El pulso de una ciudad desmembrada
Titulo: Espectáculo para avestruces
Autor: Imanol Caneyada
Editorial: Arlequín
Lugar y Año: México, 2012.
Resultan interesantes los casos en los que autores foráneos se resuelven a escribir desde y acerca de la tierra que los acoge. Es el caso de Imanol Caneyada (País Vasco, 1968), quien desde hace más de dos décadas se encuentra avecindado en México, en Hermosillo, Sonora, para ser específico.
Caneyada es considerado desde hace ya algunos años uno de los más representativos narradores de la literatura sonorense. Su tiempo en Hermosillo ha sido más que suficiente para tomarle el pulso no sólo a esa ciudad sino al país mismo. Habrá que recordar su título anterior Tardarás un rato en morir (Instituto Sonorense de Cultura, 2009), novela negra que cuenta no sin crudeza la historia de un ex gobernador mexicano relacionado con la mafia y su ayudante, exiliados en Canadá para no ser encarcelados o, en el peor de los casos, asesinados por el sanguinario líder de uno de los principales cárteles mexicanos.
Ahora, sin apartarse del género, Caneyada ha publicado la novela Espectáculo para avestruces (Arlequín, 2012), en la que si bien siguen asomándose los temas que han caracterizado a la literatura del norte del país durante las últimas décadas, presenta varias voces y planos narrativos en un intrincado andamiaje estructural que logra estirar la tensión dramática de la historia y sus personajes.
Espectáculo para avestruces tiene por sede una de las tantas ciudades del país —no se sabe cuál— cuyo norte no es otra cosa que una reserva de la decadencia. Ahí se decantan tráfico humano, prostitución, peleas clandestinas, violaciones, incesto, corrupción, drogas. Sus escenarios no son otros que cantinas por donde penan personajes borrosos, habitaciones de hotel, fondas, cárceles y bodegas abandonadas. Todo a punta de bala, un reguero de casquillos percutidos.
Hay en la novela, por lo tanto, prostitutas, travestis, guaruras, capos, hermanas complacientes, líderes religiosos, políticos, estudiantes promiscuas; una gama de “dioses” entre los que destaca RQ, el protagonista, quien lleva una doble vida. Por un lado es maestro de matemáticas en una universidad católica, por otra es el antihéroe cocainómano y demiurgo de la perversión, el recolector de las “cuotas” en el barrio en busca de cualquier pretexto para accionar la Beretta 92fs Inox que lleva siempre fajada a la cintura.
Soy uno de los tantos dioses de esta ciudad desmembrada […] A mi paso, las mujerzuelas buscan las sombras de los portales mientras un escalofrío les recorre el espinazo. A mi paso, los padrotes sonríen como ancianas sin dientes y esconden el dinero que les arrebatan a sus mujeres. A mi paso, los dealers hurtan su mercancía adulterada en los cojones y practican la humildad.
La novela está dividida en 25 breves capítulos que dan cuerpo a dos partes. La primera de ellas es narrada por el mismo RQ, quien vive en un cuarto de hotel con la Muñeca, un travesti —otrora lugarteniente de un barrio al norte del norte de la ciudad— que dejó de ser Pedro Inchuasti para hacerse llamar Samanta, y Calvino, un cachorro juguetón. RQ buscaba llenar un vacío, la Muñeca, dispuesta a llenárselo, encontró en él un cómplice para compartir sus patologías y, al mismo tiempo, a la persona ideal para tomar su lugar y representarlo ante su tío, don Arnulfo, el capo de la ciudad, dueño de la plaza, quien “no podía dejar el barrio en manos de un maricón que usaba falda”.
En esta primera parte se van perfilando además los personajes que irán completando el mosaico que es Espectáculo para avestruces: Conrado Pesqueira, un aspirante a político, pedófilo y dueño de un prostíbulo; Sofía, la puta de los ojos grises que busca venganza, que es además hijastra de don Arnulfo; Celeste, la hermana de RQ, misionera de la Iglesia Metodista y con quien mantiene una relación incestuosa; y Felipe, un taxista servil que conduce a RQ a todos lados.
Con un ritmo cincelado por el influjo de símiles y metáforas, RQ va haciendo un registro permanente de la ciudad y sus actores. Con la cocaína aún reverberando en su cerebro, en la universidad les habla a sus estudiantes de los axiomas de Peano, de los teoremas de Goedel, del platonismo matemático, de Hume, Frege, Russell, Whitehead, Kant, Hilbert. Más tarde terminará masturbándose en su cubículo, pensando en los pechos de alguna de sus alumnas.
Los pasillos de la facultad son voces que a duras penas pueden articular una oración coherente […] las muchachas, con sus movimientos primaverales, anuncian que están en brama […] los chicos compiten entre ellos con la estupidez propia de los machos de cualquier especie.
Por otro lado también nos descubre el resentimiento que le guarda a sus padres, quienes son al mismo tiempo un ejemplo para la comunidad —su padre es el líder espiritual de la Iglesia Metodista en la ciudad—, y el desprecio que sienten por él sus hermanos, a excepción de Celeste, quien a pesar de expiar culpas es un personaje cargado de cinismo y abandono. Y sin embargo, RQ realiza visitas con ellos semanalmente para celebrar una comida donde conviven lo mismo desprecio que deseo.
Mi padre es un anciano que se resiste a la decadencia […] Mi madre es una anciana que lucha contra la decadencia desde la cocina […] Es gorda y torpe. Deformada por los cuatro hijos que tuvo. Uno detrás de otro. Como un conejo […] Mi hermana posee el rostro más desamparado de la creación […] Yo cargo una Beretta. Mi hermana, la integridad. Se trata de un fuego cruzado sobre la mesa a la que estamos sentados.
La primera parte de Espectáculo para avestruces tiene la habilidad de plantear dos momentos climáticos que irán distendiéndose en la parte subsecuente. Ahí es donde Caneyada usa otras voces narrativas y desvanece las ráfagas de símiles usadas para reforzar las imágenes en el flujo de pensamiento que va generando RQ, y que, dicho sea de paso, al lector no sólo le sirven para tener más claro el universo del protagonista, sino para entender que la ciudad y su moral trastocada juegan el mismo papel: una maldad sublimada.
Ya en la segunda parte toca el turno de hurgar en Sofía, la puta de los ojos grises; en la Muñeca, el travesti. Toca turno de trozar el tiempo e ir atando cabos en los distintos planos narrativos que Caneyada se decidió a armar en la novela. Un breve índice de las tragedias de sus protagonistas, la expiación de culpas, la venganza, el perdón y la muerte: el gran espectáculo.
Sin grandes pretensiones de lenguaje o estilo, más bien todo lo contrario, y con un final a la altura de las 167 páginas que la componen, Espectáculo para avestruces es una novela que no da tregua porque, como su nombre lo sugiere, tanto sus personajes como el lector, no pueden agachar la cabeza en ningún momento.