Un ensayo sobre Donald Glover
En un gabinete del bar del Sanborns, dos personas se preguntan sobre el talento: ¿Se nace con él o se adquiere con los años? ¿Existe como un abstracto o solo es la reiteración de la práctica? La conversación, salpicada de juma, pronto concluye que el talento —tan excepcional, tan espinoso— solo es una quimera que, más veces de las que se admiten, la gente se cuenta para seguir trabajando, confiando, esperando.