Tierra Adentro

«Un día a Camila se le cumplió un deseo. Su mamá se convirtió en un globo y no gritaba más».[1] Una tarde como cualquiera, mamá le gritó tanto que se sonrojó y volvió un globo nuevo. Sólo así se calmaron sus gritos. La pequeña descansó al saber que  su madre no volvería y salió al parque —muy quitada de la pena— a pasear con su globo nuevo.

Desde el instinto y lejos de cualquier moral conservadora, Isol nos pone frente al deseo realizado de cualquier ser humano: que desaparezca el que nos hace daño y sufra las consecuencias. Más allá de colocarlo en una escala de valores, recurre a ese sentimiento inmediato, a las reacciones que tienen los niños cuando se sienten atacados. Reacciones que suelen ser las más naturales e inmediatas en esta etapa, y contrarias a las de los adultos que las censuran para definir su «madurez», aquello que implica dejar atrás lo «infantil».

Isol desarrolla una narrativa —tanto gráfica como escrita— que se mueve en la lógica de lo visceral y salvaje del ser humano. Por un lado, sus ilustraciones tienen un diálogo interesante con la forma en que dibujan los niños (líneas gruesas y caóticas, sombreados que se salen de la línea, planos y perspectivas experimentales y una paleta limitada de colores), mientras toca temas de carácter universal desde una postura libre de juicios —o supuestos— en torno a los infantes o a cómo estos deben pensar o comportarse. Tiene la capacidad de establecer un intercambio horizontal con sus lectores, por quienes expresa un alto grado de empatía y siente una profunda admiración.

Considera que no debe haber ningún límite cuando se escribe para ellos, al contrario, los piensa como los lectores más demandantes y cree que debe alcanzar el nivel más alto para lograr satisfacer su curiosidad y entendimiento. Los elige también como personajes de sus obras porque son los que siempre se hacen las mejores preguntas y quienes mejor las responden. Ellos están más allá de las convenciones sociales y culturales.[2]

Del mundo adulto al infantil

Marisol Misenta prefiere ser llamada Isol y estudió Bellas Artes en Buenos Aires. Desde joven se interesó en el dibujo, colaboró en algunos fanzines donde ilustró a algunos clásicos de la literatura y la música. Siempre le interesó la relación del dibujo con el texto y la LIJ fue el espacio idóneo para realizarlo. En 1997, creó un álbum pensado para el público infantil y lo envió al Concurso de Álbum Ilustrado A la Orilla del Viento, convocado por el FCE. Vida de perros, fue uno de los finalistas y, cuenta Daniel Goldin, que la elección fue polémica. El editor le veía potencial a la obra, mientras al jurado le perturbaban los ojos en las ilustraciones de los personajes. Después de una larga discusión, recibió una mención honorífica y el libro se publicó con algunos cambios. Así empezó una relación estrecha entre la autora y dicha editorial, misma que sigue en pie.

Con los años, Isol ha articulado un discurso que la distingue. Se caracteriza siempre por tomar riesgos y abordar cualquier asunto. Subvierte el mundo de los cuentos de princesas con La bella Griselda: una mujer tan linda que hace que los hombres pierdan la cabeza por ella, literalmente. En Intercambio cultural muestra a un niño que está harto de su vida y quiere cambiar su lugar con el de un elefante. Aborda la idea del «otro» mediante un juego entre la ilustración y el texto en Tener un patito es útil. Habla de una niña que se asusta al descubrir cómo es su madre por la mañana en Secreto de familia y de otra que no se conforma con nada y preferiría tener los ojos azules en Cosas que pasan; por mencionar algunas de sus líneas narrativas.

Su éxito se debe al respeto que muestra hacia su público. No establece barreras de lenguaje ni censura, trata a los niños como seres inteligentes y libres de sacar sus propias conclusiones. Escribe con palabras que, si no entienden, buscarán. Pone cualquier tema sobre la mesa sin temor. Temas tan universales y profundos que, la mayoría de las veces, logran conectar también con el público adulto a través de una narrativa que se caracteriza por tener un tono irónico y cargado de sentido del humor. La universalidad de su obra, tanto en territorio como en edades, se debe al tratamiento que da a cuestiones complejas a través de ejemplos esenciales, pero no por ello simples. Destaca siempre su estilo agudo, que se ha vuelto un punto de referencia en la narrativa infantil contemporánea.

En los últimos años sus publicaciones han logrado posicionarse en distintos mercados y han sido traducidas al alemán, italiano, francés, japonés, inglés y árabe entre otros. Ha ganado premios internacionales que la colocan como una de las autoras-ilustradoras más destacadas en la actualidad, sin dejar de lado lo más importante: se mantiene como la favorita del público infantil.

Conocí su obra hace mucho y luego a ella personalmente. Tener un patito es útil es el libro que más veces he regalado, siempre con los mejores resultados. La escuché hablar de su proceso creativo y confirmé que todos se reían cuando mostraba al patito encerándose el pico. Una imagen que sintetiza la relación entre un niño y un pato, pero también entre nosotros y el mundo, el significado real del juego sólo puede descubrirlo su futuro lector.

 


[1] El globo, México, FCE, 2002.

[2] Traducción del discurso pronunciado por Isol al recibir el Astrid Lindgren Memorial Award el 27 de mayo del 2013 en Estocolmo.