El inventor de la luz
A punto de tomar un avión rumbo a Villahermosa, me encontré a dos escritores tan jóvenes como yo: Alejandro García, de Zacatecas, y Marco Antonio Jiménez, de Torreón. Íbamos al Encuentro Nacional de Talleres Literarios de 1980, era octubre. Fuimos a la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco a la inauguración del Encuentro y lo vi: iba a cumplir cincuenta años —yo tenía veintiuno— y tenía la determinación de un tren. Él llevaba toda la organización sobre sí. Por alguna razón me mantuvo junto a su silla. Así de cerca me confió su admiración por los cuatro coordinadores de talleres que estaban discutiendo desde la mesa, Ignacio Betancourt, Fernando Nieto Cadena, David Ojeda y José de Jesús Sampedro. Me dijo quién era su preferido: no diré más.
Sabido es que surgí del Taller Literario del Museo de Arte de Ciudad Juárez, fundado por Miguel Donoso Pareja y coordinado por David Ojeda. Quería conocer a Sampedro porque había leído Un (ejemplo) salto de gato pinto, un librazo. Pero la figura de Donoso, con su barba y su panza magnética, se llevaron la escena de Villahermosa. Meses después, en Tijuana, nos volvimos a encontrar entre poemas, cuentos, cervezas, barajas, chicanos y un trío argentino de tangos que con «Yira yira» rompió el corazón de Donoso, el del joven Saúl Juárez y el de David Ojeda.
Más de tres décadas después la figura del narrador, poeta y ensayista Miguel Donoso Pareja está sujeta al escrutinio de los lectores y de la crítica. Lo que importa para mí, y para otros veinte, es el hecho de que un ecuatoriano que llegó de un país del tamaño de Chihuahua haya tenido la visión de llevar la formación literaria a un país nueve veces más grande que el suyo, y colocar una piedra fundacional para que la literatura de los estados iniciaran su lento, constante y determinante diálogo con las letras iberoamericanas.
Conozco a muchos autores que se asumen como parte de esta literatura emanada del tallerismo de Donoso, caracterizado por la autocrítica, el rompimiento de los cánones, el cuestionamiento de los límites estéticos e ideológicos, el compromiso dinámico con eso que podemos llamar la perfección del trabajo del es-critor. Habrá otros que lo nieguen. En lo que concierne a autores como yo, Miguel Ángel Chávez Díaz de León, Joaquín Cosío, César Silva, Édgar Rincón y Luis Rico Carrillo, entre otros, estando en la orilla del mundo que es y fue Ciudad Juárez en 1980, Miguel Donoso Pareja inventó una luz distinta para ver la literatura mexicana y mundial desde la frontera norte de México.
Murió el 16 de marzo, debe estar satisfecho. Sé que el cielo de los poetas está lleno con las mujeres más bellas de la creación. Sé que él las mira pasar, sé que dice para sí: «chucha, hermano, qué soledad tan espantosa».