Estación Eterna
Despiertas. Das un pequeño salto en el asiento y abres los ojos despavorido. ¿Cuál fue la pesadilla que te despertó así? No recuerdas cuándo te dormiste ni en qué momento abordaste el metro.
Notas un sabor a hierro en tu boca, un dolor penetrante en la cabeza y presión en las piernas. Miras a tu alrededor y está desierto, a excepción de un par de personas dormidas al fondo del vagón.
Piensas en tu situación económica, pero prefieres alejar tu mente de ese lugar. Cierras los ojos y recargas tu cabeza sobre el cristal que tiene algunas palabrotas escritas con navaja. Abres los ojos y reparas en la ausencia del indicador de estaciones. No le das importancia, pero te preguntas a que estación llegarás.
Intentas prender tu celular, pero no enciende, tal vez se echó a perder o se le acabó la pila. De la nada, te llega un aroma a bebé. Se detiene el metro en seco y permanece estático, minutos después retoma la marcha. Vuelves la cabeza hacia atrás y encuentras a una madre con su bebé en el regazo. ¿Cómo no te habías dado cuenta de su presencia?
Los problemas económicos, familiares y profesionales vuelven a tu cabeza: has dedicado toda tu vida a la enseñanza. ¿Qué hacer ahora con el desempleo? Tu esposa te engaña, tu hijo tiene bronquitis, debes el agua, la luz y hasta la renta. A veces piensas en el suicidio. Eras demasiado joven cuando te casaste y no estabas preparado para lo que significaba ser un adulto. Tenías tantas cosas que vivir y lugares que visitar, pero lo hecho, hecho está. “Ya vendrá la solución”, piensas.
Comienzas a sentirte desesperado, el metro no llega a ninguna parte y avanza por el túnel infinitamente. ¿En qué estación estás? ¿Tlatelolco? ¿Copilco? No lo sabes. No sabes cuánto tiempo ha pasado. Se paraliza el metro por segunda vez. Vuelves la cabeza una vez más y ahora hay un vagabundo a tus espaldas. Te reincorporas confundido y te sientas a modo de poder vigilar a tus silenciosos acompañantes.
Tu boca sigue con ese horrendo sabor a hierro y una segunda oleada de dolor ataca tu cuerpo. Tocas tu cabeza y sientes la humedad pegajosa que caracteriza a la sangre. Miras tu mano, está llena de una sangre negra y viscosa. Abres tu mochila para buscar papel y te encuentras con un periódico. ¿Cuándo lo compraste? Tú ni siquiera lees el periódico. Abres y en primera plana, con letras rojas dice:
“Joven se lanza a las vías justo antes de la llegada del Transporte Colectivo”.
Despiertas. Das un pequeño salto en el asiento y abres los ojos despavorido. ¿Cuál fue la pesadilla que te despertó así? No recuerdas cuándo te dormiste ni en qué momento abordaste el metro.