Tierra Adentro

Titulo: Esa membrana finísima

Autor: Úrsula Fuentesberain

Editorial: Fondo Editorial Tierra Adentro

Lugar y Año: México, 2014

Pieles como abrigos, territorios lunares o campos de trigo. En Esa membrana finísima, Úrsula Fuentesberain escribe sobre un tipo de cuerpo, el menos evidente a pesar de su rotunda visibilidad. Quizás el cuerpo que se oculta para siempre en los catorce cuentos que integran este libro es el amasijo de carne y nervios que tarde o temprano se disuelve en el tiempo. El cuerpo primero, absoluto, que terminará en ricos minerales y en viento.

Esa membrana finísima se refiere a los cuerpos sutiles, crisálidas luminosas a punto de estallar y develar su contenido, de atravesarse a sí mismos y escurrirse quebrantados por los otros. Como en los cuentos de Clarice Lispector, Inés Arredondo y Guadalupe Nettel, la violencia del encuentro con el otro desencadena en los personajes una transformación sorpresiva. Sin embargo, si en estas autoras la metamorfosis no se alcanza sino en potencia, en las historias de Fuentesberain los cuerpos cambian con urgencia ante las embestidas violentas del entorno. Quizás la historia que más ejemplifica este suceso es “En el principio”, donde un hombre se vomita a sí mismo pedazo por pedazo hasta completar su nuevo cuerpo. Los protagonistas dejan de ser unos y comienzan a ser otros.

Esta es la opera prima de la autora, fue publicado recientemente por el Fondo editorial Tierra Adentro y presentado el pasado 9 de agosto en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. Cada cuento aborda una metamorfosis distinta, la membrana se rompe dependiendo del grado de tensión entre los personajes. En “Salmanta”, Alba visita a su amigo Bruno en una ciudad calurosa. Le parece extraño que él acostumbre dormir durante el día y salir únicamente de noche hasta que decide conocer Salmanta a pleno sol. Encuentra una ciudad desierta, empobrecida por el día, habitada sólo por mariposas oscuras que revolotean sobre los abedules altísimos. Regresa al departamento y sale cuando ha oscurecido. Desde ese momento se convierte en una habitante más de ese territorio nocturno, huele y ríe igual que ellos, enseñando las encías como una calavera.

¿Qué nos hace cambiar?, ¿la transformación viene de afuera o de adentro? En El huésped, Guadalupe Nettel describe la lenta posesión de La Cosa sobre su cuerpo. Se trata de una ceguera involuntaria pero también de la entrada a un mundo de seres marginales que habitan la periferia del mundo y quienes poco a poco le enseñan a la protagonista a aceptar esa condición decadente. La novela narra una iniciación sórdida, la entrada a un universo subterráneo y clandestino. El intestino de la ciudad de México, el Metro, es el espejo de una superficie donde se vive aparentando, aspirando siempre a formar parte de una minoría privilegiada. Nettel señala nuestra no tan evidente marginalidad en una sociedad cuya base es la diferencia y la supremacía sobre el otro. El cuerpo ahí, como en Esa membrana finísima, resulta una aleación, siempre deforme porque en él se prueba el paso del tiempo y sus transmutaciones.

En La Metamorfosis de Kafka, Gregorio Samsa despierta un día convertido en un enorme escarabajo. Su metamorfosis no se explica, es ya un hecho con el cual Gregorio tiene que lidiar a partir de esa mañana. ¿Cómo seguir con su vida si existe una ruptura evidente entre su mente y su cuerpo? La modernidad lo ha quebrantado y así Gregorio no sabe qué hacer ya con sus días. Por otro lado, en los cuentos de Fuentesberain esta transformación es detallada, acontece debido a circunstancias específicas que se narran. La piel se rompe ante un conflicto interior determinado por el afuera. Este libro pregunta ¿qué sucede cuando lo único que nos mantiene cohesionados e impide que nos desbordemos es precisamente la piel, esa membrana finísima y absoluta?, y sobre todo, ¿qué pasa cuando lo que nos aparta de los otros es una delgada pared imaginaria, un nudo mental?

El nacimiento de este nuevo cuerpo sólo puede explicarse a partir de lo siniestro, lo familiar vuelto extraño. Sin embargo, los cuentos no muestran una vía para incluirnos en el mundo, la otredad no desaparece en ningún momento, acaso los personajes dudan de los actos que promueven esa brecha pero no pueden hacer nada para detenerlos. Quienes dan el salto a la otra orilla, como dijera Octavio Paz en su ensayo homónimo, piensan que la inclusión viene de afuera, que uno de alguna forma será recibido por esa unidad cósmica para integrar otro orden. No perciben que sentir la comunión es un estado de las mentes calmas que se obtiene sólo cuando el cuerpo deja de importar y se permanece en silencio.

Durante la presentación, Úrsula mencionó que una de sus mayores influencias desde que era apenas una niña fue Remedios Varo, esa mujer bellísima que pintaba escenarios oníricos, de cuerpos monstruosos. Mujeres luna, hombres pájaro, alquimistas que realizan con su cuerpo los mejores experimentos. Una vez me dijeron que para salir de mi propio laberinto tenía que jugar al alquimista, reunir las partes quebradas por el uso o la añoranza y llegar a un centro primigenio, a la vida pura, a secas. Fue un lapsus de locura voluntaria, pero es que lo siniestro abarca también el territorio de lo bello, y el placer va siempre acompañado de una leve nostalgia. Nostalgia de la sombra, diría Eduardo Antonio Parra, recuerdo de lo que uno fue y ha dejado atrás para perseguir al viento.

En Oaxaca ese universo híbrido se persigue de diversas formas. Todavía en las comunidades alejadas de la urbe se cuentan historias de nahuales, hombres que pueden transformarse en animales y realizar encomiendas secretas. Existen figuras esperpénticas talladas en madera que encantan a los turistas; les llaman alebrijes: aves lagarto, mariposas cabra, dragones oruga nacidos originalmente de las ramas del copal, árbol sagrado. En la pintura sobran los hombres mono, caballo, lagarto de Francisco Toledo, por ejemplo. En el grabado y la pintura monumental se trabaja con mujeres pájaro, niños serpiente, pequeños seres jorobados que salen de sueños intensos o pesadillas. Universos surrealistas invaden los textiles, las danzas hacia la prosperidad y la lluvia.

Tal vez aquí seguimos pensando que diversas son las fuerzas que operan sobre los cuerpos, y que membranas finísimas nos separan de los diferentes planos donde por un instante, si tenemos suerte, podemos apreciar la unidad. En “Los Núñez de Zalay”, Fuentesberain describe cómo la prosperidad económica de una estirpe de comerciantes es amenazada por el descubrimiento de una malformación parecida a la de Cien años de soledad. Yonchi, el nieto bastardo del jerarca, tiene una cola de lagarto que baila al ritmo de la música y es popular en los burdeles de la ciudad. Cuando la descubren, el hombre lagarto es desterrado y las pequeñas empresas familiares quiebran ante el supuesto embrujo. La estirpe pierde algo más que su nombre y prestigio, como sucede en Macondo, pierde su fortuna, sucumbe ante el paradigma donde lo otro se niega, no existe para sus fines.


Autores
La redacción de Tierra Adentro trabaja para estimular, apoyar y difundir la obra de los escritores y artistas jóvenes de México.
Es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas, por la UNAM. Junto al artista plástico Pavel Acevedo, dirige Espacio Centro, un lugar independiente de exhibición y producción artística ubicado en la periferia de Oaxaca. Trabaja lentamente en su ficción y en un pequeño huerto.
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