El primero y el último cuaderno de Simone Weil
25 junio, 2023
Lo que no escribe Simone Weil en sus cuadernos es lo que más me llama la atención. En más de una docena de cuadernos no encontré casi ninguna mención autobiográfica, casi nada sobre su vida. Ninguna mención de sus sentimientos, ninguna anécdota, ningún sueño. Nada acerca de sus amigos o de su familia. Tampoco se puede adivinar el contexto político o histórico en el que escribió, a pesar de que vivió en una era en la que los acontecimientos históricos y sociales irrumpieron en la vida de todos, incluyendo la Segunda Guerra Mundial que la obligó a irse al exilio. Lo que no está, lo que brilla por su ausencia, es el corazón de los cuadernos.
Estoy obsesionada con los cuadernos. En ellos, me parece descubrir el laboratorio íntimo de la escritura. Los párrafos menos cuidados que se adaptan al espacio de la página. Las ideas inacabadas que se anotan al vuelo. El desorden del acontecer de la vida. Los aforismos que condensan lo que se hubiera podido elaborar en decenas de páginas. Las lecturas que se consignan o no, las citas que se persiguen o se dejan ahí, para que tengan un segundo aliento. Y todo esto sucede en el espacio de un objeto material, muy concreto, que alguien en algún momento tomó la decisión de guardar y que alguien en algún otro momento decidió editar y publicar.
Esto mismo es un cuaderno.
30 junio, 2023
Los cuadernos de Simone Weil fueron mucho más prolíficos hacia el final de su vida. En los años que pasó en el exilio, entre 1940 y 1943, escribió la mayoría de las notas que atiborran sus últimos cuadernos escritos entre Nueva York y Londres. Es como si la incertidumbre e ímpetu del momento hubieran dejado su huella en las características materiales y físicas de los cuadernos. Weil arrancaba y reacomodaba páginas de sus cuadernos. Pero nada hay acerca del exilio, la guerra. Solo sus efectos en el pensamiento. En otras páginas, escribía en columnas verticales al lado de párrafos horizontales. Hay decenas de pasajes escritos en sánscrito, en griego y en latín. Hay también ecuaciones matemáticas, diagramas geométricos. Comentarios incesantes del “poema de la fuerza”, La Ilíada. Ala par: comentarios sobre Marx, Platón, o la Biblia.
En los cuadernos no hay tiempo. Hay apenas una ilusión de que hay una sucesión porque pasan las páginas. Aquí, hago trampa: incluyo fechas, para ordenar lo que son apenas ocurrencias. Pero quienes publicaron los cuadernos de Simone Weil tomaron la decisión muy consciente de publicar su primer y su último cuaderno como si fueran dos extremos, dos gemelos, dos vértices en donde hay una intersección de su pensamiento. En realidad, no hay un orden. Hay apenas notas. Lo único que queda claro, la diferencia más visible entre el denominado primer y último cuaderno de Weil es que, en medio, parece haber habido una serie de experiencias místicas que la llevaron a buscar la verdad ya no en la práctica y teoría de la filosofía o de la política, sino en una práctica mística, los mitos y el cristianismo.
2 julio, 2023
Hoy es domingo. Me acuerdo de los domingos en los que mi tío, el filósofo autodidacta que trabaja para sobrevivir en su taller mecánico, me invitaba a tomar un café en alguna librería o cafetería. Muchas veces venía con nosotros también mi abuelo, que nunca perdió su necia curiosidad sobre una gran variedad de temas como la guerra en Siria, los remedios naturistas, cómo usar su celular o la existencia de Dios.
Mi tío, el filósofo, fue quien me presentó la obra de Simone Weil. No recuerdo cuál de sus libros leía, pero él fue quien me contaba de la filósofa francesa judía, una mística enamorada del cristianismo, una militante anarquista que decidió dejar su puesto de profesora de filosofía para trabajar en tres fábricas manufactureras y en la agricultura. Una miope con migrañas que decidió “hacer algo” por sus convicciones y se unió a un batallón de anarquistas en contra del golpe militar de Francisco Franco y que apenas una semana después tuvo que regresar a Francia, no porque la hirieran en el frente de batalla, sino porque accidentalmente metió su pie en un caldero lleno de aceite hirviendo. Fue mi tío quien me contó que admiraba lo consecuente que era Weil con su pensamiento en su vida. Que su filosofía no era una teoría, sino una práctica, una labor mística.
Aunque leo a Simone Weil, años después de nuestras conversaciones, puedo entender lo que le gustaba de ella a mi tío. Como él en su taller mecánico, herencia asumida pero no deseada, Weil se dedicó por años a trabajar en fábricas, a tener una existencia maquínica en donde el trabajo físico y repetitivo la dejaba sin energía para pensar en la resistencia o en la rebelión. Así, Weil descubrió que en la fábrica era casi imposible pensar. Pero Weil, como mi tío, estaba condenada a no poder dejar de pensar, incluso en las circunstancias más difíciles. En la combi del Estado de México a la Ciudad de México para llegar a trabajar entre la grasa y las demandas de los clientes o en las fábricas de la Francia de entre guerras, en medio del trabajo aún no regulado en las máquinas. Encontrar ahí el pensamiento, el trabajo y la verdad.
Me pregunto qué habrá en las decenas de cuadernos que ha llenado mi tío, el filósofo, creyente empecinado que cuestiona todo, de los que me leía fragmentos, tantos domingos con sol.
14 julio, 2023
Leo una biografía de Simone Weil. Estos son algunos de los sobrenombres con los que la llamaron públicamente a lo largo de su vida: “la virgen roja” (Bouglé), “mujer loca” (Charles de Gaulle), “la marciana” (Chartier).
20 julio, 2023
Weil escribe acerca de cómo asume la filosofía como acción y como práctica:
“La filosofía (incluidos los problemas de cognición, etc.) es exclusivamente un asunto de acción y de práctica. Por eso es tan difícil escribir sobre ella. Es difícil de la misma manera que es difícil escribir un tratado acerca del tenis o acerca de correr, pero mucho más.”
Si se asume la filosofía como una práctica y acción, entonces también hay consecuencias para la forma en que su método opera y contempla pacientemente, pero sin esperanza, los problemas sin solución:
“El método propiamente filosófico consiste en claramente concebir los problemas insolubles en toda su insolubilidad y luego simplemente contemplarlos, fija e incansablemente, año tras año, sin ninguna esperanza, esperando pacientemente. Según este estándar, hay pocos filósofos. Y apenas se puede decir que hay pocos.”
21 julio, 2023
Los cuadernos de Weil parecen ser más una suerte de ejercicios espirituales (como los de los místicos y presocráticos) que no buscan referirse a nada del mundo, sino que ejercen su fuerza y enfoque en el cuidado y disciplina del sujeto. Y, al mismo tiempo, hablan del compromiso del sujeto con la postura que toma en su entorno. Esto es quizás mucho más visible en el primer cuaderno, en el que, entre otras notas, Weil escribe una lista de tentaciones en las que el sujeto es capaz de caer. Anota su intención de leer la lista diariamente:
“Lista de tentaciones (para leer cada mañana)
TENTACIÓN DEL OCIO (sin duda, la más fuerte)
Nunca rendirse al fluir del tiempo. Nunca postergar lo que decidiste hacer.
Tentación de la vida interior
Ocúpate solo de aquellas dificultades que realmente te confrontan. Permítete solo aquellos sentimientos que realmente surgen para usarlos efectivamente o que el pensamiento requiere para la inspiración. Cercena sin piedad todo lo que es imaginario en tus sentimientos.”
Más adelante, Weil regresa a los dos obstáculos interiores con los que se enfrenta (el fluir del tiempo, la atención).
“Cobardía ante el vuelo del tiempo (manía de postergar las cosas—ociosidad). La ilusión de que el tiempo, en sí mismo, me dará valor y energía… Ejercicios: decidir hacer algo, sin importar qué, y hacerlo exactamente a cierta hora… Se debe desarrollar un hábito. Entrenamiento…. Disciplina de la atención del trabajo manual—sin distracción, sin soñar. Sin obsesión. Se debe continuamente observar lo que uno está haciendo, sin dejarse llevar por ello. Se necesita otro tipo de disciplina para usar la mente con el apoyo de la imaginación.”
Esta precisa dificultad atravieso todos los días (y no me sorprendería que muchos de los lectores también, quizá, bajo la etiqueta de “procrastinación”). También percibo la dureza de Weil, su implacable fuerza y forma de disciplinar a su yo de forma extrema, a través de ejercicios en los que sostener la atención es fundamental (pero no como el famoso y gastado mindfulness; no se trata de mirar hacia adentro para considerar la propia conciencia, sino de mirar hacia afuera y lejos del contenido de la conciencia).
Finalmente, concluye en una frase digna de Foucault: “Habrá menos disciplina externa mientras haya más disciplina interna”.
31 julio, 2023
Me sorprenden mucho los pasajes que se refieren a las matemáticas y a la geometría que aparecen sobre todo en el primer cuaderno de Weil.
Me queda más claro al leer en su biografía que su único hermano, André Weil, fue desde muy joven un prodigio en las matemáticas y se dedicó su vida entera a la disciplina, llegando a ser uno de los matemáticos más importantes del siglo XX (Obviamente, esto no está en los cuadernos). Simone Weil reflexiona incansablemente sobre la naturaleza de las matemáticas (sobre todo le atraen las contradicciones posibles y las formas de representar): “Matemática–acción en la que no hay nada que manipular excepto signos”; “Hay un enfrentamiento entre la naturaleza de la mente y la naturaleza de la materia que ocurre dos veces—primero en la relación entre el pensamiento y los signos—y luego en la relación entre la teoría y su aplicación. Buscar alguna suerte de equilibrio…”.
2 agosto, 2023
No logro comprender ni la mitad del último cuaderno. Progresivamente, las citas se vuelven cada vez más parte de un idiolecto, un cuaderno en una lengua privada que me cuesta descifrar. Cada vez más referencias y preguntas acerca de Dios. Otros pasajes mucho más claros, algunos que subrayo, para regresar a ellos.
Me gusta sobre todo cómo Weil piensa las contradicciones (viejo tema marxista) y va más allá de las mismas, a través del misticismo. Declara gritando que esta es “la verdad más importante”, es decir, una verdad que “no se descubre a través de las pruebas, sino a través de la exploración” que “es siempre experimental”. Vale decir, la posesión de una gran cantidad de “verdad inerte”, guardada en un cajón recóndito de la mente, no sirve para nada. La riqueza está en la verdad activa: “poco a poco, un grano infinitesimal de verdad activa destruye todo error”.
“La verdad más importante:
Los misterios de la fe pueden usarse y se han usado de la misma manera en que Lenin usó la dialéctica de Marx (en ambos casos, las contradicciones son el criterio lógico a través del cual se elimina el error): se usan, a través de una astuta manipulación del anatema, para esclavizar totalmente a las mentes. Por los elegidos, que desdeñan tanto la rebelión como el servilismo de la mente, se tornan en koanes a través de la contemplación. Pero su secreto yace en otra parte. Y es que hay dos tipos diferentes de razón… razón supernatural y razón natural.”
Kōan: en el budismo zen japonés, un enunciado paradójico o pregunta breve que se usa como disciplina meditativa para los novicios. El esfuerzo que se pone en “resolver” un kōan tiene como objetivo de minar el intelecto analítico y la voluntad del ego para que la mente esté preparada para considerar una respuesta intuitiva apropiada.
Más adelante, Weil vuelve a las matemáticas para hablar de las contradicciones, y nos habla de que en el cálculo infinitesimal las “contradicciones son verdad”, pero permite pruebas rigurosas. Así, Weil propone que en este punto en el que la mente puede percibir la verdad simultánea de las contradicciones, es el punto en el que se debe amar a Dios. La contradicción es como una suerte de palanca de la trascendencia. Lo formula como una pregunta: “¿Cómo amar a Dios sino desde este punto?”
El primer y el último cuaderno como las contradicciones más destiladas de la materialidad de la trascendencia. Los cuadernos son la prueba rigurosa en donde las contradicciones son verdad. Ejercicios del sujeto que busca serle fiel a la verdad (siempre contradictoria).
Simone Weil le fue fiel a su verdad, hasta la muerte, y así se convirtió plenamente en un sujeto.
3 de agosto, 2023.
Lo de ayer: comparar con la inmanencia de las verdades de Alain Badiou.
Un buen psicoanalista deja a su analizante con un kōan al final de una sesión, la cesura, el corte.
8 de agosto, 2023
Quizás hoy hubiéramos dicho que Simone Weil era anoréxica. Que, en sus últimos días de vida, su decisión de dejar de comer raciones completas de comida, en el hospital, fue una locura. Pero cuando se entiende bien su contexto y pensamiento, queda claro que Weil estaba siguiendo hasta sus últimas consecuencias su filosofía, su compromiso místico y político con la verdad activa.
En 1943 Simone Weil se enfermó por algún tipo de afectación de sus pulmones, pero no se pudo recuperar, según los médicos, porque estaba malnutrida, anémica. Enferma, en Londres, se negaba obstinadamente a comer más de lo que ella imaginaba que sus compatriotas estaban comiendo en la zona de Francia que Alemania había ocupado. A pesar de estar sumamente débil, siguió escribiendo en su cuaderno hasta el final de su vida.
La última frase de su cuaderno condensa perfectamente en lo que insistió Simone Weil toda su vida, la diferencia entre el “saber” en el sentido ordinario de la palabra y realmente saber, “con toda el alma”. Es decir, no saber algo (información inerte, contenidos), sino la transmisión del cómo del saber mismo. [Me enfrento con esto diariamente, en mi labor como terapeuta]:
“La parte más importante de enseñar = enseñar lo que es saber (en el sentido científico).”