Golden boy
Un ensayo sobre Donald Glover
En un gabinete del bar del Sanborns, dos personas se preguntan sobre el talento: ¿Se nace con él o se adquiere con los años? ¿Existe como un abstracto o solo es la reiteración de la práctica? La conversación, salpicada de juma, pronto concluye que el talento —tan excepcional, tan espinoso— solo es una quimera que, más veces de las que se admiten, la gente se cuenta para seguir trabajando, confiando, esperando.
Todavía con la sangre llena de ese néctar azaroso que es el martini seco y con esa sensación que deja una conclusión incompleta, una de esas personas llega a casa y prende el televisor: entre los servicios de streaming que a menudo ofrecen un catálogo que se torna infinito, encuentra Community (2009-2014). Creada por Dan Harmon, entre sus protagonistas aparece un tal Donald Glover interpretando a Troy Barnes, una exestrella de futbol americano. Luego, como quien busca más pruebas infalibles, esa persona se topa con Atlanta (2016-2022), una comedia dramática increíble creada, producida y escrita (a veces) por el mismo Glover; en ella, él interpreta a Earn, un estudiante que abandonó sus estudios en Princeton para convertirse en manager de su primo, el rapero Paper Boi, en medio de la escena de hip-hop en la ciudad que le da nombre a la serie.
La duda entonces se disipó: si el talento existía, la clave estaba frente a ella.
En Community, a pesar de que fue una serie que no escribió él, la profundidad de Troy es notable. Incluso si nos fijamos solo en la manera en que Glover tenía presencia en la pantalla, en la manera sutil (y a veces no tanto) para hacer reír —tan simple, tan complejo— al televidente.
Pero tengo que ser honesta: Community fue una manifestación de lo que se veía venir desde 30 Rock, serie creada por Tina Fey en la que Donald Glover se consagró como guionista con 23 años, e incluso antes, cuando Glover se dedicaba a hacer sketches de comedia en YouTube bajo el nombre “Derrick Comedy”, junto con DC Pierson, Dominic Dierkes, Dan Eckman y Meggie McFadden. Y todo el trabajo reiterado a lo largo de años le permitió escalar hasta esa obra cumbre que es Atlanta.
¿Tiene un minuto para hablar de Atlanta? Puede parecer precipitado, pero sé que no me equivoco al decir que esta serie es una obra cumbre en la carrera de Glover, no solo como guionista sino como productor y creador. La premisa es sencilla: dos primos que navegan en la escena del hip-hop en Atlanta, sus vidas se transforman y hasta mejoran. Sin embargo, debajo de todo esto (quizá no tan en el fondo), la serie retrata el racismo contemporáneo a través de diversos episodios que salen de contexto; para ejemplo basta mirar el primer episodio de la tercera temporada —Three Slaps—: aunque la base es un caso lamentablemente verdadero, en Atlanta hay un plot twist que no mencionaré aquí para evitar cualquier spoiler. Otro ejemplo es el séptimo episodio de la primera temporada, en el que la televisora ficticia B.A.N invita al rapero Paper Boi para comentar una entrevista hecha a Harrison, un afroamericano que se autopercibe como un hombre blanco de 35 años. ¿Genialidad? Hay que decir que sí.
La persona que se lo pregunte tendría que hablar directamente con él —cuestión que sería imposible para entregar este ensayo a tiempo—, pero la cosa con el talento, específicamente el de Glover, es que se trata de un elemento que está intrínsecamente relacionado con la realidad que vive y se alimenta de ella, la única materia prima indispensable. La misma Tina Fey lo mencionó alguna vez: la razón que la hizo contratarlo para 30 Rock fue una supuesta cuota de diversidad racial, pero toda experiencia —laboral, en este caso, aunque aplica para todo tipo— lleva a cada quien a contar su historia de vida desde un lugar irrefrenable. Por eso, pronto Glover se destapó como uno de los guionistas más brillantes de su generación.
Por supuesto, viendo más allá del contenido de Atlanta: una de las características más interesantes de esta serie son los pequeños resúmenes que vienen con cada episodio en cada temporada. El final es todavía una incógnita para quien escribe este ensayo, pero en el último capítulo de la serie, Donald Glover escribe esto: “You know what? As much as I hated this show, I think I’m gonna miss it”. En otro, quizá el favorito de toda la serie, deja esto como pista: “You know how you need a fresh cut but your barber is always in some wack stuff? He’s lucky I only trust him”.
Y no obstante, quizá la ostentación de los alcances de su creatividad no lleva su nombre sino otro, uno que —según una entrevista en 2011— vino desde el name generator de Wu-Tang Clan:1 “Childish Gambino”.
Aunque “Redbone” fue aclamada por la crítica, el rap de Gambino se convirtió en una suerte de representación o en activismo devenido esparcimiento, al menos desde “This Is America”, la canción que retrata las contradicciones de ser afroamericano en el Estados Unidos actual, una combinación fatal cuando se involucra la violencia que detona el comercio de armas, el consumismo y el entretenimiento voraz. Guthrie Ramsey, profesor de historia de la música en la Universidad de Pensilvania, analizó los elementos que Childish Gambino —no Donald Glover— mostró en el video de la canción, y encontró lo siguiente: “El mensaje central es sobre las armas y la violencia en América [o sea Estados Unidos] y el hecho de que, por un lado, tratamos con ellas y las consumimos como parte del entretenimiento [esto resuena incluso si se contrasta con el inicio de la canción: “we just want to party, party just for you, we just want the money, money just for you”] y, por otro, forma parte de nuestra conversación nacional”. La publicación en la revista TIME detalla cuáles son los cuatro momentos definitivos para declarar lo anterior: el primer disparo, el baile de Gambino con estudiantes mientras la violencia rodea el cuadro, el coro abatido a tiros y Gambino huyendo en la escena final. Quiero detenerme en esa última escena, pues su cara —especialmente, sus ojos— están contando no solo la historia, sino el miedo, el terror, la desesperanza… como dice la letra tan solo segundos antes: “You’re just a black man in this world”.
Es absurdo afirmar que Donald Glover —ese golden boy— haya entendido desde un primer momento la potencialidad de la comedia, la fuerza del horror, la atención de la música, el innovador retrato de los problemas de siempre, el entretenimiento sin censura, la honestidad creativa; sin embargo, siempre tuvo una historia que contar. Quizá la conclusión siga incompleta y acaso nunca pueda terminarse del todo, pero si hay algo que la carrera de Glover (o Gambino) puede dejar para la posteridad es que el talento tiene que ver, al menos primordialmente, con tener algo que decir y encontrar las formas de hacerlo.