Tierra Adentro
Jenni Rivera en el Pepsi Center (08.22.09). Por Julio Enriquez (CC BY 2.0).
Jenni Rivera en el Pepsi Center (08.22.09). Por Julio Enriquez (CC BY 2.0).

Me arrastré,

viví todos los cambios

y, aunque venía llorando,

mis alas levanté.

Hoy hace diez años, el país entero se conmocionó al recibir la noticia de que Janney Dolores Rivera Saavedra, cuyo nombre artístico fue Jenni Rivera y quien fuera mundialmente conocida como “la diva de la banda”, perdió la vida en un aparatoso accidente aeronáutico:  el jet en el que viajaba se desplomó. Lamentablemente, todas las personas a bordo del vuelo con destino al aeropuerto de Toluca corrieron con la misma suerte.

En este texto, a manera de un humildísimo homenaje, no voy a decir que Jenni Rivera fue la primera mujer exitosa del género regional mexicano (lo que sea que eso signifique). De hecho, por los años en los que Jenni comenzaba su carrera, también iban despegando Selena y sus Dinos, al igual que Alicia Villarreal y sus Límites. Tal vez la única diferencia fue que ellas eran las líderes de sus respectivas bandas, mientras que Jenni no llevó acompañantes en ninguna de las marquesinas en las que apareció. Sin duda fue una época privilegiada para la historia de la música en español.

Nuestra Diva de la banda (mía y de todas mis amigas, por lo menos) tuvo una vida más que complicada, pues su primer embarazo fue a la edad de 15 años y su pareja era un abusador en toda la extensión de la palabra. Al menos, así lo retratan en la serie biográfica de Jenni llamada Mariposa de Barrio, la cual a todas luces atendió a un formato telenovelesco, por lo que espero que mucho de lo que se cuenta ahí haya sido con fines dramáticos. Lo que nos reconforta a todos sus fans es que sabemos que, en la vida real, tuvo un final feliz, aunque fugaz.

Recuerdo que la primeras vez que escuché a Jenni fue con su hit “De contrabando” y, a mi corta edad, me parecía provocador escuchar el famoso “yo sé que no eres libre, pero podemos ser discretos”. Algunos años después, yo salía con mi primer novio, quien, cuando veía a uno de mis primos, lo saludaba como “socio” y soltaba una risilla que siempre fue sospechosa. Al investigar con ciertas personas, todas me hicieron la misma pregunta: “¿No has escuchado la de ‘Querida socia’?”. Más allá de que me di cuenta, ahora pienso sobre ese evento como la instauración de un termino referente a la infidelidad por una canción cantada por una mujer (a tal grado que, como todo lo bueno, los hombres terminaron por apropiárselo). Puedo estar equivocada sobre los orígenes de esto, pero, en ese lugar y en ese momento, el referente era clarísimo: la famosísima canción de Jenni.

Ella fue la primera mujer que recuerdo que se atrevió a dar un mensaje bien claro en sus canciones: “yo soy la otra ¿y qué?”, desacralizando, como muchas antes y muchas ahora, el lugar de obediencia y abnegación que nos viene de generaciones y generaciones anteriores. Me recuerda a un evento ocurrido en la cuarta temporada de The Marvelous Mrs. Maisel: en esta serie ambientada en los años 50, la protagonista busca hacerse un lugar entre los comediantes de ese entonces y, en esta escena en específico, ella está llevando a cabo su rutina de stand up frente a un salón lleno de mujeres invitadas por Jackie Kennedy (me parece que antes de que fuera primera dama). Midge, la protagonista, empieza a contar cómo se vio involucrada en una situación con un hombre; al principio parecía un coqueteo muy normal e inofensivo, pero, al estar ambos en casa de él, llega su esposa. Ella se da cuenta de que, así de fácil, se convirtió en the other woman (“la otra mujer”). Acto seguido, todas en la sala guardan silencio y Jackie empieza a llorar descontroladamente. Como es natural, hay quienes están listxs para ciertas conversaciones y hay quienes no, pero es mejor llevar la delantera, como bien lo sabían estas mujeres.

Es claro que Jenni dejó un legado tanto musical como ideológico; rompió estigmas y gustos, y posiblemente su trágica muerte la hizo mucho más famosa de lo que ya era. Aun no me puedo quitar de la cabeza la voz de López-Dóriga en el noticiero nocturno diciendo cómo los restos del cuerpo de la cantante estaban esparcidos por toda la zona y, en una de esas, nos mostró una toma con un pequeño pedazo de su pie que tenía las uñas todavía pintadas. No entiendo cómo en ese momento no fue cuestionada esta acción.

Por último, quiero aprovechar este espacio para hacer mención de las irregularidades con las que cuenta el sector privado de la aviación en nuestro país, pues basta investigar sobre este caso en Wikipedia para ver que el jet en el que volaba esa noche Jenni contaba con registros de mantenimiento falsos. Resulta obvio decirlo, pero los aviones, como toda maquinaria compleja, requieren de mantenimiento por lo menos una vez al año y sus operadores también requieren de cursos de actualización en el mismo lapso con tal de que todo esté en regla. Como es de esperarse, ninguno de estos procesos (que tiene que cubrir el dueño de la aeronave) es barato y ya se imaginarán que muchos optan por no hacerlos, lo cual conlleva todo el peso de un potencial accidente. Lo más triste es que esta no es la primera vez que suceden siniestros por este motivo.