Flores y abanicos: retratos de una historia
Hace dos semanas, el miércoles 16 de julio, se inauguró oficialmente la nueva exposición temporal del Museo de Historia Mexicana, de Monterrey, titulada La flor y el abanico. Retratos de damas mexicanas. Un día antes, el martes 15, el museo ofreció una preinauguración exclusiva para los Amigos de la historia, como se llama a los miembros que de acuerdo a una aportación monetaria anual obtienen diversos beneficios. El evento consistió en un recorrido guiado por la restauradora y museógrafa Adriana Gallegos Carrión, a cuyo cargo estuvo la curaduría de esta exposición. Además, al finalizar el recorrido los asistentes gozaron de una amena recepción acompañada de vino tinto y deliciosos bocadillos.
La muestra, que estará expuesta en sala hasta el domingo 19 de octubre, parte de una investigación y colección que se mostró en el 2007 en el Museo Arocena, de Torreón, ahora enriquecida con importantes piezas del Museo de Historia Mexicana y de coleccionistas particulares de Nuevo León y la ciudad de México. Entre las piezas más importantes sobresalen los óleos del pintor catalán Pelegrín Clavé, que fungió como titular en la cátedra de pintura y director de la Academia de San Carlos ubicada actualmente en el Centro Histórico de la ciudad de México.
Dividida en cinco temas principales: la mujer y el abanico, el retrato como espejo, ejemplos de conducta, ámbito académico y alternativas regionales, y el nuevo ideal femenino burgués. Consta de treinta retratos realizados entre los siglos XVIII y XIX; abanicos utilizados de acuerdo a su propósito, como objeto de uso, que datan del siglo XVIII a principios del XX, elaborados y decorados con distintos materiales, reflejo también de la alcurnia y gustos de la época. Llamativos por su atractivo estético, destacan los abanicos de lienzo pintado a mano, o papel litografiado, acuarela y gasa; también los abanicos de encaje y seda. Otros materiales utilizados son la paletilla de concha, madera laqueada, madreperla con aplicaciones de latón dorado y hueso policromado.
También forma parte de la exhibición una ambientación en audio y video, en la cuál doña Bárbara Moreno y Buenvecino, retratada por el artista Daniel de Islas, narra al público el significado de su vestido, cabello, escudo de armas y otros elementos clave para comprender mejor algunos de los rasgos estéticos preponderantes en la época. Además, se exhiben vestidos de los siglos XIX y principios del XX, propiedad de doña Refugio Escandón de Pliego, diseñados por las exclusivas casas de costura francesa Jacques Ducet y Madame Louis.
El recorrido inició luego de una breve semblanza que ilustró al público respecto a la eminencia de la curadora, Gallegos Carrión, de aspecto moderno y juvenil, actual coordinadora de curaduría y exhibiciones en el Museo Arocena-Casa Histórica Arocena, de Torreón, en el estado de Coahuila, a tres horas de Monterrey. Al tomar la palabra, la también maestra en Historia agradeció la respuesta del público, “alma del museo”, expresando su emoción por ser la primera vez que guiaba un grupo tan numeroso. También comentó la relevancia de la muestra, que además de estar compuesta por obras que han formado parte de las colecciones permanentes de ambos museos, incluye piezas inéditas que nunca habían salido siquiera de las bodegas del museo en la ciudad de Torreón.
Considerando la histórica preponderancia masculina en todos los ámbitos, sobre todo de la vida pública, cabe destacar la importancia que implica la exposición de retratos femeninos, que si bien cumplían una función de recuerdo para los conocidos de la modelo (ya que en muchas ocasiones estos se hacían post mortem, a partir de una descripción física del personaje en cuestión), también evidenciaban los valores esenciales de la sociedad novohispana, jerárquica y estamental, así como la relación de la mujer para con su grupo social. Cabe recordar que en la época novohispana no existía la noción del individuo como sujeto particular, en vez de eso, sobre todo en el caso de la mujer, el sujeto adquiría sentido a partir de su relación con el gremio, familia, cofradía o corporación a la que pertenecía. Por lo tanto, en el lenguaje del retrato de la época virreinal, una constante era la cartela, como se llama a las líneas escritas en dónde se consigna el nombre de la persona retratada y su filiación: de quién es hija, en qué momento contrajo matrimonio, o a qué orden religiosa pertenece, en el caso de las monjas.
De la segunda mitad del siglo XVIII hasta la primera del XIX, México pasó de ser una sociedad jerárquica tutelada por la Iglesia y el Estado a ser una nación “independiente” en donde, en teoría, se abolieron los títulos nobiliarios y el sistema de castas. Mientras se mantenía la pauta social que recluía a la mujer en el ámbito de lo privado, tendencia perceptible en las poses aún rígidas de las retratadas. Desde el medioevo se relaciona a la mujer con símbolos como flores, telas, velos, abanicos y pañuelos que representan cualidades como la virtud, la honestidad y el decoro así como la modestia y mansedumbre esperadas en ellas para con su esposo, padre, familia, sociedad u orden religiosa. Durante el siglo XIX comienza una distinción sustancial con los retratos de siglos anteriores basada en la tendencia a transmitir el “deber ser” femenino burgués, donde la mujer es frágil pero férrea guardiana de los valores morales y religiosos como son el matrimonio, la familia y el cuidado de los hijos, actitudes que aún hoy marcan la pauta del comportamiento ideal de la mujer mexicana. El recorrido. aunque breve, colocó en contexto a los visitantes.
En la exposición se reflejan, por medio de las piezas presentadas, los valores decimonónicos e incluso medievales que en pleno siglo XXI aún rigen el constructo social femenino y relacionan a la mujer sobre todo con el ámbito de lo privado. Adriana, que muy amablemente aceptó ser entrevistada, comenta al respecto que los grandes cambios en la identidad femenina en realidad son muy recientes. Tomando en cuenta por ejemplo que hasta 1950 la mujer aún no tenía derechos ciudadanos básicos como el derecho a votar. Desde el siglo XVIII al XIX los cambios culturales respecto a la identidad femenina son casi imperceptibles. Existen diferencias en cuanto a estilo y a la forma en la que se concibe la sociedad, pero no es sino a partir del siglo XX cuando se abre la posibilidad de marcar diferencias entre roles e identidades. Si bien el rol, marcado por la sociedad de acuerdo al género, se construye aún a partir de la dialéctica masculino/femenino, en la actualidad la identidad se ha diversificado en una gama de posibilidades que la mujer puede asumir. Situación que en el siglo XIX era prácticamente imposible, dado que en esa realidad social que no implicaba la totalidad de mujeres de su época sino del pequeño sector con los medios posibles para hacerse un retrato. Por lo tanto la exhibición implica un pequeño fragmento de la historia, no su totalidad.
Uno de los objetivos de la muestra es que el público no salga igual a como entró, sino que interprete, con ayuda del trabajo curatorial pero también de acuerdo a su propia subjetividad, los elementos expuestos, como las semejanzas y diferencias de la actualidad con épocas anteriores. La muestra, según comenta Adriana, es importante porque a partir de documentos visuales, en lugar de escritos, se enfoca en concepciones más modernas de la historia, como la identidad, los roles sociales y la construcción cultural en contraste con los héroes y efemérides de la historia oficial conocida desde los libros de texto.
En la página del Museo de Historia Mexicana se puede encontrar el texto curatorial completo, mayor información respecto a esta y otras exhibiciones así como los beneficios de la membresía Amigo de la historia. También se extiende la invitación para consultar Del museo imaginario, blog de la curadora Adriana Gallegos Carrión, en donde escribe periódicamente, así como de la página Arte e Historia México.
La exhibición La flor y el abanico. Retratos de damas mexicanas permanecerá abierta hasta el domingo 19 de octubre. Se recuerda al público que el boleto de entrada al museo tiene un costo de 40 pesos con un 50% de descuento para estudiantes, maestros e INAPAM. Martes y jueves la entrada es libre.