El libro latente: ¿a quién le importa leer el colofón, quién entiende las hojas de respeto? Entrevista a René Castillo-Grafógrafo Ediciones (Parte 2)
La importancia del libro desde su creación. El juego del objeto, la plataforma. La organización comunal que implica gestar actividades y artefactos culturales incluyendo las características de una ciudad y sus habitantes. La participación desde lo privado. En relación al movimiento independiente editorial y librero en la ciudad, aquí la continuación y parte final de la conversación con René Castillo, gestor cultural y editor en la ciudad de Tijuana:
¿Cómo observas la transición de los libros en el soporte de papel a los libros virtuales?
El libro impreso se encuentra en un momento clave para su evolución, sin duda, y la importancia y beneficios que los soportes electrónicos tienen para la industria del libro son de gran magnitud. No obstante, considero que la transición de un formato a otro será más paulatina de lo que muchos creen, y que dependerá en mucho del contexto geográfico y social del que se hable, además, claro está, del factor económico. Si bien la imprenta revolucionó el destino del libro en cuanto a su distribución en las masas, el libro electrónico, que bien puede considerarse un medio mucho más rápido para compartir información ya sea gratuitamente o por paga, sigue estando fuera del alcance de muchos, por lo que los libros vuelven a ser algo para sólo unos cuantos hablando en términos de la población mundial y, para quienes cuentan en la actualidad no sólo con servicio a Internet, sino también con los dispositivos necesarios para una lectura en soporte digital. Estamos hablando de que el libro impreso, así a la “antigua” como le dicen las nuevas generaciones, hace uso de grandes tecnologías que en su momento marcaron toda una revolución, y que al inicio fueron un objeto de élite, a disposición de pocos y bueno, ahora cualquiera puede conseguirlo si así lo desea; quizás en un futuro se repartan tabletas a cada habitante del mundo y se cuente con una señal abierta cuando caigan los imperios de las telecomunicaciones; mientras tanto yo seguiré leyendo mi edición conmemorativa de El Quijote, impresa, por supuesto.
Sin importar cuál es nuestro soporte “favorito”, ambos tienen beneficios y debilidades que los hacen ser complementarios, y no enemigos. Yo sería, como dicen, un “romántico” que prefiere el olor al papel viejo, sus texturas, el diseño de los cabezales, pero que puede viajar con una biblioteca de miles de títulos en una tablet (aunque en el viaje apenas alcance a leer uno o dos…), porque finalmente hay una practicidad; y viceversa, creo que las generaciones que crezcan en las bibliotecas virtuales serán seducidos por estos viejos objetos en el momento en que tengan la oportunidad de convivir con uno, porque al final también hay practicidad y tecnología en el libro impreso. Hay pues una balanza, y finalmente se utilizará el soporte que convenga según la situación y el momento en que se encuentre.
¿Cuáles son tus preocupaciones como editor?
Crear libros que por sí solos tengan un valor, como objeto de arte, y que estén a la altura de nuestros autores y público a manera de mostrarles nuestro respeto y compromiso hacia lo que hacemos.
¿Cuál es tu interés principal con tus índices y autores/as?
Que tengan una propuesta y sepan lo que quieren decir. Como en cualquier obra, creo que debe haber un discurso, en nuestro caso buscamos que el discurso del autor y el de la editorial se complementen. El libro-objeto debe rendirle justicia al contenido que resguarda, y viceversa. Hablar de un control de calidad es algo subjetivo, finalmente la selección viene de un gusto personal, de si la obra despertó o no algo en nosotros. Hay obras que traen a tu mente un diseño específico, desde la lectura del título uno está ya maquetando el libro. Como editor tienes la responsabilidad de trabajar obra de “calidad”, pero a mí me gusta pensarlo como la posibilidad de compartir tu visión con otras personas, de sugerirles aquello que tú disfrutaste. Es como ir armando tu biblioteca personal y que otros puedan consultarla.
¿Cuánto tiempo crees que puede tener de vida un proyecto editorial independiente?
El tiempo que estén dispuestos a trabajarlo, como cualquier otro proyecto. El truco es disfrutarlo, hacerlo porque se ama. En el momento en que uno deja de amar lo que hace, todo se muere. Hay que vivir apasionado, es lo que te mueve. De pronto los proyectos se pierden por cuestiones de dinero, por ejemplo, pero el dinero es sólo un factor, y bien puede reemplazarse por otros, aunque parezca imposible. La cosa es tener cabeza para proyectar las ideas, las estrategias, desarrollar proyectos sustentables. Grande o pequeño, funciona igual, hay que tener una visión clara, trabajar y ponerle corazón.
¿Desde cuándo comenzó a generarse la idea de este proyecto?
Mi pasión por los libros ha estado desde niño, pero fue en mi adolescencia cuando empecé a interesarme en hacerlos, más que nada porque coleccionaba libretas –aún lo hago-, y de pronto ya no tenía dinero para seguirlas comprando. Desde chico mi padre me regalaba Moleskines y les agarré el gusto. Después las veía en los aparadores de la Borders y se me iban los ojos, ahorraba para comprarlas; nadie de mis amigos entendía por qué me gustaban tanto esas libretas “simples”. Para mí esa sencillez era un lujo. Desde chico renegaba de los precios de las cosas cuando creía que yo podía hacerlo y con menos dinero, así que fue la cuestión económica la que me llevó a buscar las formas de hacer mis propias libretas, y sólo comprar aquellas cuyos diseños me interesaran de sobremanera, para coleccionar o para deshacer y volver a hacer: cuestión de aprendizaje. Así empecé. Y después había un montón de libros en blanco en mi escritorio. Sigo teniendo terror de escribir algo en mis libretas favoritas, así que pensé que si había otros como yo, pero que en lugar de hacer libretas escribieran historias, podríamos tener objetos bellos. Yo tenía como 14 años y soñaba con tener una cafebrería. Supongo que ahí comenzó todo. Después organicé junto con algunos amigos la entrega panfletaria de historietas, pero nada formal, hasta años después, por el 2008, cuando por falta de presupuesto para pagarle a un diseñador, tuve que diseñar la imagen y carteles de la Feria del Libro Usado que organizamos, y comenzaron a contactarme para realizar más diseños, incluido el de un libro, que se publicaría años después, en el 2011.
¿Cómo y porqué pensaste principalmente en libros?
Los libros siempre han estado presentes en mi vida; yo no podía dormirme si mi padre no me leía o se inventaba una historia para contarme cada noche; después me tocó conocer a un librero de viejo que surtía su biblioteca, Don Ramón Nava y Nava, un señor de barbas blancas que alguna vez me tomó del hombro y me dijo: “¡Chamaco!, algún día tú tendrás la Librería Castillo, ya verás, ya verás”, y se reía. Todavía me sigue diciendo “chamaco” cuando me saluda, y sigue vendiendo libros, y me visita en la cafebrería. Entre él y mi padre me regalaron el gusto y el asombro por los libros, los de empastados y encuadernaciones hermosas, y pues, ¿qué más? yo quería hacer libros así algún día, y que la gente sintiera lo que yo sentí cuando vi esos libros. Es un oficio muy bello.
¿Cuáles son tus expectativas para la editorial?
Consolidar el proyecto en la ciudad y ser un punto de referencia en cuanto al quehacer editorial en Baja California; una de las cosas en las que estamos trabajando es en la proyección de nuestra colección en otras ciudades del país y fuera de él, no tanto por ganar “prestigio” y “reconocimiento”, sino por lograr compartir con más personas lo que nos gusta, y tener la oportunidad de mostrarle nuestro trabajo a otras editoriales independientes y autores con los que pudiéramos llegar a colaborar. Lo primordial es disfrutar lo que hacemos, aprender en el camino y fortalecernos para estar listos para dar lo mejor en cualquier circunstancia.
¿Alguna idea particular en relación al contexto editorial regional?
Baja California siempre ha tenido un movimiento editorial muy rico, muchos escritores que ahora son publicados por las grandes casas editoriales empezaron autopublicándose en ediciones “caseras”, estaban los fanzines, las revistas, aunque muchos eran underground. De unos años para acá muchos proyectos empezaron a decaer y de pronto había solamente uno o dos sellos reconocidos y el resto eran publicaciones de revistas. Actualmente comienzan a surgir sellos editoriales con propuestas muy específicas, y eso entre otras cosas, da la posibilidad de crear un grupo de editores que busque la profesionalización del campo, además de que se trabaje en crear públicos para los proyectos. Por otra parte, nos da la oportunidad de apoyar a más escritores de la región y de proyectar el trabajo que se realiza en Baja California a una mayor escala.