Eterno retorno
Ya fui y vine. Diciembre, a mi ver, duró menos que el canto de un estornino amaestrado de pico recto, alas largas, cola corta y forma rechoncha, paseriforme, pues. Diciembre, como el estornino que describo, tuvo sus días de plumaje negro y sus días con reflejos verdes y morados, días de pintas blancas. También como buen pájaro, Diciembre ya se fue.
Voy a abrir la mochila y luego la maleta. Sacar a la luz los diablos de los frescos en los muros del Santuario de Atotonilco, por ejemplo. Traer aquí las muchas formas de las nubes que entre cúmulos y estratos, nimbaron mi cabeza; también los colores, lo liso de las piedras de río acomodadas en las calles, callejuelas y recovecos de algunas ciudades pequeñas y pueblos.
Anoto que en una de esas calles, la denominada “Hospicio” en la ciudad de San Miguel de Allende, mientras iba cuesta arriba, sentí la mirada poderosa de una persona. Al voltear y detener la vista sobre la suya, antes de reconocer el rostro, reconocí su fuerza; un relámpago también es percibir la intensidad de alguien, en tres segundos a través de sus ojos.
Nada mejor en el octavo día de Enero para hacer brevísimo recuento de viaje. Para con el diminuto filtro que es la distancia, atender a ciertos detalles, ciertas peripecias del espacio-tiempo, ciertas palabras clave. Recordar que “el ir y venir” atiende sin duda, a una decisión propia, a determinados lenguajes en el decir y hacer la palabra “autoexilio”, again.
¿Por qué se regresa a un lugar? Lo escribo en el sentido de la propia movilidad: ya lo dije: “fui y vine”, luego digo: “voy y vengo”. Se regresa a un lugar por invariables razones, en mi caso, en esta circunstancia: por sobrevivencia. Voy a Cuévano y regreso a Tijuana. Vengo a Tijuana pero regreso a Cuévano. Autoexilio. Sobrevivencia. Al parecer la fórmula es fácil. Autoexilio. Sobrevivencia.
Me gustaría enlistar aquí, ahora, las palabras de las plantas tradicionales, estrellas, y constelaciones que anuncian en el pabellón del metro La Raza. Cada vez que paso por ahí los leo por diversión, por juego. Caminar entre el tumulto, leyendo las paredes sin tropezar, leer todo el fragmento a la velocidad del paso dado, además de peligrosa la acción contiene –para mi– alto grado de entretenimiento. Lo malo es que de esas palabras, como de los días después no me acuerdo.
Desglosar en este fragmento los sabores, los olores de los condimentos de alimentos exquisitos y singulares: la salsa manchamanteles, el panecillo cubierto de piña. Transcribir los enunciados dichos antes o después de cada trago específico, ya sea agua, ya sea licor. ¡Vaya!, las diminutas pero enormes maneras de reconocerse viva, o vivo. Los sentidos.
Traducir los encuentros con gente diversa: sus gestos, sus movimientos, los míos. Reencontrar personas amadas o deseadas y también personas menos pensadas. Secuencia infinita de ideas, transposición de mensajes, interacciones, semblantes.
De todo un poco el movimiento se trata. Y luego la continuación. Sublimes por necesidad: el sentido y la ocurrencia. He de decir que ya ha llegado el noveno día de Enero de un 2014 que empieza. Comenzamos.