Envíen un paraguas
Si hiciera una rutina de comedia stand up, empezaría preguntando por qué corremos de la lluvia. Si el agua generalmente se presenta como un aliado (para limpiar, nadar, beber y cocinar), ¿por qué huimos cuando cae desde arriba? El agua en forma de lluvia es un enemigo al que hay que evitar, hay que resguardarse ante las primeras gotas, como si el mismo elemento se presentara como algo distinto según su procedencia. Es cierto que en un lugar como la Ciudad de México la lluvia no es exactamente potable y en ese caso quizá sea mejor evitar cualquier contacto, pero más allá de los asuntos de salud y las buenas costumbres, mojarse bajo la lluvia no es tan grave como no los han hecho creer. Te mojas y pisas charcos, luego llegas a casa, lavas la ropa y la cambias por otra: fin del problema. La lluvia no es solamente agua, la lluvia es lluvia y está cargada de significado. Son los truenos, el caos, la incertidumbre de no saber cuándo se detendrá o qué tan fuerte será.
Dicen que la lluvia sucede en pasado, quizá porque está llena de recuerdos y momentos que se asocian con ella: las pausas obligadas, los refugios temporales y la suspensión del tiempo. Nos relacionamos distinto mientras llueve. Cuando tenía unos 7 años, la lluvia significaba no salir a jugar y permanecer en casa hasta que parara. Era literalmente ella quien aguaba la fiesta, la que paraba nuestras actividades hasta nuevo aviso. Lo mismo le pasa al Señor Pug, el protagonista de 3 deseos para el Señor Pug de Sebastian Meschenmoser [1], cuando despierta casi al medio día para darse cuenta de que se acabaron el café y el cereal. Por si eso no fuera suficiente, afuera cae una lluvia torrencial que además de empapar su periódico, no lo deja salir de casa. Un día que apenas empieza y ya está arruinado por la lluvia, una mañana que se perfila como terrible.
Ante el mal humor y el hartazgo del protagonista, aparece un hada que está dispuesta a cumplirle tres deseos ese día, deseos que le podrían arreglar esa mañana, pero también el resto de su vida. Pug no lo piensa mucho y pide los tres: un periódico, un café y compañía. No quiere nada extraordinario, no necesita ni fresas, golosinas, ni castillos ni autos, lo único que quiere es no salir de casa, quedarse ahí mientras llueve. No pide detener la lluvia, sólo pide evitar no tener que enfrentarse a ella. El relato termina en esa misma mañana, cuando Pug obtiene lo que quería, aunque ya no sabemos si afuera siguió lloviendo o si eventualmente tuvo que salir.
Me gusta imaginar qué habría pasado esa mañana, si el cielo no hubiera amanecido lluvioso. Una posibilidad es que el señor Pug hubiera despertado de malas, aunque, sin los efectos de la lluvia, habría podido leer el diario y salir a la calle en el momento en que él hubiera querido. O, tal vez, habría preferido pasar todo el día en el parque, o al contrario, habría decidido quedarse en casa, a pesar del día soleado. Yo prefiero salir cuando están cayendo las últimas gotas. Hay una parte de mí que teme mojarse bajo la lluvia, a la que le aterra llevar los pies mojados y resfriarse. Me dijeron muchas veces que la lluvia era un peligro, no sé cómo pensar que sólo es agua (sucia, pero agua) y que también el aire acondicionado puede ser el origen de un resfriado.
Cuando era niña no entendía cuál era la diferencia entre mojarse bajo el agua y bajo la regadera. Con el paso de los años me queda un poco más claro que la lluvia arruina planes, desata el caos y descontrola ciudades en cuestión de minutos. Quizá sería más fácil asumirlo como algo natural, saber que siempre va a estar ahí y no hay escapatoria. Tal vez si hubiera más soluciones prácticas ante un ataque de lluvia, tendríamos que correr menos. Si no tuviéramos que huir habría poco que decir sobre la lluvia, sobre las pausas y los recuerdos que la atraviesan. Los últimos días no ha parado de llover y he tratado de no huir del agua cuando se me atraviesa, camino lento bajo la lluvia y luego llego a casa a tomar un baño. Para mí llueve dos veces, la primera ensucia, la otra limpia.
[1] Meschenmoser, Sebastian, 3 deseos para el Señor Pug, México, Fondo de Cultura Económica, 2013