Tierra Adentro

Con la vorágine de imágenes que nos colman en el día a día, la cantidad de artículos, textos y libros en torno a la imagen fotográfica y su estudio desde la historia, la sociología, la semiología y el arte, podríamos pensar que el tema ya ha sido abordado por completo, y que la reflexión en torno a la fotografía puede ser un tanto estéril. Los artistas visuales, fotógrafos o productores de imagen se enfrentan a estas ideas con cada proyecto que emprenden. Se trata de buscar la aguja en el pajar de las posibilidades, de salir a flote en el mar de las imágenes y de los conceptos. ¿Será que todavía queda algo que decir sobre la imagen, sobre la fotografía y el cine?

En 2013 se anunció la creación de la Cátedra Extraordinaria Olivier Debroise en México, que ofrecería coloquios y seminarios especializados en torno a la imagen durante un año (del 2014 al 2015). La iniciativa tenía dos bases centrales: 1) el trabajo colaborativo de intercambio académico entre el Instituto Francés de América Latina e instituciones de formación académica en México como el MUAC y la UNAM; 2) retomar la figura de Olivier por su gran trabajo como crítico de arte, curador e investigador, y por ser referencia en los estudios de la imagen en México, del mismo modo que lo son Walter Benjamin y Roland Barthes.
El objetivo de la cátedra era ofrecer seminarios en colaboración con el Posgrado de Historia del Arte de la UNAM para finalizar con el Coloquio Internacional Imágenes, dispositivos, producción y crítica. Se buscaba generar un diálogo productivo sobre teoría y crítica de la imagen entre académicos de diversos países y, desde esos puntos de cruce interdisciplinario, generar nuevas lecturas en función a la producción fotográfica. Laura González Flores, titular académica de la Cátedra Olivier Debroise declaró en 2013 (en un texto publicado por Sonia Ávila en Excelsior) que «no es especializada en fotografía, sino que procurará profundizar en la teoría de lo fotográfico tanto como ésta se manifiesta en las artes en general». No lo menciona, pero se da por entendido que el sentido no es el de análisis y de estudio de la imagen desde la historia o desde el arte mismo, sino desde diversas conjeturas que den explicación al ejercicio y la producción de fotografía y cine en la actualidad.
El Coloquio Internacional duró varios días, mientras que los seminarios especializados tuvieron lugar durante el tercero. En la primera jornada Martin Jay tocó un tema controversial para muchos y muy habitual para otros tantos en su ponencia «¿Pueden mentir las fotografías? Reflexiones sobre una angustia perenne». En ella, Jay abordó la diferencia entre «verdad» y «mentira» y lo «verdadero» y lo «falso». Para saber si una fotografía miente o no, primero era pertinente precisar qué es una mentira. Mencionaba la ambigüedad temporal que había en ella: está concierne sólo a un tiempo futuro, es decir, la mentira está pensada en función de su efecto en la posteridad. La mentira existe para producir en el lector o en el observador un falso entendimiento. Así, también cuestionaba si la fidelidad de la representación puede ser considerada como una «verdad» de la realidad. Finalmente, señaló que la verdad es una construcción dialéctica y se considera que existe en la fotografía cuando ésta apoya una evidencia y revela un hecho; las fotografías pueden engañar, pero no mentir.
Por otro lado, la investigadora eslovena Polona Tratnik (Centro de Ciencias e Investigación de la Universidad de Primorska) presentó su conferencia «El papel de las imágenes en el biopoder», en la que expuso la manera en la que las tecnologías desarrolladas en función de la observación del cuerpo permiten el avance en la ciencia médica y que haya un poder sobre la vida. También hizo un recuento de cómo se ha producido el conocimiento sobre el cuerpo humano desde el Renacimiento a través de la observación, siendo ésta un eje central del método científico. El conocimiento del cuerpo está irremediablemente ligado a las máquinas de visibilidad (microscopio, rayos X, tomografías e imágenes con ultrasonido) que han permitido que se vea y se revele aquello que no es obvio ante la mirada. Observar y conocer son formas que han servido para ejercer poder, para controlar y disciplinar el cuerpo. «Images are in service of biopower».
En la segunda jornada, la historiadora del arte Manuela de Barros (Depto. De Artes Plásticas, Universidad de Paris 8, Francia) participó con su ponencia «Producción de imágenes, alteridad y medios de comunicación». En ella exponía la manera en la que los medios de comunicación transforman la información y las imágenes en noticias, así como la recepción que hay de fotografías como «Vulture stalking a Child» de Kevin Carter, ganadora del premio Pulitzer en 1993. Este tema involucra otros tantos: la violencia, el sufrimiento y la muerte en la fotografía de prensa y la supuesta indignación que ésta debe provocar ante la audiencia. Aunque todo esto puede evocar a Susan Sontag y su texto Ante el dolor de los demás, resulta importante la aportación de Barros en el aspecto de la difusión y transmisión que se da a las imágenes en internet, a través de las redes sociales como Facebook y Twitter. De esta manera, ella analiza la divulgación de fotografías que se vuelven virales, tales como la del niño sirio que yace muerto en una playa de Turquía.
Después, John Tagg (Universidad de Binghamton, EUA) rescata una reflexión similar a la de Tratnik en su ponencia «Todo y nada: significado, sentido y ejecución de archivo». Él rastreaba el poder de la imagen —a diferencia de Polona— en la cámara y la identificaba como una herramienta que sirve para ejercer poder. La fotografía, mencionaba, lo es todo, pero al mismo tiempo es nada; de este modo la fotografía y el poder se vuelven inherentes.
De las réplicas y debates durante ambos días, hubo un tema que el público puso sobre la mesa: la falta de autonomía de la imagen con respecto al lenguaje hablado o escrito. Es decir, de la dificultad de poner lo visible en lo decible y de cómo la imagen puede ser algo inalcanzable para el lenguaje. La visualidad y la discursividad se encuentran en un campo minado. El pixel, se decía, puede ser algo así como el fonema de la sintaxis fotográfica, y tal lenguaje es indisoluble de la estética. Sin embargo, creo que la comparativa será constante, quizás porque el lenguaje existe más allá del discurso hablado, pues es importante no olvidar que también existe el discurso visual permeado por el contexto histórico.
Sin duda, la Cátedra Olivier Debroise deja propuestas abiertas, temas frescos que abordar sobre la imagen. Quizás queda poco que decir de la fotografía, pero mucho por hacer y decir en torno a la teoría de su producción. El coloquio y los seminarios especializados son ejercicios de pensamiento teórico que no deben quedarse dentro de la Academia, sino que deben explotarse también desde fuera.