Fotografiar la metáfora. Exposición de Joan Liftin y Charles Harbutt
El lente fotográfico cambia la percepción del mundo. Como en los espejos retrovisores, también ahí los objetos están más cerca de lo que parecen. No es la composición sino el momento, la fracción de tiempo que evidencia su naturaleza mutable. La fotografía se erige como el lugar sin reglas donde aprendemos a mirar con otros ojos. Si hay algo que decir sobre ella primero debemos hacer a un lado las imágenes que la publicidad, la moda y el arte en general, han impuesto sobre los cuerpos. Para deconstruir y otorgar significado, se vuelve necesario ejercer un grado de violencia tal que destruya sistemas hermenéuticos, formas de vivir impuestas por este sistema donde es difícil ejercer un pensamiento propio. Lo metafórico es, en cambio, una puerta hacia visiones del mundo heterogéneas.
En el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo actualmente se exhiben las series fotográficas Drive-ins y Runaway, de Joan Liftin, y Bajo mis pies, de Charles Harbutt. Liftin y Harbutt son una pareja de fotógrafos estadounidenses que comparten una visión particular en torno a la imagen como representación libre del mundo. Además de esta exposición, impartieron talleres para fotógrafos interesados en dar continuidad a su obra y organizarla para posteriores exhibiciones. Ambos fueron directores de la agencia de fotografía Magnum, fundada en 1947 por los fotoperiodistas Robert Capa, Henri Cartier Bresson, George Rodger y David Seymour, quienes fueron los primeros encubrir grandes territorios del orbe sin renunciar a una narrativa, a la historia personal que querían contar.
En Instinct and Metaphor, texto introductorio a uno de los talleres que imparte en Nueva York, Harbutt recomienda a sus alumnos no salir a la calle con la intención de fotografiar una situación determinada sino permitir que la fotografía se convierta en la metáfora de un instante, el atisbo de una experiencia. Dejar hablar al mundo, como sucede también en la literatura: vivir las palabras es acercarnos a las cosas. En alguna ocasión, Harbutt dijo yo no hago fotografías, las fotografías me hacen a mí. Esta declaración es quizás la raíz de donde surgen sus imágenes, en su mayoría tomadas en blanco y negro. Así como las palabras determinan el pensamiento, el color de las fotografías entabla un discurso con el mundo, modificando la forma en que nos relacionamos con los otros.
Todo arte es un diálogo inconcluso, una puerta giratoria para observar lo que se oculta en el fondo, aquella fuerza inagotable que llamamos emociones, estados ambiguos del espíritu. En la sombra nos volvemos reales, existimos plenamente. Bajo mis pies es la crónica de una batalla grabada en un camino empedrado, en ella Harbutt retrata sus grietas para narrar esa historia violenta. En 2013, visitó el poblado de Pontlevoy, Francia, donde a principios del siglo XII murieron alrededor de 5000 hombres cuando Fulco III de Anjou lanzó un brutal ataque contra la Casa de Blois. El Conde de Anjou era conocido por ser cruel con sus enemigos pero sobre todo con sus súbditos y su familia. En 999, ordenó quemar a su primera esposa cuando descubrió que lo engañaba. Harbutt encontró plasmado este momento en una piedra que aún parecía incendiarse después de tanto tiempo.
En Bajo mis pies cada fotografía va acompañada de una ficha técnica que complementa intencionalmente la imagen. Su autor nos propone un juego donde hace evidente la fuerte relación entre palabras y cosas. Así leemos: pareja jugando con una pelota, hombre y serpiente asomándose, perro sonriendo, los combatientes, hombre fragmentado, rostro gritando, caballos en duelo, mis pies en la calle Pontlevoy. No hay memoriales que conmemoren la Batalla de Pontlevoy y existe poca información al respecto. Para Harbutt, muchos de los fantasmas de esta masacre quedaron atrapados en el pavimento y en los muros del pequeño poblado. La realidad es interpretación, un entramado de sentidos a veces ambiguos. Lo que pensamos determina aquello que vemos.
En otra sala del Álvarez Bravo se encuentran las fotografías de Joan Liftin. En Drive-ins retrata auto cinemas durante los setentas. Liftin solía acudir regularmente a estos sitios y de vez en cuando tomaba fotografías de los asistentes. Esta serie apela a su nostalgia, a la desaparición paulatina de aquella manera de ver cine donde no sólo se acudía a contemplar imágenes sino a pasar el tiempo con amigos o familia, a hacer todo lo que ahora está prohibido: hablar, beber, fumar, dejar de poner atención a la película. Para Liftin, la fotografía se encuentra más cercana a la metáfora, a un juego de percepciones donde apostamos esta realidad ambigua, que a una experiencia racional del mundo. Lo que se dice ahí es lenguaje abierto, potencia de ser y transformación infinita.
Liftin también exhibe Runaway, una serie que recrea metafóricamente su primera huida. A los nueve años decide huir de su casa, en Nueva York, toma el metro pensando que atravesaría todo el país pero sólo llega al Bronx y baja consternada; ahí los edificios le parecen sumamente similares, como si todos los lugares fueran en realidad el mismo. Estas fotografías en blanco y negro retratan fragmentos de una trayectoria interior reflejada en el afuera, un viaje que nunca termina pues en todo momento estamos andando. Así observamos la ventana iluminada de una casa, un tendedero cargado de volátil ropa, un árbol solitario, un hombre sentado en el parque, cuatro cuerpos recortando la niebla, la sonrisa borrosa de un compañero de auto. Alejarse, pensar que uno puede escapar de los senderos dictados por la mente, regresar con las manos vacías y el corazón pensativo.
Algo que decir ahora, en este tiempo, sobre el otro. Harbutt nació con miopía, condición que en vez de lamentar, aprovechó como una posibilidad de apreciar detalles y situaciones que de otro modo pasarían desapercibidas. Posibilidad también de imaginar lo que en verdad sucede y darle así otro sentido a la realidad. Para él esta es la magia presente en las imágenes, son espejos que sugieren cosas distintas a las que a simple vista se perciben. Magic, image and imagination are all from the same root word, dice en una entrevista. De esta manera, propone establecer un vínculo distinto entre el espectador y la imagen, transversalidad que dispare la experiencia propia y una conciencia del otro.
Joan Liftin y Charles Harbutt buscan en la imagen un medio para crear conflicto entre las partes que integran nuestra no tan subjetiva visión del entorno. Ruido sobre las cosas que dejan así de ser sólo paisaje. El objeto se ofrece como una posibilidad de apreciar la variabilidad del camino y el papel de la mirada del otro. Lo que se oculta, la violencia del encuentro pero también de la similitud, de lo colectivo.
El Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo se encuentra ubicado en la calle M. Bravo número 116, esquina García Vigil, a cuatro cuadras del zócalo de la ciudad de Oaxaca. El horarios de visita a las salas es de miércoles a lunes de 9:30 a 20 horas.