Hombres que matan y escritores que dan vida
Titulo: Matar
Autor: Carlos Sánchez
Editorial: NITRO/PRESS
Lugar y Año: México, 2014
Empecé a seguirle la pista a NITRO/PRESS a partir de la publicación de dos novelas cortas de Daniel Espartaco Sánchez; Gasolina en 2012 y Bisontes en 2013. Algo que pude destacar en ambos textos fue el acierto por alejarse de la metrópolis como escenario principal de la trama. Considero que eso es un buen corolario del branding actual de nuestra literatura, ya que las editoriales empiezan a recurrir con mayor frecuencia a los discursos narrados desde la periferia. Ahora con su colección Letras Rojas, NITRO/PRESS presenta a dos cronistas cuyos relatos se ubican desde el punto cenital de la desesperanza: la cárcel Carlos Sánchez y Sylvia Arvizu, autores de Matar y Mujeres que matan, respectivamente, consiguen perforar las entrañas del lector, incomodarlo, hacerlo secar su sudor con las mangas de la camisa; quizá llegarán las náuseas, pero jamás las ganas de parar la lectura.
La crónica que podemos leer de muchos autores hispanoamericanos hoy en día —de Javier Cercas hasta Fernanda Melchor, por ejemplo— da la impresión de ser un campo de experimentación donde la vena literaria se mezcla con la función documental, donde cabe hablar de cualquier situación que toque la cotidianidad.
En Mujeres que matan, Silvia Arvizu se convierte en cronista de la agonía carcelaria por su condición de reclusa. Ella es capaz de entregar un libro visceral y al rojo vivo desde la experiencia, donde sus crónicas inquietantes logran hacer un pertinente boceto sobre la vida de aquellas mujeres que llegan al reclusorio. Cargado de historias que te vapulean in crescendo y con diferentes voces que se alternan en cada relato, Arvizu expone de manera tácita que ha encontrado un fármaco para encarar la vida en ese lugar: la escritura. Desde la misma escritora, cada testimonio despliega las experiencias por las que se hicieron acreedoras a la celda. El gran punto a considerar de esta recopilación de crónicas es que se muestra como un golpe de realidad sobre nuestro país: la desintegración de las familias, la escasez de oportunidades laborales o el imperio de los estupefacientes se tratan de forma natural y detallada; pero también hay que fijarse en el lenguaje sin tapujos y la prosa certera de Arvizu, que además alcanza a tocar temas como la hermandad y la supervivencia.
Desde el penal de varones, se le invita al lector a conocer a los participantes del taller de creación literaria. En Matar, compendio de crónicas del escritor hermosillense Carlos Sánchez (1970), se experimenta un texto que no tiene piedad por el lector; bien este libro podría ser el mejor intento por otorgarle a la nota roja un narrador en primera persona. He ahí su mérito. Carlos Sánchez, quien funge como el mentor artístico de algunos presos, logró reunir, en poco más de cien páginas, un estupendo abanico de crudeza, donde el autor es más bien un prestanombres para aquellas voces que no tenían un espacio ni en el ámbito social ni en el literario. Ni el autor ni la obra están interesados por atender un discurso de filigranas y pasajes disfrutables, más bien se preocupa por exhibir los orígenes de la violencia, escondidos en el ocaso de las instituciones. Matar es el encuentro con los ejecutantes de la acción a través de la escritura, y el descubrimiento de un Carlos Sánchez que funge más bien como un Virgilio actual. Así pues, debemos darle su mérito a este par de escritores que han conseguido desgarrar el vientre de muchos lectores, que presentan personas mas no personajes; donde cada relato es constancia de una batalla diaria que los presos lidian con el pasado y su mañana.
Pongamos entonces los ojos en estos cronistas, héroes que devuelven la vida a seres borrados de todo panorama, quienes nos señalan en dónde y de qué manera se encuentra la épica de nuestro tiempo.