el lado futurista del R&B y el soul
En la sociedad contemporánea existe una tendencia irrefrenable hacia la impostura; a la gente le encanta hacerse pasar por lo que no es. Ahí están los portales de Facebook como prueba súbita, o bien, las cuentas falsas en otras redes sociales. Estamos envueltos en la simulación. No es tan importante quien seas sino por quién te haces pasar.
Parecería un complejo lastre sociológico, un trastorno colectivo con el que cada día estamos más conformes de cargar a cuestas. ¿Cuántas de las fotografías de perfil están modificadas, truqueadas o cuando menos manipuladas? De alguna manera se alimenta la idea de que es estimulante y emocionante ser un impostor, todos lo somos un poco.
Ubicándonos en el contexto de la música electrónica, caeríamos en la cuenta de que el anonimato posee una arista más que interesante. Cansados de los desplantes y excesos de muchos integrantes de la cultura rock, varios de los jóvenes que arribaban desde el tecno a la industria comercial de la música decidieron que era mejor ocultar sus rostros y dejar saber muy poco de su persona y entorno; en ocasiones ni siquiera el nombre propio.
A pesar de esa inclinación por el anonimato, actualmente, muchos de los DJs —de los más lucrativos— han caído en los excesos que tanto criticaban de los rockeros. Han desarrollado impresionantes shows con parafernalia costosa y se dejan ver como si fueran mesías recién llegados para oficiar cultos masivos. A la postre, les dio incluso por vocalizar. El canto de las sirenas de la fama terminó por atraparlos. Aunque existen figuras que prosiguen con esa especie de resistencia —no siempre conservada a ultranza— del enigma aparente.
La historia que hoy nos ocupa se centra en una pareja de jóvenes ingleses que de entrada le hicieron creer al mundo que eran gente de color, pues retomaban lo mejor de varios estilos añejos de la negritud: como el soul y el funk. Por lo que tenemos a dos emocionantes protagonistas del llamado soul digital o R&B futurista. Porque además les dio por cantar con falsete; un recurso que encumbró a figuras como Marvin Gaye, Isaac Hayes, Curtis Mayfield y Sugarhill Gang. Estilo vocal que en el mundo indie ha distinguido a Justin Vernon de Bon Iver y otros proyectos, y que a cuentagotas encontramos en el amo de esta corriente: el también jovencísimo, James Blake.
Los integrantes de Jungle eligieron ir soltando sencillos que resultan verdaderas delicias al incorporar mucho de nostalgia melómana con recursos tecnológicos del presente. Esos temas sueltos que se iban yendo como anticipo de un álbum todavía inexistente tenían videos en los que aparecían bailarines virtuosos. El público creyó que se trataba de los verdaderos protagonistas y, nada de eso, se trató de un despiste más.
Intentaron mantenerse únicamente como J y T, pero la maquinaría mediática no para. Hoy sabemos que se llaman Josh Lloyd-Watson y Tom McFarland, que ni son veteranos, ni son negros.
“Platoon” y “The heat” fueron temas que los hicieron visibles con toda esa apropiación de sonidos del pasado catapultados al presente, bajo un concepto de producción que los hacía dialogar con distintas generaciones. Atrás quedaban los días en los que militaban en Born Blonde, un grupo de britpop sin mayor trascendencia.
Prefirieron echarse un clavado en la música negra —especialmente en la de los setenta— y trabajar desde la comodidad de un estudio casero, agregando algunos sintes y guitarras a la amalgama que iban logrando. Por un lado, depuraron su modo de cantar, mientras que en el fondo de los temas colocaban sonidos ambientales o efectos (como una puerta que rechina).
En muy poco tiempo se vieron elegidos como parte de una lista muy influyente que realizan críticos y figuras de la industria musical: la BBC Sound of 2014, y listo su debut en uno de los mejores sellos discográficos XL Recordings, casa de The XX y Vampire Weekend, entre otros.
Este primer disco los muestra cantando a dúo simultáneamente —no alternan las voces— y concentra incluso los lados B de los sencillo previos (“Lucky I Got What I Want”, por poner un ejemplo) que ya habían dado a conocer. Son temas en los que no se desbordan, se contienen elegantemente y van con parsimonia y muchísimo sex appeal. La crítica más severa podría encontrar a las canciones demasiado parecidas unas con otras.
La pareja no ha dejado de lanzar piezas de manera independiente—“Time” y “Busy Earnin”— y expandir su alineación en vivo hasta nueve miembros —en ocasiones siete— para robustecer la fórmula. No dejan de exaltar el baile a media velocidad —tan propio del soul y el R&B. Además han establecido una estratégica alianza comercial con Adidas, lo cual es evidente en el atuendo de los personajes de sus videos.
Por ahí de la mitad del disco, sorprenden con “Smoking Pixels”, un breve interludio que es un homenaje a la música de Ennio Morricone y su spaghetti western, antes de acometer con las inéditas “Julia” y “Son of a Gun”.
Con 12 cortes se ha convertido en uno de los actos más calientes con los que cuenta hoy el Reino Unido, quizá en un punto intermedio entre Disclosure —mucho más fiesteros y veloces— y James Blake —más lento y denso—. Su material parece ser ideal para que lo remezcle Jamie XX —veremos cuánto tarda en suceder.
En México los tendremos como parte del Festival Corona Capital 2014 que se llevará a cabo en octubre, para entonces habrán pasado algunos meses necesarios para aquilatar este trabajo y asegurarnos de su calidad, más allá del hype. Será entonces cuando habremos conocido sus verdaderos rostros, lejos ya del espejismo mercadotécnico.