El museo, el individuo y la fotografía.
Hace unos meses el periodista Guillermo Altares escribió un artículo para el suplemento en línea del diario El País, de España, en el que reflexionaba en torno a la fotografía dentro de los museos: “Los museos en la era del selfie”. En el artículo Altares mencionó el problema de la demanda turística de los museos más importantes del mundo, entre ellos el Louvre, los museos Vaticanos en Roma, el museo Reina Sofía en Madrid y la Galería de los Ufizzi, en Florencia. El artículo llamó mi atención porque toca tres temas de los cuales me parece importante hablar: la “cultura” con su creciente popularidad, el museo como lugar de encuentro y el autorretrato de los visitantes frente a las obras.
En primer lugar Altares habla de que hay una creciente demanda de museos, haciendo énfasis en el exceso de visitantes. Sin embargo, continúa, el fenómeno de sobredemanda sólo afecta a pocos museos, en general a aquellos de mayor amplitud, mientras que, por otro lado, la gran mayoría de museos o galerías cuentan con pocas visitas. El abarrotamiento aún es una constante en museos, para lo cual se están creando estrategias que permitan establecer una mejor distribución de visitantes. El fenómeno de la sobredemanda sigue sin ser estudiado a profundidad y resultaría pertinente realizar una investigación que ayude a comprender cómo está fungiendo el museo en la sociedad de nuestra época. Cabría preguntarnos a qué se debe la popularidad de ciertos museos, y a qué responde la amplia demanda que hay sobre estos.
Por otra parte el autor menciona que “nunca antes la cultura había sido tan popular”. En un punto queda claro que por cultura se refiere sólo a la alta cultura, pero si el arte fuera realmente más popular que nunca entonces todas las galerías, museos y eventos que giran en torno a la escena artística se encontrarían saturados por oleadas de visitantes, sin embargo, como bien lo mencionó Altares, sólo se trata de aquellos museos que contienen piezas que se ajustan al modelo ideal de lo que consideramos o definimos como arte: obras del Renacimiento italiano en el que se inscriben Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci.
Los museos son un lugar de confluencia, pero se trata de lugares de encuentro entre personas y de éstas con la obra de arte. Habría que observar cómo nos relacionamos con los demás dentro del museo, ya sea con quienes nos acompañan como con quienes compartimos el espacio. Tal vez el museo sea ese lugar en el que uno va a relacionarse con uno mismo, a hacer uso del tiempo libre en alguna actividad cultural. Esta necesidad de consumo de la alta cultura tiene que ver, al mismo tiempo, con la valoración que nuestra época le da al pasado, con el cual se crea una industria de la herencia. Así pues, el turismo de la memoria logra éxito en las masas.[1] El patrimonio cultural surge cuando los individuos de una unidad cultural dan forma a lazos de pertenencia a través de la valoración de los bienes.[2] El patrimonio se mantiene con vida cuando los individuos recuerdan y recrean el significado de los bienes que los unen en cada periodo histórico.[3]
La cultura de la memoria y de todo lo museificable responde a nuestra necesidad de autodefinirnos y valorar nuestro lugar en el grupo a través de nuestro pasado. La historia cobra importancia y el museo aparece como el espacio en el que se afianza el vínculo social, aunque no por ello la idea de individuo desaparece. La dinámica fotográfica dentro de los museos es un claro ejemplo de ese individualismo que se manifiesta en este espacio en el que se unen lazos a nivel colectivo. Tomar una fotografía de lo que se encuentra en un museo sólo refleja el consumo de la alta cultura en relación con el tiempo libre que el individuo está dejando en dicha actividad cultural. El acto fotográfico aparece como una actividad individualista en un lugar en el que precisamente se intenta forjar lazos a nivel colectivo.
Precisamente, Altares hace mención de la dinámica fotográfica de los visitantes de los museos más concurridos. Los visitantes llevan consigo una cámara fotográfica y retratan la obra que tienen enfrente o incluso se hacen un autorretrato con la obra de fondo. Se ha generado tanto caos dentro de los museos que incluso existen propuestas para terminar con esta situación, una de ellas es la de implementar horas libres de fotografía. Sin embargo, no se ha llevado a cabo dicha proposición pues se está consciente de que el museo debe adaptarse a las nuevas dinámicas de la sociedad, sobre todo en cuanto a la fotografía y a los medios de comunicación.
Las fotografías dentro del museo responden a la necesidad del individuo de interactuar con la obra, de interpretarla y hacerla suya a través del acto de retratarla o de autorretratarse con ella. En ese sentido, con el acto fotográfico se da una apropiación del individuo, del espacio, del entorno y de la obra de arte, pero también genera un acercamiento de él con el grupo, es decir, vincula sus lazos de pertenencia. En nuestros tiempos ya no se trata tanto de ir al museo o a una galería a observar las obras de arte de manera pasiva y ajena, sino que se trata de apropiarse de la obra e interactuar con ella. Será necesario hacer estudios pertinentes para entender cómo está funcionando la fotografía dentro de los espacios públicos y culturales de tal modo que se evite el caos en el que se han sumergido los museos más concurridos.