Fujiya & Miyagi: endulzantes artificiales y krautrock
Aspartamo, Sucralosa, Sacarina, Estevia y Acesulfamo K: todas son sustancias que funcionan como endulzantes artificiales y pueden llegar a ser hasta 600 o 700 veces más dulces que el azúcar. Se consideran útiles pero no benéficas para la salud. Cumplen una función específica pero también cuentan con un importante número de detractores.
¿Por qué el grupo inglés Fujiya & Miyagi, que combina el krautrock y el pop electrónico, decide titular Artificial Sweeteners a su quinto disco? ¿De alguna manera buscan reflejar un “espíritu de época”? Cierto es que tendemos a utilizar sin prejuicio tales agregados, ya que están presentes en nuestra dieta diaria, pero de allí a que se les rinda homenaje artístico es otra cosa.
No siempre los nombres de los álbumes pueden despertar interrogantes. Los endulzantes artificiales están allí y de alguna manera son representativos de un momento histórico determinado, pero es complejo que se les reconozca. ¿Será que vivimos en una “era Esplenda” y no hallamos caído en la cuenta? ¿Nos acostumbramos a que el dulzor de la actualidad no proceda de la naturaleza? ¿Nos conformamos con el remedo y no con el original? ¿Nos hemos rendido ante el Imperio de lo light?
No deja de ser peculiar que estas preguntas vayan y vengan cada vez que transcurre un álbum tan gozoso como éste. ¿Es que acaso el grupo se da gusto en el arte del engaño?
Ya no son unos novatos, pero aún deben aparecer seguidores nuevos que los tomen por una agrupación japonesa al interpretar de manera literal su nombre. A ellos les interesa por igual la cultura del país del Sol Naciente (y sus viejos aparatos de audio) que el cine comercial norteamericano. Karate kid sigue estando en el imaginario popular y de allí surge lo de Miyagi. Fujiya es una tornamesa nipona de antaño.
Apostando por lo menos predecible, iniciaron apegándose al canon del krautrock, un género traído del pasado, para reivindicar a grupos como Neu! y Can. La idea era sorprender a una nueva generación de escuchas y de principio lo lograron. El asunto que es que se trata de una propuesta basada en el ritmo denominado motorik que es muy repetitivo, de hecho, la idea era hacer tocar a un baterista como si fuera una caja de ritmos —con la precisión de un motor.
Así que tras un comienzo titubeante con Electro Karaoke in the Negative Style (2002), las mejores notas de crítica especializada vinieron con su segunda producción: Transparent Things (2006) y un sencillo muy aplaudido “Ankle Injuries”.
Luego Steve Lewis (Fujiya) y David Best (Miyagi) prolongaron un sonido muy reconocible —tal vez en demasía— en su siguiente LP, Lightbulbs (2008), que contenía a una muy disfrutable “Knickerbocker”.
Nadie puede decir que su penúltima obra, Ventriloquizzing (Full Time Hobby, 2011), aunque dio señales de ligeros cambios, no se desdibujara. Aquí es donde habremos de valorar que en ciertas escenas culturales si se pueda pensar en un proyecto de largo plazo. En ocasiones una obra puede resultar fallida y ello no quiere decir que no sea el antecedente de algo realmente brillante.
Eso sería deseable tanto en el rock como en el cine nacional, pero ya se sabe, nuestra economía es endeble, en cambio en el Reino Unido la industria musical está muy arriba en el Producto Interno Bruto y las cosas se pueden llevar a cabo con paciencia y teniendo la posibilidad de reponerse de algún sonoro traspié.
Así que los de Brighton regresan este año potenciando sus composiciones a través de un viraje que les lleva hacia el synthpop y un poco de big beat, en una “Tetrahydrofolic Acid” que refleja su obsesión por las sustancias de laboratorio y que nos instala con cierto halo nostálgico en esos enormes raves de finales de los años noventa.
Al ampliar la paleta de referencias musicales, Artificial Sweeteners (Yep Roc, 2014) es muy posible que sea evaluado más positivamente que aquel segundo álbum. ¿Será que se trata de lo mejor que han grabado? Es muy probable, sobre todo por una entrada tan implacable como “Flaws”, canción de la que obtienen todos los réditos a la hora de manipular los sintetizadores y soltar las secuencias varias.
El cuarteto, que completan Matt Hainsby (Ampersand) al bajo y Lee Adams en la batería (sólo en los directos), ahora se acerca mucho a lo que hacen los de Nic Offer, y, por qué no, hasta a LCD Soundsystem, que se manifestaron como admiradores de los ingleses. El componente de electrofunk es lo que termina de completar esta hedonista sesión de música de baile compuesta por nueve temas, que también rinden pleitesía a la herencia de Underword.
Una oferta a todas luces ganadora, pues incluso los melómanos expertos encontrarán en el arranque de “Acid to my Alkaline” una cita a la excelente “Machine Gun” de Portishead, mientras que el ala popera preferirá el tema titular.
Fujiya & Miyagi reaparecen en plena forma, reinventados; y aprovechando su transición colocaron algunos de sus temas en series como Breaking Bad y Misfits, comerciales de televisión y documentales. Han encontrado la manera de acomodarse a la época: sondenado su lado artificial y encargándose de endulzar el cuerpo con estimulantes diseñados con total precisión.