Estampas de lectura de una plaza tomada
1282
Serán las seis o siete de la tarde cuando recibo una llamada de Claudia Posadas que me cuenta la producción de un libro impresionante, Carmen Berenguer. Plaza tomada. Poesía (1983-2020). Me dice que se organizó una presentación virtual a causa de la pandemia desde las redes sociales del Fondo de Cultura Económica y que le gustaría que yo participara en dicha presentación. Y aunque no he leído el libro y sé muy poco de la autora, en seguida contesto que sí.
2
Los libros de Carmen Berenguer son muchos, muy buenos y muy difíciles de conseguir. Llegué a conocerla después de leer en una pancarta una frase que después descubriría que era parte del poema “Irene Paulova es la reina de las noches moscovitas”. Aquel día, creo recordar, me había sumado a caminar a un costado del contingente Pan y Rosas siguiendo a una chica que me gustaba. En algún momento empezó a caer la lluvia y la única pancarta que seguía bien levantada por una compañera del contingente decía algo así:
Esta ciudad se ha levantado sobre la base de una nueva esclavitud.
Una esclavitud virtual.
Para que esta ciudad se levante ha debido hacerlo sobre el lomo de la pobreza.
Para que exista este burdel de las maravillas ha tenido que hacerlo a costa de humillación.
Para que esta ciudad se levante ha debido pisar, para que pretenda ser ciudad del mundo ha debido matar.
Esta ciudad se ha levantado a puro pillaje.
Esta ciudad ha envejecido prematuramente a su juventud.
3
Me ha llegado el libro de Carmen Berenguer que me mandó Claudia Posadas y mis sentimientos son ambiguos. Por un lado estoy feliz porque por primera vez tendré un libro de poesía de una autora que me gusta y que como ya comenté, descubrí por accidente y en la calle. Por otro lado recuerdo que yo no presento libros de poesía, ni escribo sobre poesía. ¡Ay, qué pocas virtudes tiene uno y que consciente se es a veces de nuestras incapacidades! Creo que soy un buen lector de poesía, pero sé también que no soy poeta y por eso siempre me he sentido incapaz de hacer con amplitud una crítica o una reseña.
4
Hace días que mi Plaza tomada está sobre el escritorio y cada vez que intento leerlo no logro conectar. Sí, hay algunos poemas que conozco y a los que vuelvo como si de una letanía se tratara, pero no lo logro. Ese día veo a la niña Galia, hija de mi amiga Moramay y que después de horas jugando y leyendo no me deja ir, le digo que debo leer el libro de Carmen Berenguer para esta presentación, que todavía no sé que decir y que no quiero parecer un tonto. “La poesía no se explica, Ezrita, se lee” me dice Galia con sus cortos pero enormes 6 años.
5
Me subo al micro y abro de nuevo el libro y al primer poema siento un retortijón, que no es la comida ni el mal clima, sino un retortijón de alma; porque siento que así inician muchos de los poemas de este libro, como un retortijón de la vida que sólo encuentra desahogo en la cadencia de las palabras. Y es que siento que la de Berenguer es una poesía contra el Estado, contra el estado de las cosas. Porque entre relato del momento, crónica y poesía, la vida de la autora, de la plaza; que podría ser vista como microhistoria, toma por asalto con rebeldía e indignación la Historia con H mayúscula de su país.
Bajo del micro y llego a la casa.
6
Sobre el escritorio, ahora con un café, intento de nuevo leer y pensar en qué decir cuando sea mi turno de hablar, pero las ideas no salen. Tengo ganas de seguir leyendo sin pensar mucho en la sintaxis común y corriente de los libros; más bien, creo, necesito la corriente y con eso encontraré la sintaxis correcta. Pues pareciera que los poemas de Carmen Berenguer encuentran el modo de combinarse en el murmurar de las personas, en la sonoridad de las calles; es ahí, me digo, que encontró la luz a las palabras vedadas o veladas por la dictadura.
7
Descubrí que es mejor leer en el metro. Ya lo sabía desde mis épocas más jóvenes, pero no imaginaba que hubiera libros que precisan de la calle para encontrarnos; o que a veces necesitamos salir a la calle para encontrar el tono correcto de cierta literatura civil. El neoliberalismo que se ha impuesto sobre el mundo —y violentamente sobre Chile— es salvaje y abduce identidades, nos quiere idénticos y aislados; por eso es mejor leer estos poemas de intenso registro cuando uno devela en los ojos del otro, la otra, la cartografía de sus afectos y afrentas. Igualdad en la diferencia.
8
Hoy tocó clase de dibujo, hubo una modelo y varios regaños para mí. El profesor me dice que no baje los ojos, que no debo quitar la mirada de la modelo porque mi cabeza me hará trampa y no será fiel mi relato. ¡Ups! Dije relato, pero era dibujo, aunque supongo que imaginan a dónde voy. No hay que quitar los ojos ni los oídos del mundo, parece decir Berenguer desde esta plaza tomada, pues en sus poemas/crónicas/microhistoria está desde Bobby Sands muerto en el 81 hasta Las Tesis que vieron la luz en ese rebelde 2019, pasa por Víctor Jara y los Mapuches y Mafalda. La poesía de Berenguer nunca deja de ver el mundo en tiempo real.
9
“Lo que pasó, está pasando todavía” escribió Octavio Paz, y también lo dice perfectamente Carmen Berenguer pues después de leer este libro comprendo que los casi 40 años aquí contenidos y comprimidos para nuevos lectores se espejean y encuentran finalmente en esa extraordinaria Plaza de la Dignidad de largo aliento.
9 bis
Sucede que me canso de hablar por hablar.
Cháchara inútil que a nada conduce.
Sucede además, que hemos cumplido,
Al pie de la letra su larga letanía.
10 y último
A Carmen Berenguer se le lee en la calle, con el murmurar del pueblo, camino a tomar la plaza y conseguir la dignidad.
* Carmen Berenguer. Plaza tomada. Poesía (1983-2021), UANL, 2021, selección y prólogo de Claudia Posadas, nota preliminar de Julio Ortega.
** Texto leído durante la presentación del libro el 3 de agosto, en las plataformas del FCE. Participaron, además del autor, Roger Santiváñez, Tania Favela, Federico Díaz Granados, Carmen Berenguer, Antonio Ramos Revillas y Claudia Posadas.