Tierra Adentro
Carlos Córdoba
Imagen cortesía de Carlos Córdoba.

El pasado 4 de agosto se dio a conocer el fallo del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo 2013[1]. Mujeres sin cuello es la obra ganadora. Compartimos una charla con su autor, Carlos Iván Córdova (1982)[2], lingüista, poeta y dramaturgo originario de Hermosillo, Sonora.

Qué fue primero ¿el lingüista o el escritor?

Escribía poesía antes de la lingüística, y ésta me hizo enamorarme de las cuestiones dialógicas. Resultó muy inquietante conocer el peso, los actos de palabra dentro de la interacción y la comunicación humanas… la ironía, el doble fondo, indagar en cómo el poder se da a través del lenguaje y de cómo se da, también, el ejercicio espiritual a través del lenguaje. Me impresiona mucho lo que dice la gente en su cotidianeidad y cómo se forjan los juegos de poder a través de lo que hablan. Me interesa extraer ese comportamiento humano, el cómo se construye la realidad a través del diálogo.

¿Podríamos decir, entonces, que tu decantación por la dramaturgia viene de este interés por el diálogo?

Sí, en mis textos, prefiero como cualidades el lenguaje y el diálogo, más que la anécdota. Trato de ser muy sobrio… Me gusta escribir de forma minimalista, pero cuidando mucho la contundencia.

¿Cómo influyó esta preferencia la escritura de Mujeres sin cuello?

Me impuse el reto de escribir una obra con muy pocos personajes, que se desarrollara en un solo lugar. Así se redujo a dos: una niña-tronco, nacida sin brazos ni piernas, y su enfermera, quien tiene pocos días cuidándola. Es en su interacción, en su forma de conocerse, donde arranca un juego de poder, el cual transcurre, digamos, en tiempo real. Mujeres sin cuello no tiene correspondencia con la narraturgia, digamos que no está en boga; me interesa más dialogar con la tradición de autores como Edward Albee, Bernard-Marie Koltès, David Mamet, Mike Bartlett, Cutberto López… Obras que indagan en el estado del alma manifestado en los diálogos. Me interesa entrar en diálogo con lo humano, no con las formas: con la oscuridad del ser humano.

Y la anécdota en sí es peculiar ¿de dónde surge?

Cuando era niño vivíamos en el ejido de San Pedro El Saucito, (Sonora). Había una telesecundaria cerca, donde trabajaba un maestro en silla de ruedas que pasaba las tardes en una especie de casita de cartón. Mi mamá me mandaba a llevarle la cena. Una vez llegué con el hombre –tendría yo unos 8 años– me dice: “yo puedo ver cosas aunque no me mueva de la silla, por ejemplo, si miro este televisor apagado, puedo ver ahí lo que haces”. Entonces lo puse a prueba y salí, tomé una piedra y la arrojé hacia los huertos. Cuando le pregunté qué había hecho me respondió: “tomaste una piedra y la arrojaste hacia los huertos”. Me asusté tanto que salí corriendo… Ya después, en perspectiva, pensé: este hombre compensa su incapacidad física con posibles y extrañas posibilidades de poder mental, y se me hizo sugerente a más no poder… Años después me plantee cómo podría escribir una historia de una niña-tronco, sin que ella fuera la víctima sino la victimaria, de qué manera se podría corresponder un ser así, frente a alguien que es más bien minusválido emocional.

Ahora radicas en ciudad de México gracias a una beca de la Fundación para las Letras Mexicanas pero ¿cómo describirías el panorama teatral de Hermosillo?

El Norte en general, en materia teatral, siento que no tiene, en comparación con DF, una producción dramatúrgica profusa; allá lo que importa es la ganadería y el comercio, escribir teatro no goza de fama ni de prestigio. El panorama teatral no es tan rico como quisiera, pero existe. En Sonora las compañías de teatro que conozco sufren muchas tribulaciones y no hay muchos montajes. Me parece que tiene que ver con el hecho de que la gente no está acostumbrada a acudir al teatro; hay poco público, muy poco. Y es un círculo vicioso: el teatro necesita compromiso y colaboración colectiva y correspondencia con el público.

Eso no suena muy alentador ¿qué te convenció para, en ese contexto, animarte a escribir teatro?

Es un misterio, es algo que no está claro ni para mí, es casi instintivo, es algo que me duele pero que disfruto muchísimo. Trabajo con el pasado extraño, con la huella del dolor. Escribo por una necesidad de corresponder, de hacer lo mismo que otras obras hicieron por mí. Mi tarea es proponer, mostrar una parte de la realidad de una manera en la que nunca antes se haya presentado… porque todas las historias se han contado mil veces: lo importante es proponer una cierta perspectiva, un ángulo, que dé a estos eventos un nuevo color, o un nuevo sentido.


  1. En 2001 fue creado en el Centro Cultural Helénico (CCH) el Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo, como una forma de impulsar a dramaturgos menores de 35 años. Su dinámica incluye un taller en el que participan los finalistas. Sólo después de este taller se elige al ganador. El premio para la obra ganadora consiste en $120 mil pesos, mientras que el CCH ofrece uno de sus foros para presentar en temporada la obra ganadora, en un plazo no mayor a un año a partir del fallo, con cobertura de gastos técnicos y de difusión, toda vez que la obra recibe un apoyo económico de producción de $200 mil pesos. Las obras ganadora y finalistas se publicarán en la antología Teatro de la Gruta XIII, a editarse el próximo año.  ↩
  2. Carlos Iván Córdova (Hermosillo, Sonora, 1982). Estudió la Licenciatura en Lingüística en la Universidad de Sonora. Desde 2011 forma parte del programa de becas para jóvenes escritores de la Fundación para las Letras Mexicanas (f,l,m). Colabora en Enciclopedia de la Literatura en México, proyecto impulsado por la f,l,m y CONACULTA. Su poemario Ánimas mínimas fue ganador del Concurso del Libro Sonorense 2011. Autor de la obra L’instant de Guerlain, publicada por la editorial Paso de Gato y Toma Ediciones en la Antología de Teatro Breve para Formación Actoral, la cual formó parte de las lecturas dramatizadas realizadas en la FIL Minería en 2013.  ↩