Fotoinfracción
La cámara de fotoinfracción actúa sin operador y dispara el obturador para realizar la imagen a través de la señal que recibe de un cinemómetro. El dispositivo es automático y funciona con un láser o con radares Doppler que sólo se activan cuando reciben una señal de vuelta que se produce si un automovilista supera el límite de velocidad. Entonces la cámara fotografía las placas del auto en circulación.
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En diciembre del año pasado, mientras manejaba por el Periférico Ecológico en Puebla, vi por primera vez un señalamiento azul con una cámara de la cual emergían tres círculos. En la parte inferior era posible leer la palabra Fotoinfracción. Casi siempre reflexiono en torno a la fotografía y a la forma en la que los humanos nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás a través de ella. En ese mismo viaje me quejaba de la redacción de algunos de los señalamientos de tránsito que veía en la carretera, y discutía con mi compañero lo difícil que podía ser entenderlos. Durante el trayecto que recorrimos de Puebla a Cuernavaca tuve precaución de no rebasar el límite de 90kmph permitidos y revisaba constantemente la aguja del tacómetro. Pensé que debía ser cuidadosa y en la multa que podría llegar hasta mi casa. ¿Si tengo placas y domicilio en Morelos puede llegar mi multa desde Puebla? ¿Hay concordancia entre la velocidad que marca mi auto y la que detecta el radar? Nunca pude ver las cámaras fotográficas porque era de noche, pero sin duda el asunto me provocaba dudas, miedo y cierto sentimiento de control sobre mi forma de manejar. Definitivamente las cámaras, como nuevos panópticos, dominan el comportamiento de algunos individuos, entre ellos el mío. Y ahí estaba yo manejando y sintiéndome observada por un ojo mecánico vigilante. No quería que mi auto fuera fotografiado.
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En México, la fotoinfracción fue implementada en algunas ciudades como Guadalajara desde 2011, desde entonces se utiliza para hacer un registro visual de vehículos que superan los límites de velocidad establecidos, así como de automóviles mal estacionados. Posteriormente, el dispositivo fue implementó en algunos municipios de distintos estados de la república como Puebla, San Luis Potosí, el Estado de México, Aguascalientes, Veracruz, Chihuahua y en la (ahora) Ciudad de México. El control vial registrado por un medio impersonal proporciona muchas ventajas, entre ellas la de reducir los accidentes automovilísticos. Al mismo tiempo evita que haya corrupción por parte de los agentes de policía, quienes aceptan «mordidas» de los automovilistas. Las desventajas: las empresas privadas que instalan las cámaras con radar obtienen un porcentaje del dinero recaudado con las multas en función del número de infracciones que realicen, esto no favorece a los ciudadanos.
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En 2009 un grupo de ciudadanos de Arizona inició un ataque contra los aparatos de control de seguridad vial que la empresa Redflex Traffic Systems había instalado un año atrás cuando ganó la concesión de operación de fotomultas en el estado. El ataque, según relata Christian Thomson para VICE, fue realizado por un grupo que se hacía llamar «Arizona Citizens Against Photo Radar», que durante una madrugada se dedicó a destruir las cámaras fotográficas de la autopista Loop 101 en Phoenix. El enojo radicaba en el hecho de que la compañía Redflex Traffic System generó millones de dólares en el primer año, lo cual significaría una gran ganancia en los años siguientes. Quizás también formaron parte del grupo personas que habían sido multadas al ser captadas infringiendo los límites de velocidad, o gente en contra del mecanismo gubernamental y de carácter privado que estaba detrás del dispositivo que identificaba sus placas y sus rostros a través de una imagen. En el 2008 un oficio emitido desde la oficina de la entonces gobernadora de Arizona, Janet Napolitano, pedía a la legislatura que los dispositivos de radar y de cámaras fotográficas pudieran detectar infracciones cometidas dentro del auto. Esto significaría que ambos dispositivos podrían ser usados no sólo para detectar los automóviles que circularan fuera de los límites de velocidad, sino que además podrían reconocer cuando un automovilista no portara el cinturón de seguridad. Se trataba de una forma de control y vigilancia ejercida por el poder estatal de Arizona con el objetivo de generar seguridad vial y desprendiéndose —supuestamente— de intereses de ganancia económica. La toma y la destrucción de las cámaras fue una forma de sacarle los ojos al gobierno que los castigaba con la mirada.
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Ante el uso de la fotografía como medio de control en México, los automovilistas encontraron nuevas formas de no ser capturados, identificados y sancionados por la cámara. El miedo a ser fotografiado no sólo modera la conducta de algunos que, como yo, están pendientes de circular a la velocidad permitida, sino que pone creativa a la gente que busca nuevas formas de evadir la lente de la ley. Existen productos en el mercado que impiden que las placas sean visibles a la cámara. Hay calcomanías que reaccionan al flash, de tal manera que cuando la cámara lo emite, las letras o números son imperceptibles en la imagen. También hay micas y protectores de placa que funcionan a modo de holograma, haciendo que el número sea visible sólo si se observa de frente, y no si se mira de lado. Esto funciona si pensamos que los dispositivos se colocan justo a los costados de avenidas y calles, sin embargo no está comprobado que estos productos (de venta en sitios web) funcionen por completo. ¿Qué va a pasar con quienes compran y venden artículos para evitar las fotoinfracciones? ¿Cómo vamos a entender los ciudadanos estos nuevos mecanismos de control? ¿Qué va a suceder con las fotografías de registro de los automóviles? ¿Habrá una reapropiación de estas imágenes en futuros proyectos artísticos tal como sucedió con el Google Streetview?
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El video publicado en 2015 por el humorista francés Rémi Gaillard inicia encuadrando con los dedos a una chica en lencería, haciéndola posar frente a la cámara junto a una calle por la cual circulan autos en un solo sentido. Se acerca a ella, le da instrucciones y regresa a su posición detrás de una cámara como si de él dependiera la toma. Gaillar se coloca detrás de la caja metálica que contiene la cámara pretendiendo que ve a través del visor. Luego se aleja y hace señas a los automovilistas para que aceleren y que de este modo lo ayuden a obtener una fotografía de la modelo. También hace posar a una supuesta pareja de recién casados, se esconde bajo la tela negra que ha usado para simular que opera con una cámara del siglo XIX. Un automóvil excede los límites de velocidad y ésta se dispara fotografiando a la feliz pareja. Hace lo mismo con un equipo de fútbol soccer. Gaillard es conocido por romper las normas establecidas, por poner en evidencia actitudes humanas contra los animales y criticar las medidas de control y seguridad implementadas por el gobierno. Sus críticas e inconformidades son dirigidas con humor usando el recurso del «detrás de cámara». El video «Radar de control de velocidad» puede ser sólo una burla a las fotoinfracciones implementadas en Francia desde 2003 o un síntoma de la inconformidad de un grupo social. En la descripción de su video, Gaillard apunta «Harto de las fotos digitales… Por suerte el gobierno pone a nuestra disposición aparatos que aún hacen fotos bonitas en papel». Remi fabrica retratos con la cámara de fotoinfracciones, el tema es el mismo desde la invención de la fotografía, el medio y la forma de realizarlo no. Se trata pues de una reapropiación del humorista de las funciones de control y penalización que el gobierno ha otorgado a la fotografía en el siglo XXI.
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Armando García debe a la Secretaría de Movilidad más de 6 mil pesos de un total de 9 fotoinfracciones que se ha negado a pagar, según afirma un texto del diario jalisciense El Informador. El chico de 20 años no está preocupado por pagar, e incluso compró una mica de placas que le costó 250 pesos y de este modo es como ha evitado que se le acumulen más multas. Armando ya no es visible ante las autoridades, pero de esta manera deja ver su desacuerdo con las leyes de vialidad y transporte en su ciudad. Como él, muchos mexicanos están optando por volver sus placas ilegibles ante los aparatos de fotoinfraccion. Las medidas llevadas a cabo por los automovilistas que adquieren productos como las micas y los hologramas fomentan la ilegalidad y favorecen el descontrol en las calles que no sólo pertenecen a quienes poseen un auto, sino también un grupo de ciclistas y peatones que pueden salir afectados. Aunque también es claro que los sistemas de control y vigilancia de cada estado pueden ser infructíferos porque los dispositivos no aseguran que la infracción sea justa y que evite accidentes por exceso de velocidad.
Me viene a la mente una idea central que la ensayista Marina Azahua plasmó en su libro Retrato involuntario, en el que no sólo habla de la fotografía como un documento social, sino del acto fotográfico como una forma de violencia. Pienso que quizás, la fotoinfracción es una forma sí de generar orden y ejercer control, pero también un acto violento en el que el automovilista se cuida de que su coche o su rostro no sean capturados. En definitiva no se trata de victimizarlo, pues también puede ser quien provoque un accidente, pero es importante hacer un análisis más profundo en torno al papel de la fotografía y de la cámara en nuestro desenvolvimiento en los espacios públicos, observar cómo nos movemos en el espacio y cómo somos observados desde la lente de las cámaras instaladas en las calles.