Entrevista a Horacio Warpola
Entrevista a Horacio Warpola por la edición mexicana de 300 versos para la construcción de un protocyborg orgánico.
300 versos para la construcción de un protocyborg orgánico es una búsqueda de la perplejidad, recuerda a ciertas prácticas religiosas, místicas, que se han ejercido no solo en el ámbito de las religiones abrahámicas, sino de otras latitudes, como en el Oriente; lo cual se ve de manifiesto desde los primeros versos, ahí está el número 8 que dice: Este verso se divide en dogma y ritual, pero también en el verso 213: Este verso recurre al poder del internet para argumentar su condición desde un punto de vista teológico. Horacio, ¿por qué este rito, esta ceremonia que son la recitación de 300 versos?
Horacio Warpola: Me gusta que menciones lo perplejo y lo ritual. También me parece muy atinada la parte de la recitación de los 300 versos, porque justo el libro nace de esta manera: de un ritual de recitación que marca 300 versos como límite. En algunas convocatorias literarias en España, el límite de entrega son 300 versos, entonces también es una contra respuesta a la idea de contar los versos como si fueran verduras. Sin embargo, durante el proceso de escritura se inició un ritual que trascendía a las posibilidades de la numerativo. Al leer los versos en voz alta se abre un mantra tecnochamánico que va surtiendo efecto en la velocidad de lectura. Por eso el punto de vista teológico era inevitable, se abrió un portal y fue marcando el ritmo de la ceremonia, a partir de ahí la escritura comenzó a fluir.
Una de las cosas que se puede apreciar en la lectura de los versos es la perplejidad, como mencioné, que muchas religiones propician en la búsqueda espiritual, desde los koans de la tradición zen hasta el credo qui absurdum de los primeros padres del cristianismo; en tus 300 versos se puede apreciar en el verso 52 (Este verso es monótono y estúpido), en el verso 75 (Este verso es la absoluta serenidad de la mente, el estado de sonambulismo completo) o en el 103 (Este verso, a primera vista, parece descabellado) o, incluso, en el 146, en el que el verso se niega a sí mismo al encontrarse impreso en un libro (Este verso encarna una sabiduría que no se halla en los libros). ¿Por qué elegir los contrasentidos y el absurdo como una forma de creación, como una forma de búsqueda?
H.W: Para mí en la poesía todo es un contrasentido, siempre me han gustado los poemas de entradas y salidas, que contraponen una fuerza en la cotidianidad. En este libro de poemas, los versos debían moverse en todos sentidos, buscarse, abstraerse y, hasta cierto punto, volverse absurdos, cotidianos o estúpidos. En parte también, para que precisamente, esa “perplejidad”, se fuera disolviendo. Un verso puede ser cualquier cosa, siempre y cuando alguien llegue y lo lea. Y también sin olvidar que el absurdo es una manera muy divertida y noble de escribir palabras.
La búsqueda, o múltiples búsquedas, que planteas en la obra han preocupado a la humanidad desde que existe el ser humano, no es casual que a lo largo de los trescientos versos señales diversas tradiciones, aunque en algunos versos se niegue seguir la tradición. Sin embargo, estás consciente del tiempo en el que vivimos, así se manifiesta en el verso 261 donde se asegura que Este verso es el milagro de nuestra época, y no es el único, en muchos de ellos manifiestas la realidad virtual en la que fueron escritos, o en la que existen —y vamos, ya desde el título pones de manifiesto el tiempo, la segunda década del siglo XXI, en el que fueron compuestos—. Lo cual me lleva al verso 223 (Este verso fue pensado originalmente como un tuit), ¿cuál es tu relación con la plataforma de microbloggin? ¿surgió este proyecto a partir de tu relación con Twitter? ¿Estos 300 versos podrían ser 300 tuits o pudieron serlo cuando la plataforma limitaba a 140 caracteres por publicación?
H.W: Soy un usuario recurrente de Twitter. Desde ahí he montado varios proyectos, uno de ellos es el @Poesia_es_bot, que va tuiteando definiciones sobre la poesía. Digamos que el 300 versos es una protoidea de esta cuenta. Sin embargo, ninguno de los versos fue pensado para esta app, fueron escritos para que se leyeran dentro de un libro físico, por eso en esta nueva edición de Gold Rain jugamos con el doblado y el formato. Hacer este libro en papel, desde que se publicó en Argentina con Neutrinos, ha sido arrastrar estos versos más allá de los formatos de lectura convencionales y jugarle al libro de artista. En algún momento pensé en tuitearlos, pero ya no valía la pena con el @Poesia_es_bot.
El verso 174 dice: Este verso es un artista más que un dictador, por lo que me pregunto: el artista y el dictador son antagonistas, ¿no pueden ser uno mismo? ¿no crees que, en cierto sentido, el artista llega a ser un dictador sobre su obra, al menos mientras la crea?
H.W: Sí, definitivamente creo que el artista puede llegar a ser un dictador, y no solo sobre su propia obra, sino sobre todo lo que le critique o le quite lo que para esa persona sea “arte”. Sin embargo, hay una dictadura de creación que me parece hasta cierto punto sensata, cuando nos dictamos fallas a nosotrxs mismxs en la ejecución de las ideas. Quiero decir que al momento de estar creando algo, siempre llega una extraña sensatez que te da la fuerza para seguir, a pesar de sentirse incapaz o deprimidx. Una dictadura del pensamiento que nos permite aflojar el canon y luchar por lo que estamos viviendo y creando en ese momento.
Volvamos a la cuestión de la búsqueda, que es explícita en muchos de los versos, sobre todo en el 283 (Este verso se está buscando en el arte), el 284 (Este verso se está buscando en la poesía), el 285 (Este verso se está buscando en México), el 286 (Este verso se está buscando en Google) y 287 (Este verso se está buscando en ti), el cual, además revierte el sentido de lectura, pues es el verso el agente activo y no quien lo lee. Ahora bien, de estas búsquedas que plantean los versos, Horacio Warpola ¿qué ha encontrado?
H.W: Creo que encontré una manera de decir ciertas cosas, un nuevo uso para mi lenguaje, que aunque no sea nuevo, es algo que nunca había hecho y me hizo liberar ciertas represiones y acusaciones que le tenía a la literatura y sus herramientas. También se me apareció una nueva forma de lectura en voz alta que me sostuvo en algunos escenarios y alude a procesos tántricos muy apropiados para la respiración.
Es posible encontrar una tensión entre la despersonalización de la voz poética de los versos y un yo lírico que se afirma como tal, pienso en el verso 109 (Este verso trasciende lo personal, no hay evidencia de que haya sido creado por un individuo) —como ejemplo de lo primero— y en el 281 (Este verso se ha transfigurado en primera persona para demostrarle al lector que soy un poeta en busca de significados) —como ejemplo de lo segundo—, una tensión que también se puede observar en el verso 138 (Este verso es una actividad del yo-mismo y como tal es esencialmente una cuestión privada e individual). Tú, como autor de estos 300 versos, ¿cómo te planteas? ¿esperas que ellos existan por sí mismos, independientes de tu nombre, o que mantengan el peso de la autoría?
H.W: En un principio yo era el protocyborg, era mi constitución, la búsqueda de un nuevo cuerpo y la transfiguración del lenguaje que se iba procesando en mí. Después, mientras el libro iba siendo leído e interpretado, me di cuenta que la postulación del yo es inevitablemente colectiva y los versos en primera persona o que hablan del “yo” en primera persona, son también la unidad de trascendencia que se va marcando en el libro. Hubiera podido firmar este libro con otro nombre, pero los demonios que acá se leen, son totalmente míos.
Hablamos al principio de ciertas tradiciones místicas con las que tus 300 versos pueden emparentar, ahí están los 99 nombres —Al-Asmā’ al-Husnà— y también la larga tradición de místicos cristianos, con quienes culturalmente estamos cercanos —sobre esto pienso en el verso 171 (Este verso, en lo más profundo de su corazón, dispara un rayo de luz que iluminará sus sufrimientos haciéndolos aceptables) que tiene reminiscencias a la mística española y al Éxtasis de Santa Teresa de Bernini—. En esa veta de estos 300 versos es posible encontrar, incluso, una aspiración a la totalidad y a atributos de lo divino —versos 11 (Este verso es el guardián de una tradición de verdad), 18 (Este verso es un protomapa del universo), 31 (Este verso explica la exaltación de las imperfecciones por medio de una falsa perfección) o el 93 (Este verso perfecciona la inocencia), 124 (Este verso reúne todos los colores), 137 (Este verso aparece como una lesión a la totalidad). ¿Por qué intentar esa vía en un mundo incrédulo y cínico?
H.W: Uf, esta es la pregunta más difícil, sobre todo para un agnóstico que lee el tarot y cree en las piedras. Lo que pretendí con estos versos, fue situarlos en una posición de divinidad, de sacralidad, a modo de ejercicio místico, pero con la pantalla de Word abierta. Varios de estos versos también fueron tomados, extraídos de otros textos, intervenidos y cortados deliberadamente, eso provocó que se fueran formando paisajes cercanos a un collage donde el éxtasis, lo sagrado, lo cómico y lo tecnológico, se fueran adaptando a una sola capa de realidad. Ir de un verso a otro, sin seguir la cuenta del 1 al 100, también es una forma de acercarse al libro, y se reinterpretan muchos espejos que suelen aparecer en este tipo de textos. Creo que el mundo es incrédulo y cínico, y que la poesía también lo es, tal vez la incredulidad siempre ha sido una herramienta para el poeta, por eso tal vez lo ideal es dejarse llevar y jugar con ella hasta volverse un cínico.