Hacia una definición de blockbuster
Word Detective afirma que el origen de la palabra blockbuster no es cinematográfico sino bélico: «El término surgió durante la Segunda Guerra Mundial como slang de la Royal Air Force para un tipo de bomba extremadamente grande (unas 800 libras, o alrededor de 360 kilos), tan poderosa que era capaz de destruir una manzana —block— de edificios. Tras el fin de la guerra, la industria publicitaria de los años cincuenta se apropió del término blockbuster, añadiéndolo a su arsenal de superlativos, junto a «astounding», «incredible» y «revolutionary». Otras fuentes coinciden —es claro que existió ese tipo de bomba, al menos—, pero The Big Picture: Money and Power in Hollywood se decanta por otro origen (más romántico, eso sí): «término acuñado en los años veinte para designar una película cuya larga fila de espectadores no cabía en una sola cuadra».
En todo caso, ambas definiciones se inclinan por un solo factor, un rasgo único que distingue a lo que denotan: el éxito. Un blockbuster, en ese sentido, es una película exitosa; en específico, económicamente exitosa. En esas primeras acepciones, no se contemplaban ni el factor artístico —ora de bondad o de maldad— ni el presupuestal —refiriendo a una película de producción costosa—. No que no importaran: sencillamente, no definían un blockbuster.
(Paréntesis: quisiera hacer una precisión que parece una enorme obviedad pero en la que no es raro ver caer a más de un comentarista cinematográfico: Hollywood, blockbuster y cine norteamericano son tres cosas innegablemente vinculadas, pero bien distintas entre sí. Un ejemplo concreto de esta confusión: hace poco apareció un texto en La semana de Frente que, además de una opinión subjetiva en torno a Only Lovers Left Alive, afirmaba que Jim Jarmusch filmó esa película en Hollywood. Es una imprecisión tremenda en más de un nivel (geográfico, entre otros: la película, de producción inglesa y alemana, se filmó en Detroit, Tánger, Marruecos y Hamburgo): “cine hollywoodense” suele designar al cine emanado de los grandes estudios (cuyas oficinas, esas sí, están situadas en el barrio angelino de Hollywood, aunque hoy día también se dispersan por varios puntos de Estados Unidos), pero ese cine, aunque en verdad representativo, no alcanza a designar a todo el cine norteamericano. Es verdad también que el término Hollywood ha venido a significar la voracidad de una industria, pero eso es un asunto que amerita otra discusión. Fin del paréntesis.)
La definición de blockbuster, como todas las definiciones, ha cambiado con el tiempo. No es raro escuchar que se llame blockbuster a un conjunto de películas veraniegas de alto presupuesto. Digamos: a una cinta se le designa así antes de conocer su éxito, o se admite que otra cinta es de tal o cual forma por ser un blockbuster (ejemplo de este uso: «La servidumbre del happy-end es, también, inevitable, tratándose de un blockbuster de esta naturaleza», anota el crítico Ernesto Diezmartínez en su reseña de Edge of Tomorrow). ¿Qué cambió? ¿Qué es, ahora, lo que denota el término blockbuster, más allá o además del éxito económico?
En un extraordinario ensayo en The Dissolve, Matt Singer da cuenta de un proceso histórico a la vez que lingüístico: «Para finales de los ochenta, la palabra se convirtió menos en una descripción retroactiva del éxito financiero («¡Esa película recaudó 150 millones de dólares! ¡Es un gran blockbuster!») y más una descripción aspiracional de las ambiciones de una película («¡Gastamos 150 millones de dólares en esta película! ¡Es un gran blockbuster!»). Para ponerlo de otra forma, el significado de blockbuster se amplió: no sólo contempla grandes ganancias, sino, también, grandes costos. Ahora, una película como The Lone Ranger puede ser, al mismo tiempo, un blockbuster (costó 215 millones hacerla) y un flop [o sea, un fracaso económico] (solo recaudó 260 millones alrededor del mundo)».
Existe la percepción, más o menos asumida, de que los blockbusters se estrenan en verano, o en fechas que rodean el verano (concretamente, de mayo a agosto, con el centro de esa temporalidad puesto en una fecha específica: 4 de julio, día de la independencia norteamericana). No en vano muchas veces blockbuster se acompaña del adjetivo «veraniego». Pero esto no fue siempre así. La génesis del summer blockbuster está vinculada a la de un proceso industrial que a botepronto parece fuente de inagotables aburrimientos: el aire acondicionado. Antes de la invención milagrosa de ese artífice de las bajas temperaturas, las salas de cine estaban desiertas en verano. Fue en 1925 que el aire acondicionado se introdujo en un cine: el Rivoli Theater, en Times Square. A partir de ese momento, el theater norteamericano se convirtió paulatinamente en refugio; habrían de pasar todavía cincuenta años de contemplación de variadas mediocridades fílmicas —entre ellas, los seriales como Flash Gordon, Adventures of Captain Marvel o Buck Rogers, claros antecedentes de la actual megafranquicia, entre otras producciones de serie B, confeccionadas para atrapar a los adolescentes que en esa época se encontraban de vacaciones— antes de que alguien descifrara la clave de la recaudación veraniega: ese alguien fue, se sabe, Steven Spielberg y su equipo, responsables de estrenar, el 20 de junio de 1975, la seminal Tiburón, una película que marcó y sigue marcando algunas de las características del blockbuster.
No obstante, incluso asumir que el blockbuster se estrena siempre en verano es también impreciso. Poco a poco, durante los veintitantos años que siguieron a Tiburón, los blockbusters modificaron sus fechas de estreno, extendiendo su presencia en el calendario. Para principios de la década pasada, Harry Potter y la piedra filosofal y El señor de los anillos: La comunidad del anillo, dos películas de alto presupuesto y aún más alta recaudación, se estrenaron en noviembre y diciembre, respectivamente, fechas que apenas unos pocos años antes solían reservarse a películas familiares, muchas de temática navideña: allí Papá por siempre (1993), Mi pobre angelito (1990), Hook (1991) y El regalo prometido (1996), todas estrenadas entre noviembre y diciembre de sus correspondientes años. Los años noventa fueron duros para todos.
Esta nueva etapa en las fechas de estreno del blockbuster, en la que muere la etapa de la «Película de Verano», se considera formalmente iniciada, al menos por gente como David Ehrlich, a partir del siete de noviembre de 2013. Ese fue el día en que cambió la fecha de estreno de Star Wars Episode VII: The Force Awakens, de mayo de 2015 a diciembre del mismo año. El cambio es significativo porque es la primera película de la saga que será estrenada en un mes distinto a mayo: los primeros tres episodios de la saga contribuyeron a labrar la tradición del summer blockbuster, y los segundos tres, a confirmarla.
Es decir, el término experimentó otra expansión, la última a la fecha: blockbuster ya no sólo designa a las películas veraniegas de alto presupuesto o alta recaudación sino, básicamente, a cualquier película, general pero no exclusivamente hollywoodense, costosa o no, con visos de éxito económico. Van ejemplos del rango de películas que atrapa el término: Insidious, estrenada en septiembre de 2010, recaudó 97 millones de dólares con una inversión de 1.5 millones de dólares: un inesperado blockbuster que, además, derivó en franquicia. Mad Max: Fury Road costó 149 millones de dólares y ha recaudado 358 (es decir, no tan exitosa), pero la crítica le ha dedicado sendas loas; es una película, además, de producción australiana distribuida por un gran estudio hollywoodense: califica como blockbuster. Jurassic World, que costó 150 millones de dólares, se estrenó en junio de este año y tiene acumulados 1.383 billones de dólares, una cifra capaz de conmover a cualquier funcionario del FMI: blockbuster irrefutable. Tomorrowland, estrenada en mayo de este año, costó la friolera de 190 millones de dólares y lleva recaudados poco más de 200 millones: un blockbuster fracasado —el angloparlante norteamericano, siempre tan dado al portmanteau y al neologismo, creó ya un incipiente término para esas películas carísimas y fallidas: flopbuster.
He allí una somera aproximación a lo que engloba el término blockbuster. Por supuesto, la definición seguirá cambiando a la par que el cine lo haga; nos queda, tan sólo, realizar el trabajo de intentar aferrarla.
Notas:
1) The Big Picture: The New Logic of Money and Power in Hollywood, de Edward Jay Epstein: «a term coined in the 1920s to denote a movie whose long line of customers could not be contained on a single city block».
2) Only Hipsters Left Alive, en La semana de Frente: «Pinche Jim Jarmusch es una pistola. Ha inaugurado una nueva corriente (que ningún cineasta mexicano había podido consagrar, ni Reygadas, ni Amat Escalante, ni Alonso Ruiz Palacios): el cine Condechi. Qué manera tan magistral de pasarse por los güevos a Foucault. De apocalíptico a integrado. Toma puto. Vine a Hollywood porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Mainstream».
3) A History of Air Conditioning, en Slate: «[…] It was introduced to the public on Memorial Day weekend, 1925, when it debuted at the Rivoli Theater in Times Square. For years afterward, people piled into air-conditioned movie theaters on hot summer days, giving rise to the summer blockbuster.»