Sapos en la lluvia: Una conversación con Ghada Martínez
Hace unos días, leí un texto de Jhumpa Lahiri sobre las portadas de los libros y la reflexión que existe alrededor de ellas. El mundo editorial nos bombardea de sugerencias en los ejemplares, incluso antes de abrirlos y leerlos. Las prioridades de cada casa editorial son seguramente válidas, pero no podemos perder de vista lo que implica esta sugestión, pues es precisamente lo que parece un grito desde la mesa de novedades para que el futuro lector se decida entre uno y otro.
La verdad es que muchos títulos terminan por alejarse de lo que el autor quería decir en su obra, por comunicar algo distinto a lo que quizá el lector pueda descubrir en el texto. De aquí, me surgen muchas dudas y reflexiones en torno al mundo editorial en México. Considero cómo estos intereses, que también podríamos llamar causas, han influido en la producción de nuevos libros hoy en día. Vemos editoriales que cuidan hasta el más mínimo detalle en la selección del papel, la mancha tipográfica, la tipografía y el diseño de portada, con la intención de sacar al mercado un producto selecto o exclusivo.
La relación que existe entre el libro y el lector no puede pasar a segundo término frente a otros detalles, pues hablamos también de la experiencia de leer y no solo de un mero tránsito de ideas entre el autor y el lector. Pienso un poco en la Arquitectura y en lo que hoy denominamos como vivienda digna, que más que referirse a los acabados y proporciones, está relacionado con la experiencia de vivir un espacio, la iluminación y la ventilación. Los elementos que determinamos como dignos están relacionados intrínsecamente con nuestra forma de relacionarnos en ellos.
De esto hablé con Ghada Martínez, autora del libro Sapos en la lluvia, recientemente publicado en Tierra Adentro. Para ella, en una ciudad cada vez más compleja y peligrosa, donde nadie tiene tiempo para nada, el libro impreso es un espacio seguro. ¿Quién te asaltaría por un libro?
La democratización de la lectura puede haber ganado espacios con el libro digital y la libre circulación de los PDFs; sin embargo, no podemos ignorar que es tan solo una parte de la población quien se ve beneficiada de estos recursos.
Democratizar las letras es una labor de múltiples aristas. Es necesario comprender lo que pasa en el entorno antes de realizar actividades como conversatorios y presentaciones de libro. De nada sirve llevar estos eventos a una comunidad que poco le importa o ni siquiera está al tanto de la conversación actual de la literatura.
Este tema siempre me lleva a una reflexión que me gusta poner sobre la mesa, en torno a los procesos y a los escenarios de la narrativa contemporánea. En la transición por la que atravesamos en esta época, en la que no parece haber nada determinado y las urgencias siempre son válidas y distintas.; donde lo políticamente correcto es al mismo tiempo una figura de autocensura. Me gusta conocer la opinión de los autores, su posición frente estas posibles problemáticas o circunstancias.
GM: Actualmente no estoy en contacto con este tipo de análisis literario, pero es visible que hace falta la crítica seria en la literatura, una reflexión seria sobre la obra literaria. Porque obviamente estamos en tiempos donde están cambiando rápido las cosas en lo político y lo social, pero la literatura como forma, me parece que también debería seguirse estudiando y reflexionando.
¿Cómo te posicionas tú frente a la figura del autor?
Es algo complejo y siento que no tengo una postura al respecto. Con esto del Me too, entiendo de dónde viene la crítica de que no vas a leer el libro de un acosador, pero al mismo tiempo entiendo esta parte de que si la literatura se leyera con base en sus autores a lo mejor nadie leería nada. Hay un buen de gente que tiene muchos pedos y hace cosas increíbles en cuestión de arte y literatura, aunque no eran precisamente buenas personas.
Recuerdo que mi asesora de tesis en el Claustro de sor Juana me contaba recientemente que —a diferencia de aquel entonces cuando comenzaban las conversaciones alrededor del feminismo y yo estudiaba en la carrera—, en estas últimas generaciones el movimiento ha ido tomando más fuerza, y también se ha estrechado bastante el pensamiento. Me decía que las generaciones que están entrando se niegan por completo a leer por ejemplo a Octavio Paz y cosas así. Incluso literatura que retrata posturas y personajes misóginos. Y con esto yo siento que hay un problema.
Actualmente yo tampoco leería hombres-blancos-heterosexuales-misóginos que es lo que siempre se ha leído en la historia de la literatura por siglos. Pero a la vez siento que las letras van más allá del autor. Es importante saber, que a lo mejor no vas a ser fan, pero tal vez, para poder hacer esta genealogía de las ideas y analizar las formas literarias o las raíces de ciertos movimientos, sería relevante conocer estos libros. También muchas veces en la literatura puedes distinguir cuando la obra tiene un discurso feo o cuando es una especie de retrato, porque finalmente la literatura es el archivo de las ideas humanas.
Entiendo la postura política de no leer a cierta persona, pero creo que no se puede ser tan prescriptibista, de lees a este wey, y por lo tanto no tienes convicciones, porque la literatura no solo es el autor, sino también es la forma y el arte de escribir.
Al mismo tiempo, lo referente al libro por el libro no se habla. La escritura como forma y como una construcción artística pensada, también logra transmitir, más allá de sostenerse en las causas como lo que hemos visto últimamente en el medio. La discusión sigue y seguirá, pero es importante que salga la crítica, el análisis de las obras. Cuando iba en la carrera y se estudiaba literatura del siglo XX, siempre se refería a la literatura escrita por mujeres como literatura femenina —como si para referirnos a la de hombres, dijéramos literatura masculina—y siempre se abordaba desde la perspectiva de género, que está bien para generar un panorama general, pero no podemos olvidar que es literatura, entonces debería abordarse como se aborda otro tipo de letras y análisis literario.
Me parece interesante que, en tu libro se vea perfectamente esa línea tan marcada donde no prevalece quizás una causa que abandere la publicación, sino un interés por irse descubriendo en sí mismo.
Mi intento tiene que ver con explorar estas dinámicas de claroscuros dentro de la familia. Es algo que me interesaba; sin embargo, mucha gente y muchas reseñas lo han interpretado como una crítica desde ese sentido, en el que hay que evidenciar y denunciar la violencia intrafamiliar. Lo entiendo, pero no es algo que me interese. Solo quería poner en una obra que las relaciones son así, el mundo es así, las familias son así. Estaría bien chido que no fueran así y que no existiera eso, pero es.
No sé si puede cambiar, pero mi obra quiere reflexionar sobre eso. Aclaro que hay cosas bonitas, aunque también sale lo feroz, lo visceral, lo doloroso. Vivir así siempre va a existir, mientras exista la interacción humana, pero mi intención como autora es expresar. Me resulta curioso que la gente busque una interpretación así, con estas causas.
Me parece que el libro es un reflector a la monstruosa humanidad que nos habita
Las letras son un retrato de la condición humana, que es lo que finalmente buscamos con la literatura. Es importante y muy chido discutir alrededor de esta condición, lo que debería cambiar o lo que podemos hacer para tener una sociedad más digna, para erradicar, por ejemplo, la violencia.
Al mismo tiempo, reconocer que las letras y el arte no le debe nada a nadie. En este sentido, también me agrada la idea de retomar esta literatura que no está totalmente encausada a los movimientos sociales de ahora, y eso no significa que tenga que propugnar un discurso contrario. Simplemente me interesa hablar de otras cosas paralelas a mis intenciones políticas.
Para Ghada, estas reflexiones son parte de una necesidad en la literatura. Su libro Sapos en la lluvia está publicado por editorial Tierra Adentro, y como parte de este catálogo, me parece que corresponde congruentemente a una polifonía de voces jóvenes, que están siendo muy conscientes de las convicciones que sostienen como escritoras y escritores desde su obra, así como de su postura frente a las problemáticas que enfrenta el mundo editorial en nuestros días.