Hitandehui Pérez Delgado, inclusión a escena
El derecho a la cultura está relegado para el 15% de toda la población mundial que vive con alguna discapacidad; sin embargo, en años recientes compañías y colectivos de artes escénicas han combatido esta discriminación. De las investigaciones que se han realizado sobre el tema, el trabajo de Hitandehui Pérez Delgado, Del escenario teatral al escenario social: teatro, discapacidad e inclusión social, Premio Internacional Artez Blai de Investigación sobre las Artes Escénicas, es una reflexión pionera. En esta entrevista, Luis Manuel Amador conversa con Pérez Delgado sobre la forma de ver un universo que conecta la escena teatral y social en su trabajo íntimo y riguroso.
Cifras y datos
El 15% de la población mundial vive con alguna discapacidad. Hay evidencias del aumento de discapacidades y enfermedades crónicas en la vejez, sobre todo en países con ingresos económicos bajos. La discapacidad afecta de forma desproporcionada a las mujeres, a las personas mayores y a los pobres.
La población con discapacidad presenta los peores resultados sanitarios y académicos, menor participación en la economía y tasas más altas de pobreza que las personas sin discapacidad; además, se vulneran sus derechos económicos, sociales, su derecho a vivienda, educación y salud. Se relegan también sus derechos a la cultura, en concreto, su acceso al arte, un derecho inalienable legitimado en el artículo 30 de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad (2006) que consigna el arte como un bien común y el derecho de esta población a participar en igualdad de condiciones para desarrollar su potencial creativo, artístico e intelectual.
Escasas fuentes, pocos paradigmas
Escasas son las investigaciones que plantean correspondencias entre arte y discapacidad, casi nulas las que se enfocan a artes escénicas. Comienzan a ver la luz experiencias, discusiones, iniciativas, propuestas, pero falta darlas a conocer y entrelazarlas construyendo una red común.
El binomio arte-discapacidad se mueve incipiente hacia nuevos paradigmas: que la «normalidad» no puede definirse en un concepto absoluto; que la «discapacidad» es una construcción social y un planteamiento político; que es necesario discutir el tema bajo un cielo despejado de prejuicios, sobre el puente de los derechos hacia una sociedad incluyente, digna y abierta a la vasta riqueza humana.
Hay, sin embargo, casos interesantes en el cruce teatro-discapacidad: el Movimiento Teatral once (Organización Nacional de Ciegos de España), el Centro Argentino de Teatro Ciego y la ntd (National Theater of the Deaf) con sede en Connecticut, Estados Unidos. En México, la obra teatral Mira lo que veo (ahora compañía) que colabora con la Unión de Minusválidos de Querétaro, dirigida por Andrea Ornelas; el Encuentro de Teatro de Discapacidad de San Luis Potosí, liderado por Juan Carlos Saavedra, fundador de la Compañía Teatro Ciego MX.
De entre los trabajos de investigación, hay uno que marca una reflexión pionera sobre la que es necesario detenernos. Se trata del ensayo-tesis Del escenario teatral al escenario social: teatro, discapacidad e inclusión social, de la mexicana Hitandehui Margarita Pérez Delgado, galardonado el 15 de enero de 2016 con el Premio Internacional Artez Blai de Investigación sobre las Artes Escénicas (en su 8ª emisión), que otorga la Asociación Cultural Artez Blai Kultur Elkartea, del País Vasco.
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A veces algo cercano nos toca, nos penetra al grado de convertir nuestra vida en una insistente pregunta que busca respuestas. ¿Qué tan cerca ha estado la discapacidad de tu vida?
Tengo dos tíos que trabajan en espacios de educación especial y fueron mi primer acercamiento. A partir de ahí fue creciendo mi interés por indagar y estudiar la discapacidad, lo que fue desmantelando mis ideas preconcebidas y ha ido ensanchando mi mirada y mis concepciones sobre la diversidad humana. Me ha vuelto sensible a la población segregada. La discapacidad es un universo amplio que nos brinda posibilidades de reflexión respecto a lo que debemos hacer para construir una sociedad más equitativa, incluyente, justa, democrática en todos los ámbitos. Debemos preguntarnos en qué radica la discriminación, cuál es el origen de la desigualdad, para quién están diseñadas las ciudades y cómo están planeados sus espacios de convivencia, sociales y de poder: plazas, calles, parques, bancos, o cinas. Estuve involucrada en iniciativas para la defensa de los derechos sexuales y reproductivos de jóvenes y en movimientos de mujeres en Oaxaca. Pensándolo bien, como eso ha estado unido a mi vida, no me hago la pregunta de cómo pasé de un lado a otro de la escena porque todo está ligado: mis ideas, mis posturas políticas e intelectuales, la identidad consciente de mi origen, los derechos humanos. No fue difícil vincular mi experiencia vital con la voluntad de investigar.
¿Hubo contratiempos al trasladar tus preocupaciones sobre la discapacidad en tus pesquisas? ¿Has encontrado barreras para la comprensión del tema central de tu trabajo?
No fue fácil y he encontrado barreras. Algunos investigadores no creían en mi tema de investigación. Decían con vaguedad «¡Ah!, qué interesante». No entendía si eso significaba para ellos reconocer que eso era o no era teatro. Uno avanza a tientas por un ámbito hegemónico y cerrado. Por eso es estimulante el premio a una investigación que tiende el puente entre la discapacidad y el arte, no en la idea del teatro desde la re- habilitación o la terapéutica ocupacional, aunque no hay que negar la necesidad de estos campos. Mis inquietudes surgieron de otros cuestionamientos: ¿lo que hacen las personas con discapacidad también es teatro «profesional»? ¿Cómo pueden hacer teatro «si son sordos»? Estos prejuicios me incomodaban pues se planteaban desde la condescendencia: «pobrecitos, vamos al teatro a verlos». Eso me empujó a tratar de responder, enfocando el arte teatral como poética desde ese universo de las personas sordas; en el teatro a oscuras, y en esa vertiente o técnica del «teatro ciego», para comunicar sus aportes a la escena teatral contemporánea.
¿Trabajaste con personas que tenían discapacidad visual antes de empezar tu proyecto de maestría?
Curiosamente, los talleres que yo llevaba con relación a la discapacidad visual no eran de teatro sino de pintura, aunque había trabajado juegos teatrales con personas con discapacidad intelectual en Centros de Atención Múltiple (CAM). Después descubrí que era más fácil hacer investigación que encontrar fuentes. Y revisando lo que existía, reparé en pocos estudios sobre teatro relacionados con la discapacidad, incluso en español, mucho menos sobre población infantil, así que comencé a investigar ese camino. Descubrí que hablar de teatro y discapacidad en el país no sería posible sin mencionar el proyecto Seña y Verbo, la compañía de teatro de sordos más importante en México.
¿Hablas lengua de señas mexicana o colaboras con agrupaciones teatrales que empleen ese lenguaje?
Puedo expresarme, pero continúo estudiándola porque me interesa seguir trabajando con la comunidad sorda. En Xalapa tengo algunos proyectos y colaboro con una asociación civil para fundar una compañía de teatro de sordos. Mientras tanto, empezaremos talleres en lo que llegan las condiciones adecuadas. Colaboro en tres proyectos escénicos, uno de ellos está dando sus primeros pasos para impartir talleres de teatro con la asociación Difusión, Inclusión y Educación del Sordo (DIES), A. C. También participo en la compañía de teatro Playback Hechos de Historias, en Xalapa, y tendré un pequeño espacio en Radio UV sobre discapacidad. Soy cuentacuentos y quiero continuar explorando caminos para el público con discapacidades.
La discapacidad visual y la auditiva se plantean en tu trabajo, ¿qué otras discapacidades tocas?
Son un tema vasto. Yo había tenido experiencias con personas ciegas, que amplié después con personas sordas. Sin embargo, el estudio de ambas es extenso y distinto. En el caso de la discapacidad auditiva hay un campo denominado «estudios sordos». Uno de mis pendientes de estudio es la discapacidad intelectual en las artes escénicas. Puedo decir entonces que mi interés como investigadora se centra en problematizar la situación con la que vive la población con discapacidad, la manera en que se le limita o se acota su participación como protagonista en el ámbito teatral; es decir, como actores, actrices, directores escénicos, etcétera, y también como público, un tema pendiente en México, que se va abriendo puertas poco a poco. Aun así, falta mucho para lograr la inclusión de la discapacidad como un hecho real en todos los recintos culturales.
Debe haber otros trabajos que sirvan de referencia en torno a la discapacidad y el teatro, o en relación con las artes escénicas en México, ¿podrías compartirnos ejemplos?
Hay tesis de licenciatura en la Universidad Veracruzana (UV). Son aproximaciones para identificar cualidades del mismo tema que he estudiado. Descubrí otras tesis interesantes en Puebla y en la Universidad Iberoamericana. Hay algunas informaciones, ensayos, compilaciones, pero no investigaciones a fondo, al menos no en México, con la salvedad de lo que ha hecho María José Castelazo, de Guadalajara, con quien descubrí que tenía preocupaciones, planteamientos y reflexiones paralelas. Ella hizo una maestría en Francia sobre el tema. La revista Paso de Gato abordó el caso de la compañía Seña y Verbo en el marco de su xx aniversario y «el teatro y el cambio social», con algunos directores escénicos que comparten sus reflexiones. En 1987 Socorro Merlín, investigadora del CITRU (Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli, del INBA), publicó Teatro para la educación especial en el INBA libro en el que hablaba sobre los resultados de un proyecto de teatro aplicado a la educación. Creo que fue la primera investigación sobre el tema en México.
A propósito, este trabajo premiado tiene que ver con tu tesis de maestría. ¿Ajustaste el texto antes de enviarlo al certamen? ¿Cómo tomaste el otorgamiento del premio?
Lo revisé y lo envié tal cual, aunque la edición transformará esa tesis, que defendí en marzo de 2015, en un libro. Fue una grata sorpresa. Por un lado, estoy consciente del valor del trabajo, independientemente de que lo haya escrito yo, porque el mérito se sitúa primero en el tema. No es fácil posicionar y hacer visible la discapacidad en las temáticas o estudios de las artes escénicas.
¿Cómo concibes el binomio creación-investigación que encarna tu trabajo?
Quiero mencionarlo a propósito de quienes no me conocían como investigadora sino como creadora o activista. He pugnado por disolver esta distinción que parece equivocada y radical, en el sentido de que «o creas o investigas», «o piensas o haces arte». No considero que valga una división de facto. En los círculos de creadores e investigadores artísticos suele haber este aparente menosprecio que califica a quien investiga como un mal creador o a quien hace arte como alguien incapaz de elaboraciones intelectuales; el estigma que circula como el pésimo chiste rezando que para escribir ciencias sociales es obligatorio tener mala prosa. El problema es que, incluso en las mismas instituciones educativas, se enarbolan esos equívocos. Estos prejuicios deben ser demolidos.
Tu trabajo será un referente sobre el tema de la discapacidad y la inclusión en el teatro. Aportará herramientas para abordar la discapacidad en el arte. Sobre tu premio, una de las notas en periódicos decía «La mexicana Hitandehui Margarita Pérez Delgado gana la edición VIII del Premio Internacional Artez Blai».
Eso suena bien, aunque también me gusta leer «la oaxaqueña» porque valoro el lugar y la cultura en que nací, pues ha configurado mi forma de ver el mundo, mis referencias, mi vida entera.
Eres creadora, activista del arte y de otras causas. Poco se sabía sobre tu faceta de investigadora. ¿Cuál fue el detonante de esta tesis-ensayo?
Me introduje en el teatro desde la adolescencia. Trabajaba con niñas y niños, e hice teatro comunitario y teatro campesino. Me enriquecí de la experiencia y de la idea del teatro como un fenómeno, un acontecimiento completo, no lo miraba desde un solo lugar. Tampoco lo vi como el ente convencional al que nos remitimos cuando pensamos en el arte teatral. Haber descubierto el teatro a temprana edad alentó en mí un sentido de autorreconocimiento que se sumó a la conciencia de mis procesos identitarios. Dije «aquí hay algo más» y me fui interesando en descubrirlo: lo que sucedía dentro de las personas, los nuevos ojos y las variadas percepciones que me abría. Reconocerlo como experiencia implica indagar más allá, buscar conexiones, descubrir caminos, inventar. He aquí el centro de mis intereses. Estudié Educación Especial, empecé a hacer talleres, a participar en espacios de expresión corporal, en dinámicas y juegos teatrales con mis alumnos o en otros espacios don- de colaboraba. Me fui dando cuenta de que de la misma forma desarrollaban cualidades particulares, aspectos sensibles, potencialidades. El teatro es un agente resiliente. Desde que me enteré de la convocatoria de ingreso a la Maestría en Artes Escénicas de la UV estuve motivada, pues buscaba posgrados que tuvieran que ver con el teatro, e ingresé a la maestría con un proyecto para investigar las posibilidades del teatro aplicado como herramienta. Yo abordaba entonces un tema para el desarrollo integral de alumnos con discapacidad visual de educación básica. Así evolucionó todo.
Si vemos atentamente el mundo nos damos cuenta de que todos padecemos alguna discapacidad. Tu trabajo puede dar luces para ampliar las preguntas que tal vez nos hemos hecho, para aproximar respuestas si empezamos a construir desde la empatía que implica ponerse en el lugar del otro. ¿Qué esperas que encuentre un lector en tu trabajo?
Propondría, primero, que el libro no se quede en el estante. No fue fácil abordar un tema sobre el que no había precedentes, tampoco entrar sin rodeos. Puse cui- dado en acercar al lector desgranando el contenido desde los umbrales, a través de diversos planteamientos teóricos. Desea- ría que este trabajo de pesquisas y escritura ayude al lector facilitándole una ruta o guía para acercarse a la discapacidad en el arte con el menor extravío posible. Me gustaría que sirviera como material de apoyo para escuelas de artes escénicas o de arte en general. Sería extraordinario que pudiera ayudar a quienes tienen cerca la discapacidad proporcionándoles pistas o estrategias para trabajar con personas ciegas, sordas o con otras necesidades. También me gustaría que fuera útil para dejar a un lado estigmas o prejuicios con los cuales se evita a toda costa hablar de discapacidad en las artes, en la sociedad; que contribuyera a redimensionar un asunto que debe mirarse sin distorsiones. Digo todo esto con la certeza de que trabajos como el mío no suelen trascender ni considerarse fundamentales a la hora de tomar partido o de asumir una conciencia personal o colectiva porque trastocan nuestro falso bienestar y nos obligan a movernos hacia territorios incómodos no acostumbrados. Que este trabajo haya sido puesto en escena por un premio, creo que ayuda a entrever la posibilidad de abrir más puertas a otras investigaciones, al fortalecimiento de una educación artística incluyente, a la formación de públicos e, incluso, a que haya una mejor asignación de recursos para proyectos, iniciativas, políticas públicas y espacios que tomen en cuenta a las personas con discapacidad y transformen para bien los escenarios diversos de la sociedad y de la vida.