Historias de la música electrónica mexicana

Titulo: Variación de voltaje. Alteraciones a la historia de la música electrónica mexicana
Autor: Carlos Prieto
Editorial: FONCA-UCS; Deleátur Estudio
Lugar y Año: México, 2013
Variación de voltaje es un libro que documenta la historia de la música electroacústica mexicana. Primer tomo de una serie de tres, su lectura está basada en siete entrevistas con personajes clave del ámbito, en el que figuran pioneros y autores de las primeras piezas del estilo en México, a la par de algunos pilares de la música electrónica actual.
A lo largo de casi 400 páginas con acotaciones gráficas, el investigador Carlos Prieto se dio a la tarea de realizar las pláticas al lado del crítico Inti Meza. En ellas, se exploran datos y testimonia- les profundos, con algunos bemoles de edición y un lenguaje poco coloquial que diluye al público no inclinado al mundo de la música; pero cuyo valor de documentación trasciende como un compendio de relevancia histórica, que encamina al lector a entender el desarrollo del fenómeno sonoro en México.
¿Qué es la electroacústica? Es aquella música que recae en procesos de audio hechos mediante la alteración o modificación tanto del sonido como de sus fuentes; procesos que emplean la tecnología digital (computadoras) y los aparatos (cinta, osciladores o semiconductores) para traducir la energía eléctrica en sonido, y que dan como resultado “otra música” u otras maneras de percibir la musicalidad. En rasgos generales, Variación de voltaje reconoce los orígenes de esta corriente estética, que recae en la música concreta hecha por precursores tales como Luigi Russolo, Karlheinz Stockhausen, Pierre Henry, Iannis Xenakis e incluso los avances del mexicano Julián Carrillo. Pero además de explorar los inicios de este linaje musical, se centra en gran medida en lo acontecido a lo largo de las últimas cuatro décadas en nuestro país, y la exploración de estas historias usualmente poco documentadas.
El libro comienza con una entrevista con Héctor Quintanar, renombrado músico de orquesta mexicano. Su conversación denota el poco apoyo con el que ha contado la música electrónica por parte de las instituciones a lo largo de la historia. Resulta necesario darle un sentido más fundamentado al tema de la “academia vs. underground”; es decir, la convergencia (o falta de) entre los mundos de lo clandestino y de la institución. Con frecuencia, lo “informal” de las corrientes subterráneas representa el avance musical, pero no se reconoce dentro del ámbito institucional y viceversa. Con pocos medios, y al lado de Raúl Pavón, Quintanar creó el Laboratorio de Música Electrónica bajo el ala de Bellas Artes, pero con muy poco apoyo de la institución, dejando claro como el mundo académico pocas veces responde a los verdaderos avances de la música de vanguardia y que, a lo largo de todo el siglo XX, no le dio la seriedad debida a la música hecha con medios electrónicos.
Al mismo tiempo, esta falta de apertura se contagiaba incluso en los que tenían las primeras iniciativas, puesto que el mismo Quintanar es criticado por mantener el Laboratorio de Música Electrónica reservado para un nicho limita- do de músicos, que no necesariamente contaban con el carácter incluyente, ni el enfoque de desarrollo que pudo tener un laboratorio académico. Sin embargo, en Variación de voltaje se menciona al ingeniero Pavón como el verdadero arquitecto del asunto y uno de los indispensables de la electroacústica en México. No es uno de los entrevistados en este primer volumen, pero él hizo algunas de las primeras máquinas de sonido en México; un personaje recurrente a través de los testimoniales por ser quien entendía en realidad cómo operar la tecnología básica del sonido, responsable de trasladar el voltaje a sonido para dar lugar a una nueva forma estética.
Variación de voltaje cuenta con un sinfín de datos e historias fascinantes, y a la vez con un estricto enfoque de las herramientas, como sucede con Antonio Russek, otro personaje clave, quien cuenta la historia del abandono de su natal Torreón para afincarse en el Distrito Federal y así poder cursar la carrera de arte y ciencias a la vez. Russek indaga en teoría de música y sonido a profundidad, con contrastes entre las primeras épocas y las generaciones actuales.
También se cuenta la historia de Roberto Morales, un talento de composición de música folclórica mexicana que detalla, tras una carrera formal como instrumentista, cómo fue decantando sus intereses por la música electrónica en una época en la que había poco alcance para esta escena en México. Es así que narra las historias de sus primeros acercamientos a las computadoras, música algorítmica y de datos. Morales contó con la buena fortuna de poder viajar en varias ocasiones para hacerse de las primeras computadoras y aparatos apropiados para realizar su trabajo, becas internacionales, sucesos iniciales ya en la década de los años ochenta, cuando, junto con Russek, Ángel Cosmos y varios artistas sonoros más, gestionaron el compilado Música Electroacústica Mexicana (1984), que conformó uno de los primeros documentos históricos de esta nueva música.
Entre los casos más modernos, figuran las historias de pilares actuales como Ramón Amezcua Bostich o Fernando Corona Murcof. Las condiciones geográficas permean los testimoniales, puesto que no es un libro centrado únicamente en el desarrollo de la música en las gran- des urbes. Se percibe un aire relacionado con Baja California, explorado en las charlas con los artistas provenientes de ese lugar o con artistas que vivieron algo importante en la zona, como Mario de Vega, quien relata su época temprana: el colaborar con John Zorn antes de ser becado en Canadá e irse a radicar a Berlín.
En la entrevista con Murcof se comenta acerca de temas desde la perspectiva de la exportación. Con puntualidad da a entender las razones por las cuales decidió dejar las pistas de baile de su ciudad natal para emprender una carrera con música más compleja en Europa, contrastando semejanzas en el camino para crecer como artista en México y en el extranjero. Menciona similitudes en las dificultades iniciales, pero asegura que en Europa hay más valoración y que un tiempo después de estar trabajando de forma honesta, la gente empieza a “conspirar” para que le vaya bien al artista.
Variación de voltaje cierra con un último capítulo dedicado a Rodolfo Sánchez Alvarado, quizás uno de los más infravalorados artistas del libro: un sonidista de radio con múltiples historias de los primeros dejos de la experimentación electrónica en México, que llegó a colaborar en muchas presentaciones en Bellas Artes, y quien a través de la práctica se hizo experto en sonido directo, en vivo y grabado. Su carrera culminó al hacer sonido para teatro, acuñando el término escenofonía.
Variación de voltaje denuncia cómo se pudo innovar en técnicas sonoras y, a su vez, obtener tan poco reconocimiento. Quizás esto sea más explorado en sus siguientes volúmenes. Mientras tanto, tenemos un documento histórico que busca darle sustento a un movimiento de vanguardia a través del arte electrónico, en muchas ocasiones prolífico internacionalmente, pero poco valorado en el ámbito local. Es el inicio de una serie de libros que expone las bases para entender las raíces y la cronología de este otro lado de la música mexicana.