Tierra Adentro
Ilustraciones de Rodolfo Reyes

¿De qué hablamos cuando hablamos de revistas digitales? Hasta ahora, la mayoría de quienes emprenden esta azarosa aventura copian el modelo de sus hermanas impresas. Pero ¿qué sucede con todas las herramientas que ofrecen las plataformas digitales? Se trata de un territorio por explorar que definirá el destino de las publicaciones en línea y su personalidad.

¿Por qué Hillary Clinton escribiría un texto para una revista digital literaria? The Toast estaba lejos de ser The New Yorker, no sólo por su contenido mucho más arriesgado y abiertamente feminista sino por su cantidad de lectores. En palabras de la canadiense Nicole Cliffe y la estadounidense Mallory Ortberg, fundadoras y editoras de la revista, la leían «todas las bibliotecarias de Nueva Inglaterra». La leía también yo, porque The Toast, con sus chistes a costa de Ayn Rand y Murakami, sus difíciles ensayos sobre discapacidad y su sólida comunidad de lectores, envidiable para cualquier taller literario o club de lectura, era mi revista ideal. Hace unos meses, después de tres años de luchar por ser autosuficientes económicamente, Cliffe y Ortberg anunciaron que dejarían de publicar contenido nuevo. En su última semana, Clinton escribió un breve texto de despedida, lo que por supuesto fue una obvia manera de buscar votos, pero también un testamento al valor de lo que la página había logrado.

Por varias razones culturales y políticas, este caso no podría replicarse en México, pero lo menciono porque demuestra lo difícil que es definir el éxito de una revista literaria, más aún si es digital. La longevidad, por ejemplo, no puede ser comparable a la de un medio impreso. Tampoco podemos hablar de tiraje, aunque sí de número de visitas mensuales. Los anunciantes son más difíciles de conseguir e invierten menos porque pocos comprenden las métricas que rigen la web. Este es el principal problema de la gran mayoría de los proyectos digitales de cualquier tipo, algo que se puede comprobar con el número de artículos y libros que pretenden dar respuesta a la pregunta «Cómo calcular el retorno sobre la inversión (ROI por sus siglas en inglés) en web.»

Por supuesto, existen también otros parámetros como la calidad e innovación, el descubrimiento de talentos y la capacidad para construir la literatura de su tiempo. En Hispanoamérica, las revistas han tenido históricamente una gran influencia en el desarrollo de las letras; tal como afirma Guillermo Sheridan en Los contemporáneos ayer: «el objetivo de una revista literaria es la edificación del gusto de su época».

En el caso de los medios en línea, el solo cambio de plataforma es ya en sí mismo un cambio generacional. Los jóvenes encuentran en estas revistas la oportunidad no sólo de publicar sino de trabajar con editores por primera vez, pero también se encuentran con que existe aún la idea de que el impreso es una especie de «graduación». Se escribe en línea sólo hasta que es posible pasar al papel. Aunque por supuesto la calidad no tiene nada que ver con la plataforma, es cierto que si las revistas digitales no encuentran estrategias para permanecer a flote, en el futuro podría ser imposible analizar sus contribuciones.

Cuando anunció el cierre de The Toast, Cliffe prometió continuar pagando el servidor del sitio, lo que asegura que tanto los lectores como los autores puedan tener acceso a los textos por tiempo indefinido. Este detalle es importante porque, a pesar de que asustamos a los adolescentes recordándoles que lo que suben a internet se quedará ahí por siempre, muchos escritores jóvenes hemos experimentado el perder la evidencia de nuestras publicaciones cuando proyectos muy valiosos pero poco sólidos desaparecieron de la red por falta de fondos, de tiempo o tan solo porque sus editores decidieron no continuarlos. Esto sucedió con la revista cultural yucateca Unasletras, que cambió de concepto para convertirse en un centro cultural, o con la publicación literaria Metrópoli Ficción, entre otros casos.

Si las revistas definen el gusto de una época, ¿qué se dirá de esta época al pasar las décadas? Es paradójico que, para analizar la producción literaria del siglo pasado, sea posible consultar en hemerotecas publicaciones de escaso tiraje para evaluar las contribuciones, influencia y grupo de colaboradores de las revistas producidas el siglo pasado, pero si los medios actuales desaparecen con tanta facilidad, será imposible hacer lo mismo con los textos que se publican en nuestro tiempo, muchos de los cuales son de indiscutible calidad.

A pesar de la fragilidad del modelo de negocio de una revista en línea, en los últimos años, los proyectos literarios tradicionales han sentido la necesidad de incorporarse a internet para así llegar a un público mayor y ampliar su esfera de influencia. Estas versiones digitales suelen limitarse a continuar las líneas editoriales de sus contrapartes análogas. Sí, publican algunos textos exclusivos en línea, pero su prestigio viene del proyecto original y pocas veces aprovechan la enorme libertad de formatos y el potencial de innovación que otorga el internet a la literatura. Es el caso de los sitios web de revistas como La Tempestad, Nexos, Letras Libres, La peste y Crítica, y también los de editoriales independientes como Posdata.

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Aquellos medios que han surgido directamente en línea no se escapan por completo de este fenómeno. Los sitios de publicaciones como Letras Explícitas, Circe o Literal están anclados a la idea de un impreso tanto en sus formatos como en su diseño. Por lo general tienen secciones similares (ensayo, creación literaria, columnas, etcétera) en las que se presentan los textos intercalados con imágenes, de la misma forma que se haría en una revista en papel. En ocasiones se agregan videos o audios, pero no suelen ser imprescindibles para comprender el todo. Aunque no son pocos los creadores literarios que juegan con las posibilidades de lo digital, por lo general las revistas no han seguido esta misma evolución.

Desde el punto de vista del consumidor, las revistas digitales y las impresas funcionan de forma muy distinta. Lo que define la calidad de una buena revista en papel no es sólo el tener buenos textos de forma aislada, sino convertirse en un todo que propone, que tiene un punto de vista estético e intelectual; quienes la leen llegan a ella deliberadamente. Por la naturaleza de internet, los textos de los medios digitales no suelen ser leídos como un conjunto. Como ventaja tienen, claro, la posibilidad de tratar temas del momento y de permanecer en la mente de sus lectores gracias a las redes sociales.

Otros medios en línea, dedicados a textos no literarios, atraen al público mediante estrategias del llamado marketing de contenido, el mismo que proclama «el contenido es rey». Entre ellas están los títulos cortos y concisos, que resuelvan las dudas de posible lector, el uso de negritas para resaltar palabras clave y la información digerida en listas o pasos. La literatura no puede dar prioridad a encontrar un título amigable para los buscadores, porque de cualquier manera su misión no es dar respuesta a las preguntas de los usuarios de Google.

Quizá entonces el mayor reto de las revistas digitales es crear esa personalidad que han logrado sus contrapartes impresas, pero utilizando todos los recursos disponibles en sus plataformas, lo que podría llevar incluso a redefinir qué es y cómo se ve una revista en línea. Dado que las personas no pueden leerla «de portada a portada», los editores tienen el reto de encontrar otros métodos para forjar una identidad e incluso para alimentar el diálogo con una comunidad de lectores que encuentre en ellas algo más que textos aislados.

Varias ya han comenzado a hacerlo a través de sus textos, aunque no necesariamente usando otros soportes: Hermano Cerdo deja muy claro en su convocatoria para colaboradores que no acepta ciertos adjetivos en sus textos de crítica (entre ellos: grande, excepcional, excéntrico, maravilloso, interesante, raro, único, valioso, trascendental y cabrón). En el caso de la minificción, tampoco aceptan «vanidosos juegos tipográficos».

Un caso notable es el de la revista El humo, que en su menú de inicio ofrece poemas descargables como imágenes, retratos de poetas en formato gif animado, libros electrónicos y archivos de audio donde se escucha a los autores leer su trabajo. El diseño es quizá menos ordenado y menos profesional que el de otros proyectos, pero sin duda aprovecha muy bien los recursos a su disposición para ofrecer un acercamiento interesante e innovador a la poesía.

Es ya un lugar común decir que vivimos en el momento de la historia con mayor cantidad de información disponible y que, con la llegada de los dispositivos móviles, todos esos datos están a nuestra disposición en casi cualquier momento y en casi cualquier lugar. En este contexto, si los textos literarios y las revistas que los publican quieren continuar definiendo el gusto de la época, tienen que tomar la oportunidad de cambiar junto con los hábitos de los lectores.