Entrevista a Agustín del Moral Tejeda, anterior director de la editorial de la Universidad Veracruzana
Habíamos acordado la reunión por correo electrónico. Nos reunimos en las puertas de la Editorial de la Universidad Veracruzana, que él mismo abrió, porque ese día no fue a trabajar la persona encargada de las instalaciones. Siempre con ese tono suave que lo caracteriza, Agustín me condujo hasta su oficina: un cubículo relativamente pequeño, cuyas paredes eran, en realidad, enormes ventanales transparentes que lo separaban del sitio de los editores, la sala de juntas y su secretaria particular.
D. S: Se habla del espíritu de Galindo como un elemento que ha trascendido el proyecto de la Editorial. La pregunta obligatoria sería: ¿en qué consiste ese legado?
A. D. M: En primer lugar, el espíritu universalista, porque, bueno, hay que tratarnos de ubicar. Estamos en la década de los cincuenta. El gobierno emanado de la Revolución Mexicana, como se dijo durante muchos años, era un gobierno afanado por darle una identidad al país, un rostro. Y en ese sentido, era un rostro evidentemente nacionalista, que no nacional. Este gobierno reivindicaba lo que, desde su punto de vista, era lo mejor de la Revolución. Por eso el espíritu que permeaba en casi todas las instituciones del ámbito cultural era la visión nacionalista. Y si me pongo en la piel de Galindo, pues digo, caray, creo que es sorprendente, porque él se pudo haber dejado imbuir fácilmente por ese ánimo, y a lo mejor pudo haber buscado que la editorial, que además proviene de una universidad pública tuviera esa orientación.
Pero también, por otro lado, pues es ese olfato que, como editor, tuvo Galindo para poder sentir por dónde venía una obra que prometía, que estaba destinada a permanecer. Si juntamos las dos cosas, obtenemos su catálogo. Ahí tenemos autores que formaron parte de esa constelación literaria que durante varias décadas marcó el quehacer artístico y cultural no sólo de México, también de España y otros lugares de Latinoamérica. Por ejemplo, María Zambrano en España; en el caso de México, pues Octavio Paz; en el caso de Latinoamérica, ahí está García Márquez u Onetti, sólo por poner unos cuantos ejemplos.
D. S: A partir de Sergio Galindo, la Editorial comienza a impulsar las obras literarias de autores jóvenes; sin embargo, he notado que se habla mucho de narrativa y ensayo. ¿Dónde quedaron los otros géneros como el teatro o la poesía?
A. D. M: Tienes razón. La primera colección que funda es la Ficción y la revista que dirige es La Palabra y el Hombre, que si bien es un reflejo del ánimo que él tenía, está cargada básicamente de narrativa y, como tú señalas, también la filosofía. Son como los dos puntos fuertes de ese momento. Aunque también está la traducción de obras. Seguramente la poesía sí la difundió, pero los fuertes siempre fueron aquellos tres ámbitos.
D. S: En este primer momento, la Editorial se volvió un puente de entrada para todos esos autores, como García Márquez, Leñero, Revueltas o Mutis, que terminar formando parte esencial de la historia de la literatura latinoamericana. La Editorial de la UV fue la primera en publicarlos, sin embargo, no siempre publicó sus obras cúspide. ¿Puedes recordar algunas obras que hayan sido la excepción? Es decir, que sí hayan sido fundamentales en la carrera del autor.
A. D. M: Pues, mira, bajo la dirección editorial de Celia del Palacio, se echó a andar una serie llamada Serie conmemorativa Sergio Galindo. Hasta donde la conozco (a mí me toca editar los últimos tres de quince títulos), puede ser un buen ejemplo para esto que me pides. Podríamos mencionar Infierno de todos de Sergio Pitol, El norte y la veleta oxidada de Emilio Carballido, Ognos de Luis Cernuda, Diario semanario y poemas en prosa de Jaime Sabines, Regiones de refugio de Gonzalo Aguirre Beltrán, Discurso de filosofía de José Gaos, Los hombres verdadero de Castro y Polvos de arroz de Sergio Galindo. Ahora, hay que aclararlo: estos son los títulos que en un determinado momento se decidió escoger, pero es obvio que también existen los textos de García Márquez u Onetti. Seguramente también influyó en la selección el tema de los derechos de autor. Aunque, bueno, ese puede ser un buen ejemplo.
D. S: Ahora, hablando de ti, como escritor y, ahora, director, ¿cuándo conociste a la Editorial?
A. D. M: Pues fíjate que tuve conocimiento de la Editorial cuando me vine a estudiar a Xalapa, en el 73. Bueno, en realidad, en el 74, cuando entré a la Facultad de Psicología. Lo primero que conocí fue La Palabra y el Hombre. Recuerdo que, en aquel momento, la revista convocó a un concurso de cuento y, bueno, yo no tenía esas inquietudes; pero sí supe de esa convocatoria. Por esos días la comencé a leer, supe que tenía sus oficinas en Bravo. Y bueno, el Servicio Bibliográfico Universitario estaba en el Pasaje Revolución [en el corazón de la ciudad] y recuerdo que estaba bien surtida la librería. Entonces, yo pasaba de la Facultad de Psicología a mi casa caminando. Salía de Juárez, subía Revolución, me metía al pasaje y de ahí a la librería, como entre siete y media u ocho de la noche, compraba dos o tres cositas una vez al mes.
D. S: Entonces, ¿cómo comenzó tu acercamiento, digamos, íntimo, con la Editorial?
A.D.M: Eso fue en 1998 o 97. Para ese entonces ya hacía trabajos de editor, tenía equipito para trabajar con la formación, diseño y corrección de textos, y Guillermo Villar me habló para decirme “oye, tenemos un atraso, cuando menos, de un año, y queremos ponernos al corriente. Ya conseguí la autorización de la doctora Carmen Blásquez para que estos cuatro números se saquen. Hay un pago de tal cantidad por cada número, ¿tomas el trabajo?” Y yo le dije que claro que lo tomo. Un poco más adelante, José Luis Rivas, siendo director de la Editorial, me habló para decirme “hay posibilidades de que entres a trabajar en la Editorial, ¿te interesa?” Y otra vez dije “pues claro que me interesa”. Fuimos a ver, José Luis Rivas y yo, a ver a Sara Ladrón de Guevara, con quien, por cierto, ya tenía un conocimiento personal, porque, precisamente, yo había estado a cargo del cuidado editorial de su primer libro, que sacó en la Universidad Veracruzana. Entonces, por fortuna, obtuvimos ese permiso para que se me permitiera cubrir esa especie de interinato en la Editorial de la UV. Y de ahí sigue esta historia.
D.S: Y regresamos, de ese paréntesis, a la situación actual, la de la Editorial dirigida por ti. Ya habíamos hablado de que, en un primer momento, el proyecto estuvo concentrado en difundir la filosofía y la literatura; sin embargo el espectro, ahora, cubre mucho más. ¿Qué me puedes decir sobre esto?
A.D. M: Pues, como tú lo mencionas, en efecto, las colecciones han aumentado. Ahora están, por ejemplo, además de Ficción, Biblioteca, Textos Universitario o Tesitura, que está orientada específicamente a la música. Éstas son las colecciones base, las que han permitido que el prestigio de la UV se halla mantenido. También hay otras de creación mucho más reciente, como la Sergio Pitol Traductor, Biblioteca del universitario o Cuartel de Invierno. Estamos hablando de unas doce o trece colecciones vigentes.
D.S: En un principio, la misión de la Editorial fundada por Sergio Galindo fue transformar un proyecto nacional en un punto de referencia universal. ¿En la actualidad se ha modificado este objetivo?
A.D.M: Yo creo que, en esencia, el objetivo sigue siendo el mismo; pero hay asignaturas pendientes. Hoy, el libro electrónico es un tema que está sobre la mesa. Hemos hecho contacto con Porrúa. Nos hicieron llegar una propuesta para ir digitalizando el archivo histórico de la Editorial. Así como eso, también está el tema de las redes sociales y la página web. El otro tema es el de la distribución. Hoy, nuestros libros están distribuyéndose en las filiales del Fondo de Cultura Económica, en España, Colombia, Perú, Chile, y próximamente, en Argentina y algunas ciudades de Estados Unidos. Así que el espíritu sigue siendo básicamente el mismo, divulgar el conocimiento y la cultura, pero en concordancia con estos tiempos.
D. S: Hay algo que siempre me ha parecido particular e importante de la Editorial de la UV, y es el hecho que, a diferencia de otras editoriales, el autor tiene una injerencia directa con su libro. Esto, desde mi punto de vista, compensa de alguna manera la reducción de ejemplares y las eventuales dificultades con la distribución, pues lo veo, al final, como la oportunidad de editar una obra más cercana a un libro objeto, pero masificado. ¿Qué me puedes decir de eso?
A.D.M: Me agrada el comentario que haces, porque sí, justamente eso es lo que hemos buscado. Aunque hay ocasiones en las que por alguna razón no se puede, normalmente tratamos de que el autor le dé un seguimiento cercano a su propio libro. Siempre, o la mayoría de las veces, se le pide a los autores una propuesta de imagen. En algunos casos, también, que nos sugieran algunos puntos a desarrollar para las cuartas de forros. Y este trato comienza desde que el editor toma en sus manos el original, hasta que el libro se va a la imprenta. Hoy, por ejemplo, vino el doctor Asdrúbal López para agradecer el trato que tuvo mientras se trabajó con su novela en estos meses.
D.S: Por último, hemos comentado ya que la Editorial tiene todo un catálogo de imprescindibles clásicos. ¿Hay ahora un catálogo de imprescindibles clásicos contemporáneos?
A.D.M: Híjole, sería muy presuntuoso de mi parte hablar con tanta seguridad sobre eso. Pero bueno, lo que sí te puedo decir es que creo que sí hay autores que ya son de los imprescindibles. A lo mejor no son de los imprescindibles de la Editorial de la UV exclusivamente, pero sí del mundo literario en general, que ha editado la UV. Podríamos hablar de Alberto Manguel o Fernando Savater. A lo mejor ya no son los autores “que prometen”, sino autores consolidados, pero forman parte del catálogo de la Editorial.
Bueno, ahora que te hablé de autores que prometen… Yo creo que hay dos escritores jóvenes que realmente, la Editorial de la UV, independientemente de quién siga a cargo, debe hacer el esfuerzo de seguirlos. Uno es Daniel Ferreira, que ganó el premio Sergio Galindo 2011, con La balada de los bandoleros baladíes, y el otro es Javier Núñez, que ganó el año pasado el mismo premio con La doble ausencia. Son dos muy buenas novelas. Y estoy haciendo un esfuerzo, en el caso de Daniel Ferreira, es casi un hecho que le vamos a publicar su segunda novela. Y en el caso de Javier Núñez, también le he propuesto que nos permita hacer, de sus dos libros de cuentos publicados, una selección, que nos entregue algunos cuentos inéditos y nos permita hacer esa colección como un nuevo libros.